Existe
un estrecho vínculo entre las empresas transnacionales españolas y los
gobiernos de la monarquía. Tras la retórica de la hispanidad se encubren
negocios fraudulentos, comisiones, lavado de dinero, cuentas en paraísos
fiscales…
La rapiña de las empresas españolas en América Latina
El Viejo Topo
20 febrero, 2022
¿Qué esconde la
marca España? Existe un estrecho vínculo entre las empresas trasnacionales
españolas y los gobiernos de la monarquía. Seamos serios, las relaciones entre
el Reino de España y los países latinoamericanos no se caracteriza por
estrechar vínculos culturales, menos aún por las reciprocidad comercial,
empresarial o la transparencia en las inversiones. Tras la retórica de la
hispanidad se encubren negocios fraudulentos, comisiones, lavado de dinero,
cuentas en paraísos fiscales y un sin número de ilícitos, cuya lista es
interminable. Cada viaje de los presidentes de gobierno y los reyes se acompaña
de un séquito de empresarios ávidos de pingües beneficios. Así, apoyan reformas
neoliberales en el continente. Posteriormente, conceden medallas y agradecen a
gobernantes corruptos, los servicios prestados a la marca España: Zedillo,
Uribe, Piñera, Macri, Calderón. La lista es amplia.
Hoy las
relaciones comerciales con Iván Duque, en Colombia; Alejandro Giammattei, en
Guatemala; Sebastián Piñera, en Chile; Jair Bolsonaro, en Brasil; Guillermo
Lasso, en Ecuador, y Mario Abdo, en Paraguay, cuentan con el adjetivo de seguridad
jurídica para los inversionistas españoles. Para que no exista
equivoco, la expropiación de YPF-Repsol en Argentina, durante el gobierno de
Cristina Fernández de Kirchner, fue considerada un ataque a España. La prensa y
el gobierno tacharon la acción de populismo izquierdista, robo y una sinrazón
política. Una década más tarde, con el gobierno de Mauricio Macri, Felipe VI
cambia el discurso en su viaje a la Argentina: apoyamos todos los
programas de reforma que están en marcha. Los empresarios españoles se frotaron
las manos. Macri impulsó recortes salariales, despidos y exenciones fiscales a
los empresarios españoles. Así, pudieron repatriar sus beneficios y empobrecer
a los argentinos. Pero Felipe VI lo tenía claro: España cuenta con
empresas punteras, competitivas, modernas e innovadoras, exponentes de la marca
España, que representa calidad y excelencia. Olvidó el expolio y etnocidio en
Chile, contra el pueblo Pehuenche, cometido por Endesa en la construcción de la
presa Ralco. Hecho constatado por el informe a Naciones Unidas redactado por
Rodolfo Stavenhagen. Felipe VI tampoco recordó cómo los empresarios españoles
compraron a precio de saldo bancos, compañías de aviación, tierras, ríos,
bosques, construcciones, puertos, etcétera, obteniendo su padre grandes
comisiones.
La marca España
se caracteriza por realizar megaproyectos eólicos, mineros, de explotación turística,
donde prima la destrucción medioambiental, la violación de los derechos
humanos, la criminalización de las protestas y los movimientos de resistencia.
Sirva como ejemplo la actuación de ACS en Guatemala, en Alta Verapaz. Allí, han
sido entubados 30 kilómetros del río Cahabón, equivalente a 80 por ciento del
tramo que cubre las poblaciones de los pueblos mayas que habitan el entorno. El
20 por ciento restante, señala Vladimir Soto, abogado del Colectivo Madre
Selva, corre entre dos muros de cemento. Cincuenta mil son las personas
afectadas por el proyecto. Mientras tanto, en España se invisibiliza el
desastre ecológico y humano causado por el presidente de ACS, Florentino Perez,
considerado un empresario ejemplar. Nada escapa a la voracidad empresarial de
la marca España, destruyen todo cuanto supone un estorbo. Sin ruborizarse,
extorsionan, desplazan población, pagan a bandas paramilitares, contaminan
ríos, destruyen reservas naturales y violan los derechos humanos. No importa el
precio a pagar. Todo por el beneficio.
No hay ministro
de Industria, Economía, Turismo o Relaciones Exteriores español que no acuda en
defensa de sus empresarios cuando emergen escándalos. El ex ministro de
Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, en el gobierno de Mario Rajoy,
sintetizó el espíritu de la marca España: el gobierno de España defiende
los intereses de todas las empresas españolas, dentro y fuera. Si en alguna
parte del mundo hay gestos de hostilidad hacia esos intereses, el gobierno lo
interpreta como gestos de hostilidad hacia España y hacia el gobierno de
España.
Bajo este
principio actúan gobierno, medios de comunicación y políticos. Son una piña.
Niegan, mienten y se escandalizan cuando provocan desastres medioambientales.
Así entrelazan el discurso político con los intereses de las plutocracias a
ambos lados del Atlántico. Repsol, Iberdrola, Telefónica, BBVA, Santander,
Endesa, Zara, Sacyr, ACS, Prosegur, Ferrovial y Meliá, entre otros, pero son
sólo la punta de iceberg, tras éstas, hay una pléyade de empresas que viven de
esquilmar los recursos en América Latina. (Véase el Observatorio de
Multinacionales Españolas en América latina. OMAL)
Por último, la
guinda la pone el secretario de Estado para Iberoamérica y el Caribe, Juan
Fernández Trigo. El 1/1/ 2022, declaró: América Latina no es precisamente
un lugar ajeno al modelo de sociedad en el que nos desenvolvemos las sociedades
europeas, las sociedades llamadas del primer mundo… En América Latina se abusa
mucho del concepto integracionista y se hace poco en realidad para llegar a
integraciones reales entre las economías y los sistemas políticos. Es verdad
que el mito de Bolívar es algo que está muy presente en las conversaciones…
pero es importante, algo más que declaraciones, por eso nos parece importante
trabajar con la OEA. En esta dirección, podemos interpretar la elección de
Andrés Allamand –un golpista, defensor de la dictadura de Pinochet, coordinador
de la campaña de Pinochet para el referéndum de 1988, con las manos manchadas
de sangre– al frente de la Secretaría General Iberoamericana. Así entiende
España la dignidad de los pueblos latinoamericanos. Arriba España. Una, grande
y libre.
Artículo publicado originalmente en La Jornada.
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