VENEZUELA. El cadáver político Henrique Capriles
abandona su tumba con la intención de ocupar el lugar de Guaidó
Insurgente org. / 23/05/2020
Insurgente org. / 23/05/2020
En medio de la
pandemia de Covid-19 y en plena escalada de las presiones geopolíticas de
Washington hacia Venezuela, el tablero político a lo interno de la coalición de
partidos antichavistas se ha estado moviendo de manera llamativa.
El fracaso de
la Operación Gedeón encabezada políticamente por el militante de la
organización Voluntad Popular Juan Guaidó fue la gota que derramó el vaso. La
credibilidad del autoproclamado se ha visto fuertemente impugnada, dándole peso
a las vocerías opositoras que intentan desplazarlo como líder único del
antichavismo por mandato de Washington.
La guerra por
la presidencia de la Asamblea Nacional a principios de este fue el detonante de
una nueva crisis interna, marcada como las anteriores por la distribución
desigual de los recursos financieros entregados por los países aliados a la
dirección del golpe.
Guaidó ha
centralizado en su figura y en su entorno cercano todo el protagonismo político
del antichavismo en el último año y medio. Fue ungido por la Administración
Trump en enero de 2019, acaparando con ello la conducción del cambio de régimen
y marginando a otros factores de influencia que integran la coalición de
partidos opositores.
Desde la
periferia de las formaciones políticas que han perdido presencia política y
mediática, se hace el balance de que Guaidó ha fracasado en su tarea de armar
acuerdos para una estrategia común.
La reciente
escalada de sanciones contra Venezuela, orientada a evitar que buques iraníes
cargados de gasolina entren al país, ha representado otro punto de quiebre que
se ha hecho masivo en las redes sociales.
Por primera vez
desde que inició el ciclo de cambio de régimen de 2019 con la autoproclamación
del diputado por el estado La Guaira, figuras del antichavismo se oponen
públicamente a la aplicación de sanciones y cuestionan directamente a Guaidó.
Las figuras
periféricas de la coalición sienten que estas maniobras erráticas de Guaidó
están arrastrando a toda la oposición a una ola de descrédito. Los han dejado
por fuera de planificación de la estrategia. Pero se trata de un reacomodo:
como observan que las sanciones están deteriorando la imagen del antichavismo,
ven la oportunidad de asumir una postura disidente para salvar la cara y
presentarse como una alternativa a Guaidó.
No hay que
olvidar que los factores más tirados al centro político también apoyaron la
política de sanciones de Washington durante sus primeros años.
La guerra de
intrigas para desplazar a Guaidó como líder del antichavismo estaría siendo
encabezada por Henrique Capriles Radonski, dos veces candidato presidencial por
la oposición (en ambas perdió) y dirigente de la formación política Primero
Justicia (PJ).
Esto lo
confirmó una información reciente de Bloomberg que el
periodista venezolano Francisco Poleo complementó con fuentes propias.
En su exclusiva
afirma:
“Tres diputados
de PJ, Ángel Alvarado, Eudoro González Dellán y Rafael Guzmán, tendencia
Capriles, contactaron al Departamento de Estado para pedir un cambio en la
posición de Washington ante el régimen de Maduro. Quieren negociación con el
régimen y elecciones parlamentarias”.
Poleo destaca:
“En el momento
más difícil para el presidente interino, la eterna rivalidad entre Primero
Justicia y Voluntad Popular, y la tenaz aspiración presidencial de Henrique
Capriles amenazan su posición como líder de la oposición al régimen de Nicolás
Maduro”.
A su vez, el
periodista indica que la propuesta presentada fue rechazada pues no comulgan
con “la idea de cambiar el caballo en plena carrera, así como caer en la zanja
de pleitos entre partidos extranjeros”.
En los últimos
días, los ataques de Henrique Capriles contra Guaidó han arreciado. Ha tildado
el interinato como una “fantasía” y ha reclamado un cambio en la estrategia
tras la fallida Operación Gedeón, fuertemente cuestionada en las redes
sociales.
Según una
fuente citada por Poleo, Capriles mantiene conversaciones con el gobierno
venezolano mientras busca desplazar a Borges como el interlocutor de “la
política exterior” del gobierno fake de Guaidó. Es decir, de
las coordinaciones con Washington.
El objetivo de
Capriles es que los factores opositores mayoritarios y minoritarios se sumen a
las negociaciones de cara a las elecciones presidenciales que se deberían
realizar por ley a finales de este año.
Sin embargo,
este enfoque es poco compartido por los cuatro partidos principales de la
coalición antichavista (Voluntad Popular, Primero Justicia, Acción Democrática
y Un Nuevo Tiempo).
Muchos de los
sectores más centristas temen que quitarle el apoyo a Guaidó implique sanciones
y presiones directas de Washington, como ocurrió con el diputado de PJ, Luis
Parra, cuando asumió la presidencia de la Asamblea Nacional a principios de
este año en una rebelión de diputados contra la posición de liderazgo de
Guaidó.
Otros factores,
los más radicales, piensan que el golpe triunfará en el corto plazo y quieren
estar bien ubicados en el tablero para asumir posiciones de gobierno una vez
Maduro sea derrocado. En ambos casos, el cinismo es el principio que articula
los cálculos políticos.
Sin embargo,
los movimientos de Capriles retratan fielmente la debilidad de la coalición
antichavista y la comprometida posición en la que se encuentra Guaidó.
Oficialmente hay una maniobra para destronar al militante de Voluntad Popular.
Capriles se ha
visto marginado luego de su último fracaso electoral en 2013, pero también por
la apuesta que hizo Washington para que Voluntad Popular asumiera la conducción
de la oposición y del golpe en general.
A diferencia de
Guaidó, Capriles es un representante orgánico de la mediocre élite venezolana.
Representa un apellido mantuano con una historia política, empresarial e
intelectual de larga data en el siglo XX nacional.
Esta élite ha
atestiguado una pérdida de su liderazgo económico y político en los últimos
años, tras el cerco económico de Washington y la apuesta por una generación
política de relevo que no incluye a los apellidos con linaje. No están contra
el golpe, sino contra el desprecio de no ofrecerles un lugar con presencia.
A través de
Henrique Capriles, habla una familia de abolengo que ha perdido espacio e
influencia política y empresarial, y que buscan retomarlo.
Priorizan la
negociación de cara a las parlamentarias porque saben que un golpe a la fuerza
los dejaría fuera de la ecuación de poder. El último capítulo de la saga de
intrigas dentro del antichavismo estará marcada por esta rebelión de los ricos
bobos contra el autoproclamado.
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