Ante la crisis que vive la humanidad, ¿tiene algún sentido la política? Con la agudización acelerada de la crisis civilizatoria, todo proyecto político se irá convirtiendo en una “política por la vida” o en una "política contra la vida”.
La política hoy: del neoliberalismo al buen vivir
El Viejo Topo
24.07.2021
Ante la crisis
que vive la humanidad, ¿tiene algún sentido la política? Ya hemos señalado
reiteradamente que todo proyecto político se irá convirtiendo en
una política por la vida o en una política contra la vida. Este
deslinde tan tajante resulta de la agudización de la crisis de la civilización
moderna, cada vez más evidente. Todas las posiciones ideológicas registradas
por la ciencia política se irán alineando de un lado o del otro, en la medida
en que la explotación que una minoría rapaz realiza del trabajo de la
naturaleza y del trabajo humano se vaya develando. Hacer política por la vida o
contra ella es estar consciente de que lo que está en juego son dos maneras
radicalmente diferentes de concebir y actuar el mundo. Dos actitudes humanas
contradictorias que se convierten en práctica política.
En el mundo
moderno, capitalista, tecnocrático, racionalista, antiecológico y patriarcal,
se alimenta una ideología basada en el individualismo, lo profano, la
competencia, la fe en la técnica y la economía, la verticalidad y el dominio
sobre la mujer y la naturaleza. Su ícono o símbolo es la pirámide, pues todas
las estructuras que la sustentan (empresas o corporaciones, Estado, Iglesia,
partidos, ejército, familia, etcétera) suponen el dominio de unos sobre otros.
Su figura ideal es el lobo de Wall Street voraz e insaciable por
acumular riqueza o capital. Si el mundo hoy está marcado por la corrupción en
todas las esferas de la vida social, ello es resultado del quiebre moral de los
triunfadores del sistema, seres soberbios y solitarios, dedicados a comprar y
vender. El resultado final es la mercantilización de lo que existe, en el que
se sacrifica todo (incluyendo a Dios, la patria y la vida) si ello resulta
rentable. Ésta es el objetivo final y profundo de todo ciudadano anestesiado
por la ideología neoliberal.
Frente al
contexto anterior, resulta de enorme interés el surgimiento, o más bien el
redescubrimiento, hace menos de dos décadas, de una idea que los pensadores del
mundo moderno habían pasado por alto. Se trata de la filosofía del
llamado buen vivir que permaneció oculto por siglos, y que al parecer
aparece indisolublemente ligado al mundo tradicional y, más concretamente, al
de los pueblos indígenas. Este concepto es intrínseco a los 7 mil pueblos indígenas
del mundo, con solamente unos 500 millones de habitantes, pero cuyos
territorios, se acaba de demostrar, equivalen nada menos que a la cuarta parte
del planeta. Buscar el buen vivir es adoptar una ética de lo
colectivo, la comunalidad, la solidaridad y la ayuda mutua, en la que el
comportamiento del individuo está marcado por los valores del equilibrio
consigo mismo, con los otros, con la naturaleza y con
la inmanencia o esencia cósmica. Alcanzar el buen
vivir supone una actitud sagrada o espiritual de riguroso respeto a los
otros y a la naturaleza, una conducta hacia la convivencia y una ética dirigida
al bien común. En México, el estudio del buen vivir se ha realizado
en varias culturas, y por pensadores tanto indígenas como mestizos, especialmente
en Chiapas.
Hoy, el
concepto del buen vivir se está convirtiendo en el horno primigenio, en la
reserva cultural, espiritual y civilizatoria para edificar una alternativa real
a la crisis del mundo moderno. Comienza a sustituir las ideas
de desarrollo, progreso y crecimiento que son los
arietes ideológicos del neoliberalismo cada vez menos creíbles. Vivir bien
significa aprender a existir en colectividad y en comunión permanente con la
naturaleza. Estos dos requisitos inducen una conciencia y un comportamiento en
los individuos que los llevan a practicar una política por la vida. De
esta forma, tremenda paradoja, el sector tradicional minoritario normalmente
dominado y marginado se convierte en el salvador de la sociedad dominante, pero
en emergencia, por una sencilla razón: es el que aún posee y practica las
modalidades que permitieron a la especie humana sobrevivir y permanecer durante
300 mil años. Y esa fórmula secreta es la que practican los hombres
verdaderos: la solidaridad, la comunalidad y la ayuda mutua en sintonía con la
naturaleza.
Artículo publicado originalmente en La Jornada.
*++
No hay comentarios:
Publicar un comentario