sábado, 24 de julio de 2021

La política hoy: del neoliberalismo al buen vivir. [La ventaja de ser burro es que solamente tropiezas dos veces con la misma piedra. En cambio el ser humano puede pasarse generaciones enteras tropezando con la misma piedra y encima echarle la culpa a Lenin (del que nada sabe); Marx (del que nada sabe) o a Perico el de los Palotes, del que por supuesto, tampoco sabe nada. La política es una relación de fuerzas, pero esto se puede ocultar con un pirilí pirulá. Los que más fuerzas tenemos somos los trabajadores que somos los que menos pitamos en todo este tiberio y, que representamos a la inmensa mayoría de la población (¡jodo, tío, que fuerte!) y mientras esto no lo tengamos bien clarito nos la estarán metiendo (las clases dominantes capitalistas y sus cuadrilla de servidores) de frente, por tierra, mar, aire, por el costado del frontispicio lateral de rumbo y tronío y por la vía civil, criminal, ni la una ni la otra y por otra que hay un poco más allá. Y el capitalismo es un modo de producción y distribución histórico que tiene un mecanismo y una dinámica de funcionamiento objetiva que no depende de si hace frío o calor o si el capitalista es bueno o deja de ser bueno con el único propósito de hacer que los capitales crezcan contra viento, marea, Dios o el Espíritu Santo, medio ambiente, ambiente entero y aquí te espero comiendo un huevo, que se basa en relaciones de fuerza de explotación de todo lo que pueda ser explotado: recursos naturales, ser humano y todo lo que se menee siempre y cuando haga crecer los capitales. Esto tampoco lo tenemos claro los trabajadores, bueno, tampoco lo tienen claro los intelectuales de postín. Los trabajadores sabemos de las consecuencias del capitalismo porque las percibimos por los sentidos, pero esto no es saber como funciona el capitalismo, porque de saberlo, llevaríamos desde la crisis de 2008 llamándole embustero (o cuando menos ignorante) a todo el que ha propuesto alguna fórmula para poderla superar (paliar algunas de sus nefastas consecuencias para evitar el pedo social que haga saltar por los aires hasta María Santísima no es solucionar ninguna crisis), puesto que como modo de producción histórico la crisis de 2008 indica que ya ha cumplido la función histórica que tenía encomendada: el desarrollo de todas las fuerzas de producción, y en consecuencia tiene que ser SUSTITUIDO por un nuevo modo de producción más desarrollado y perfecto como es el SOCIALISMO, sí, queridos, sí, el SOCIALISMO (léase bien que no quiero líos, he dicho SOCIALISMO, no PSOE) y no pintado de verde chillón ecoloqué?, porque si el problema es la explotación de unos por otros lo que hay que erradicar son las condiciones que propician y mantienen esa explotación económica, política e ideológica en las que se basa el capitalismo para acrecentar los capitales invertidos, su único Dios entero y verdadero. Todo lo que no sea esto es vuelta a tropezar con la misma piedra y, las piedras, aunque ustedes no lo crean, también tienen su corazoncito, y el día menos pensado de tanto tropezón recibido nos van a mandar a tomar por donde amargan los pepinos en mi pueblo, por el culo.]

 

Ante la crisis que vive la humanidad, ¿tiene algún sentido la política? Con la agudización acelerada de la crisis civilizatoria, todo proyecto político se irá convirtiendo en una “política por la vida” o en una "política contra la vida”.

La política hoy: del neoliberalismo al buen vivir

Víctor Manuel Toledo

El Viejo Topo

24.07.2021

 


Ante la crisis que vive la humanidad, ¿tiene algún sentido la política? Ya hemos señalado reiteradamente que todo proyecto político se irá convirtiendo en una política por la vida o en una política contra la vida. Este deslinde tan tajante resulta de la agudización de la crisis de la civilización moderna, cada vez más evidente. Todas las posiciones ideológicas registradas por la ciencia política se irán alineando de un lado o del otro, en la medida en que la explotación que una minoría rapaz realiza del trabajo de la naturaleza y del trabajo humano se vaya develando. Hacer política por la vida o contra ella es estar consciente de que lo que está en juego son dos maneras radicalmente diferentes de concebir y actuar el mundo. Dos actitudes humanas contradictorias que se convierten en práctica política.

En el mundo moderno, capitalista, tecnocrático, racionalista, antiecológico y patriarcal, se alimenta una ideología basada en el individualismo, lo profano, la competencia, la fe en la técnica y la economía, la verticalidad y el dominio sobre la mujer y la naturaleza. Su ícono o símbolo es la pirámide, pues todas las estructuras que la sustentan (empresas o corporaciones, Estado, Iglesia, partidos, ejército, familia, etcétera) suponen el dominio de unos sobre otros. Su figura ideal es el lobo de Wall Street voraz e insaciable por acumular riqueza o capital. Si el mundo hoy está marcado por la corrupción en todas las esferas de la vida social, ello es resultado del quiebre moral de los triunfadores del sistema, seres soberbios y solitarios, dedicados a comprar y vender. El resultado final es la mercantilización de lo que existe, en el que se sacrifica todo (incluyendo a Dios, la patria y la vida) si ello resulta rentable. Ésta es el objetivo final y profundo de todo ciudadano anestesiado por la ideología neoliberal.

Frente al contexto anterior, resulta de enorme interés el surgimiento, o más bien el redescubrimiento, hace menos de dos décadas, de una idea que los pensadores del mundo moderno habían pasado por alto. Se trata de la filosofía del llamado buen vivir que permaneció oculto por siglos, y que al parecer aparece indisolublemente ligado al mundo tradicional y, más concretamente, al de los pueblos indígenas. Este concepto es intrínseco a los 7 mil pueblos indígenas del mundo, con solamente unos 500 millones de habitantes, pero cuyos territorios, se acaba de demostrar, equivalen nada menos que a la cuarta parte del planeta. Buscar el buen vivir es adoptar una ética de lo colectivo, la comunalidad, la solidaridad y la ayuda mutua, en la que el comportamiento del individuo está marcado por los valores del equilibrio consigo mismo, con los otros, con la naturaleza y con la inmanencia o esencia cósmica. Alcanzar el buen vivir supone una actitud sagrada o espiritual de riguroso respeto a los otros y a la naturaleza, una conducta hacia la convivencia y una ética dirigida al bien común. En México, el estudio del buen vivir se ha realizado en varias culturas, y por pensadores tanto indígenas como mestizos, especialmente en Chiapas.

Hoy, el concepto del buen vivir se está convirtiendo en el horno primigenio, en la reserva cultural, espiritual y civilizatoria para edificar una alternativa real a la crisis del mundo moderno. Comienza a sustituir las ideas de desarrollo, progreso y crecimiento que son los arietes ideológicos del neoliberalismo cada vez menos creíbles. Vivir bien significa aprender a existir en colectividad y en comunión permanente con la naturaleza. Estos dos requisitos inducen una conciencia y un comportamiento en los individuos que los llevan a practicar una política por la vida. De esta forma, tremenda paradoja, el sector tradicional minoritario normalmente dominado y marginado se convierte en el salvador de la sociedad dominante, pero en emergencia, por una sencilla razón: es el que aún posee y practica las modalidades que permitieron a la especie humana sobrevivir y permanecer durante 300 mil años. Y esa fórmula secreta es la que practican los hombres verdaderos: la solidaridad, la comunalidad y la ayuda mutua en sintonía con la naturaleza.

Artículo publicado originalmente en La Jornada.

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