Teletrabajo “una
contrarrevolución que convierte el hogar en tortura”, afirma historiadora
DIARIO OCTUBRE / diciembre 18, 2020
Raquel Varela (Cascais, Portugal, 1978) es historiadora, investigadora y profesora en la Universidad Nueva de Lisboa. Está especializada en historia del trabajo, condiciones laborales, movimiento obrero e historia europea del siglo XX. Es autora de 32 libros y coordina 17 proyectos a nivel mundial.
Esta semana, la
Asociación Iberoamericana de la Comunicación (Asicom) la premió por su
brillante trayectoria. Entrevistada por el periódico español La Nueva
España, Varela reflexionó sobre las consecuencias de la pandemia en
nuestras sociedades y sobre qué dice de ellas la vulnerabilidad en que las
encontró.
Para la
historiadora, el alto costo económico que está teniendo (y tendrá) esta
pandemia, se debe fundamentalmente a dos razones.
“La primera es
que los servicios de salud han sido desmontados de su excedente. Si miras una
autopista, tiene dos o tres vías y una cuarta de parada (la banquina o arcén).
Esta vía cuesta mucho construirla, pero casi nadie la utiliza, solo cuando hay
un accidente. En los servicios de salud necesitamos también de una vía extra
para situaciones de excepción. Lo que pasa es que los países del proceso
neoliberal han desmontado esta vía de seguridad y han reducido los centros
sanitarios al mínimo para funcionar. Los gobiernos tuvieron la idea medieval
del confinamiento, que se aplicaba cuando no había ciencia, no existían
servicios públicos de salud… Los gobiernos capitalistas del mundo tuvieron que
admitir que no tienen medios para combatir una pandemia de baja letalidad.
Imagínese si hay una pandemia de alta letalidad. La única solución es una idea
completamente enloquecedora desde el punto de vista de la salud mental y física
de la gente que es el confinamiento, y que tiene un impacto destructivo en la
economía. Se habla ya de que hay 30 millones de personas que pueden morir de
hambre, se habla ya de una pandemia mental tremenda…”
La segunda
razón “tiene que ver con el capitalismo y su desigualdad social; no es una
economía solidaria. Los trabajadores están pagando la factura de la crisis y no
quienes tienen grandes ganancias. Y el dinero no produce dinero”.
Por ello, y
para estar preparados ante una nueva pandemia quizá más grave, entiende
necesario “situar a los servicios públicos fuera de la ganancia. Tenemos que
considerarlos esenciales y pagar muy bien a los funcionarios públicos, porque
son los garantes de la civilización. Y eso implica una inversión en
trabajadores, no en tecnología y máquinas. Nosotros necesitamos gente que
trabaje. No podemos seguir premiando a los empresarios del mundo que ganan
millones y consentir que los servicios públicos funcionen con salarios que no
permitan soñar. Hay que devolver la esperanza a los centros de trabajo, hay que
devolver la autonomía, la creatividad, la reducción del horario del trabajo, la
progresión en la carrera: la gente tiene que trabajar feliz; el trabajo no
puede ser una tortura”.
Interrogada
acerca de si esta coyuntura causa por el COVID-19 puede servir de “escarmiento”
o aprendizaje, la historiadora se muestra más bien escéptica.
“Yo no creo que
las sociedades funcionen por causa de la racionalidad científica, sino por la
fuerza política. No he visto nada en los gobiernos europeos que muestre un
cambio en las políticas. La gran política ahora es la reconversión industrial a
la tecnología 4.0 de industria verde, cuando lo que necesitamos más que nunca
son educadores, médicos, enfermeros, transportistas… Necesitamos cuidar a quien
trabaja, no necesitamos una supuesta inversión de capitales en maquinaria”.
En cuanto a la
presunta “revolución” que significó el enorme crecimiento del trabajo
telemático a causa del confinamiento, Varela no lo ve como un motivo de
celebración.
“Yo no lo
llamaría una revolución laboral, sino una contrarrevolución, porque es
dramática la gestión que se está haciendo del teletrabajo. Cuando más
necesitábamos del trabajo colectivo, en equipo, creativo… Estamos devolviendo a
la gente a su casa, transformando no el trabajo en una casa acogedora, sino
nuestra casa acogedora en una tortura de trabajo”.
“Desaparece la
frontera público y privado y se intensifica mucho la demanda de trabajo. Lo que
pasa con el teletrabajo es una intensificación de la ganancia de las empresas,
porque disminuyen los costes inmediatos e invaden la casa de la gente”, lamenta.
FUENTE: montevideo.com.uy
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