La patronal catalana propone un ‘capitalismo inclusivo’ frente al auge las
movilizaciones populares.
DIARIO OCTUBRE/ 29.10. 2019
En cuanto el
pueblo de Chile saltó a la calle y en cuanto el terror policial no pudo
contener la marea de protestas, al gobierno de Piñera le faltó tiempo para
anular la subida del billete del metro de Santiago, subir los salarios y las
pensiones.
Varias empresas
chilenas ni siquiera quisieron esperar para hacer lo propio porque “más vale
prevenir que lamentar”.
Lo mismo ha
ocurrido en Catalunya, donde la patronal Foment del Treball ha desempolvado del
viejo baúl de los setenta eso que ahora llaman “capitalismo inclusivo”, a
saber, los pactos sociales, la renta básica, las subidas del salario mínimo…
Eso que se disfraza con un “mejor reparto de la renta”, más “equitativo” y bla
bla bla bla bla bla… Sólo les ha faltado proponer una nueva “reconciliación
nacional”, como en 1977.
¡Quién lo iba a
decir! La patronal sólo se acuerda de Santa Bárbara cuando oye los truenos, o
sea, cuando las barricadas bloquean las calles y se vuelve difícil lograr que
los descontentos vuelvan a sus casas.
Así están las
cosas: mientras Pedro Sánchez no le coge el teléfono a Torra, la patronal habla
de “pacto social” porque ha decubierto una de las claves de la situación en
Catalunya: da lo mismo lo que digan o hagan los partidos, dan lo mismo las
elecciones y los escaños, las instituciones no pintan nada (salvo las que
empuñan la porra)… El juego ha salido a la calle y hay que impedir que eso se
reproduzca.
¿Que podemos
decir de los exquisitos que andan por ahí diciendo que lo de Catalunya es una
lucha nacionalista y consiguientemente sinónimo de burguesa? Si fuera propio de
la burguesía salir a la calle a recibir palos de la policía no sería necesario
ningún pacto social.
Catalunya tiene
las mismas carcterísticas que otros países capitalistas al borde de un
estallido social, como los que han proliferado en este mes de octubre en todo
el mundo. No sólo acecha una galopante crisis económica sino, además, una
crisis política que la propia represión ha convertido en irreversible.
No hay más que
leer las pancartas que encabezan las manifestaciones en Catalunya para que
hasta el más inepto acabe de entender que lo que comenzó en 2017 con un inofensivo
referéndum se ha convertido una batalla antifascista en toda regla. Muchos
creyeron enfrentarse al centralismo y han descubierto el fascismo, la cárcel y
los palos en las costillas.
Ha sido el
propio Estado el que les ha quitado la venda de los ojos y, en efecto, si la
patronal no maniobra rápido, el descontento se les puede ir de las manos. En
Ecuador han maniobrado, en Chile han retrocedido… Pero aquí, ¿qué piensan
hacer?, ¿dejarlo todo como está para las próximas elecciones?
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