domingo, 17 de enero de 2021

Los apótoles de Trump en España jefes de VOX y en nómina de este partido y del Congreso de los Diputados, emboquilladamente pro salvadores de España sin que se sepa como España será salva, “Abascal y Espinosa de los Monteros cobraron 65.000 euros en sueldos del exilio iraní La organización, que figura en la lista de terroristas hasta 2012, sufragó la fundación del partido y los salarios de los dirigentes Miembros de una organización de exiliados iraníes, el Consejo Nacional de Resistencia Iraní (CNRI) financiaron el surgimiento y los primeros años de vida de Vox. Esta organización, que formaba parte de la lista de organizaciones terroristas, además de financiar el partido, pagó los sueldos de Santiago Abascal e Iván Espinosa de los Monteros durante ocho meses. El que fuera primer presidente de la formación ultra y fundador, Alejo Vidal-Quadras, fue quien facilitó las maniobras ya que hizo las veces de intermediario entre el CNRI y Vox. Según El País, los sueldos se fijaron en un desayuno que tuvo lugar en la casa de Espinosa de los Monteros y, a la postre, se ratificaron en la sede del partido. Tanto Abascal como Espinosa de los Monteros han rehusado comentar las informaciones. Cabe destacar que Javier Ortega Smith rechazó cobrar. Además de los sueldos, el partido recaudó un montante total que ascendería a 971.890 euros con 56 céntimos entre diciembre de 2013 y abril de 2014. Los donativos del extranjero, que eran anónimos, se cortaron poco antes de la celebración de los comicios europeos en mayo de 2014. Los 65.000 euros brutos que cobraron los dos diputados durante ocho meses procedieron de una caja común que se nutrió de 141 transferencias internacionales enviadas desde diferentes países por simpatizantes del CNRI. Vida-Quadras, quien dejó la formación por discrepancias con Abascal, declaró a El País que “Abascal estuvo al tanto de todo, le expliqué mi relación con el CNRI y le dije que nos financiarían. Le pareció bien. Estaba encantado. No puso ninguna pega”. (Extracto de ELPLURAL.COM Martes, 28 de enero de 2020)

 

El asalto armado al Capitolio 

Carlos Fazio

El Viejo Tpo

16.01.2021


La toma del Capitolio por las hordas de Donald Trump el pasado 6 de enero exhibe la crisis de legitimidad de la decadente democracia liberal estadunidense. Pero esa crisis, alimentada sin duda por la retórica antisistema, patriotera, chovinista, nativista, machista, negacionista, racista y xenófoba del nacional trumpismo, producto de la generación del totalitarismo y el neofascismo en las entrañas del capitalismo, venía de atrás. Y en la coyuntura, como aventuró Walden Bello, podría seguir el camino de la infausta República de Weimar en Alemania.

Dicha crisis, que ha sido definida por observadores como el analista de inteligencia francés Dominique Delawarde y Thierry Meyssan, de la Red Voltaire, como una lucha a muerte entre soberanistas y globalistas al interior de Estados Unidos, se exacerbó con la llegada de Trump a la presidencia el 20 de enero de 2017, pero venía incubándose desde la revolución conservadora de Ronald Reagan en los años 80 –impulsada también por Margaret Thatcher en Gran Bretaña–, que dio inicio al larvado proceso de financiarización de la economía que llega hasta nuestros días.

Bajo la denominación capitalismo neoliberal, entre otros fines, la contrarreforma económica y social de Reagan y Thatcher destruyó o erosionó las políticas de protección social y a las clases medias donde existían, generó una descomunal concentración de la riqueza y aceleró la crisis ecológica. Desde entonces, la polarización social −que en circunstancias como las actuales refuerza a la derecha y a la extrema derecha–, no fue entre los partidos Demócrata y Republicano, que responden por igual a los intereses de los grandes fondos de inversión y las corporaciones, sino refleja la contradicción antagónica básica del sistema de dominación: capital/trabajo; deriva de la desigual distribución de la riqueza (entre el Estado profundo [ Deep State] y las mayorías desheredadas; entre el llamado uno por ciento y el resto de los mortales), contradicción que, en la coyuntura electoral de 2020, los aparatos ideológicos y otros mecanismos de control y poder del Estado ocultaron para imponer la ideología de la clase dominante.

Un elemento fundamental para explicar la actual crisis estadunidense –que es además una crisis de civilización–, es la erosión de la llamada supremacía blanca, situación que ha sido explotada con éxito desde finales de los 60 por los republicanos, para hacer que el partido sea el representante de una mayoría racial que se siente amenazada en sus privilegios por la expansión demográfica de la llamada América no blanca; lo que se combinó con la deserción por parte del Partido Demócrata, desde William Clinton a Barack Obama, de su base de clase obrera blanca, otrora pilar de la coalición del New Deal (Nuevo Trato), la política intervencionista de Franklin Delano Roosevelt para luchar contra los efectos de la Gran Depresión.

Mucho antes de la crisis de la burbuja inmobiliaria (hipotecas subprime) y Wall Street en 2008, industrias clave habían sido transferidas a China y otros lugares del Sur global, con la consiguiente pérdida de millones de empleos en el sector manufacturero de EU. La desindustrialización de la potencia imperial fue aprovechada por Donald Trump, quien hizo de la antiglobalización una pieza central de su plataforma electoral de 2016, lo que combinó con una retórica antinmigrante para atraer a la pauperizada clase obrera blanca –pero también a rancheros, granjeros, colonos y mineros blancos− que desde la época de Reagan había dado señales de que estaba lista para ser azuzada racialmente.


En su adelantada campaña por la relección, al hablar ante la Asamblea General de la ONU en septiembre de 2019, envuelto en la bandera soberanista Trump declaró la guerra a los globalistas, anidados mayoritariamente entre los demócratas. Dijo: “El mundo libre debe abarcar sus cimientos ‘nacionales’ (…) Si quieren democracia, aférrense a su soberanía. Si quieren paz, amen a su nación (…) El porvenir no pertenece a los globalistas. El porvenir pertenece a los patriotas (…), a las naciones independientes y soberanas que protegen a sus ciudadanos”.

Desafiado, y mayoritario en el Estado profundo, disponiendo del control de las finanzas, de los GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft) y de la cuasi totalidad de los medios mainstream (hegemónicos en la cultura de masas), el bando de los globalistas apoyó a Joe Biden, quien triunfó en los comicios del 3 de noviembre; aunque Trump logró casi 74 millones de votos, 10 millones más que en 2016.

El todavía confuso asalto armado al Capitolio por WASP (blancos protestantes anglosajones), con sospechosa colaboración policial, expresaría esa contradicción soberanistas vs. globalistas y podría derivar en una guerra civil. Con el agregado de que la democracia americana es una construcción ideológica: intelectuales como Noam Chomsky, Howard Zinn y Sheldon Wolin han sostenido que EU es una plutocracia (un gobierno de los ricos, por los ricos y para los ricos), y que democracia y capitalismo son incompatibles.

Con cierto humor ácido, el representante ruso ante la ONU, Dmitri Polyan­skiy, describió como fotos al estilo Maidan las que fluyeron desde Washington, DC el 6 de enero (en referencia a las protestas en Ucrania, apoyadas por EU y la OTAN, que derrocaron al presidente Viktor Yanukovich en 2014). Sólo que la técnica del golpe suave −utilizada por la CIA y el Pentágono urbi et orbi− vía la turba arengada por Trump y 147 legisladores republicanos contra uno de los poderes del Estado, en apariencia, fracasó.

¿Hubo otro actor encubierto que facilitó el asalto al Capitolio con el propósito de decretar leyes de estado de excepción para recortar las garantías constitucionales y los derechos civiles?

Artículo publicado originalmente en La Jornada.

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