No estamos sólo ante una crisis sanitaria
Pandemia, capitalismo y crisis climática
Daniel Tanuro
VIENTOSUR
14.04.2020
Esta pandemia
es un verdadero acontecimiento con A mayúscula, un acontecimiento histórico:
habrá un antes y un después a escala mundial. No tanto por el número de
víctimas, que aunque importante es muy inferior al de las víctimas de la gripe española
después de la Primera Guerra Mundial (más de veinte millones de muertos). Hoy
en día, afortunadamente, estamos muy lejos de ello. Lo que le da un significado
histórico al acontecimiento es que la máquina capitalista de lucro casi se
detuvo a nivel mundial, porque hay una cosita, que ni siquiera es un
animal, que es un virus, apenas una forma de vida, que esta perturbando toda la
maquinaria y amenazando la salud de la gente. Por ello tenemos que proteger la
vida, tenemos que proteger a las personas enfermas, tenemos que cuidarlas, y
también tenemos que proteger a los trabajadores y trabajadoras.
Esta crisis,
muy, muy grave, se produce en un contexto particular: en un momento en que el
capitalismo había comenzado una recesión. Esta recesión se inició en 2019, y la
pandemia la está amplificando de manera absolutamente extraordinaria. Una
cuestión importante es que esta situación cambia el enfoque mediático y
político: ¿de qué se habla generalmente? Oímos hablar del crecimiento del PIB,
de la balanza de pagos, de la inflación, de los tipos de cambio, de las tasas
de interés y así sucesivamente. Todos ellos, indicadores abstractos de la acumulación
del beneficio capitalista, de la acumulación de valor abstracto... Y ahora, con
esta pandemia, el enfoque cambia totalmente: la atención política y mediática
está totalmente centrada en el trabajo de las enfermeras, en el exceso de su
carga de trabajo, en las personas enfermas que mueren, en las que se recuperan,
en el trabajo de los recogedores de basura o del personal de los supermercados,
el destino de la gente confinada, de la no confinada, etc. En resumen, en
tiempos normales se nos habla de la abstracción de la no-vida y ahora en esta
epidemia se nos habla de la vida y la muerte, es decir, de los seres vivos. Hay
un cambio muy importante en la atmósfera ideológica general; volveremos sobre
ello.
II
Esta epidemia
no nos retrotrae a las epidemias de la antigüedad, no es un regreso a la peste
negra de la Edad Media, por citar una, es algo muy diferente. Desde hace varias
décadas se han multiplicado los virus de un tipo particular. Hemos conocido el
SIDA, el ébola, el zika, la fiebre porcina, la gripe aviar, el chikungunya, el
SARS-1 en 2002, ahora el SARS-COV2; todos estos virus tienen la peculiaridad de
que nacen en entornos naturales fuera de control, agredidos, o en granjas
industriales. Esto es lo que llamamos zoonosis, lo que significa que el virus
que vive en los animales salta la barrera de las especies y contamina el homo
sapiens. Por lo tanto, en comparación con las del pasado, para esta
pandemia existe un origen completamente nuevo y específico. El virus en sí
mismo es un producto de las contradicciones del capitalismo. La forma en que se
propaga la epidemia también es peculiar: a diferencia de las epidemias del
pasado, que nunca fueron mundiales, sino continentales, esta epidemia se está
propagando rápidamente gracias a los modernos medios de comunicación, en
particular el transporte aéreo, y lo hace más rápido aún porque la humanidad
está concentrada en grandes ciudades, megalópolis, como la de Wuhan, que es una
ciudad con 11,8 millones de habitantes.
Estos dos
factores, el origen particular del virus y la rapidez con la que se propaga,
significan que no estamos ante un virus arcaico, ante una epidemia arcaica; al
contrario, para usar el término de Bruno Latour, estamos ante una epidemia
moderna, una epidemia antropocena.
III
No estamos sólo
ante una crisis sanitaria. Evidentemente, la crisis sanitaria es fuerte y muy
importante, pero la misma forma parte de una crisis ecológica y social mucha
más amplia. De hecho, la crisis del Covid 19 es la primera crisis global
-social, ecológica y económica- del Antropoceno.
Hay científicos
que en los últimos años, a principios de la década de los 2000, comenzaron a
estudiar lo que se llama la gran aceleración y el cambio global e identificaron
los parámetros de la sostenibilidad de la existencia humana en esta tierra: 1)
el cambio climático; 2) la disminución de la diversidad biológica; 3) los
recursos de agua dulce; 4) la contaminación química; 5) la contaminación
atmosférica por partículas finas; 6) el estado de la capa de ozono; 7) el
estado de los ciclos del nitrógeno y el fósforo; 8) la acidificación de los
océanos; 9) la capa de ozono. En su informe, presentado en 2015, estos
científicos llegaron a la conclusión de que se había superado el límite máximo
de sostenibilidad en relación con cuatro de estos parámetros: el clima, la
biodiversidad, el nitrógeno y los suelos. Para utilizar el lenguaje bíblico,
podríamos decir que estos cuatro parámetros son los cuatro jinetes del
apocalipsis antropocénico y la pandemia que estamos viviendo actualmente nos
envía un mensaje, nos dice que a este cuarteto de jinetes se le une un quinto,
que hoy en día es el riesgo de una epidemia.
IV
Este riesgo
epidémico no cae del cielo, es una amenaza conocida. Hoy tenemos la suerte de
beneficiarnos de un progreso científico absolutamente extraordinario, con
magníficas capacidades de anticipación. Los científicos ya nos advirtieron del
riesgo, no sólo de una epidemia en general, sino muy específicamente de una
epidemia de este tipo. Después de la epidemia de SARS en 2002, que ya era un
coronavirus, una serie de científicos llegaron a esa conclusión, que se tradujo
en informes oficiales, entre ellos dos informes a la Asamblea Nacional de
Francia (2005 y 2009), en los que se señalaba la alta probabilidad de que se
produjera una nueva epidemia como el SARS, causada por una zoonosis, un virus
que salta la barrera de las especies, que es de origen animal y que se propaga
dentro de la especie homo sapiens. La propia OMS, en fecha tan reciente
como 2018, estaba compilando una lista de amenazas para la salud en todo el
mundo con una serie de patógenos conocidos, en los que había insertado la
enfermedad X, porque la OMS consideraba probable que surgiera un
patógeno desconocido que podría causar una epidemia con consecuencias muy
graves, una perturbación completa de la sociedad en todo el mundo, y la OMS
consideraba probable que, de nuevo, este patógeno fuera del tipo de los
coronavirus.
Así que, al
igual que en relación al cambio climático, estamos en un escenario conocido,
donde los científicos vienen dando la voz alarma desde hace más de cincuenta
años, diciendo que si continuamos enviando gases de efecto invernadero a la
atmósfera, vamos a desequilibrar completamente el sistema climático y podría
tener consecuencias absolutamente dramáticas. Una vez más, los gobiernos lo
ignoran por completo. Como sabemos, las emisiones de gases de efecto
invernadero siguen aumentando, salvo que ahora, con la pandemia, se han
reducido sustancialmente.
El colmo del
absurdo, o la ceguera de los responsables políticos, es que con respecto a la
pandemia, en 2003, investigadores belgas y franceses llegaron a la conclusión
de que los coronavirus son una categoría de virus muy estables y que, por
tanto, sería posible encontrar con bastante facilidad un tratamiento que fuera
válido no sólo para el SARS-1, sino también para otros coranovirus que vendrían
después. Estimaron el costo de esta investigación en 200 o 300 millones de
euros. Obviamente necesitaban subvenciones públicas. No las obtuvieron.
Los gobiernos consideran
que la investigación sobre los medicamentos pertenece a la industria
farmacéutica. Y la industria farmacéutica no investiga por el bien de la
humanidad o la salud pública, sino con fines de lucro. Por lo tanto, necesita
un mercado y clientes solventes. Como la epidemia del SARS había terminado, ya
no había mercado, ni clientes, así que la investigación no se realizó. Esto
ilustra la naturaleza de la actitud política de quienes toman las decisiones y
de los líderes económicos ante las grandes amenazas ecológicas de las que ahora
forma parte la pandemia, su incapacidad para tener en cuenta lo que se
conoce y las advertencias que se les hacen.
Esta sordera o
ceguera se debe principalmente al hecho de que las y los responsables políticos
están completamente subordinados al dictado imperativo del beneficio
capitalista a corto plazo, y por lo tanto no ven más allá de sus narices.
En segundo lugar, hay una razón más ideológica: están intoxicados por la
ideología del capitalismo, la ideología neoliberal. Consideran que las leyes
del mercado son más fuertes que las leyes de la biología para el virus o las
leyes de la física para el cambio climático. Consideran que las leyes de su
sistema económico son leyes naturales superiores y que el mercado arreglará todo
si algo sale mal. Ahora más que nunca, vemos que el mercado no lo resuelve
todo: si vamos a pedir máscaras a China para proteger a los cuidadores de
nuestro país pero China está bloqueada por la pandemia, no hay más máscaras y
no estamos protegiendo a las cuidadoras y cuidadores, ni a la ciudadanía. Tan
simple como eso.
V
La gestión de
la pandemia. Todos los políticos de hoy en día se ven obligados a gestionarla,
incluso aquellos que no pensaban que tenían que hacerlo, como Trump, Johnson o
Rutte, que querían dejar que el virus se propagara y la comunidad se volviera
inmune. Incluso esas personas se ven obligadas a retroceder apresuradamente. No
hacer nada, como defendieron al principio, no sólo será más costoso para el
sistema capitalista, sino que tendrá un coste muy caro en términos electorales,
y para Trump, por ejemplo, esto no es pecata minuta, ni mucho menos. Así
que todos nos dicen lo mismo: que es una cuestión de bien común y que todo el
mundo debe unirse tras los ilustrados líderes para luchar contra el virus. Por
supuesto, tenemos que respetar las instrucciones de seguridad: permanecer
confinados, respetar la distancia física (en lugar de la social)... No hacerlo
sería irresponsable, pero respetar las instrucciones de seguridad no significa
someterse a la lógica política que hay detrás de ellas. Esa lógica es una
lógica de clase, de capitalismo puro. La primera prioridad de esa lógica es
minimizar el impacto de la pandemia en el sector productivo, donde se obtiene
el beneficio, que es el corazón de la economía capitalista y por eso se envía a
los trabajadores y trabajadoras a trabajar en sectores que no son esenciales.
La segunda
prioridad en esa gestión de la pandemia es no cuestionar la política
antisocial, los planes de austeridad que se han impuesto hasta ahora,
especialmente en el sector de la asistencia [sanitaria], de ahí el exceso de
carga de trabajo de todos los trabajadores y trabajadoras de estos sectores.
Obviamente la condición para que esta ecuación sea equilibrada es cesar todas
las actividades sociales, o culturales o personales que no entren en esas
categorías; de ahí el encierro y el confinamiento.
También existe
una preocupación política que se suma a estas consideraciones: todos (o la
mayoría) de los gobiernos se enfrentan a una terrible crisis de legitimidad, la
gente ya no cree en ellos y quiere un cambio. La pandemia ofrece una
oportunidad para que los líderes se presenten como señores de la guerra, como
lo hace Macron en la televisión; con el pretexto de luchar contra la pandemia
se están implementando fuertes mecanismos de autoridad. Un caso de libro de
texto es el de Orban en Hungría, que se ha erigido en dictador para la gestión
de la epidemia. Estamos en la lógica descrita por Michel Foucault: la
biopolítica unida a la "vigilancia y el castigo". Esta es una
advertencia seria, porque la pandemia es grave, pero no es comparable con el
impacto del cambio climático si se produce un cambio hacia un cataclismo
climático con un aumento del nivel del mar de 2 o 3 metros.
La gestión de la
pandemia nos da una imagen de lo que podría ser la gestión capitalista de tal
situación, que evidentemente no verán venir y que estarán obligados a
gestionar. Volverán a priorizar los mismos tipos de medidas: prioridad a la
producción, pondrán las libertades, la vida social, la vida cultural en
cuarentena y, en nombre de la lucha contra la epidemia, se otorgarán poderes
especiales y crearán un Estado fuerte.
VI
Obviamente, el
objetivo estratégico de la gestión sanitaria [para los poderes actuales] es relanzar
la máquina capitalista, que por el momento está completamente averiada a causa
de la pandemia. La situación va a conducir a una crisis económica de gran
escala, peor que la crisis financiera de 2007-2008. Hoy en día, para hacer
frente a la situación, los gobiernos tienen que dejar de lado sus políticas
neoliberales: la Unión Europea ha congelado el pacto de estabilidad
presupuestaria y sus objetivos de deuda cero/déficit cero. Están obligados a ir
más lejos, están obligados a cuestionar no sólo un cierto número de dogmas
neoliberales sino también un cierto número de reglas capitalistas, por ejemplo
la sacrosanta libertad de empresa: se habla de nacionalizaciones y
expropiaciones. En otras palabras, debemos salvar el capitalismo puesto en
peligro por el capital. Esto no significa de ninguna manera que ya haya una
ruptura con el neoliberalismo y mucho menos con el capitalismo. Por el
contrario, significa que se está preparando una ofensiva social a gran escala
ante la cual las clases trabajadoras deben estar preparase para responder.
Voy a ceñirme
aquí al impacto ecológico de un renacimiento de la economía capitalista. Este
impacto es muy peligroso. François Gemenne (miembro del IPCC, coautor del Atlas
del Antropoceno) no se equivoca al afirmar que la crisis del coronavirus es
una catástrofe climática. Porque el discurso que vamos a escuchar es el de dar
prioridad a la economía, a la recuperación, utilizando el empleo como pretexto.
A partir de esa lógica, para reactivar la economía se planteará descender los
objetivos climáticos, relajar las regulaciones ambientales que son demasiado
rígidas, y así sucesivamente. Pero François Gemenne tampoco tiene razón: todo
esto no se debe al Coronavirus; por el contrario, esta crisis demuestra hoy que
podríamos reducir radicalmente las emisiones de CO2 en torno a un
7%/anual si produjéramos y transportáramos menos mercancías en el planeta. El
peligro no proviene de la crisis del coronavirus sino de la respuesta
capitalista a esta crisis del coronavirus, y es tanto más grande cuanto que la
crisis del coronavirus está siendo utilizada como pretexto o cortina de humo
para responder a una crisis económica que comenzó antes de la pandemia.
Tenemos que
estar preparados para un ataque muy duro, porque van a poner en la balanza, como
suele ocurrir en el capitalismo, el empleo por un lado y la defensa del medio
ambiente por otro. Sin embargo, hay una contradicción muy importante en esta
voluntad de ir a la ofensiva: es que el deseo de relanzamiento y de dar
prioridad al capital y a su rentabilidad va en contra del sentimiento de la
gente, que piensa que hemos ido demasiado lejos con la economía, con el
beneficio, que nos hemos olvidado de lo social, de la salud y de la atención a
las personas. Esta contradicción es un gran obstáculo para la ofensiva
capitalista que quieren llevar a cabo los gobiernos. Porque a la luz de la
crisis de la pandemia, los cuidados tienen un contenido muy concreto. Se trata
de evitar otras pandemias que podrían ser más graves y que tendrían el mismo
origen en la destrucción de los ecosistemas.
La conclusión
es obvia: si queremos evitar otras pandemias, tenemos que abandonar la
agroindustria, la agricultura industrial, tenemos que detener la deforestación,
necesitamos una reforma urbanística a largo plazo que deconstruya todas estas
megalópolis y construya ciudades más interconectadas con entornos naturales o
seminaturales. Para combatir las pandemias, necesitamos sobre todo agua limpia,
a la que no tienen acceso cientos de millones de personas. El agua debe ser
pública y no debe utilizarse para regar las plantaciones agroindustriales. Del
mismo modo, si queremos establecer sistemas de salud robustos, capaces de hacer
frente a las nuevas pandemias del antropoceno, deben ser radicalmente
refinanciados. Para ello, hay que hacer pagar a los accionistas y cancelar la
deuda de los países del Sur. Cuarenta y seis países gastan más dinero en pagar
los intereses de la deuda que en atención sanitaria. La cancelación de la deuda
es una condición sine qua non para luchar contra las pandemias.
También está el
cambio climático en sí mismo: sabemos que, probablemente, el derretimiento del
permafrost liberará antiguos virus o bacterias que se propagarán a través de
los trabajadores de las minas de estas zonas. Por eso es absolutamente
necesario respetar el objetivo fijado en París de un calentamiento máximo de
1,5°C, y, por lo tanto, socializar la energía y las finanzas.
En resumen, se
trata de tirar del hilo de los cuidados -un tema desarrollado por las
(eco)feministas- para desentrañar todos los objetivos anticapitalistas. Se
trata de reformular la alternativa ecosocialista a partir de este punto de
vista: partir del gran cambio que supone el que hoy en día la conclusión que la
gente extrae de la crisis es que se necesita dar una prioridad mucho mayor a la
salud, el bienestar y el cuidado, y que para ello hay que poner los medios.
Esto representa un importante punto de inflexión estratégico, porque durante
décadas los ecosocialistas se han enfrentado a un problema: que la lucha ecológica,
aunque social a largo plazo, parecía estar en contradicción con el bienestar
social a corto plazo. Ahora, con este gran cambio, con la irrupción de los cuidados,
los dos temas se superponen, lo social y lo ecológico coinciden, liderar la
lucha social es liderar una lucha ecológica.
Es este punto
de inflexión el que debemos tratar de aprovechar y cuya oportunidad debemos
ver. Tiene consecuencias inmediatas y tenemos que empezar esta lucha desde
ahora, luchando contra este sistema y contra proyectos productivistas como el
5G, luchando para que la salud salga definitivamente del mercado, sea
refinanciada y para que la industria farmacéutica sea confiscada, para que los
bancos sean socializados, etc.
*Transcripción
de la viodeoconferencia ofrecida por Daniel Tanuro realizada el 1/04/2020:
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