Al parecer, las reticencias de algunos países europeos
influyeron significativamente en que el nuevo concepto estratégico de la OTAN
no incluyera a Rusia y China en el mismo saco, diferenciándose entre amenaza y
desafío, respectivamente.
¿Amenaza o desafío?
El Viejo Topo
26 julio, 2022
Finalmente, al
parecer, las reticencias de algunos países europeos, influyeron
significativamente en que el nuevo concepto estratégico de la OTAN no incluyera
a Rusia y China en el mismo saco, diferenciándose entre amenaza y desafío,
respectivamente. Eso no quiere decir tampoco que a China le pueda ir mejor en
lo inmediato con Europa. Con Estados Unidos es claro que más bien no, pero
incluso Alemania pondera una estrategia más dura en relación a Beijing, su
primer socio comercial desde 2015.
¿De qué va a
depender el tránsito de desafío a amenaza? Paradójicamente, de la observación
de una fórmula sugerida por China hace ya algún tiempo: lo que llama el respeto
a los intereses centrales de cada parte. El problema es que la intersección de
intereses en algunos casos es peliaguda. Para EEUU y Occidente, es palpable que
todo pasa por preservar la hegemonía global del orbe liberal. Lo podemos
disimular de muchas maneras, pero, a fin de cuentas, en eso estamos ante la
hipótesis de que en una década China pase por delante a EEUU en su poder
económico. Es cosa de tiempo que esa dimensión se traslade a otros dominios.
Los intereses centrales de China abarcan aspectos sustanciales, desde la
preservación de su sistema político a la integridad territorial, lo que afecta,
muy especialmente, a Taiwán. Un activo para el entendimiento, por supuesto no
cosa de coser y cantar, es que esta China no tiene vocación mesiánica.
Lo que resulte
del diálogo en curso entre EEUU y China es clave. La UE, compra, en lo
fundamental, la narrativa de Washington. La comunicación estratégica está
mejorando. Y el diálogo económico también se ha iniciado. No obstante, la
atmosfera de psicosis persiste. La ansiedad que se vive en EEUU es palpable en
declaraciones como las del jefe de la NASA, Bill Nelson, al alertar de que
China quiere reclamar nada menos que la Luna como suya, o cuando se especula
con el interés de una empresa china que ha comprado unas hectáreas de tierras
de cultivo en Dakota del Norte. El insistente recurso a las amenazas a la
seguridad nacional evidencia una visceralidad preocupante. Otro tanto podíamos
decir de 5G y Huawei. Lo que realmente pudiera inquietar a EEUU no es que esos
equipos espíen para China sino que dificulten a EEUU espiarnos a todos
nosotros, cosa que también hace, como bien sabemos. Ante cualquier inversión de
China en un puerto, allá donde sea, surge la especulación de si más temprano
que tarde será una base militar. La exageración argumenta la respuesta.
¿Será posible
el entendimiento? China dice que sus intereses centrales son irrenunciables.
¿Hay espacio para un acomodamiento que evite una repetición de la guerra fría?
Las sombras que se han proyectado en la cumbre de la OTAN son de una gravedad
extrema. El recuerdo de la guerra fría es el de la amenaza nuclear, la carrera
armamentística, etc. A China, a priori, este escenario no le interesa en
absoluto, pero no se desentenderá si de ello depende su supervivencia. Por
tanto, debe tomarse en serio.
La lógica china
actual sigue primando el desarrollo sobre cualquier otro interés. La
participación en la globalización constituye aun el corazón de su estrategia de
apertura al exterior y por más que enfatice el consumo interno y otras
dinámicas autónomas, descarta cualquier apuesta por el desacoplamiento. No es
el caso de EEUU, que parece preferir partir en dos la economía mundial antes
que aceptar que China se ubique en la cima.
Para muchos
países, especialmente en el mundo en desarrollo, hartos de las promesas
incumplidas de los más desarrollados, China no representa una amenaza sino una
oportunidad. En la víspera de la cumbre de la OTAN, el G7 ha vuelto a prometer
miles de millones de dólares para competir con China. Pocos creen que lleguen a
estar disponibles algún día. Hay siempre liquidez para el gasto militar pero a
menudo escasea para la inversión en desarrollo. Esa es la realidad. Y China,
poco a poco, por más que se intente deteriorar su imagen con acusaciones acerca
de la trampa de la deuda o similares, se ha ganado la simpatía de muchas
capitales que encuentran en ella otra opción. Y tampoco olvidan los duros
planes de ajuste impuestos por el FMI para acceder a sus préstamos…
La OTAN ha
dejado un espacio abierto para el entendimiento con China. Puede malograrse si
persistimos en una visión unilateral que haga gala de un chovinismo más que
cuestionable. La estrategia Indo-Pacífico de EEUU, con sus AUKUS y QUAD y otros
muchos mecanismos de presión, justifican el sentimiento de cerco que se respira
en Beijing. China es un país enorme en muchos sentidos y cuenta con un proyecto
político que hoy le provee de estabilidad y solidez en magnitudes superiores a
las que puede ofrecer EEUU, un país fragmentado y sumido en la incertidumbre.
Las capacidades de China no son ilimitadas pero dispone de recursos y
propuestas para seguir incrementando su influencia global.
El minucioso
trazado acupuntural de los puntos de divergencia y convergencia en la relación
China-EEUU constituye un ejercicio necesario para desactivar las amenazas,
gestionar los desafíos y, sobre todo, priorizar la cooperación.
Publicado en el Observatorio
de la Política China.
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