Sólo los ilusos y los más prístinamente plenos de bue fe y mejores intenciones, pero únicamente ellos, podrían esperar del mejor y más idílico acuerdo de gobierno entre los representantes no oficiales del Banco de Santander, como cabeza más gorda del capitalismo en España, que no español, y Unidas Podemos para foramr gobierno y evitar las elecciones. La política, esfera a la que pertenece el gobierno, únicamente es un elemento en los que se basa la sociedad, que en el mejor de los casos (que en la práctica tampoco se daría) sería la esfera que podrían dominar PSOE y Unidas Podemos, pero quedarían (y van a quedar) sin tocar ni la economía (forma de producir y distribuir lo producido) ni la ideología ( la aceptación social tanto de la forma como se produce como de la forma de distribución de lo producido) que son las dos esferas, junto a la politica, las que determian y configuran cualquier sociedad.
Los problemas económicos, políticos e ideológicos que padecemos no se han generado de forma espontánea ni es justo castigo impuesto por la providencia porque seamos unos pecadores natos. Tampoco lo ha originado la inmensa cantidad de sinvergüenzas e indignos personajes y personajillos que se han acercado a la política. Estos son los cabecillas y algunos encargados menores de defender y mantener inalterables los intereses de los grandes capitales, cada vez menos nacionales y más internacionales, es decir, los cabecillas y encargados menores de mantener las relaciones de explotación capitalistas (económicas, política e ideológicas). Y es en estas relaciones d explotación capitalistas donde se hayan el origen de todos los problemas que hoy tenemos, qu eno se pueden solucionar dentro de lso parametros capitalistas, y que por la propia naturaleza del capitalismo se irán incrementando paulatinamente, y únicamente como botón de muestra se expone el artículo de más abajo, referido al capitalismo en Argentina, aunqneu si bien se mira con prestar atención a lo que sucede en España no nos hace falta ir a Argentina.
Al capitalismo le podemos llamar como le queramos llamar, por ejemplo: toma que toma que toma que toma que toma que..., y así podríamos estar durante sie smeses, pero al cabo de los cuales, el capitalismo seguiría siendo lo que es, la explotación de unos por otros, porque los nombres no cambian la naturaleza de las cosas.
Parece lógico, si el origen de losproblemas esta en la propia naturaleza del capitalismo, habrá que acudir a la ráiz del problema y no a sus efetos o consecuencas, aunque de forma inmediata haya de acudirse y actuar sobre las cosecuencias para paliarlas, que es a lo sumo a lo más que podría aspirar el mejor de los acuerdos entre PSOE y UP.
¿Y antes este panorama en caso de elecciones qué hacemos? Yo desde luego votar. Y votar a Izquierda Unida, a sabiendas de que un simple cambio de gobierno no va a cambiar nada. Para que el cambio comience su proceso hace falta lo que no tenemos: conciencia de clase trabajadora, que s epodría impulsar desde el gobierno, para lo que haria falta, que no tenemos, o si la tenemos está en su fase pre embrioanria: la organización social y política efectiva de los trabajadores que se encuentra en el grupo social español de más del 99% de su población, la que dispone de menos del 20% de la riqueza nacional, frente y en contra de los intereses del 0,0034% de la población española (unas 1.400 familias) que disponen de más del 80% de la riqueza nacional, riqueza que, por otra parte, ellos no han creado. La riqueza la crean los trabajadores con su trabajo.
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Hambre: No es Biafra, es la
Argentina de Cambiemos
TERCERAINFORMACIÓN
14/09/2019
“No se necesita dictar una emergencia masiva como
si fuera Biafra.
No discuto que hay problemas, pero tampoco falta la
presencia del Estado"
Senador Miguel Pichetto, candidato a vicepresidente de
Mauricio Macri,
“No debiera hacerse política con la emergencia
alimentaria”.
Ministro de Educación Alejandro Finocchiaro
La emergencia alimentaria es "un slogan de
campaña".
Secretario de Cultura Pablo Avelluto
Entre el 30
de mayo de 1967 y el 15 de enero de 1970 la región sudoriental de Nigeria, con
sus 13 millones de habitantes, se convirtió en Biafra al proclamar
su independencia, constituirse como república y tomar el nombre del golfo
sobre el que recuesta sus costas. El bloqueo económico fue inmediato, la guerra
de reconquista también y la rendición secesionista rápida. La falta de
alimentos, de recursos para proveer a la población asediada y la destrucción de
los cultivos generaron una hambruna que afectó especialmente a niñas y niños,
en su mayoría del pueblo igbo. El hambre y la desnutrición aguda costaron la
vida de un número tan incierto como aterrador de personas, estimado entre
500.000 y 2 millones de personas, en buena medida por falta de comida.
La
descripción pareciera darle la razón al senador saliente por Río Negro, Miguel
Pichetto: la Argentina no es Biafra.
En los
últimos tres años y medio, cada mes, cada día, son más las niñas y los niños,
los adolescentes, sus abuelos y, más recientemente, también sus padres y sus
madres sin trabajo ni changa, los que hacen cola en los comedores de los
movimientos populares, de las iglesias y las escuelas, de cualquier casa, club,
casilla, galpón, tinglado, en el que una olla tiznada, calentada a leña, va
convirtiendo en guiso lo que haya, lo que venga, lo que se consiga con la
solidaridad barrial, el compromiso organizado, con la voluntad de los negocios
empobrecidos del barrio o de empresas más grandes y, también con el aporte de
los gobiernos de la Nación, de las provincias y los municipios. Con ese
desembolso oficial, el vecindario, la militancia, los curas en opción por los
pobres, los pastores, los maestros y las maestras, apenas cubren entre el 30 y
el 40% del gasto en comestibles, el resto lo aporta la red solidaria que se
teje alrededor de cada uno de los miles de comedores o merenderos que atienden
un promedio que supera las cien personas por día.
Cuando el
día empieza a anochecer, nuevos caminantes aparecen con las primeras sombras
que los edificios proyectan sobre las avenidas de las localidades del Gran
Buenos Aires. Familias enteras, recién caídas en la indigencia, con carritos
improvisados, con cochecitos de bebés que ya caminan, debutan en los últimos
meses en la búsqueda en los tachos de basura, meten en sus bolsas de plástico
la cena que encuentran en los desperdicios que otros descartan. En la gran
ciudad, los más jóvenes se meten de cabeza a revolver en los basureros que el
intendente Horacio “si vos querés” Rodríguez Larreta intenta clausurar con
candados, para espantar con una llave la miseria creada por el gobierno del que
forma parte.
En las
afueras, en los grandes baldíos que rodean a los municipios muchas veces
convertidos en basureros por obra de las coimas que evitan el traslado hasta
los vertederos que corresponden por ley u ordenanza, también aumentó la
cantidad de familias que van a buscar entre los restos. Conocen el horario en
el que llegan los camiones con los productos vencidos de los supermercados;
además de comida, apuntan a la leña, la ropa, a cualquier material que
consideren con un mínimo valor de reventa o de trueque.
Esta penosa descripción pareciera mostrar que, aunque no es Biafra, la Argentina de Cambiemos -la alianza conformada por el PRO, la Unión Cívica Radical, la Coalición Cívica y el tardío Pichetto- se le parece bastante.
Comer y no
morir en el intento
En esta
Argentina -que no queda en Nigeria, en estos Vicente López, Quilmes, Matanza,
Moreno, José C. Paz…, que no son Biafra-, más del 40% de los niños, niñas y
adolescentes viven por debajo de la línea de pobreza; la mitad sufre
privaciones de sus derechos. El número de asistentes a los comedores se
multiplica, solo en lo que va de 2019 aumentaron entre el 50 y el 100%
las personas que buscan su único plato de comida diario. Los merenderos sí se
“reperfilaron”, para ofrecer comida y los comedores pasaron de abrir cinco días
a hacerlo también sábado y domingo, para cubrir el agujero que provoca en la
alimentación el cierre del fin de semana de las escuelas. Atienden a todo el
que llega, aunque no esté en la lista de sus usuarios habituales. Sus
organizadores, solidarios de cualquier color, mientras pudieron replicaron la
tarea en otros locales del mismo barrio, hasta que los suministros no
alcanzaron más y detuvieron la “expansión”.
El cálculo,
flojo de registros formales, hoy ubica en 4.000.000 a las argentinas y los
argentinos que concurren a esta última frontera contra el hambre en un país
que, como se ufana el propio presidente Mauricio Macri, produce alimentos para
400 millones de personas (en realidad para 500 millones). Sólo en el Conurbano
bonaerense, los movimientos sociales mantienen funcionando más de 1400 lugares
de ese tipo y no abren más porque ya no hay piedra por exprimir y conseguir más
recursos.
La
organización político social de mayor peso organizativo y de movilización, el
Movimiento Evita, es responsable de 600 de esos comedores solo en el Gran
Buenos Aires. Uno de sus diputados nacionales, Leonardo Grosso, con el apoyo de
todos los bloques políticos de la Cámara baja, impulsó la iniciativa “Comer
bien: Con hambre no hay futuro”, destinada a crear un Registro Único Nacional
de comedores, merenderos y ollas populares; capacitar en educación popular,
nutrición y violencia de género para las trabajadoras de merenderos y comedores
y contribuir a una “Cultura del Encuentro” que impulse acuerdos amplios para
resolver la problemática.
La calle
ordena
Del mismo
modo que el relato macrista convenció en 2015 a una parte del sector social más
vulnerable del país a votar en contra de sus propios intereses, su trabajo de
comunicación e influencia cultural hizo invisibles a situaciones evidentes. La
real realidad, como siempre y tarde o temprano, le pelea a los aparatos
ideológicos, al mensaje de los medios, y termina por filtrarse.
A los pocos
meses de la llegada del nuevo gobierno comenzaron a verse más personas
durmiendo en la calle, grupos familiares en las puertas de cines, bancos, en
las plazas; sin embargo, fueron “invisibles”, incluso hasta para quienes
pasaban a su lado y sufrían por ellos. Hasta que una ola de frío, la de julio
de este año, llenó los clubes, las iglesias, las unidades básicas, de gente en
situación de calle que escaló hasta la tapa de los diarios y esa
realidad, tan negada como conocida, pasó a ser protagonista de la
cotidianeidad, a mostrar las consecuencias del desempleo, la pobreza y
los tarifazos.
Poco
después, comedores, merenderos, templos y capillas, empezaron a recibir chicos
con hambre; en las escuelas; nenas y nenes aparecieron con tapers… para
llevarse a sus casas parte de lo que les daban, para los hermanitos no
escolarizados; sin embargo, salvo para las decenas de miles de personas que
armaron esa retaguardia solidaria, fueron “invisibles” durante años. Hasta que
el volumen del drama y su instalación en el espacio compartido, incluso en el
ombligo nacional demarcado por el Obelisco porteño y su “avenida más ancha del
mundo”, logró romper esa venda entretejida de prejuicios e ignorancia y, ahora,
esta semana, todo el mundo entiende que “emergencia alimentaria”, quiere decir
“hambre”, una palabra tan sencilla como terrible.
La situación
desesperante que atraviesan millones de familias y las manifestaciones
callejeras a lo largo de los últimos tres años y medio, en reclamo de
Emergencia Alimentaria, Integración Urbana, Infraestructura Social, Emergencia
en Adicciones y Agricultura Familiar, lograron que las problemáticas reales
lograsen visibilidad, sobre todo la del hambre.
De aquellas
situaciones y de estas comprensiones se nutrió el urnazo antigubernamental del
11 de agosto pasado, en el que cada carencia terminó siendo un voto contra el
Juntos por el Cambio que desordenó la vida de todos los sectores sociales y de
todas las familias argentinas. La ola que encabeza el Frente de Todxs amenaza
con superar a cualquier candidatura del oficialismo macrista en las elecciones
generales del 27 de octubre que consagrarán de modo formal a Alberto Fernández
como presidente de la Nación. Los dirigentes relacionados con las franjas más
empobrecidas del país afirman que las propias periferias de sus organizaciones
están “al borde” de estallar, señalan que “el triunfo” fue un calmante de una
pradera seca que solo esperaba el fósforo, esa llamita que aviva cada aumento
de “el chino de la vuelta”.
Mientras
tanto, las jornadas que restan para los comicios generales están cargadas de
seguimientos del precio del dólar y el riesgo país, orejean nombres de
potenciales ocupantes de los ministerios a partir del 10 de diciembre y hasta
especulan con las consecuencias que pueden tener sobre unas finanzas en estado
de volatilidad extrema los “debates” presidenciales del 13 de octubre en la
Universidad Nacional del Litoral (UNL) y, una semana después, en la Facultad de
Derecho de la UBA entre todos los candidatos.
La
movilización constante desembocó en un escenario en el que las más importantes
organizaciones político-sociales, sindicales, agrarias, empresariales y
religiosas, reunidas en la Mesa de Diálogo y Encuentro por el Trabajo y la Vida
Digna expresaran su “urgente pedido de declarar la Emergencia Alimentaria”,
para “enfrentar la crueldad del hambre que habita en millones de familias
oscureciendo el presente, especialmente de nuestros adultos mayores, y
condiciona gravemente el futuro”, en particular “de niñas, niños y jóvenes”.
La
multisectorial reclamó una canasta básica de primera infancia y de mujeres
embarazadas o en período de lactancia, con incremento de la Asignación
Universal por Hijo al valor de una canasta básica total para un menor de 18
años, estimada al primer trimestre del año en $ 5.834; aumento de presupuesto
de comedores y huertas escolares y comunitarias; fomento de la agricultura
familiar y social; reintegro del IVA a los consumidores de menos recursos y
aumento del número de productos sin IVA de los componentes de la canasta
básica; actualización de los montos del Programa Pro Bienestar del PAMI y
aumento de la cobertura de los medicamentos para jubilados y pensionados.
Los
acuerdos, luego planteados ante los diputados nacionales de la oposición,
también exigieron la disposición de tierras públicas ociosas para convertirlas
en productoras de alimentos, trabajadas por organizaciones sociales y de la economía
popular y la agricultura familiar con miras al autoabastecimiento alimentario.
Ante la
negativa del gobierno nacional a poner en marcha una respuesta a la situación,
los parlamentarios consensuaron un proyecto legislativo único para extender la
emergencia alimentaria hasta fines de 2022, incrementar un mínimo del 50 % de
las partidas presupuestarias destinadas a las políticas públicas nacionales de
alimentación y nutrición vigentes para el año en curso, con actualización
automática cada tres meses a partir del 1 de enero próximo, a través de un
mecanismo basado en el Indice de Precios al Consumidor y la variación de la
canasta básica de alimentos. El acuerdo autoriza al Gobierno las reasignaciones
que correspondan, con la intención de facilitar los trámites necesarios para la
gestión y la transparencia en la compra de alimentos que lleguen a los
comedores, intendencias y provincias.
El conjunto
de sectores en este momento representados electoralmente por el Frente de
Todxs, decidieron convocar a una sesión especial con el fin de aprobar la
propuesta sobre tablas, con el difícil apoyo de los dos tercios de los
presentes. Kirchneristas, justicialistas, massistas, miembros del interbloque
Red por la Argentina que encabeza Felipe Solá, junto al Movimiento Evita y
Somos de Victoria Donda, PJ-San Luis, Renovador de Misiones y la
vicegobernadora electa de Santa Fe, Alejandra Rodenas, cerraron el círculo de
una estrategia que también se expresó en las urnas: movilización, acuerdo
multisectorial y unidad partidaria, pasos previos a un posterior acuerdo
multisectorial y multipartidario que, en paralelo, el jefe del espacio empezaba
a bordar en la provincia de Tucumán. Del mismo modo que “Macri fue el límite”,
decidieron que “ante el hambre no se puede esperar”.
Radiografía
rápida de una nación no africana
Las
políticas de los tres años y medio de gobierno de Macri destruyeron el aparato
productivo, dejaron a centenares de miles de personas sin trabajo y hasta sin
changas y aceleraron el deterioro de los sectores más vulnerables. Es lo que
explica que comedores y merenderos populares se multiplicasen como nunca antes.
En este país, que no es africano, el PBI cayó 2,5% en 2018 y para fin de año se
espera una nueva baja superior al 2,6%, para totalizar la caída histórica de
8,4% durante el período 2016-2019.
Según los
datos de la Universidad Católica Argentina, que siempre enrostró el
antiperonismo a los gobiernos kirchneristas, la pobreza alcanzará este año el
35%, con cerca del 8% de indigencia. Sin embargo, solo en el primer trimestre
del año los pobres ya habían superado el 34% y se estima que el dato estará por
encima del 40%, con lo cual la gestión Cambiemos habrá generado más de 4
millones de nuevos pobres.
La inflación
interanual saltó del 26,9 registrado en diciembre de 2015, al 55,8% medida
a junio de este año, con un acumulado macrista superior al 250%. El dólar
recibido a $9,87 pesos, por estos días araña los $59 pesos, contenido por el
cepo y apoyado en una tasa crediticia que cada día bate su propio récord y pasó
el 86%.
Los
servicios públicos registraron subas inauditas, con la electricidad y el gas a
la cabeza, destruyendo la vida cotidiana de la población a caballo de las subas
acumuladas del 1490 y el 1297 por ciento. La población se endeudó y los
compromisos personales saltaron hasta ubicarse entre el 25 y el 47% según
ingresos.
El desempleo
aumentó 3 puntos porcentuales, desde el 7,1% en el primer trimestre de 2015 al
10,1 por ciento en el mismo período del año en curso, el número más alto en
trece años, que trepa mucho más allá si se contabilizasen a los trabajadores
precarizados, los subocupados y los desahuciados laborales, producto del cierre
de 19.131 empresas entre junio de 2015 y junio de 2019.
Junto a esos
números, si se vuelve a mirar hacia los basureros, hacia quienes viven y
duermen en la calle o en dirección a las niñas y los niños con hambre, sin
haberse producido una guerra de secesión y en una tierra con riquezas y
alimentos, el panorama sí empieza a parecer “biafrano”:
- Cinco millones y medio de los niños, niñas y adolescentes del país -vive bajo la línea de pobreza, 42% del total. Un 8,6% de ellos se aloja en hogares que no cubren la canasta básica de alimentos, por lo que se encuentran en la indigencia, la expresión más extrema de la pobreza.
- En el último año aumentaron las enfermedades transmitidas por los alimentos, principalmente la gastroenteritis y diarreas, "posiblemente asociadas a las prácticas de búsqueda y recolección de desperdicios en basurales". Hubo más restricciones en el consumo de alimentos, tanto en su cantidad como en su calidad; las familias “saltean comidas, se suprimen comidas grupales de fin de semana, se cocina una única vez por día, los adultos a veces no comen por dejarle el alimento a los más chicos y cambia la composición de la cena”.
- Se redujo el consumo de alimentos con proteínas de origen animal, sobre todo carne vacuna y lácteos.
- La canasta de alimentos disponible en los hogares depende en gran medida del acceso a bolsones, cajas de alimentos y apoyos alimentarios y a la oferta de los comedores y merenderos comunitarios o a las escuelas y parroquias.
- La provisión de alimentos por parte del Estado resulta “insatisfactoria y de mala calidad nutricional y ese apoyo ha disminuido en cantidad y variedad, lo que se traduce en menos alimentos entregados”.
- Los efectos de la crisis económica no impactan solo en el aspecto nutricional sino que también se muestran en “aumento del malestar psicológico, expresado en problemas de conducta, manifestaciones de ansiedad y déficit de atención en niños y niñas”, con incremento de expresiones de “violencia en adolescentes, cuadros de alcoholismo y depresión".
- Los profesionales de la salud que trabajan con esa población advirtieron sobre “una fuerte disminución en la capacidad de dar respuestas, debido al recorte en el gasto público y la reducción de personal dispuestos desde el Estado” y advirtieron que están “colapsados por el aumento de la demanda y desprovistos de herramientas de intervención por el recorte en la cantidad de medicamentos, provisión de vacunas gratuitas, mantenimiento de los equipos e instrumental médico”.
- Durante el último año también aumentó la deserción escolar entre los niños, niñas y adolescentes, en especial en la transición entre el nivel primario y secundario, ante “la necesidad de incorporarse lo antes posible al mercado de trabajo”.
Los datos no
pertenecen a los equipos de Alberto Fernández y las fuerzas políticas, sociales
y gremiales que lo acompañan, forman parte de las conclusiones sobre los
"Efectos de la situación económica en la niñez y la adolescencia",
realizada por Unicef en la Argentina.
De todos
modos, mientras las Naciones Unidas se preocupan por el tema, el Frente de
Todxs tendrá que ocuparse de la búsqueda de soluciones para uno de los peores
dramas generados por el gobierno saliente, ese cuyos funcionarios creen que el
hambre es una construcción “política”, la emergencia alimentaria "un
slogan de campaña" y que ante quienes comen de la basura y escarban en la inmundicia
aseguran que no debe reaccionarse como si fuese algo parecido a Biafra.
Carlos A.
Villalba es eriodista y psicólogo argentino. Investigador asociado al Centro
Latinoamericano de Análisis Estratégico
Publicada en
Chaco Día por
Día
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