sábado, 19 de septiembre de 2020

Y mientras más tardemos los trabajadores en empezar a reunirnos para ver cómo se come eso que en una sociedad rica creada por el trabajo sean precisamente los trabajadores los que menos disfrutan de la riqueza creada, más penuria y miserias tendremos que pasar, al tiempo que crecen las grandes fortunas a costa de empeorar las condiciones de vida de los trabajadores, porque la Nueva normalidad, y mis cojones treinta y tres (o treinta y cuatro, que lo digo a ojo), inaugura el empeoramientos generalizado y más profundo de cada vez más gente. Y ahora un acertijo que viene muy a cuento: oro parece plátano es, el que no lo acierte, pues eso, que no lo quiere acertar. Qué quiere usted que le haga yo.

 

Los trabajadores y trabajadoras necesitan la renta básica



Por Fernando Luengo 

KAOS EN LA RED

Publicado el Sep 17, 2020

 El desempleo real, en el Estado español y en el resto de países europeos, ya era muy elevado antes de la irrupción de la pandemia. Están realmente desempleados los que buscan activamente un trabajo y esta registrados en las estadísticas oficiales; pero también los que, desanimados, han desaparecido de esos registros y tratan de sobrevivir en la economía sumergida o directamente ya no buscan un empleo y pasan a depender de las insuficientes redes de protección social; los que quieren trabajar a tiempo completo pero sólo consiguen contratos a tiempo parcial. Sumando estas categorías, las estadísticas oficiales de desempleo, que ya son muy elevadas, se duplican.

No estoy hablando del COVID-19, que supone un agravamiento de esta situación, ni de episodios excepcionales de crisis, sino del capitalismo, de Europa, del crecimiento… me estoy refiriendo, por lo tanto, a la estructura, no a la coyuntura. Dejemos las cosas claras: el sistema no genera suficientes puestos de trabajo para dar ocupación a las personas que quisieran tener uno. Existe un desequilibrio permanente entre oferta y demanda; la dinámica económica, incluso en situaciones de “normalidad”, genera exclusión.

Y con los salarios ocurre lo mismo. Se ha convertido en un mantra del pensamiento conservador y en una práctica habitual de los gobiernos exigir moderación salarial; moderación que, en la práctica, ha llevado a que las retribuciones de la mayoría de los trabajadores se estanquen o retrocedan. Asimismo, no ha dejado de aumentar el número de empleos cuyos salarios se sitúan cerca o por debajo de los umbrales de pobreza. Del mismo modo que, con carácter general, lo ha hecho la explotación de los trabajadores, a través de la exigencia de horas extraordinarias, pagadas y no pagadas, la intensificación de los ritmos laborales o la reconfiguración de los horarios. Tener un empleo no garantiza unas condiciones de vida dignas, ni siquiera salir de la pobreza. Y esto no nace con la pandemia, aunque, la situación empeora notablemente con la misma. De nuevo estamos mirando a la normalidad capitalista, la misma que los poderes económicos y políticos reivindican.

Los comentarios anteriores hacen referencia al denominado “mercado laboral”, donde se compra y se vende la capacidad de trabajo de la población a cambio de una retribución. Esta categoría, muy restrictiva, ignora toda la enorme cantidad de trabajo, más cantidad de horas que el trabajo reglado en los espacios mercantiles, realizado en su mayor parte por mujeres, no retribuido, con excepción del llevado a cabo por trabajadoras, inmigrantes sobre todo, bajo el rubro genérico de servicio doméstico. El capitalismo necesita este inmenso ejército de reserva, porque ofrece servicios imprescindibles para el funcionamiento del sistema y porque contribuye a mantener bajos los salarios. Este trabajo, invisibilizado y gratuito, es una exigencia de la reproducción capitalista.

De modo que, resumiendo, el capitalismo no crea empleo suficiente, empuja los salarios a la baja y precisa que una gran cantidad de trabajo se ofrezca gratuitamente. Por supuesto, estos rasgos están más acentuados en los momentos de recesión, y en la actualidad mucho más, pero también son perfectamente visibles, para quien los quiera ver, en períodos de auge.

Si se da por bueno este diagnóstico y se extraen las conclusiones del mismo, las recetas que se sintetizan en “más crecimiento”, verdadero icono de la mayor parte de los partidos, a izquierda y derecha, no son la solución. Sólo ofrecen alternativas las políticas orientadas a hacer visible y reconocer lo que el sistema hace invisible y desprecia, fortalecer el sector social público, repartir tiempos, ingresos y recursos y empoderar a los trabajadores.

Es en este contexto donde adquiere toda su importancia la aplicación de una Renta Básica Universal e Incondicional (RBUI), entendida como complemento de esas políticas, no como alternativa o sustituto de las mismas. La idea central que da todo su sentido a esta iniciativa es que el mercado abandonado a su lógica, que es la de los poderosos, la de la expropiación de renta de la población y de recursos de la naturaleza, no está en condiciones de crear suficiente empleo decente ni de dignificar y remunerar el trabajo reproductivo.

La RBUI, además de asegurar un ingreso suficiente para vivir a la ciudadanía, que agradecerían muy especialmente los colectivos más vulnerables, generaría derechos para las personas trabajadoras, las que están dentro y fuera del mercado, contribuyendo a cambiar en su beneficio la actual correlación de fuerzas, que ahora es claramente favorable a los intereses del capital.

 La Marea

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