#ZeroCOVID: ¿se puede eliminar el coronavirus en España?
Por Sergio Ferrer
Rebelion
| 03/02/2021 |
Fuentes: El diario [Foto: Gente con mascarillas en la calle Triana de Las Palmas de
Gran Canaria EFE]
Los expertos consultados creen que la transmisión
alcanzada hace inviable esta estrategia y que el coste de perseguirla excedería
a sus beneficios
El
mundo mira con envidia cuando China y Nueva Zelanda celebran fiestas con
grandes aglomeraciones. La gente parece llevar una vida normal en Australia,
como si el coronavirus nunca hubiera existido. Esto ha llevado a que algunos defiendan imitar a estos modelos de éxito bajo el lema «cero
covid» (del inglés, «zero-covid»). ¿Qué tendríamos que hacer para ser el Wuhan
de 2021 y no el de hace un año? ¿Estamos a tiempo de hacerlo?
Ninguno
de los expertos consultados para este artículo cree que la estrategia sea
factible ni realista. «Es un tren que dejamos pasar y al que igual nunca nos
pudimos subir, porque cuando nos dimos cuenta de que había transmisión
comunitaria estaba ya descontrolada», asegura a elDiario.es el epidemiólogo
Pedro Gullón.
«La
eliminación de una enfermedad en un país depende de su grado de transmisión,
una vez el virus se extiende precisa de una vacuna y lo demás son formas de
control», aclara el director del Observatorio de Salud Pública de Cantabria,
Adrián Aginagalde. «En la situación actual, e incluso al principio de la
pandemia, me parece inviable», opina el médico salubrista Mario Fontán.
A
grandes rasgos existen tres estrategias para afrontar una epidemia.
La mitigación intenta «aplastar la curva» para que el sistema
sanitario no se sature y el virus golpee como una ola y no como un tsunami.
La supresión va un paso más allá para reducir el número de
casos al mínimo. La eliminación consiste en apretar todavía
más para borrar al virus de la población. Esto último es lo que propone la
estrategia cero covid.
España
y Europa se han movido desde marzo a caballo entre la mitigación y la
supresión, y Aginagalde asegura que «firmaría» por poder alcanzar esta última.
«El debate de la eliminación se podría haber tenido en mayo o junio, pero
hubiera implicado sacrificar mucho. Ahora mismo es implanteable», dice Gullón.
¿Fue la desescalada una oportunidad perdida para lograr la eliminación? «Siempre hubo fuego, no sé por qué algunos creen que desapareció», afirma Aginagalde. «Me llama la atención que piensen que en mayo no había virus». El epidemiólogo recuerda ese mes como un enorme quebradero de cabeza: «Había muchos casos de origen desconocido que no sabíamos de dónde salían, cuando en teoría estábamos en el nivel más bajo y encerrados en casa». La gente se seguía contagiando.
Aginagalde
sí cree que la desescalada podría haberse hecho mejor: «Si hubiéramos sido más
lentos se habrían alcanzado mejores resultados, pero incluso en la fase 0
estábamos mal y el virus seguía circulando a niveles mayores que en los países
que se citan [de ejemplo de cero covid], porque seguía habiendo transmisión no
controlada». En la fase 1 florecieron los casos de transmisión no conocida; en
la 2, empezaron los brotes concatenados.
La
principal diferencia entre entonces y hoy es que ahora el virus está muchísimo
más extendido. «El primer confinamiento se produjo en parte porque sitios como
Madrid y Barcelona eran focos que propagaban el virus, pero aunque se saturara
el sistema sanitario en puntos concretos hubo zonas con muy poco impacto»,
explica Fontán. Hoy el coronavirus está por todas partes.
El precio para lograr #ZeroCovid en España
Los
entrevistados dejan claro desde el principio de la conversación que no ven
factible la eliminación del virus en España en el contexto actual, pero aceptan
la invitación a proponer cómo se haría.
El
primer paso sería llevar a cabo un confinamiento domiciliario más severo y
prolongado que el de primavera, de al menos dos meses, con una reducción de la
actividad económica al mínimo. «Harían falta restricciones muy grandes durante
mucho tiempo hasta alcanzar una transmisión que se pudieran trazar», teoriza
Gullón. Este nivel de contagios «casi nulo y no comunitario», recuerda, «es
algo que no hemos tenido en ningún momento».
Por
supuesto, nada de esto sería «gratis», porque «todas las medidas tienen
consecuencias». Fontán cita los «sobrecostes» en materia de desigualdad, violencia de género, educación, salud mental y soledad que
supondría y considera un error pedir un confinamiento «sin atajar sus
contrapartidas entre los más vulnerables».
«¿Todo
esto lo vamos a asumir como Estado? Si podemos no me parece mal, pero hacerlo
bien implicaría una estructura titánica que no veo factible», añade Fontán. «Ya
tuvimos uno de los confinamientos más duros de Europa y hubo muchos problemas
para cubrir estas necesidades, hasta el punto de que hubo que recurrir a
asociaciones vecinales».
Este
hipotético confinamiento debería cubrir muchos períodos de incubación porque,
como explica Aginagalde, «las cadenas de transmisión aguantan con facilidad en
un domicilio en cuanto haya más de dos personas». También debería incluir
refuerzos a las estructuras de salud pública y vigilancia para identificar a
los contactos y facilitar el aislamiento a quien no puede hacerlo por motivos económicos.
Imaginemos
que se logra. ¿Cuál sería el siguiente paso en el camino hacia la eliminación?
Los entrevistados coinciden: bajar la persiana a nivel nacional. «Tendríamos
que cerrarnos totalmente para evitar la entrada de casos», explica Gullón.
«Habría que hacer un cierre de fronteras y una estrategia de visitas muy
restrictiva», añade Fontán.
Esto
supondría un problema en un país dedicado al turismo. Como dice Aginagalde,
pedir una PCR sin una cuarentena «es un paripé». ¿Vendría alguien a España a
pasarse 14 días sin salir del hotel? «Para que ese cero covid hipotético
funcionara tendríamos que tener una economía hipotética no tan dependiente del
turismo y la hostelería», opina Fontán.
Los entrevistados no creen que un país turístico pueda mantener una cuarentena para los viajeros pero, de nuevo, asumamos que se hace. ¿Y ahora qué? «En cuanto se detectara un caso habría que confinar a millones, hacerles test y seguirlos de manera estricta», comenta Fontán. Añade que esto es más sencillo cuando hay pocos casos, pero el coste es tener a una ciudad, provincia o comunidad autónoma «completamente aislada sin poder hacer vida normal» por cuatro infecciones.
El problema político
¿Podría
España cerrar un área de su territorio por tres casos de coronavirus? A Fontán
la estrategia de cero covid también le parece inviable en un contexto político
en el que «hay que pelear por cerrar el interior de los bares con una
incidencia a 14 días de 1000 casos».
«Quienes
proponen el cero covid dicen que la gestión no debería ser política sino
científica, pero no entender que vivimos en un sistema político no es proponer
medidas, es escribir una carta a los Reyes Magos». Por eso cree que «plantear un
consenso para la eliminación del virus en una sociedad tan polarizada» es
«fantasía», porque «en cuanto se propone algo con pocos casos se habla de
dictadura».
Gullón
opina de forma similar. «Habría que tomar, ante un caso, medidas mucho más
severas de las que se toman [ahora]. Tenemos gobiernos que no apuestan por
hacer restricciones grandes cuando suben mucho los casos, así que no podemos
esperar que con pocos tomen medidas todavía más grandes».
Es
algo que resumió en mayo el entonces Ministro de Sanidad Salvador Illa durante
una reunión en el Congreso: «El 26 de febrero en España había 17 casos y 0
fallecidos. ¿Ustedes, si yo hubiera pedido el decreto del estado de alarma, si
no me lo votaron ayer con 416 casos nuevos y 95 fallecidos, están seguros de que
[entonces] este debate hubiera progresado?».
Una estrategia mantenida en el tiempo y a nivel
europeo
Asumamos
que todos los pasos expuestos en este artículo se cumplen, y que los políticos
españoles entablan amistad de la noche a la mañana. Los entrevistados coinciden
en que la estrategia de cero covid debería ser mantenida en el tiempo y, como
mínimo, a nivel europeo.
«España
no puede intentar la eliminación sin la coordinación de la Unión Europea»,
aclara Aginagalde. No solo por los requerimientos legales que supone un cierre
de fronteras, sino porque «no sirve de nada hacerlo seis meses y que siga
circulando el virus alrededor». Considera que esto ya sería «complicado» y que,
dado el flujo de viajeros extracomunitarios que recibe nuestro país, «debería
ser una estrategia internacional».
«¿Estamos
dispuestos a sacrificar como país algo así cuando somos tan dependientes del
resto?», se pregunta Gullón sobre el experimento propuesto.
«Creo que es muy difícil y es preferible apostar por tener una transmisión
baja». Además, «para hablar de cero casos deberíamos estar mucho tiempo sin
transmisión comunitaria y siempre está la duda de que existan asintomáticos o
sintomáticos leves que se escapen aunque la capacidad de detección mejore».
«No
tengo claro cuál podría ser la estrategia [para lograr cero covid de forma
realista]», dice Aginagalde. Cree que el país que estuvo más cerca fue
Eslovaquia y su combinación de confinamiento y test de antígenos en dos ciclos:
«Lo vimos con esperanza como un ensayo natural, aunque pensábamos que no
funcionaría. No lo hizo y fue el único experimento de cero covid
al margen de confinamientos domiciliarios que superen los dos meses».
¿Falsa dicotomía o márketing?
Los
entrevistados se muestran molestos por cómo se ha desarrollado el debate sobre
la estrategia cero covid. «Lo dicen como si a nadie se le hubiera ocurrido,
fuera la salvación, y que nadie quiera en España que no haya COVID-19», critica
Fontán. A Gullón le preocupa que se extienda la idea de que no perseguir la
eliminación «es algo muy grave».
«Se
está planteando una falsa dicotomía: que cero covid es hacer algo y el resto es
no hacer nada», dice. «Esto no es verdad porque en medio hay muchas estrategias
de mitigación que pueden dejar una transmisión muy baja sin llegar a ese
extremo». Por ejemplo, mejorar los sistemas de vigilancia para actuar lo antes
posible y así mitigar los efectos de las olas epidémicas y tener niveles de
contagios como los de antes de verano.
A
Fontán le parecen «ideas de bombero» algunas propuestas que obvian que «la
realidad limita mucho» las posibilidades de actuación. «No queremos que haya
pandemia, pero hay condicionantes sociales, geográficos, políticos y
administrativos que nos ponen barreras y que van mucho más allá de la R0, la
incidencia acumulada y la tasa de ataque en contactos». Por su parte, Gullón
asegura que «es una posición muy cómoda decir que quieres cero covid y que no
se está haciendo, pero es poco real».
«Quizá
debamos escuchar más a las agencias de salud pública para saber cuáles son las
estrategias reales que permiten los recursos disponibles y la realidad epidemiológica
de cada región», afirma Aginagalde. «Entre lo que se propone y lo que se puede
hacer hay un abismo importante», aclara. «Si hay una diferencia entre la
práctica y las ideas exóticas igual es por algo».
Gullón
se pregunta si no estamos «minusvalorando» el poder de unas palabras que dan
sensación de «gravedad y control de la situación». Percibe que hay una
diferencia entre decir «confinamiento» o «estrategia cero covid», aunque se use
para explicar medidas similares: ¿quizá debería adoptarse el eslogan #ZeroCovid
como en su día se hizo con #AplastaLaCurva?
¿Y qué pasa con Australia, Nueva Zelanda, China…?
Los
entrevistados consideran que los ejemplos que se citan como paradigma de éxito
en la eliminación del coronavirus son tramposos por tener contextos políticos,
sociales, geográficos y de movimientos demográficos diferentes. Por mucho que
sí tomaran decisiones correctas a tiempo, jugaban con numerosas ventajas a su
favor y el virus nunca alcanzó la circulación que tiene hoy en la mayoría del
planeta.
«Los
países que se citan han tenido una transmisión [lo suficientemente baja] como
para aplicar medidas no farmacológicas muy intensas junto con un total
aislamiento geográfico», explica Aginagalde, pero «no han tenido una
transmisión comunitaria descontrolada» ni las conexiones que tiene Europa
continental.
El epidemiólogo cree que el único ejemplo en el que «el genio volvió a la botella» fue Wuhan, pero «fue muy excepcional, no parece replicable y se dio en un país que no tenía transmisión comunitaria descontrolada». Además, «se construyó una isla artificial» alrededor de la ciudad.
«Un
confinamiento muy largo puede cortar casi todas las cadenas de transmisión y en
un país de las características socioeconómicas de China quizá sea posible
hacerlo en una ciudad, pero no parece homologable a ningún otro país», dice
Aginagalde, que cree que a menudo se confunde Wuhan con China, donde la
seroprevalencia de la COVID-19 no supera el 0,38 %.
El
epidemiólogo advierte de que a lo largo de la historia no se han eliminado
infecciones respiratorias agudas porque «siempre hay sintomáticos leves y
transmisión de personas y la enfermedad vuelve». Es lo que pasa cada año con la
gripe, y por eso cree que toda eliminación «es temporal hasta que vuelva a
circular». Es algo que Australia tiene claro: «No estamos en una posición de lograr la eliminación mientras la
transmisión global aumenta«, aseguraba el director médico
adjunto australiano en julio, preocupado porque la palabra diera una falsa
sensación de seguridad que disminuyera la colaboración de la ciudadanía.
Aginagalde
sí cree que, a pesar de todo, estos países «nos están dando una lección de que
podemos hacer mejor las cosas». Considera que «nuestros aislamientos y
cuarentenas son francamente mejorables, y nuestros dispositivos de salud
pública necesitan más recursos». Fontán piensa de manera similar: «Ningún
discurso que diga que lo hemos hecho bien tiene sentido, aunque se puedan
excusar algunas decisiones».
¿Qué pasará cuando las vacunas surtan efecto?
Ahora
que las campañas de vacunación han empezado cabe preguntarse si cambiarán lo
expuesto en este artículo. Los entrevistados lo ven difícil a corto plazo, pero
son más optimistas en el largo. Aun así, creen que las primeras vacunas tendrán
un gran efecto mientras esperamos alternativas mejores.
Gullón
cita los cálculos «optimistas» de alcanzar un 70% de vacunación a finales de verano: «Reduciremos la
transmisión muchísimo, pero plantear la eliminación es impensable». Los motivos
son que la inmunidad de grupo podría requerir una cobertura vacunal mayor de la
esperada, no solo por las reinfecciones, sino porque los cálculos a menudo no
tienen en cuenta que las primeras vacunas no reducirán por completo la
transmisión.
Fontán
cree que las vacunas «nos ponen en un escenario diferente» a la hora de
plantear medidas. «Aunque no haya una reducción drástica en la transmisión
comunitaria, cuando se vacunen los más vulnerables el impacto en el sistema
sanitario será menor», asegura. «Ese punto será interesante porque muchas
medidas que se proponen dependen de la saturación del sistema: si está bien
pero seguimos con incidencias altas será interesante ver si queremos hacer un
esfuerzo por controlarlo más».
«Aunque no corten la transmisión al cien por cien nos permitirán acercarnos a escenarios de supresión real sin conseguirla», opina Aginagalde. Explica que la ventaja de las vacunas es que, a diferencia de las medidas no farmacológicas, «no tienen efectos colaterales, son muy eficaces, seguras y, sobre todo, se pueden mantener en el tiempo». Por eso cree que lograrán que la transmisión comunitaria «baje mucho».
Una dosis de la vacuna de BioNTech y Pfizer.
«Pueden
permitir modular el resto de medidas y acercarnos a una supresión de la
transmisión comunitaria no controlada y acercarnos en algún momento a la
eliminación», afirma Aginagalde. ¿La mala noticia? «Estamos hablando de
2022-2023. Podemos ser optimistas si para entonces tenemos una vacuna que corte
la transmisión».
También
considera que «probablemente» se necesitarán coberturas vacunales «muy altas»,
sin contar los «problemas asociados a bolsas de no vacunados por desigualdades
sociales o elección, que darán sus quebraderos de cabeza».
La
historia subraya que lograr cero virus es muy difícil. España
logró el certificado de eliminación del sarampión en 2017,
y Europa todavía no lo ha logrado. Fontán recuerda que el
coronavirus «ya es endémico en España» y que las campañas de erradicación o
incluso eliminación implican vacunar a toda la población durante décadas.
Aginagalde
duda que se pueda erradicar una enfermedad asintomática de reservorio
desconocido y capaz de infectar a otros animales. «El virus siempre va a poder
entrar, solo necesita una bolsa de gente susceptible». Fontán pone las
esperanzas en el largo plazo: «Si entonces es menos lesivo y ha mitigado su
capacidad de generar una enfermedad grave quizá nos interese menos
erradicarlo». Como recuerdan los entrevistados, la humanidad cuenta con muchas
vacunas de calidad, pero la erradicación y la eliminación prolongada siguen
siendo un reto.
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