Vida, pasión y… pronta muerte del Grupo de Lima
Rebelión
Barómetro Internacional
18.06.2019
En 1945, al finalizar la segunda guerra mundial,
se constituyó un nuevo sistema internacional que daba cuenta aproximada
de la correlación política de fuerzas en el planeta, pero que en gran
medida respondió a la imposición de Estados Unidos, el gran vencedor en
la conflagración, sobre todo porque su territorio no fue tocado por el
conflicto y su aparato industrial estaba intacto. También concurrieron a
la creación de esta situación la mínima cantidad de bajas que sufrió
ese país en comparación con Europa y China y su participación de última
hora (menos de un año) en la verdadera guerra que fue la que se
desarrolló en Europa, a pesar que ha querido magnificar hasta hoy el
carácter de las acciones bélicas contra Japón en el Pacífico y Asia.
Así, Estados Unidos modeló el mundo a su medida sin poder evitar que la Unión Soviética y China jugaran un papel protagónico, la primera por su gran potencial económico y su participación decisiva en la guerra, y China, que a pesar de haber quedado devastada tras 14 años de ocupación japonesa, hizo valer sus 540 millones de habitantes (más del 20% de la población mundial) para incorporarse a la nueva instancia de poder global: el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Estados Unidos añadió a sus dos aliados europeos: Gran Bretaña y Francia. De esa manera quedó configurado el verdadero poder mundial que vino a ser complementado en 1949 con la creación de la Organización del Atlántico Norte (OTAN), brazo militar de Estados Unidos en el mundo, en alianza con países militarmente subordinados
Así, Estados Unidos modeló el mundo a su medida sin poder evitar que la Unión Soviética y China jugaran un papel protagónico, la primera por su gran potencial económico y su participación decisiva en la guerra, y China, que a pesar de haber quedado devastada tras 14 años de ocupación japonesa, hizo valer sus 540 millones de habitantes (más del 20% de la población mundial) para incorporarse a la nueva instancia de poder global: el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Estados Unidos añadió a sus dos aliados europeos: Gran Bretaña y Francia. De esa manera quedó configurado el verdadero poder mundial que vino a ser complementado en 1949 con la creación de la Organización del Atlántico Norte (OTAN), brazo militar de Estados Unidos en el mundo, en alianza con países militarmente subordinados
Pronto,
tal estructura tuvo su correlato en América Latina, solo que en su área
de influencia directa, Estados Unidos no tuvo cortapisas para diseñar un
“traje a su medida”, que se hizo efectivo tras el surgimiento del
Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) en 1947 y la
Organización de Estados Americanos (OEA) en 1948, lo cual concretó el
ancestral sueño panamericano basado en la Doctrina Monroe.
Así
como la Organización de Naciones Unidas (ONU) fue creada por 51
Estados, la OEA lo fue por 21, pero al ser expulsada Cuba en 1962 redujo
su membrecía a 20 países. Los procesos de descolonización y
desmembramiento produjeron una explosión de crecimiento que llevó a que
hoy la ONU tenga 193 integrantes y la OEA, 34, tras la salida de
Venezuela en abril pasado.
En el caso de la
OEA, estos países a los que se agregó Canadá en 1989 acompañaron a
Estados Unidos en casi todas sus acciones intervencionistas y
violatorias del derecho internacional a lo largo de cinco décadas.
México, tuvo la gloria de haber sido el único país en no haberse plegado
a la decisión del organismo de romper relaciones con Cuba.
La
OEA sirvió durante décadas para justificar, dar soporte, apoyar y
coordinar acciones que sirvieron para que Estados Unidos cometiera todas
sus satrapías en la región. Ningún país que tenga un gobierno decente
puede dar argumento alguno que explique las razones de su permanencia en
esa instancia del gobierno de Estados Unidos que tiene forma de
organización internacional.
Sin embargo, el
proceso de descolonización que vivió el planeta a partir de la década de
los años 60 del siglo pasado también llegó al Caribe, países pequeños
pero con una clase política que salvo contadas excepciones, posee una
alta formación política, cultural y educativa, un fuerte orgullo
nacional y una honra y dignidad a toda prueba, produjeron una
transformación en la correlación de fuerzas regional en favor de la
democracia, la solidaridad, la humanidad y el respeto al derecho
internacional y a la buena convivencia entre naciones. Los países
grandes de América del Sur se dieron cuenta que existían cuando fue
necesario recurrir a ellos para conseguir votos que necesitaba alguno de
sus personeros, a fin llegar a la máxima jerarquía dentro de la OEA o a
otro cargo de elección en un organismo internacional.
Antes
que la OEA, el TIAR feneció cuando quedó expuesta la falsedad de sus
sustentos durante la guerra de las Malvinas en 1982 en la que a Estados
Unidos convenientemente se le olvidó la Doctrina Monroe poniéndose del
lado de la potencia extra continental agresora, solo que en este caso se
trataba de su principal aliado, criterio suficiente para dar aval a la
embestida británica.
Posteriormente, la OEA
también comenzó a desmoronarse, los países del Caribe y otras naciones
que en ese momento tenían gobiernos independientes en la región,
presionaron hace exactamente diez años, en junio de 2009, hasta que la
OEA tuvo que aceptar la reintegración de Cuba al organismo de donde
-como se dijo antes- fue expulsada ignominiosamente en 1962. Pero la
isla de Martí y de Fidel, poseedora de una política exterior
independiente y soberana, no le interesó volver a formar parte de ese
engendro imperial. Su cancillería comunicó que: “Cuba no ha pedido ni
quiere regresar a la OEA, llena de una historia tenebrosa y entreguista,
pero reconoce el valor político, el simbolismo y la rebeldía que
entraña esta decisión impulsada por los gobiernos populares de América
Latina”.
Estados Unidos se dio a la tarea
de buscar un secretario general que viniera de las filas de quienes
aparentemente no eran sus aliados para darle un barniz progresista a la
institución. Lo encontró de la mano de la superficialidad y banalidad
habitual de José Mujica quien propuso a su ministro de relaciones
exteriores. Como es habitual, los renegados y traidores suelen actuar
con más saña y alevosía que los abiertos enemigos. Parafraseando a
Silvio Rodríguez, este tipo de alimañas necesitan “…buscarse un
rinconcito en sus altares”, es decir, en los altares imperiales. Almagro
se plegó rápidamente al ideario de la administración Trump que se ha
propuesto violentar el derecho intencional y la propia estructura del
sistema global y americano. En su alienada ambición de destruir a
Venezuela, Almagro, ni siquiera escatimó en atropellar la propia Carta
de la organización que dirige en el objetivo de lograr una expulsión que
justificara legalmente la invasión armada a la República Bolivariana.
Después de intentarlo todo sin éxito, se vio obligado a aceptar que el
objetivo no había podido ser cumplido y acató sin inconvenientes que
Estados Unidos creara una nueva instancia que se encargara de hacer lo
que la OEA no pudo. Así nació el Grupo de Lima bajo la idea de la
inminente caída del gobierno de Venezuela.
Diecisiete
países a través de diferentes modalidades se subordinaron a Estados
Unidos después que éste les ofreció participar de la rapiña que
sobrevendría a la caída del gobierno de Venezuela. Poco a poco algunos
se fueron retirando al observar que la realidad marchaba en dirección
contraria a lo que Estados Unidos les había prometido. Los caribeños que
participaron de este inédito método de cartelizar la política, propia
de organizaciones mafiosas y de delincuentes dieron progresiva marcha
atrás.
Solo quedaron los 12 apóstoles que a
diferencia de los que estaban con Cristo, se trataba de 12 Judas
escuchando a su redentor que en este caso era el Dios del mal, de la
muerte, del envilecimiento, de la agresión, del avasallamiento y del
dolor para la mayoría de los pueblos de la humanidad.
Resulta
interesante, observar que ha pasado con ellos. Entre los creadores del
engendro estaban los mexicanos Enrique Peña Nieto y su canciller Luis
Videgaray, de este nadie se acuerda, Peña Nieto solo sale en los medios
por el rompimiento de su acuerdo matrimonial con Televisa, que lo obligó
a casarse con una actriz de esa empresa a cambio de hacerlo presidente.
Andrés Manuel López Obrador hizo retornar la política exterior de su
país a su accionar jurídico tradicional de respeto al “derecho ajeno”
para construir la paz, alejándose en los hechos del Grupo de Lima.
El
anfitrión del evento en agosto de 2017, Pedro Pablo Kuczynski no pudo
cumplir su cometido, ni siquiera a pesar que se inventará una Cumbre de
las Américas contra la corrupción a fin de ocultar sus propias acciones
delincuenciales que hoy, después de menos de dos años en el cargo, lo
tiene preso preventivamente para investigar sus actos al margen de la
ley.
Santos, el ex presidente colombiano, hoy
está más preocupado de su enfrentamiento con su mentor Uribe que de
otra cosa. De su canciller María Ángela Holguín, quien usó el cargo más
para satisfacer anhelos personales que otra cosa, desapareció de la
memoria de la mayoría. Tal vez sus “virtudes” no sirven al margen de la
responsabilidad gubernamental.
A Bachelet,
por servicios prestados, Estados Unidos le regaló un cargo en la ONU
donde sigue sirviendo a su amo. Su canciller y principal activista del
grupo de Lima, dirige un partiducho cuya ideología está basada en el
oportunismo político para obtener cargos públicos. Tras intentar
transformarse en adalid de la guerra contra Venezuela y del libre
comercio por órdenes de sus mentores en Washington, pulula sin éxito por
los pasillos que transita la putrefacta clase política de su país . Es
cierto que Bachelet y Santos fueron sustituidos por satrapías similares
en sus respectivos países, los nuevos cancilleres dan pena. El
colombiano Carlos Holmes Trujillo, llegó al ridículo de pedir apoyo a
Rusia, China y Cuba para derrocar a Maduro, lo cual, como ha reconocido
públicamente el propio presidente Duque es una obsesión personal que lo
persigue. Holmes Trujillo llegó hasta el extremo de viajar a Moscú para
convencer a su colega Serguei Lavrov de la necesidad de cambiar al
gobierno de Venezuela por vías distintas a las electorales. La respuesta
negativa de Rusia fue contundente. El presidente Putin no perdió el
tiempo y no recibió al uribista.
Por su
parte, Roberto Ampuero, que tanto empeño puso en poner a Chile en la
vanguardia de la conspiración anti venezolana fue amargamente expulsado
del gabinete del presidente Piñera y de su puesto como canciller.
Ampuero junto a otros cinco ministros ha tenido que cargar con la
responsabilidad por la abrupta caída del apoyo popular a Piñera que en
la última encuesta llega solo a 26%, 15 puntos menos que en la anterior
medición. El presidente le atribuye a Ampuero el fracaso de la operación
Cúcuta el 23 de febrero cuando le aseguró que tras la entrada de la
ayuda humanitaria a Venezuela, las fuerzas armadas se iban a quebrar y
se podría instalar a Guaidó en el gobierno del país.
Piñera
se empeñó personalmente en tal despropósito y no ha podido superar el
ridículo que le hizo pasar su canciller. La cara de circunstancia que
mostró junto a Duque y Guaidó al día siguiente de la fallida invasión a
Venezuela, fue clara expresión de su convicción de que Ampuero era un
incapaz que debía ser removido, solo había que esperar el mejor momento
para que pasara inadvertido. Y ese momento llegó esta semana. Ampuero se
fue con más pena que gloria. Mientras tanto, como dijo un importante
dirigente de la oposición venezolana: “…si alguien llama por teléfono a
Miraflores, el que contesta es Maduro”.
sergioro07@hotmail.com
Fuente: https://barometrolatinoamericano.blogspot.com/2019/06/vida-pasion-y-pronta-muerte-del-grupo.html
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