Por Karen Méndez / Venezuela
Rebelión
28/05/2021
Fuentes: Rebelión
Tres
acontecimientos han conmocionado a buena parte del mundo durante este mes de
mayo, pero solo uno logró una respuesta firme y unánime de la Unión Europea.
Solo uno fue calificado por ellos como un «escándalo internacional»: el
supuesto aterrizaje forzoso de un avión en Bielorrusia.
Entre el 10 y
el 21 de mayo, el Ejército israelí asesinó a unos 248 palestinos en la Franja
de Gaza en su lucha contra milicias palestinas, que tras el lanzamiento de
misiles acabó con la vida de unos 12 israelíes. Del total de víctimas mortales
palestinas, una cuarta parte de ellos eran niños y menores de edad.
Sumado a eso,
el Ejército israelí bombardeó escuelas, hospitales, laboratorios, estructuras
de saneamiento y edificios residenciales y de la prensa internacional. Los
ataques, además, se daban contra un territorio que lleva ya 14 años bloqueado
por el Estado de Israel y que incluso en plena pandemia, se ha negado a vacunar
a los palestinos, violando sus responsabilidades como potencia ocupante, y a su
vez obstaculizado la entrada de vacunas contra el coronavirus adquiridas por
las autoridades palestinas.
En plena
escalada violenta, el Gobierno israelí argumentó que ejercía su derecho a la
legítima defensa, pero organizaciones internacionales, activistas y distintos
gobiernos del mundo denunciaron que no se trataba de un hecho aislado porque
cada cierto tiempo Israel hace un uso desproporcionado de la fuerza, comete
crímenes de guerra al atacar objetivos civiles y viola de forma constante los
derechos del pueblo palestino.
Mientras la
emergencia humanitaria se recrudecía en Gaza, en otro extremo del mundo, los
colombianos denunciaban que las fuerzas de seguridad del Estado los estaba
matando. Organizaciones defensoras de los derechos humanos de ese país han
contabilizado más de 40 asesinatos por parte de la Fuerza Pública desde que
iniciaron las protestas el 28 de mayo y más de 400 desaparecidos. Además, se ha
denunciado la instalación de casas para descuartizar a personas y la existencia
de fosas comunes.
Pero ni lo que
ha sucedido en Colombia ni en la Franja de Gaza ha provocado una condena
contundente de la Unión Europea que permitiera frenar la masiva violación de
los derechos humanos en esos dos países.
Sobre el caso
palestino, el portavoz de Exteriores de la Unión Europea, Peter Stano explicó
que «nadie en la Unión Europea puso sobre la mesa la opción de sanciones»
contra Israel porque ese es un instrumento que se emplea «cuando falla todo lo
demás». Por eso su apuesta era «resolver la escalada bélica por la vía
diplomática».
Pero ¿si es un
último recurso que se emplea, por qué se han impuesto de manera tan fácil
medidas coercitivas unilaterales, llamadas por ellos sanciones, contra países
como Venezuela, Rusia o Bielorrusia?, ¿acaso con esos países se agotaron las
vías diplomáticas?
Contra
Venezuela se han impuesto sanciones por supuestas violaciones a los derechos
humanos, sin mencionar a los ciudadanos chavistas que han sido asesinados e
incluso quemados vivos por opositores, y hasta por la realización de las
elecciones presidenciales de 2018. Además, se hicieron serias amenazas de
aplicar más medidas si la Justicia tomaba acciones contra el exdiputado Juan
Guaidó, quien se autoproclamó presidente en 2019 en una plaza de Caracas. Las
medidas coercitivas se han mantenido contra el país bolivariano a pesar de los
«efectos devastadores» que ha provocado en la población, tal como lo alertó la
relatora especial de la ONU, Alena Douhan.
A Rusia le han
impuesto sanciones por apoyar a la población del Este de Ucrania, por recuperar
el territorio de Crimea tras la petición de sus ciudadanos, por la supuesta
injerencia en las elecciones de Estados Unidos, por ciberataques no probados y
por el supuesto envenenamiento, tampoco probado, del opositor Alexey Navalni.
Contra
Bielorrusia se han impuesto también duras sanciones por la realización de las
elecciones presidenciales de 2020, que el bloque europeo consideró
fraudulentas, y recientemente por, supuestamente, haber forzado el aterrizaje
en Minsk de un avión que viajaba de Atenas a la capital lituana y que tenía
como tripulante a Román Protasevich, uno de los promotores de las
manifestaciones que desconocían la victoria de Lukashenko.
Para el
presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, el aterrizaje del avión en
Bielorrusia se trató de un hecho «inaceptable» y para la Unión Europea de un
«escándalo internacional». No pasaron ni 48 horas, aún no estaba claro lo que
había sucedido, cuando el Consejo Europeo aprobó una batería de sanciones
contra el Gobierno bielorruso. Además, exigieron la liberación inmediata de
Protasevich.
Poco importó la
revelación del audio de la conversación entre el piloto del avión y los
controladores aéreos que evidenciaría que el aterrizaje fue acordado tras la
advertencia que llegó desde Suiza sobre una posible bomba que podría detonar al
llegar a Vilna, capital lituana.
Algunos podrán
decir que fue un exabrupto el aterrizaje del avión, que fue una maniobra para
detener a Protasevich, esta bien, cada quien puede tener su opinión, pero ¿por
qué la Unión Europea no dijo lo mismo cuando pusieron en riesgo la vida del
entonces presidente boliviano Evo Morales cuando varios países europeos le
impidieron aterrizar o sobrevolar sobre su territorio por una sospecha infundada
de que Edward Snowden viajaba con él?, ¿por qué no alzan la voz con la misma
contundencia cuando masacran al pueblo palestino o al colombiano?, ¿acaso unas
vidas valen más que otras?, ¿por qué defienden individualidades como a Leopoldo
López, Navalny y Potrasevich mientras callan ante las masacres en Colombia y
los crímenes de guerra cometidos por Israel contra los palestinos?, ¿quién toma
las decisiones en la Unión Europea?, ¿por qué se escandalizan de que en
Venezuela, Rusia o Bielorrusia la Justicia actúe contra quienes han llamado a
derrocar a esos Gobiernos si en sus propios países mantienen encarcelados hasta
a cantantes simplemente por el contenido de unas canciones?, ¿por qué repartir
sanciones con tanta ligereza contra algunos gobiernos y ser tan cautos con
otros?, ¿realmente defienden los derechos humanos? O ¿acaso utilizan el
discurso de los derechos humanos para aplicar medidas violatorias a la Carta de
la ONU y así asfixiar a Gobiernos incómodos para los intereses de Estados
Unidos?
Son muchas las
preguntas y demasiadas las contradicciones, demasiado doble rasero.
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