Hace falta
Podemos
Por Iosu Perales
Fuentes: Rebelión
18.07.202
Si alguna
palabra resume la acción política de Podemos en los últimos tiempos y, como
consecuencia, el sentimiento de sus simpatizantes, esa es, desilusión.
Una
desilusión que se ha visto reflejada en las recientes elecciones de Euskadi y
Galicia, donde buena parte de quienes votaron a Podemos hace cuatro años, le
han dado la espalda. Pasar en Euskadi de 157.334 votos obtenidos en las
elecciones de 2016, a los 71.759 del 12 de julio, supone haber perdido 85.175
votos. Peor aún es lo de Galicia donde las mareas divididas se han quedado con
cero escaños cada una. Es la versión gallega de la Vida de Brian.
Según
voces de Elkarrekin Podemos, la abstención y la desmovilización de los jóvenes
explican buena parte de lo sucedido. Es un factor sin duda, pero no lo explica
todo. Más bien un electorado con la ilusión política como motor, hubiera
vencido a la abstención. Y lo mismo cabe decir de los jóvenes. También se nos
recuerda la sucia campaña que sufre Unidas Podemos, liderada por algunos medios
de comunicación. Otra explicación centra su atención en que la candidata no es
conocida, cuando en el caso de Elkarrekin y Unidas Podemos mucha gente no vota
tanto a la candidatura como al espacio político que representa. También se
reconoce que las disputas internas han perjudicado y esto si significa una
valiosa autocrítica.
Sin
negar la influencia de los factores que se citan, este tipo de explicaciones se
quedan en la superficie y demuestran una tendencia a diagnosticar el fracaso
electoral de una manera fácil. En realidad, es como que algo se ha roto y es
muy difícil pegarlo. Y, ¿qué es lo que se ha roto? La ilusión política, la
esperanza que un día despertó Podemos. Lo que es mucho más que tal o cual
factor externo o interno.
¿Por
qué no asumir una mejor explicación holística que es aquella que reflexiona y
saca conclusiones de la corta historia de Podemos, desde enero de 2014 hasta
hoy? Vean. Lo que empezó siendo una fuerza política novedosa y valiente; capaz
de llamar casta a las elites del PSOE y del Partido Popular; crítica del
régimen del 78; partidaria de la transversalidad; impulsora de una
participación de sus bases…Este Podemos que dio esperanza a millones de
votantes, que acercó a miles de jóvenes a la política, se ha mutado en otro que
aparece como un partido más, envejecido antes de tiempo, vertical, incapaz de
unir la pluralidad interna que escenifica una y otra vez huidas y depuraciones
y una permanente lucha interna por poderes dentro del partico. En enero de
2014, con toda la ambición y con toda la energía de quien pretende comerse el
mundo Podemos dijo nacer para ganar. Hoy, ha desaparecido en Galicia y ha
sufrido una severa derrota en Euskadi, como consecuencia de su alejamiento real
y comprobable de todo aquello que representaba el 15-M.
La
mutación de Unidas Podemos ha vaciado de ilusión el espíritu de mucha gente. La
ilusión política es un intangible, poderoso y deseado. Una vitamina para la
reacción social. Un estimulante para la confianza. La ilusión política
expresaba la recuperación de la democracia y por lo tanto de la voz de las
mayorías. Cuando esta ilusión política se ha hecho ausente, surge la
melancolía, el pesimismo, la duda, la desmovilización. ¿Votar para qué?
El
problema no es por consiguiente un determinado aspecto de la campaña electoral,
ni siquiera su conversión en partido político, algo a mi juicio necesario, pues
el asambleísmo permanente es insostenible. El problema es su pérdida de
identidad cada vez más confusa y homologable a cualquier otro partido. Sus líos
internos que perpetúan una mala imagen y transmiten desconfianza. Y, sobre
todo, la pérdida de la frescura del discurso político con que se estrenó.
Así
es como la ruta que lleva actualmente Unidas Podemos es la de representar una
Izquierda Unida bis, no a una fuerza alternativa, inédita, exponente de una
irritación social y política. En sus dos primeros años supo percibir la crisis
de legitimidad del mundo político, lo que le llevó a extender admiraciones e
ilusiones. Para mucha gente, todo esto lo ha venido perdiendo. Su confesión
pública de que surgía para llegar a gobernar, más allá de que pudo sonar a
exagerado y a cierta inocencia, entre sus simpatizantes, despertó entusiasmo y
la creencia en otro mundo posible. El Unidas Podemos de ahora, como el
Elkarrekin Podemos, son una fuerza venida a menos, no tan sólo en el apartado
electoral, sino que también en lo que tuvo de fuerza insólita, atrevida,
promesa de futuras victorias. Y esto es algo que no se arregla restañando
heridas solamente.
Todo
el cambio producido en Podemos no se ha sabido manejar con serenidad y
manteniendo la promesa de la unidad. Por el contrario, el proceso ha ido
dejando por el camino a una gran cantidad de fugas de las que en muchos casos
también son responsables los que se fueron. De la dirección surgida en enero de
2014 no queda casi nadie. Rafa Mayoral y Auxiliadora Honorato, han sobrevivido
como leales a Pablo Iglesias e Irene Montero. Pero, ¿dónde están Iñigo Errejón,
Ramón Espinar, Carolina Bescansa, Teresa Rodríguez, Miguel Urban, Luis Alegre,
Tania González, Sergio Pascual, y tantos otros y otras.
Lo
cierto es que militantes, simpatizantes y votantes de Podemos, comparten la
idea y el sentimiento de que algo mal se ha hecho desde Vistalegre II: las
fugas de hombres y mujeres valiosas de Unidas Podemos ha sido un factor que le
ha castigado con magros resultados electorales que, además de un golpe
emocional, alimentan la duda acerca del propio proyecto. ¿Es posible volver a
empezar? ¿Es viable recuperar la unidad perdida? Complicado. Hay demasiadas heridas
y demasiada ceguera. También hay poca altura de miras. La mediocridad se ha
apoderado de mentes brillantes que ahora se comportan como políticos vulgares.
Mediocridad que tiene que ver con el agotamiento de una manera de mirar la
realidad y entender las soluciones ante la adversidad que representan sus
encarnizados enemigos. El coraje se ha adaptado a la realidad que en todo
momento ha lanzado el mensaje de “no se puede”.
Y,
sin embargo, hay que volver al 15-M. No para intentar su continuidad bajo el
mismo formato. No por y para idealizar lo que fue. Hay que volver para iniciar
una regeneración. Así de claro. Para volver a empezar. Y hacerlo sin
señalamientos, sin sectarismo, sin vetos, sin descalificaciones. Hay que
hacerlo para recuperar su esencia, respirar su frescura e incluso su pureza
moral. Y al hacerlo sería conveniente que algunos liderazgos se den así mismos
por amortizados y dejen espacios a otras personas talentosas, insufladas por la
idea de la unidad de las izquierdas alternativas.
Unidas
y Elkarrekin Podemos deben hacer este esfuerzo de recomenzar. La sociedad con
su pluralidad, lo necesita para no volver atrás al turnismo hegemónico y, sobre
todo, para conectar con nuevos paradigmas de justicia social y de libertades.
Y, a pesar de que mucha gente de por muerta a Unidas Podemos, no lo está. Y
mejor que no lo esté por la cuenta que nos trae, incluso para las izquierdas
que erróneamente desean ver pasar su cadáver enfrente de su portal.
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