Los
avances de las neurociencias permiten conectar los fenómenos neurológicos con
los mentales, lo cual facilita la comprensión de los comportamientos humanos.
Como nunca en la historia, hoy necesitamos del pensamiento crítico.
Dogmatismos, sectarismos y pensamiento crítico
El Viejo Topo
12 octubre, 2021
Los seres
humanos somos la única especie sobreviviente de las 10 que existieron del
género Homo. Hoy, la humanidad se encuentra amenazada de
manera doble: por la crisis del clima (macroamenaza) y por la pandemia del
Covid-19 (microamenaza). Para complicarlo aún más un tema que reiteradamente se
soslaya o ignora es que los miembros del famoso Homo sapiens (el mono
sapiente), es decir, nosotros, no siempre y quizás muy poco, se comportan de
forma racional. Por el contrario, las creencias (es decir, los deseos,
ilusiones, suposiciones e intereses) tienden a imponerse a los conocimientos,
generando una falsa imagen de la realidad, algo que no ayuda mucho en una
situación de emergencia como la actual, cuando más necesitamos del pensamiento
objetivo. En realidad esta problemática surge de la aceptada desarmonía entre
la emoción y la razón, entre el sentir y el pensar. Entre los variados intentos
por explicar esta situación destaca la teoría de los tres
cerebros desarrollada por el neurocientífico Paul MacLean entre 1949 y
1964. Según ese autor, el cerebro humano está anatómicamente formado de un
cerebro primitivo de origen reptiliano, uno medio ligado a los primeros
mamíferos y uno propiamente humano donde se realizan las funciones más
complejas y abstractas (incluido el lenguaje), los cuales por un error de
diseño no se encuentran completamente integrados. Esta falta de
acoplamiento, se argumenta, surge del ultrarrápido desarrollo, complejización y
crecimiento del cerebro humano que en 1.7 millones de años pasó de unos 850
centímetros cúbicos ( Homo habilis) a mil 500 cc ( Homo
sapiens).
Los avances de
las neurociencias, que son muchos, permiten conectar los fenómenos neurológicos
con los mentales, lo cual facilita la comprensión de los comportamientos
humanos (dimensión sicológica) y éstos con los procesos culturales, sociales y
políticos. En este contexto se deben explorar las actitudes dogmáticas y
sectarias que complican aún más el panorama de la sociedad contemporánea. Todos
los avances sociales, culturales, tecnológicos y cognitivos de la civilización
moderna continúan sujetos a los comportamientos irracionales que generan las
religiones, las ideologías políticas, los fanatismos, las subjetividades
diversas. Walter Riso ha realizado un excelente recuento de ello en un libro
accesible: El poder del pensamiento flexible (2007): Una mente
dogmática es aquella que vive anclada a sus creencias de manera radical, las
cuales considera inamovibles y más allá del bien y del mal… una mente
sectaria es la que compagina el dogmatismo, el fundamentalismo y el oscurantismo
en un estilo de vida destinado a estancar el desarrollo humano y personal. “El
dogmatismo es una alteración del pensamiento que consta de tres elementos: (a)
un esquema disfuncional: ‘Soy poseedor de la verdad absoluta’; (b) el rechazo a
cualquier hecho o dato que contradiga sus creencias de fondo, y (c) la negación
de la duda y la autocrítica como procesos básicos para flexibilizar la mente.
El dogmatismo es una incapacidad de la razón que se cierra sobre sí misma y se
declara en estado de autosuficiencia permanente. La natural incertidumbre es
remplazada por una certeza imposible de alcanzar”.
Hoy, dos
ejemplos tangibles de lo anterior son los 71 millones de estadunidenses que
votaron por D. Trump, y los 49 millones de brasileños que lo hicieron por J.
Bolsonaro, dos sicópatas dogmáticos que carecen de valores humanos. Frente al
pensamiento dogmático existe el pensamiento crítico, que siempre ha existido y
que hoy encuentra su mayor enclave en una ciencia con conciencia. Podemos
definir de manera general al pensamiento crítico como el proceso mediante el
cual se usa el conocimiento y la inteligencia para llegar de forma efectiva a
la postura más razonable y justificada sobre un tema. Ello implica reconocer y
evitar los prejuicios, identificar y caracterizar los argumentos; evaluar con
rigor las fuentes de información, y finalmente ponderar todas las evidencias
para tomar una decisión lo más correcta posible. Las instituciones religiosas,
políticas, ideológicas, militares, financieras e incluso científicas (el llamado cientificismo)
rechazan el pensamiento crítico porque amenaza las relaciones de poder y
dominio que buscan mantener.
La humanidad se
encuentra en una encrucijada y para salir de ella se deben tomar de manera
colectiva decisiones correctas. Tres de los más grandes pensadores del siglo XX
–Arthur Koestler, Erich Fromm y Edgar Morin– ya nos habían advertido en sus
lúcidos textos del peligro que representa esa predisposición del ser humano a
la autodestrucción en una sociedad hipercompleja básicamente inestable e
insana. Como nunca en la historia, hoy necesitamos del pensamiento crítico,
capaz de neutralizar los instintos suicidas que lamentablemente aún dominan al
mundo.
Artículo publicado originalmente en La Jornada.
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