En Chile el candidato de la izquierda Gabriel Boric derrotó con claridad
al de la derecha pinochetista y será el nuevo presidente. Tras casi medio siglo
y una atroz dictadura, el espíritu de Salvador Allende regresó, abriendo las
grandes alamedas.
Abriendo las grandes alamedas
El Viejo Topo
23 diciembre, 2021
Pasó casi medio
siglo. En el medio una atroz dictadura que torturó, mató,
desapareció y exilió a cientos de miles de chilenas y chilenos. Aparte saqueó
el país y enriqueció a los jerarcas del régimen,
comenzando por el propio Augusto Pinochet y familia. Luego, con el
retorno de la “democracia” -en realidad, un muy bien montado simulacro, con
todas las formas, pompas y circunstancias de aquella, pero huérfano de
sustancia real- transcurrirían largos treinta años en donde germinó con fuerza
la semilla maldita sembrada por el dictador y sus compinches. Sus frutos fueron
una sociedad tremendamente desigual, que además rompió sus
tradicionales lazos solidarios y se entregó al espejismo resumido en la fórmula
acuñada por el régimen: la ciudadanía es el consumo. En otras palabras, el
triunfo de la “antipolítica” y, por extensión, la obsolescencia de toda forma
de acción colectiva.
A lo anterior
se le agregó el saqueo de las riquezas del país y su transferencia a poderosas
oligarquías empresariales, el incondicional alineamiento de Chile a
Washington, escandalosamente representado por ese fotografía de Sebastián
Piñera en la Casa Blanca donde hacía coincidir la estrella de la bandera
chilena con las cincuenta del pabellón imperial, graficando la aspiración de la
elite de su país de convertirse en una colonia de Estados Unidos. Treinta años
en donde lo que hubo fue continuidad y no ruptura entre el pinochetismo y el
régimen sucesor, lo que daba al traste cualquier pretensión de hablar
seriamente de una “transición democrática.”
“Fueron treinta
años, no treinta pesos” decían los protagonistas de las grandes luchas sociales desencadenadas el 18 de octubre del 2019. En ese
momento las masas populares vislumbraron la cercanía de aquellas
grandes alamedas que Salvador Allende había invocado en su último
discurso y comenzaron a caminar en esa dirección. Fue una larga
marcha, cuesta arriba y erizada de trampas y obstáculos de todo tipo. Pero pese
a todo se avanzaba: pinochetista»>el repudio a la Constitución
pinochetista, el llamado a una Convención Constitucional y
su concreción, con la significativa gravitación que en la misma adquirieron las
fuerzas contestatarias y la presidencia ejercida por una lideresa mapuche,
Elisa Loncón Antileo fueron otros tantos hitos de ese irresistible avance. Pero
había todavía un desafío mayor: constituir una coalición que pudiera librar
batalla contra una derecha que estaba muy lejos de darse por vencida y que
bajaba a la liza electoral con la cancha inclinada a su favor. Lo vimos este
domingo: los medios en una rabiosa campaña anticomunista, denunciando
al “extremista” Boric; la Televisión Nacional desalentando la concurrencia
del electorado con apocalípticos pronósticos de una ola de calor; y, peor aún,
la grosera y antidemocrática maniobra gubernamental de ordenar que los
medios de transporte público de superficie (“las micros”
en la jerga chilena) no se salieran a la calle y permanecieran
en sus garajes. Pero todo fue inútil, y la coalición de Apruebo Dignidad,
conformada por el Frente Amplio y el Partido Comunista, con el apoyo de otras
fuerzas, se alzó con una aplastante victoria que ningún a encuesta supo
predecir: Boric obtuvo el 55,87% de los votos
contra 44.13% de Kast. No es un dato menor que con aquel guarismo
Boric prácticamente iguala la marca máxima en una elección presidencial: el
56.09% que había consagrado a Eduardo Frei Montalva como presidente de Chile en
1964.
Hay tantísimas
cosas por decir en relación a esta conmovedora y esperanzadora apertura de las
grandes alamedas. Primero, la importancia la decisión de salir a buscar
a quienes habían protagonizado las grandes protestas populares pero no
habían votado en la primera vuelta. La concurrencia electoral fue del 55.65%, y
esa fue la clave del triunfo de Boric. No salió a buscar los votos del cuasi
inexistente “centro político” arriando las grandes banderas de las jornadas de
Octubre sino convocando a las barriadas populares. Segundo: le espera una tarea
durísima: deuda social, crisis económica, pandemia, y todo bajo el inclemente
ataque de la derecha. Es de esperar que al entrar a La Moneda (¡ojalá antes!)
el espíritu de Salvador Allende se pose sobre el joven presidente y le
transmita toda su sabiduría y sus valores. Por ejemplo, su confianza ilimitada
en el pueblo y su imprescindible organización, único reaseguro con que contará
ante la implacable guerra de la que será objeto.
La certeza que
Allende tenía de que la clase dominante chilena jamás aceptará un gobierno de
izquierda y que, tal como le ocurrió (y ya le está ocurriendo a Boric: ver la
reacción de la Bolsa el lunes, caída del 6% y disparada del dólar) apelará a
cualquier recurso con tal de frustrar su obra de gobierno. Y, por último, la
absoluta convicción que también tenía el Presidente Mártir de que se deberá
resistir las maniobras del imperialismo y la derecha, la casta política y sus
voceros y articuladores en los medios, ONGs y otros poderes fácticos, que
combinarán con calculada astucia sus típicas presiones y extorsiones con
ciertos gestos “amistosos” tratando de ablandar a Boric, todo lo cual tiene
como único e innegociable objetivo debilitar y, de ser posible, acabar con su
gobierno y convertir a Chile en la estrella 51 de Estados Unidos. Esa brújula
allendista será fundamental para concretar con éxito lo que sin duda será una
durísima y prolongada disputa social, en donde la concientización y
organización del campo popular jugarán un papel absolutamente crucial.
Texto publicado originalmente en Página 12.
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