Quedan pocas
opciones y el tiempo se agota. Los contactos entre los presidentes y las
delegaciones de Rusia y Estados Unidos se intensifican. ¿Qué papel juega la
crisis de Ucrania y qué salidas ofrece? Mientras, los preparativos militares se
acentúan.
Ucrania: tiempo de espera
El Viejo Topo
11 enero, 2022
Quedan pocas
opciones y el tiempo se agota. Los contactos entre los presidentes ruso y
estadounidense se intensifican. Es tal la gravedad de la situación que han
tenido lugar dos conversaciones directas en un mes y se anuncian otras para
enero. En este momento un error de cálculo puede precipitar los
acontecimientos. La OTAN tiene acantonados en las fronteras rusas en un primer
escalón, no menos de 13000 efectivos, 200 tanques, más de 400 vehículos
blindados y 30 aviones (12 españoles), sin contar los soldados y material
propios de cada país. Las provocaciones aéreas, marítimas y terrestres de la
OTAN se intensifican; los vuelos de reconocimiento se doblaron en 2021 respecto
a 2020, el número de maniobras militares sin previo aviso por parte de la
organización Atlántica aumentaron significativamente (en 2021 se realizaron más
de 30). El presupuesto militar se incrementa. La OTAN dispuso en el ejercicio
económico del 2021 un total de 1,174 billones de dólares, unas 18 veces mayor
que el presupuesto militar ruso.
En el campo
diplomático la arrogancia occidental sustituye al sentido común. Las
iniciativas políticas lanzadas por Moscú son rechazadas como sucedió en 2020
cuando se propuso una iniciativa para contener la tensión militar en la zona.
La OTAN respondió rompiendo toda comunicación formal con el Kremlin a nivel de
representación diplomática. La última propuesta de Putin el 15 de diciembre un
Acuerdo (auténtico Tratado de paz) para obtener garantías de que Ucrania no
albergará armas nucleares y que la OTAN se retirará a una profundidad
estratégica de 500 Km no ha sido contestada hasta este momento. La única
manifestación se produjo a través de “La voz de América” altavoz de la
propaganda estadounidense que señaló: “numerosos expertos están preocupados por esta maniobra de Rusia, que
quiere explotar el fracaso de la negociación como pretexto para invadir Ucrania”. Por otra parte el senador republicano Roger Wicker, (cercano en su
momento a Obama y a Biden en la actualidad) miembro de la Comisión de Servicios
Armados del Senado señaló en una entrevista televisiva el 8 de diciembre: “Ustedes
saben que nosotros no excluimos la acción nuclear en primer uso”. Mientras
la OTAN en su conjunto espera órdenes. El gobierno español también calla
obediente, esperando.
La situación
política en Occidente, y esto es especialmente grave, es caótica. La nave
carece de timón y de timonel. EEUU tiene un grave problema de liderazgo; a la
lucha entre sectores de la administración Biden por imponer sus criterios se le
une la indigencia intelectual de los dirigentes de la OTAN que amenazan a Moscú
con desplegar armas nucleares en su frontera, como si esto fuera un juego. Todo
ello sumado a la aparición de nuevos personajes deseosos de dejar una impronta
en la historia. El inefable Josep Borrell reivindica negociaciones directas
entre la UE y Moscú al margen de la OTAN. El que dice ser ministro de
exteriores de la UE no ignora que un agravamiento de la situación
político-militar pondría a la UE de rodillas ya que necesita ese 30% de gas
proveniente de Rusia. El colapso de los puertos y la falta de barcos metaneros
suficientes hace imposible el aprovisionamiento vía EEUU.
El viejo Marx,
siempre tan joven, elevó casi al rango de ley histórica que la decadencia de
los Imperios va asociada a una gran guerra. El Imperio estadounidense decae y
es por ello que la tensión militar se incrementa. Las derrotas cosechadas a lo
largo de varias décadas en Medio Oriente cuyo colofón fue la derrota en
Afganistán, muestran claramente las dificultades cada vez más insalvables del
Imperio para mantener su hegemonía. El costo de las aventuras militares impacta
cada vez en una situación social explosiva, donde la iniquidad social se ha ido
agravando en la misma medida que crece el presupuesto militar. La enorme
mortandad provocada por la epidemia, los miles de fallecidos provocados por las
sobredosis de opiáceos son otro, uno más, de los síntomas de una sociedad rota.
Las imágenes de la toma del Capitolio por una turba de fanáticos de extrema
derecha, hace un año, señala la gravedad de la situación social. Voces como la
del expresidente Jimmy Carter alertan del peligro de enfrentamiento
civil, en declaraciones al The New York Times afirmaba: “(…) Nuestra
gran nación ahora se tambalea al borde de un abismo cada vez mayor». Las
clases dirigentes pretenden ocultar la fractura social galvanizando a la
población tras la bandera. Todo ello oculta la lucha sorda de las élites
dirigentes. Se pretenden ocultar los problemas sociales con el recurso de la
“niebla de guerra”. Desde hace décadas se ha formateado la población Occidental
en la creencia del peligro ruso, de tanto escuchar el mismo sonsonete al final
acabamos dándolo por hecho.
El conflicto
ucraniano no nace en 2014 con la “Revolución del Maidan”; su origen se remonta
a la propia desarticulación de la Unión Soviética tras el tratado de Belavezha
(8 de diciembre de 1991). Posteriormente al desmembramiento de la antigua URSS;
Occidente no cumplió ninguno de los acuerdos, se reinterpretaron, especialmente
la expansión de la OTAN hacia las fronteras rusas. Entre las décadas de 1980 y
1990 la OTAN realizó cinco oleadas expansivas. Las revoluciones de colores en
las antiguas repúblicas ex-soviéticas situaron en el poder a dirigentes
fuertemente dependientes de EEUU y la UE. Occidente promovió la guerra en
Yugoslavia, un aliado clave de Rusia en los Balcanes, para imponer
posteriormente el golpe de Estado en Ucrania disfrazándolo de Revolución
democrática.
Esta
experiencia es la que enarbolan ahora Putin y Lavrov para exigir a EEUU
garantías por escrito y vinculantes internacionalmente de que la política de
cerco y estrangulamiento hacia Rusia no continuará. Fue el núcleo de la
conversación entre Biden y Putin hace pocos días. Al final el encuentro virtual
fue un intercambio de advertencias.
Rusia no
representa un peligro ideológico para Occidente. Pero sin embargo su
desarticulación como Estado es un objetivo largamente perseguido por
Washington. La década iniciada por Putin permitió que el país recuperara sus
grandes recursos naturales, que estuvieron a punto de ser mal vendidos a Occidente,
fue un enorme contratiempo para el Imperio. El control sobre esas riquezas
habría permitido a EEUU mantener su poder unilateral durante otro siglo.
Limitando el crecimiento chino como rival económico y político. En este momento
Rusia está siendo cercada y se la empuja contra las cuerdas. El intento de
golpe de Estado fallido en Bielorrusia, promovido desde occidente, como el
actual en Kazajstán persigue un claro objetivo, aislar y dificultar la conexión
económica y de recursos desde Rusia hacia China. La nueva revolución de los
colores en la ex-república soviética está perfectamente coordinada con la
crisis ucraniana, nada sucede al azar.
La crisis de
Ucrania es también un programa de marketing de armamentos al por mayor. Gran
parte de los senadores republicanos o demócratas norteamericanos y no pocos
políticos europeos, los que abogan por un incremento de la tensión, hace tiempo
que extendieron la mano esperando los cheques de los vendedores de armas. Unos
y otros solo ven el negocio a corto plazo, no tienen en cuenta la gravedad de
la situación y aún menos las consecuencias de la escalada.
Los mercaderes
ven en la crisis ucraniana una ventana de oportunidad para colocar sus armas:
Finlandia ha anunciado la compra de 64 aviones de combate F-35A a Lockheed
Martin (8400 millones de euros) o Raytheon Technologies. Estos aviones tienen
capacidad nuclear y se posicionaran a 200 km de San Petersburgo. Polonia ha
comprado en los últimos días cerca más de 200 vehículos blindados de segunda
mano de EEUU, las repúblicas Bálticas, en especial Lituania ha firmado la
compra por 125 millones de dólares de una partida de misiles anticarro javelin,
(una parte importante de ese material será transferido con toda seguridad a la
propia Ucrania). Se proporcionan armas prohibidas a las brigadas neonazis que
proliferan en el seno de las tropas ucranianas. Ucrania se rearma con
créditos de EEUU (2400 millones) y Reino Unido (200 millones). EEUU aumenta su
presupuesto militar en un 5%, España con, “el gobierno más progresista de la
historia” invierte en nuevos submarinos (el presupuesto inicial de la serie era
de 1800 millones, el costo final superará los 4000 millones), adquiere decenas
de cazas Eurofighter por valor de más de 2000 millones y también gastaremos
otros 1800 en modernizar nuestros Helicópteros Apache. La excusa: la defensa de
la Islas Canarias: la realidad: aviones y helicópteros que irán al escenario
ucraniano. Posiblemente se estacionarán en Bulgaria, que conjuntamente con los
situados en Rumanía y Lituana nos coloca en el epicentro del conflicto militar
si este estalla. Las obligaciones impuestas por el ex-presidente Trump a la
OTAN han incrementado el presupuesto militar en más de 2% respecto al PIB hasta
2014. Nuestro gobierno de coalición obedece. Ni una sola voz se ha alzado en el
Consejo de Ministros sobre esta escalada tan peligrosa.
El 11 de
diciembre el presidente Biden, en lugar de desescalar, informó sobre su
intención de desplegar más tropas en Bulgaria, Hungría, Letonia, Lituania,
Polonia, Rumania, Eslovaquia, la República Checa y Estonia. La excusa defender
a estos países de la amenaza rusa. Moscú arguye que sus maniobras se realizan
dentro de su territorio y responden a la necesidad de la autodefensa. Rusia ha
advertido que pisar las líneas rojas en Ucrania y Georgia implicarían unas
consecuencias “nefastas”. En un mundo con líderes políticos medianamente
inteligentes, esas declaraciones, proviniendo de una potencia nuclear, deberían
tomarse muy en serio. En cambio el Secretario General de la OTAN presumía que
estaban entrenando a las tropas ucranianas y proporcionando armamento
sofisticado. Occidente es un mundo de arrogancia presidido por inteligencias
limitadas. La OTAN desdeña que Rusia tenga intereses legítimos de Seguridad
Nacional, aunque EEUU durante 200 años y gracias a la doctrina Monroe ha
considerado a Latinoamérica su patio trasero.
A diferencia de
otras épocas, en las universidades occidentales, existían pensadores
independientes que no estaban financiados por el conglomerado militar. Hoy la
privatización de los sistemas de enseñanza eleva al estrellato a meros
Rusofóbos pagados por el conglomerado militar estadounidense. Uno de estos
personajes es el Asesor de seguridad Nacional de Biden, Jake Sullivan quien
informa día sí y día también que las agencias de inteligencia creen que
Putin está “considerando” la invasión de Ucrania. La mentira repetida desde
2014 ha hecho que el Consejo de Seguridad Nacional de EEUU sea incapaz de nada
más que repetir la propaganda de los medios.
Mientras las sociedades
occidentales agobiadas por pandemias y restricciones no se dan cuenta de que el
dedo oculta la luna. El 16 de noviembre se producía un hecho significativo:
Rusia presentaba en la ONU un documento titulado: “Combatir la
glorificación del nazismo, neonazismo y otras prácticas que contribuyen a
exacerbar las formas contemporáneas de racismo, discriminación racial,
xenofobia y formas conexas de intolerancia” la votación, obtuvo el
apoyo de 130 países, 49 naciones se abstuvieron (entre ellos España), mientras
que EE.UU. y Ucrania votaron en contra. La misma idea de Washington apoyando al
nazismo nos da idea de la bajeza moral que están alcanzando las relaciones
internacionales.
Los
preparativos militares se acentúan. El Kremlin ha puesto en servicio las fuerzas
estratégicas de misiles nucleares, se está cerrando la ruta del mar del norte
mientras los regimientos de interferencia electrónica se optimizan para dejar
ciegos a los radares norteamericanos (el ejército ruso tiene una reconocida
ventaja en este campo), la paciencia del Kremlin tiene también un límite y si
continúan las provocaciones en el Mar Negro no es descartable que Rusia lo
cierre.
El 30 de
diciembre, Vladimir Putin conversó nuevamente con Joseph Biden. La
videoconferencia retomó la conversación del 7 de diciembre; ¿cómo proporcionar
a Rusia las garantías jurídicas que pide? El hecho más significativo es el
acuerdo para continuar las negociaciones en Ginebra el 9 y 10 de enero y más
tarde con la OTAN el 12 y finalmente con la OSCE el 13. El acuerdo de los dos
presidentes es supervisar personalmente estas vías de negociación especialmente
las bilaterales con el objetivo de alcanzar resultados rápidamente. Queremos
pensar que se abre un ventanuco al acuerdo.
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