Ante el veto de Ayuso a la ministra Montero: trabajar los
derechos humanos en la escuela no es adoctrinar. Oponerse a ellos y pensar que
defender la igualdad es adoctrinar, es puro fascismo. Por ello, mucho cuidado,
el fascismo penetra lentamente.
Ayuso es fascismo
El Viejo Topo
11 marzo, 2021
Se ha producido
en Madrid un hecho de tal gravedad que no conviene pasarlo por alto y que se lo
coma la vorágine de información. El Gobierno de Isabel Díaz Ayuso ha
prohibido que la ministra de Igualdad, Irene Montero, vaya a un instituto
público del barrio de San Blas a hablar sobre igualdad el 8 de Marzo. Lo
sucedido es muy serio, porque lo normal debería ser el respeto y la
lealtad entre instituciones en un país democrático y civilizado, y no el boicot
con aires de caza de brujas. No cabe ninguna excusa para ello.
Ayuso y su
consejería de Educación intentaron apoyarse en “razones
sanitarias” para vetar un acto con un reducido número de alumnas y
profesorado al aire libre y con medidas de seguridad. El argumento es absolutamente ridículo en un Gobierno que ha
impulsado la política de convertir Madrid en el gran bar de copas y de fiestas
de Europa en plena pandemia de coronavirus: cada fin de semana la policía
interviene varios centenares de fiestas ilegales y seguro que son
miles las no detectadas. Por ello, en cuestión de horas tuvo que cambiar la
versión y dijo que era para que “evitar adoctrinamiento”. Vayamos al fondo
del asunto.
- Los valores de la educación pública son los derechos humanos y deben trabajarse como parte esencial de la educación moral de la
persona y de su formación en ciudadanía. Entra dentro de lo normal y
obligado, organizar un encuentro en un centro educativo público para
hablar de derechos básicos. Oponerse a que se trabaje en la escuela la
igualdad es, sencillamente, estar en contra de los derechos humanos y
tener una concepción patriarcal y peligrosamente autoritaria.
Como profesor
siempre he participado organizando la celebración del Día de la Mujer en los
institutos donde he estado. Y hemos invitado a interesantes mujeres (y hombres)
a encuentros, mesas redondas y otras actividades que han sido muy
enriquecedoras para la comunidad escolar, con un fuerte peso educativo y
totalmente integrado en el currículo. Me parece inconcebible que no se puedan
tratar estos temas y recurrir a la contribución de personas externas al centro
que por sus conocimientos y responsabilidad suelen dejar huella en las personas
participantes.
- La escuela debe estar abierta a la sociedad y acompañada. Los centros educativos no son una campana de cristal y no deben estar
solos en la compleja tarea de educar. Es preciso crear entornos
educadores, que ayuden y colaboren en el proceso de aprendizaje. La
cooperación de otros organismos, instituciones y personas son pilares para
la escuela pública. Desde los ayuntamientos con su red de servicios
sociales, familiares y de salud; a las comunidades autónomas; centros
públicos de salud; institutos de la Mujer, del Menor y la Familia;
bibliotecas y espacios culturales y deportivos, etc. Y por supuesto, todas
aquellas personas y profesionales que, por su capacidad y representación,
puedan participar en colegios e institutos para enriquecer la educación.
La escuela del siglo XXI no puede ser una isla en medio del océano, sino
que necesita una visión amplia que sume los esfuerzos de todos los
sectores y personas con capacidad de aportan en el empeño de la educación.
Este modelo de escuela de calidad está también en peligro de consolidarse
esta censura sectaria defendida por Ayuso y la ultraderecha.
Desgraciadamente,
el único adoctrinamiento real que hay en la escuela es la presencia de la
asignatura de religión católica, que se quiere ampliar a otras religiones para
que no haya discriminación. Algo que contraviene los
derechos fundamentales de la infancia, recogidos en los tratados
internacionales, al permitir que en el ámbito educativo se adoctrine a menores
y que no respeta la libertad de conciencia del alumnado.
Para dejar al
descubierto las vergüenzas ideológicas del Gobierno de Ayuso, el hecho
comentado ha coincidido en el tiempo con la visita del ultraderechista
Javier Ortega Smith a otro instituto público, el IES Ramiro de Maeztu. Aquí
no ha puesto ninguna pega el Gobierno regional. Ha tenido que ser la Asamblea
de Estudiantes la que sacara un duro comunicado, “Defiende el Ramiro,
odia a la ultraderecha” donde muestran su «rechazo hacia la visita del
secretario general de Vox a las instalaciones del instituto y del Club
Estudiantes de Baloncesto». Afirman que “los valores de nuestro alumnado y la
cantera del club son incompatibles con su intolerancia. Las campañas de
partidos de extrema derecha, cómplices del deterioro de la educación pública,
no tienen cabida en nuestro centro”. Me parece ejemplar la posición y me hace
preguntarme sobre si ha habido reacción de los claustros de profesores y
de los equipos directivos, y sobre cuál es la política intimidatoria y
antidemocrática aplicada de la consejería de Educación.
El insólito
veto de Ayuso a la ministra Montero hay que verlo en el contexto de preparar el
terreno a la aceptación de la censura parental que propone la ultraderecha. Lo que Vox viene pretendiendo es que haya familias que tengan el poder de
vetar contenidos obligatorios según la ley y conculcar así el derecho de los
alumnos a recibirlos. Hablamos de actividades educativas complementarias como
charlas sobre educación afectivo-sexual, igualdad, hábitos saludables y
celebración de efemérides, por ejemplo, el 8 de Marzo, el día de la Paz, del
Holocausto, etc.
No hay ninguna
equidistancia entre oponerse a los derechos humanos y defender los derechos
humanos; como no la pudo haber nunca entre defender la esclavitud o defender su
abolición. Por eso, no banalizo nada con el título de este artículo:
nunca he visto un Gobierno tan dictatorial en la Comunidad de Madrid, ni con
Esperanza Aguirre ni con ningún otro. Trabajar los derechos humanos en la
escuela no es adoctrinar; oponerse a ellos y pensar que defender la igualdad es
adoctrinar, es puro fascismo. Por ello, mucho cuidado, el fascismo penetra
lentamente, si le dejamos, claro.
Artículo
publicado originalmente en Cuarto Poder.
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