25 años de la primera victoria del PP, cuando Aznar
hablaba catalán en la intimidad y Arzalluz euskera en Génova
Por Jesús
Maraña
Rebelión|
Fuentes: Info Libre
31/08/2021
Domingo 3 de marzo de 1996. José María
Aznar había ganado las elecciones generales.
El líder del Partido Popular se dirigió desde el balcón de Génova a miles de
simpatizantes con un discurso en el que los protagonistas eran sus votantes:
“El PP ha ganado las elecciones. Habéis triunfado después de muchos años y
de un modo limpio, democrático y ejemplar como hay que hacer
las cosas”. “¡’Pujol,
enano, habla castellano’!”, respondió la multitud en referencia
al entonces president de la Generalitat. Aquel estudiante de Derecho que había
comenzado su andadura en la política en las filas de Alianza Popular iba camino
de convertirse en el cuarto presidente desde el regreso de la democracia a este
país, pero sus 156 escaños no eran suficientes para llevarlo a la Moncloa.
Necesitaba recabar apoyos. Empezaba así una carrera a contrarreloj para formar
Gobierno.
Meses antes, las tensiones entre el PSOE e Izquierda
Unida (IU) se habían hecho patentes. Julio Anguita había
dejado claro que las posibilidades de un pacto entre su partido y el de Felipe
González eran “mínimas”. El coordinador general de IU había repetido en
reiteradas ocasiones que la única posibilidad de llegar a un acuerdo entre ambas
formaciones sería “regenerando” a los socialistas, pero sentenció: «Es
poco probable que el Partido Socialista se regenere si González
continúa en el mismo«. Nunca llegaron a entenderse a pesar de
que podrían completar la mayoría que necesitaban con nacionalistas vascos y
catalanes.
La noche electoral, en Barcelona, Jordi
Pujol miraba una y otra vez los resultados. Habían sido moderadamente
buenos para Convergència i Unió (CiU), con 16
parlamentarios, uno menos que en los anteriores comicios.
Pero esos 16 diputados valían ahora mucho. Sabía que iba recibir tarde o
temprano la llamada de Aznar. “Estos 16 diputados son importantes y nos van a
permitir poder defender eficazmente nuestro proyecto de Cataluña dentro del
marco del Estado español (…), pero especialmente en el campo económico
y social”, dijo rodeado de periodistas en una rueda de prensa. Y así fue.
Los equipos negociadores de ambos partidos se pusieron manos a la obra en la
búsqueda de una hoja de ruta común. Y es que Aznar no tenía más remedio que
sentarse con los nacionalistas catalanes. El Partido Socialista, evidentemente,
ya había anunciado que votaría “no” en su investidura. El recelo mutuo
que ambos líderes habían sentido en el pasado auguraba un acuerdo complicado.
Mientras tanto, el candidato conservador lanzaba mensajes conciliadores delante
de la prensa. Uno de los más destacados fue cuando un periodista de TV3 le
preguntó “¿Habla usted catalán?”, a lo que este le respondió: “Cuando
estoy en círculos reducidos, no muy amplios, en la intimidad, lo hablo
también”.
El 27 de marzo Federico
Trillo-Figueroa (PP) fue elegido presidente del Congreso de
los Diputados con 179 votos. Tres días después, conservadores y convergentes
pactaron la composición de la mesa de las dos cámaras. El 1 de abril, Pujol
autorizaba a su portavoz en Madrid, Joaquim
Molins, a negociar con Rodrigo Rato. Pero a diferencia
del acuerdo con los socialistas en el año 93, esta vez desde CiU exigían un pacto
detallado y por escrito, donde planteaban una serie de
reivindicaciones que González había desestimado. Entre ellas, modificar la
financiación autonómica (elevar del 15% al 30% la cesión del impuesto
sobre la renta [IRPF]), suprimir el servicio militar obligatorio en
un plazo de seis años, sustituir los gobernadores civiles por subdelegados
provinciales, así como ceder a la Generalitat competencias de Tráfico, Puertos,
Costas y ordenación del suelo. Paralelamente, el 4 de abril Coalición
Canaria anunciaba que sus cuatro diputados apoyarían la investidura de
Aznar después de un pacto de legislatura que le otorgaba más
autogobierno a las islas. Mariano Rajoy fue uno de los actores
clave en la negociación.
La reunión que
duró casi 8 horas
El 24 de abril el presidente catalán y el líder del PP
tuvieron una reunión discreta. Al día siguiente, el grupo de intermediarios de
ambas formaciones se encerraron durante más de siete horas y media en
una suite de la novena planta del hotel Plaza en
Barcelona. Un avión de vuelta a Madrid trasladó a los catalanes al día
siguiente al hotel Alameda para seguir con las negociaciones.
Durante el encuentro las tensiones subieron de tono. La reunión se alargaba y
los convergentes tenían que coger el último vuelo en dirección Barcelona.
Hombres trajeados subían y bajaban las escaleras para llamar a Aznar e
informarle de cómo avanzaban las conversaciones. Había problemas en
trasladar al papel lo acordado de palabra. Finalmente, no llegaron a un
acuerdo por falta de tiempo y lo pospusieron para el día siguiente.
Era 26 de abril, habían pasado 54 días desde la
celebración de las elecciones y el pacto estaba a punto de fraguarse.
Desde la sede de
Convergencia en el paseo de Gràcia de Barcelona, ambas
delegaciones —la del PP formada por Rodrigo Rato y Juan Costa y la de CiU, por
Joaquim Molins, Macià Alavedra y Josep Sánchez Llibre— se negaron a explicar el
contenido del pacto y se limitaron a hacer una declaración pública sin aceptar
preguntas de los periodistas. Según Rato se trataba «de
colaboración política y parlamentaria«. Para Molins habían
alcanzado un acuerdo “de investidura y de gobernabilidad«. Los consejos
nacionales de Convergència Democrática y de Unió Democrática habían sido
convocados de manera urgente al día siguiente, el comité ejecutivo del PP
también se reuniría el domingo por la mañana.
Después de siete semanas y medio de negociaciones y
tres encuentros secretos, llegó la foto más esperada. Aznar y Pujol se dejaron
ver por primera vez en público. Era el 28 de abril. El Hotel Majestic de
Barcelona estaba atestado de cámaras, fotógrafos y periodistas con micrófonos.
La expectación fue tan grande que tuvieron que hacer tres turnos para captar el
momento de los dos políticos dándose la mano. De fondo se escuchan gritos que
decían: “¡La mano por favor!”. Sobre el papel de 18 folios había
escritos 400.000 millones de pesetas que serían transferidos
en los próximos cuatro años a Cataluña. La prensa no tardó en bautizar aquel
encuentro como el Pacto del
Majestic.
Turno de los
nacionalistas vascos
Y si la foto Aznar-Pujol abrió portadas, la frase
pronunciada por el presidente del PNV, Xavier Arzalluz, el día que
pisó por primera vez la sede madrileña en el marco de las negociaciones para
formar gobierno, abrió titulares: “He conseguido más en 14 días con
Aznar que en 13 años con Felipe González”. Su presencia en la calle Génova
aquel martes 30 de abril despertó un gran interés entre los periodistas allí
presentes. Arzalluz hizo gran parte de su intervención en euskera y uno de
ellos le preguntó si sabía dónde estaba. Iñaki Anasagasti, ex
portavoz del PNV en el Congreso de los Diputados, explicó en una entrevista en La
Vanguardia que la respuesta de su compañero fue: ‘Esto de aquí
detrás son las gaviotas del PP, y este edificio, la sede del PP en la calle
Génova. ¿No es así? ¿Usted cree que no sé con quién estoy pactando?’.
El acuerdo se cerró a cambio de mayores competencias
para el País Vasco, medidas específicas como el surgimiento de la
operadora vasca de telefonía Euskaltel, así como la devolución del
patrimonio histórico incautado durante la Guerra Civil. El propio Aznar llegó a
plantear el traslado del Guernica de Picasso a Bilbao, lugar
donde nació su padre. Aunque en el imaginario colectivo quedó el recuerdo que
los votos del PNV fueron claves para la investidura de Aznar, lo cierto fue que
a estas alturas de las negociaciones el pacto cerrado con CiU y Coalición
Canaria le garantizaba a los conservadores los apoyos suficientes para
obtener la mayoría absoluta de la Cámara. Pero el intermediario del PP
encargado de entablar los encuentros con los jeltzales, Jaime
Mayor Oreja, sabía que detrás había más cuestiones de fondo. Contar con el
apoyo de los peneuvistas sería clave ante un escenario de negociación con ETA,
además les permitió condicionar el acuerdo con CiU sobre todo al principio de
las conversaciones, una vez se habían celebrado las elecciones. Para los convergentes
tenía valor que sus homólogos en el País Vasco estuvieran también en el pacto.
La votación
final
El 4 de mayo, día de la votación de la investidura,
Aznar con unos papeles bajo el hombro subía las escaleras de la tribuna para
pronunciar su primer discurso. El
candidato prometía un gobierno dialogante, austero, transparente y reformista.
“Avanzando juntos, reconociendo nuestro pluralismo y diversidad,
respetándolo, logrando acuerdos inteligentes, actuando con lealtad a la
Constitución España podrá afrontar los problemas que tiene planteados (…)
señores y señoras diputados para tales propósitos solicito la confianza de la
Cámara”, articuló entre aplausos. El ambiente era relajado. Felipe
González prometió su apoyo en cuestiones de Estado, pero su
insistencia en conocer el coste de los pactos entre conservadores y
nacionalistas provocó un breve rifirrafe. Con 181 votos a favor,
166 en contra y una abstención, José María Aznar consiguió que su apretada
victoria electoral se convirtiera en una mayoría absoluta en el hemiciclo.