Las políticas económicas neoliberales matan. Hay que
cambiarlas
(El profesor Viçen Navarro / JOAN SANCHEZ)
Por Vicenç
Navarro
rebelión
Fuentes: Público
04.04.2020
El impacto de
la pandemia del coronavirus en el deterioro de la calidad de vida y bienestar
de las poblaciones (y, muy en particular, de las clases populares), así como la
respuesta de los Estados para intentar contenerla están afectando todas las
dimensiones sociales, económicas, políticas y culturales de cada uno de los
países impactados por este fenómeno. Poca gente podría haber imaginado hace
solo cuatro meses que, hoy, casi una tercera parte de la población mundial
estaría viviendo en condiciones de confinamiento, incluidas las tres cuartas
partes de la población que viven en el mundo capitalista desarrollado. Y lo que
es también extraordinario es que, como consecuencia de la pandemia y de las
medidas tomadas contra ella, la economía mundial está sufriendo una crisis
sin precedentes.
Como resultado
de todo ello, es más que probable que la cultura económica del mundo
post-pandemia sea diferente a la del mundo actual. Y uno de los cambios será
(ya lo está siendo ahora) el gran descrédito de los dogmas que han
orientado el pensamiento económico dominante en la época pre-pandemia –el
neoliberalismo–, y cuya aplicación a través de la imposición de las políticas
públicas (derivadas de tal dogma) está causando tanto sufrimiento. Dicho dogma
(que continúa siendo dominante en los establishments político-mediáticos de la
Unión Europea) ha mantenido la tesis de que el éxito de la actividad
económica tenía que basarse en la austeridad del gasto público social,
conseguida a base de recortes que han dejado a los países afectados por la
pandemia sin los medios necesarios –como por ejemplo sanitarios y de servicios
sociales– para protegerse frente a ella. No es sorprendente que, en general,
aquellos países donde tales políticas neoliberales se han aplicado con
mayor dureza sean hoy también los países donde el daño causado por la pandemia
está siendo mayor (ver mi artículo «Las consecuencias del neoliberalismo
en la pandemia actual», Público, 17.03.20). España, Italia y
EEUU son claros ejemplos de ello. Son los países que tienen mayores índices de
mortalidad debido a la pandemia hoy en el mundo, resultado en gran parte del
debilitamiento de sus sectores sanitarios y sociales (así como otros
esenciales), consecuencia del empobrecimiento del sector público y de la
expansión del privado como resultado de las políticas de recortes del gasto
público social llevadas a cabo por gobiernos conservadores, liberales y
socioliberales. Es en estos tres países del mundo occidental donde está
habiendo más muertes por coronavirus (en parte, debido a la gran escasez de
respiradores) y donde hay un porcentaje mayor de profesionales y trabajadores
del sector sanitario que han sido contagiados por el coronavirus, resultado de
la escasez de material protector. Los datos hablan por sí mismos. Según
datos de la Global Health Expenditure Database (de la
Organización Mundial de la Salud), entre 2009 y 2017 el gasto público sanitario
gubernamental como porcentaje del PIB descendió en España de un 6,4% a un 5,9%,
y en Italia de un 7% a un 6,5%, mientras que en EEUU –punto de inspiración del
modelo neoliberal– apenas creció de un 4,2% a un 4,5%, con una cobertura
sanitaria muy limitada, con casi 30 millones de estadounidenses sin protección
sanitaria; por otro lado, según datos de la OCDE, entre 2008 y 2016 España
redujo sus camas hospitalarias por cada 1.000 habitantes de 3,2 a 2,97, Italia
de 3,79 a 3,17 y los Estados Unidos de 3,13 a 2,77. Aquí en
Catalunya, los recortes del gasto público sanitario fueron de los más acentuados
en España y en la UE-15. Se recortaron 1.500 millones de euros, y se
eliminaron 1.100 camas hospitalarias, reducciones que han afectado muy en
particular a las clases populares, todo ello mientras se reducían los impuestos
de sucesiones y de patrimonio para las clases de renta superior. Los recortes
más acentuados fueron los realizados por el gobierno de Convergència
(partido neoliberal), hoy JxCat, siendo presidente de la Generalitat
de Catalunya el Sr. Artur Mas y Consejero de Sanidad el Sr. Boi Ruiz,
presidente de la Patronal Sanitaria privada, cuyas primeras declaraciones como
máxima autoridad de la sanidad pública catalana fueron animar a la población a
que contratara un seguro de sanidad privado. Toda esta realidad quedó
ocultada por el llamado «procés» independentista, dirigido por tal partido,
cuyo apoyo procede mayoritariamente de las clases de renta superior y media
superior.
El
neoliberalismo mata
Repito, la
evidencia de que los países en el Atlántico Norte que han sufrido más debido a
la pandemia son aquellos que han aplicado con mayor severidad las políticas de
austeridad, así como reformas laborales regresivas, tales como los tres citados
(ver mi artículo en Público «Lo que se está ocultando en el
debate sobre la pandemia«, 24.03.20) es abrumadora.
La respuesta de
dichos países a la pandemia ha sido intentar cubrir las enormes deficiencias de
sus sistema público sanitario a base de comprar material para curar a los
enfermos y para proteger a los profesionales del sector, pues es en estos países
donde hay mayor demanda para que se obtengan dichos materiales, pero esta
alternativa está resultando ser, como era previsible, insuficiente, incluso
para alcanzar los objetivos limitados definidos por sus gobiernos, importantes
(como conseguir mascarillas para todos los profesionales y trabajadores de los
sectores esenciales), pero, repito, insuficientes, pues la medida correcta
sería conseguir mascarillas para toda la población. La OMS, por fin, ha
admitido que los países que han tenido más éxito para controlar la pandemia han
sido aquellos, como Corea del Sur, donde las mascarillas fueron utilizadas por
toda la población (así como los guantes) a fin de protegerse del contagio.
Es urgente
cambiar el tipo de producción económica en el país
La primera respuesta
de estos países a tales déficits ha sido, pues, intentar resolver la demanda
por la vía mercantil, es decir, comprar los materiales en el mercado
internacional, donde estamos viendo que hay una gran saturación provocada por
una carencia global de tales productos, motivo por el cual sus precios se han
disparado, alcanzando cifras astronómicas. Y como un signo del deterioro
de tal mercado, se han establecido malas prácticas de todo tipo, incluyendo la
devolución masiva de productos defectuosos ya adquiridos, tales como
mascarillas (hecho que ha ocurrido con autoridades públicas en EEUU, España,
Italia, Países Bajos y otros países importadores de dichos productos),
provenientes en su mayoría de fábricas (muchas de ellas, ilegales) en China. Y,
para complicar más las cosas, dentro de los mismos países
importadores, varias autoridades a distintos niveles (sean CCAA en España,
regiones en Italia o Estados en EEUU) han estado compitiendo entre ellas para
conseguir cuanto antes estos materiales tan necesarios, competición que ha ido
en contra de los intereses de los compradores y a favor de los intereses de los
proveedores.
La enorme
insuficiencia de este mecanismo mercantil está creando una protesta popular muy
extendida, exigiendo a los Estados que cambien sus prioridades y resuelvan esta
escasez de otras maneras. Ello explica la creciente presión para que haya una
transformación profunda del sistema productivo industrial, dando prioridad al
bien común sobre cualquier otra consideración, exigencia que puede tener un
impacto enorme en el orden político y económico de estos países. Existe ya una
creciente demanda popular (que se refleja en el aplauso diario de las 8 de la
tarde en honor de los profesionales y trabajadores sanitarios de todos estos
países –EEUU, España e Italia– que están arriesgando sus vidas para salvar las
vidas de los enfermos de coronavirus) para exigir a las autoridades públicas
que antepongan el bien común a todo lo demás, haciendo lo posible e imposible
para obtener tales materiales. Así, estamos viendo ya cómo en Italia, bajo
la presión popular, hay cambios en las políticas públicas exigiendo, por
ejemplo, a industrias textiles del país que sustituyan la fabricación de
vestidos de alta costura (destinados a la población de renta superior) por
la producción de mascarillas, batas y otras prendas que se necesitan
urgentemente entre los trabajadores y profesionales de la sanidad y de los
servicios sociales, así como de otros servicios esenciales. Y en EEUU,
bajo los poderes del Estado federal, la industria automovilística (y, muy
en especial, General Motors) está sustituyendo la producción de coches por
la producción de ventiladores, que pueden significar la diferencia entre la
vida o la muerte para los enfermos graves de coronavirus en aquel país.
Ha sido la
presión popular canalizada entre otros por el gobernador del Estado de Nueva
York (el estado con más afectados de EEUU), Andrew Cuomo, lo que ha forzado al
presidente Trump a utilizar la Ley de Alarma General para forzar a la industria
manufacturera, incluyendo la automovilística, a producir dichos
respiradores. El presidente Trump, representante de la ultraderecha
neoliberal y el más acérrimo enemigo del Estado federal, se ha visto forzado a
tomar esas decisiones debido, como digo, a la presión popular, unas medidas a
las que se había opuesto en un principio argumentando, predeciblemente, que
dicha intervención estatal transformaría EEUU en un país como Cuba o Venezuela,
argumentos que se volvieron en su contra cuando el gobernador de Nueva York le
respondió que el tema a discutir no era «intervención del estado federal sí o
no», sino el «objetivo de tal intervención», pues EEUU es el país con
mayor intervención federal en el desarrollo económico del país, intervención
que se realiza a través del enorme gasto militar, incrementado todavía más por
el presidente Trump, el cual ha utilizado la máxima ley de alarma en múltiples
ocasiones para forzar al sector industrial a que produzca primordialmente para
responder a las necesidades del establishment militar. Con el argumento de que
el gobierno federal no debía intervenir para forzar al sector industrial a
producir productos que prevendrían la muerte de ciudadanos, Trump mostraba
de una manera clara su visión de lo que más le importa. Como lo acusó Cuomo,
prefería más proteger los intereses del establishment militar y las grandes
empresas de defensa que los intereses de la ciudadanía. La creciente
popularidad de un movimiento social que se está expandiendo rápidamente en el
país ha forzado a Trump a cambiar su estrategia, favoreciendo el
intervencionismo federal en el sector industrial con finalidades
sociales. Sería deseable que algo semejante ocurriera en España.
La importancia
del bien común sobre el particular
Todos estos
hechos muestran cómo, gracias a la presión popular, los Estados están tomando
mayor protagonismo, interviniendo activamente en la reconversión industrial,
anteponiendo el bien común a cualquier interés particular minoritario. Esta
petición se está extendiendo a otros sectores, expresando un gran hartazgo
popular contra las políticas neoliberales y los intereses económicos y
financieros que las han promovido, y también contra los economistas a su
servicio y su excesiva influencia sobre el Estado y sobre los medios de
información y comunicación. Es por esta razón que el intento, en España,
de aprovechar el enorme sufrimiento ciudadano para intentar desgastar al
gobierno de coalición de izquierdas que están haciendo los partidos
conservadores (como el PP en España) o neoliberales (como Vox, Ciudadanos o
JxCat), presentándose como los grandes defensores de la ciudadanía frente al
gobierno, acusándolo de incompetente, es de un cinismo extremo, pues fueron
ellos –y sus políticas de austeridad- los que causaron la indefensión de la
población, debilitando los servicios públicos. La rebaja de impuestos a las
rentas superiores, la privatización de los servicios públicos y los recortes
del gasto público sanitario y social son los que causaron el exceso de
mortalidad (mucho mayor que en otros países). Estos partidos políticos han sido
responsables de la situación extrema a la que se ha llegado en este país. El
gobierno de coalición ha abierto un nuevo capítulo de esperanza. Pero se
requieren pasos más radicales, pues la tragedia es enorme. Y es ahí donde se
debería redefinir la relación entre lo público y lo privado para priorizar lo
primero sobre lo segundo, a fin de conseguir el bien común por encima de
cualquier otra consideración. El gobierno de coalición ha estado tomando
medidas de gran importancia, que se irán extendiendo como resultado de la
presión popular, que siempre verá lo público y no lo privado como la mejor
garantía para su salud, calidad de vida y bienestar. El orden económico actual,
que prioriza lo privado sobre lo público, ha perdido toda la credibilidad, pues
comparte la responsabilidad de que haya una mortalidad tan alta en este país.
Así de claro.
Vicenç
Navarro ha sido Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de
Barcelona. Actualmente es Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales,
Universidad Pompeu Fabra (Barcelona, España). Ha sido
también profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins
University (Baltimore, EEUU) donde ha impartido docencia durante 48
años. Dirige el Programa en Políticas Públicas y Sociales patrocinado
conjuntamente por la Universidad Pompeu Fabra y The Johns Hopkins University.
Dirige también el Observatorio Social de España. Es uno de los
investigadores españoles más citados en la literatura científica internacional
en ciencias sociales. http://www.vnavarro.org/
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