La evolución
de la guerra intercapitalista por los recursos geoestratégicos y el rediseño
geopolítico del orbe que están detrás del conflicto en Ucrania puede estar
llevando a EE.UU. a amagar con otra guerra por delegación en Taiwán.
¿Taiwán después de Ucrania?
El Viejo Topo
6 junio, 2022
En su declive
histórico, Estados Unidos está siendo impulsado a recurrir a medios
militares para apuntalar su hegemonía y los intereses de su plutocracia. Así,
mientras la guerra asimétrica por delegación en Ucrania parece ir decantándose
de manera favorable para su enemigo secundario: Rusia, durante su primera
visita a Asia el presidente Joe Biden pareció decidido a replicar el modelo en
el espacio Indo-Pacífico, utilizando ahora al pueblo de Taiwán como carne de
cañón para una guerra proxy contra su principal adversario,
China. Lo que coloca al mundo ante un eventual choque de potencias poseedoras
de armas nucleares.
En el primer
escenario, más allá de la mítica narrativa triunfalista del eje EU/OTAN, la
guerra híbrida impulsada por el Pentágono y la CIA contra Rusia en territorio
ucranio no parece haberse desarrollado según lo diseñado por sus estrategas en
Washington y Bruselas.
En el campo de
batalla económico-financiero, mientras la economía real rusa resiste, las
sanciones occidentales contra el Kremlin profundizaron la crisis que existía en
2019 antes de la pandemia de la secta covidiana. Resultado: inflación
galopante en EU y Europa; aumento del precio de las materias primas y los
recursos energéticos (petróleo, carbón y gas); ruptura de las cadenas de
suministro y escasez de productos agrícolas (en particular trigo, con posibles
hambrunas), fertilizantes y semiconductores, entre otros insumos, así como una
apreciación del rublo, moneda en la que el gobierno de Vladimir Putin fijó el
pago del gas a sus clientes hostiles de la Comunidad Europea. La
servil Europa parece entrar en recesión, y su profundización provocaría una
caída en la producción con el cierre de empresas, despidos y destrucción de
capital. Y dado que 88 por ciento del planeta no se alineó con las sanciones
económico-financieras contra Rusia, podrían surgir sistemas alternos a la red
de pagos bancarios internacionales Swift y acelerarse el proceso de pérdida
de centralidad del dólar como medio de pago internacional y depósito
de valor.
En el terreno
político-militar-mediático, a la rendición masiva de los neonazis del
regimiento Azov que se habían atrincherado en los búnkeres antinucleares de la
siderúrgica Azovstal, en Mariupol –reportada en la guerra (des)informativa por
la prensa de EU y Europa como una evacuación de manera ordenada−, se suma
el desgaste y la desmoralización del ejército ucranio en los distintos frentes,
acentuados el fin de semana pasado por la derrota de una unidad de élite
ucrania en la localidad de Severodonetsk, que quedó bajo el control de las
milicias populares de la República de Lugansk, igual que la estratégica ciudad
de Limán. Por lo que el colapso del ejército ucranio −armado y entrenado según
los estándares de la OTAN los últimos ocho años−, parece cercano en la región
del Donbás; lo que reduciría el objetivo de la administración Biden de hacer la
guerra hasta el último ucranio para lograr la derrota de
Rusia.
El 24 de mayo,
al intervenir en el Foro Económico Mundial de Davos −el poliburó del
capitalismo y la plutocracia internacional−, el ex secretario de Estado de EU,
Henry Kissinger (responsable de crímenes de guerra en Vietnam, Laos, Camboya y
Chile), advirtió que una eventual guerra directa de EU/OTAN contra Rusia podría
alterar el equilibrio de poderes en Europa y recomendó regresar a las
negociaciones de paz entre Ucrania y Rusia en los próximos dos meses. Dijo que
viendo la situación desde la realpolitik, lo ideal sería que
Ucrania abandone la lucha y ceda los territorios que Rusia reclama,
convirtiéndose en un país neutral.
En los últimos
días el secretario de Defensa de EU, Lloyd Raytheon Austin,
solicitó a su contraparte rusa, Sergéi Shoigu, un alto el fuego inmediato,
en tanto el presidente francés, Emmanuel Macron, y el canciller alemán, Olaf
Scholz, reiteraron al presidente Putin sus llamados a reiniciar las
negociaciones diplomáticas con Ucrania. A su vez, el premier británico Boris
Johnson admitió que Rusia continúa haciendo progresos graduales, lentos
pero palpables en el Donbás.
El cambio en
la narrativa ficticia de EU/OTAN es evidente tras la rendición de
los combatientes de la libertad en el enorme complejo Azovstal, en
Mariupol, estratégico puerto siderúrgico sobre el mar de Azov (un lago
ruso de facto), cerca del mar Negro, incorporado ahora a la
República Popular de Donetsk. Azovstal forma parte del grupo Metinvest,
controlado por el oligarca ucranio Rinat Akhmetov, y es una de las mayores
plantas metalúrgicas de Europa; produce coque, acero, productos laminados,
rieles y vagones de ferrocarril, equipos de minería, etcétera.
Como ha
señalado el analista Pepe Escobar, la apuesta de Rusia sería consolidar un
complejo económico-logístico de Járkov a Odesa, íntimamente conectado a la
industria rusa. Rusia es el quinto productor mundial de acero y posee enormes
depósitos de hierro y carbón. Con el control del mar de Azov, y
subsecuentemente el mar Negro, Rusia tendrá el control total de las rutas de
exportación para la región productora de granos de calidad. Lo cual
significaría un gran complejo agroindustrial integrado, cercano al Mediterráneo
Oriental, con proyección hacia Asia Occidental (Irán), y cruzando Suez,
enlazando al océano Índico, con potenciales clientes en el sur y sureste de
Asia (India, Pakistán). A su vez, la construcción de ferrocarriles de carga en
Rusia y Mariupol, resultaría en un modo de conectividad privilegiado con la
ambiciosa Iniciativa de la Franja y la Ruta china y con el Corredor
Internacional de Transporte Norte-Sur, cuyos principales actores son Rusia,
Irán e India. Ninguno de esos países ha demonizado ni sancionado a Rusia.
En definitiva,
la guerra intercapitalista por los recursos geoestratégicos y el rediseño
geopolítico del orbe que están detrás del conflicto en Ucrania de los halcones de
Washington para desangrar a Rusia, ha orillado ahora al Estado
profundo ( Deep State) que dirige los pasos de Biden, a amagar con
otra guerra por delegación ( proxy) en Taiwán, lo que rompería con
el principio de Una sola China. Taiwán produce casi 90 por ciento de los
semiconductores (chips, microprocesadores) para el consumo mundial, de los que
depende también la infraestructura militar y tecnológica del Pentágono. Abrir
un segundo frente militar, centrado en China y Rusia, parece una apuesta
arriesgada para EU. Pero es el imperio. Otra opción es el Sahel, en África.
Artículo publicado originalmente en La Jornada.
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