Tras el 25M
Buscando nuevos caminos desde la izquierda
20/06/2019 | Pablo Ganfornina
[Versión
editada por el autor de la Intervención en el Foro viento sur celebrado
en Madrid el 19 de junio]
"No se
escoge el momento histórico. Hay que contentarse con los desafíos y las
apuestas que propone la época, y ’tener la modestia de decirse que el momento
que se vive no es ese momento único de la historia a partir del cual todo acaba
y todo recomienza’. Cuando las grandes esperanzas llevan plomo en el ala, las
pequeñas vuelan a ras de tierra, en las resistencias prosaicas y las
conspiraciones minúsculas."
(Daniel
Bensaïd)
En política
como en la vida se afrontan mejor los momentos difíciles haciéndonos las
preguntas correctas, las justas, las necesarias para abordar los problemas y
clarificarlos.
¿Dónde estamos?
Más allá del
debate de coyuntura, más allá de la táctica, más allá de las elecciones… venimos de una derrota histórica y hoy vivimos en una sociedad donde tras
diez años de crisis económica y ajustes neoliberales se ha avanzado en la normalización
de la precariedad y la falta de expectativas (incertidumbre, inseguridad…).
Una sociedad donde el ciclo político y social abierto por el 15M está
agotado y la confianza en salir de la crisis recuperando derechos (lo cual
era la gasolina del “Sí Se Puede” sobre el que se apoyaba Podemos) se encuentra
seriamente debilitada.
Una sociedad
que se politiza de forma diferente y nos invita a preguntarnos ¿cómo se forman
hoy los campos políticos? Desde que se inició la crisis
analizamos que la austeridad (las políticas de recortes, precariedad, etc.) es
la línea divisoria de los campos políticos, es decir, permite reconocer las
posiciones políticas centrales de la sociedad. No obstante, parece razonable
que no podemos entender esto de la misma forma hoy, que hace 7 años (con el 15M
en las plazas), o hace 5 años (con el surgimiento de Podemos en las elecciones
europeas). A día de hoy, el escenario político es, en sí mismo, la austeridad
normalizada y emergen nuevas líneas divisorias sobre las cuales las derechas
(en sus diferentes versiones) se intentan hacer fuertes. En este sentido, sin
salir de la crisis del capitalismo y ante la ausencia de nuevas fuentes de
legitimidad vivimos un giró autoritario que explica la emergencia de opciones
populistas excluyentes que ofrecen la construcción de un enemigo visible y
cercano. Las élites le hacen la pregunta y le dan la respuesta a los sectores
populares ¿alguien tiene que perder? No seas tu.
El pasado 2 de
diciembre en Andalucía encontramos una primera expresión
anti-catalanistavinculada, al menos parcialmente, al auge de un sentimiento
nacionalista español excluyente de otras identidades nacionales (como reacción
al desarrollo del proceso en Catalunya), un avance xenófobo (ante la
situación que vivimos en nuestras ciudades y especialmente en nuestras costas
por el drama migratorio de la Frontera Sur), y, además, una reacción
neomachistaal impulso del movimiento feminista de los últimos años, como
claves importantes para comprender la politización actual de la sociedad.
Además, estamos
ante una recomposición de los campos políticos a nivel estatal (e
internacional) con un proceso de derechización que habilita un bloque
reaccionario neoliberal muy claro y que arrastra al conjunto de actores. Es
decir, que el giro conservador no solo afecta la disputa de la derecha (PP, Cs,
VOX), sino también a los planteamientos desde la izquierda. Pensamos que es
importante tener esto en cuenta para explicar el suelo fértil en el que crece
el posibilismo y el gobernismo. Quienes entendemos que para construir una
salida de la crisis en clave de recuperación de derechos era y es necesario un
programa fuerte sin renuncias, una orientación clara de ruptura democrática y
una delimitación estratégica firme de independencia con respecto al PSOE,
sabemos que hoy la audiencia de nuestro planteamiento es distinta a la de hace
algunos años.
En este
escenario, algunas ideas sobre la experiencia del ciclo que acaba a tener en
cuenta para el tiempo que viene. En primer lugar, no podemos saltar por encima
de los procesos sociales. La performance tiene límites. El discurso no
construye la realidad. La hipótesis populista (“de la victoria relámpago”) se
ha mostrado insuficiente.
En segundo
lugar, el problema no es comprender cómo está la izquierda, el problema
fundamental no puede ser ese. El problema es la lucha de clases. El problema es
el capitalismo. Puede parecer una obviedad, pero no lo es. El problema es cómo
el capitalismo realmente existente domina nuestras vidas y cómo eso condiciona
nuestra capacidad para pensarnos en el mundo y actuar para superarlo. Cómo
condiciona una política alternativa favorable a los intereses de los de abajo.
Aquí, permitámonos sin hacer sangre, recurrir al “Chalet de Pablo Iglesias”
para explicarnos ciertas cosas. Efectivamente, la casa de Galapagar, podemos
decir que ha sido la percha sobre la que han colgado muchos descontentos, un
catalizador. Pero no representa sólo un problema ético (la coherencia), o un
problema de gestión de un conflicto (socializando la decisión personal al
conjunto de quienes se vinculaban al proyecto). La polémica también nos
permitió medir la temperatura de una sociedad ante un problema político de
primer orden, este es, cuál es el modelo de territorio que queremos. Ahí apenas
hubo crítica, lo cual revelaba como en 10 años no hemos avanzado nada (o muy
poco) en términos culturales y confirmaba la victoria solida del
neoliberalismo.
En tercer
lugar, el fin de la izquierda como la conocíamos. El ciclo largo desde el
inicio de la crisis no ha permitido dar un salto cualitativo en términos de
conciencia y organización. Se nos achica el espacio político por la coyuntura.
Puede achicarse más. Pero culturalmente estamos derrotados. Y socialmente peor
que hace 10 años. ¿Dónde está el movimiento estudiantil? Vectores como la
juventud universitaria no se encuentra a si misma porque no tiene tiempo. Pero
además, no podemos caer en ilusiones varias y análisis impresionistas. La
victoria de Sánchez el 28 de Abril supone la relegitimación del PSOE como actor
preferente de las clases populares, como pilar del régimen, pero no supone un
espaldarazo a los planteamientos de la izquierda. Es más, Sánchez se parece más
a Macron que a Zapatero. Por eso se reune con él primero. Porque va a la misma
captura del campo conservador que Susana Díaz pero con una retórica más
flexible y ciertas concesiones. Pero es que Macron aceptó ceder ante los
chalecos amarillos. Y es que, en este momento dentro del marco neoliberal
dominante, para ciertas cesiones no hace falta anclaje social y cultural de la izquierda.
¿Disputar la
izquierda o construir desde la izquierda?
Toda crisis
abre oportunidades y en el tiempo que se abre nuestra prioridad no puede ser
disputar la izquierda. No se confunda esto con ninguna ideaca posmoderna o con
romper el bote de no se que esencias. Pensamos que la tarea es, sinceramente,
construir otra identidad abiertamente anticapitalista (feminista, ecologista),
la cual necesita beber de una lógica programática defensiva antineoliberal,
pero que no debe quedarse ahí sino que tiene que ir más allá, porque sin
esperanza no hay alternativa. Una tarea para la que la cuestión del gobierno
sigue siendo central, claro que si, pero no tanto por quien gobierna si no para
quien se gobierna y, por tanto, nos interpela para actualizar el debate sobre
el programa de transición hoy.
Y es que,
disputar la izquierda, entiéndase, disputar el ser de izquierdas,
conlleva una triple dificultad. La primera, porque hablamos de una identidad en
crisis que cómo vimos el 2 diciembre en Andalucía el bloque de la izquierda
perdía más de 1 millón de votos respecto a 2008. Un resultado que pensamos no
se da por casualidad, capricho o atribuible únicamente a un castigo a Susana
Díaz y el régimen del PSOE-A. No se explica sin comprender que se debe a un
malestar profundo y una ruptura de muchos vínculos orgánicos con amplios
sectores populares (los barrios obreros fue donde mayor aumento hubo de la
abstención). En este sentido, el voto del 28 de abril fue un voto defensivo por
el miedo a la extrema derecha, pero un voto más negativo y de rechazo que de
afirmación. La segunda, muy obvia, es una identidad y un eje hegemonizado por
el PSOE. Y la tercera, que no conecta con nuevos sectores que se politizan bajo
otros parámetros. Jóvenes y no tan jóvenes que son feministas antes que de
izquierdas, ecologistas antes que de izquierdas, animalistas antes que de
izquierdas…
No, la tarea no
pasa por disputar la izquierda porque la clave para salir de la crisis de la
izquierda, la crisis del movimiento popular, del movimiento obrero... radica en
el "hacer para volver a ser". Y es que la crisis del movimiento
obrero es también la crisis de las grandes identidades y proyectos colectivos.
La dependencia de los liderazgos personales, Iglesias como buen ejemplo de ello
¿acaso no refleja esto mejor que nada? La derecha económica y política lo tiene
más claro que nosotros, lo ven con más claridad. Y su apuesta es el
neoliberalismo progresista del que habla Nancy Fraser... van a por todo.
Nuestra conclusión: hay que hacer para volver a ser. Y la pregunta inmediata
¿qué estamos haciendo?
¿Lucha social o
acción institucional? Práctica radical. Del “qué hacer” al “hacer para volver a
ser”
Se acabaron las
elecciones. Parece que todo planteamiento razonable debería apuntar a un cambio
de prioridades. Construir tejido social, virar hacia los movimientos… Y sin
duda es la tarea. Pero el problema político no se resuelve tan fácilmente. Hay
que buscar un equilibrio virtuoso que aprenda de la experiencia de estos años y
que ponga a producir políticamente las posiciones conquistadas. Asumimos que la
situación no es la que queríamos, pero desde luego tampoco sería inteligente
hacer un giro de 180º.
Ante el dilema
¿lucha social o acción institucional? Respondemos, práctica radical. El ciclo
que acaba nos deja algunas lecciones. Debemos evitar en nuestra intervención en
y desde las instituciones varios errores. El primero, ese enorme
desequilibrio entre lo urgente y lo importante. No se trata de elegir un
tiempo bueno, el del movimiento, y un tiempo malo, el de las instituciones y lo
mediático, se trata de conocer los riesgos y la influencia que los tiempos
institucionales y mediáticos tienen sobre nuestra práctica política y
anticiparlo. El segundo, evitar el fortalecimiento de una lógica de la
representación. Aunque relativamente inevitable en este período, la
experiencia que hemos tenido nos ha hecho reproducir mecanismos que consolidan
las instituciones existentes: multitud de preguntas vacías que se quedan en el
marco de las paredes del Parlamento, Proposiciones No de Ley vaciadas de
contenido político y sin apoyo o fuerza social detrás de las reivindicaciones,
iniciativas de cualquier tipo a plenos o comisiones sin pararnos a pensar en
qué gastamos nuestro tiempo o qué priorizamos, iniciativas de consenso que
evitan el conflicto y la visualización de los partidos del régimen como lo que
son. El tercero, la debilidad del acompañamiento ¿Cuantos contactos con
sindicalistas y activistas se han convertido en algo más? ¿Cuántos contactos
con las luchas nos han permitido crear alianzas? ¿Cuánto nos hemos podido
implantar en el tejido social por la presencia en las instituciones? ¿Cuántos
activistas se han acercado a nosotras para formarse y militar políticamente?
Estas y otras muchas preguntas son necesarias para que lo que hacemos se
materialice en organización estable en el tiempo. El cuarto, la negativa
relación con los liderazgos individuales. Construcción de liderazgos
individuales ligados a los cargos públicos, que en muchos casos se han
independizado de las construcciones y espacios de deliberación colectivas. Esto
ha dificultado generar alianzas con activistas sociales más allá de contactos
personales esporádicos. Así, los cargos públicos han asumido la dirección y
articulación con colectivos, en muchos casos, con escasa construcción
colectiva. Esto ha generado una lógica de acumulación de poder y búsqueda de
reconocimiento personal contra la que debemos vacunarnos. El quinto, la
práctica de "estar en todo y no estar en nada". Hemos estado en
muchos conflictos pero anecdóticamente y desde lógicas de reforzamiento de
imágenes personales: hago la foto, la cuelgo en redes sociales, hago una
iniciativa que siquiera llega al colectivo pero se cuelga también en redes
sociales aunque no la vea nadie y mañana vuelta a empezar con otro conflicto
para seguir engordando mi expediente. Las actividades mediáticas, muy
necesarias para visibilizar conflictos y ser útiles al colectivo, no generan
alianzas por si solas si no van acompañadas de un trabajo constante. Y el
sexto, el efecto arrastre de las instituciones. Sometimiento de la
mayoría de nuestros recursos militantes a los tiempos y ritmos más burocráticos
de las instituciones. Hemos puesto a muchos de nuestros principales militantes
a gestionar, con prisas, cuestiones de organización y conflictos internos o a
hacer de "secretarios" de los cargos públicos, en lógicas
gestionarias. No hemos sabido orientarlos hacia un trabajo que aproveche las
posiciones y el tiempo liberado para hacer un trabajo activista. Hay ejemplos
de cómo la liberación puede convertirse o bien en una rutina de oficina abocada
a la lectura de reglamentos o establecimiento de la "agenda" del
cargo público o la redacción de sus iniciativas o, por el contrario, en un
espacio que permite conectar con el afuera, vincularnos a las luchas en el
territorio, crear organización y ampliar el espacio.
¿Qué hacer?
Tener claro para qué nos vinculamos con colectivos y luchas sociales desde las
instituciones. Primero, conseguir victorias para construir organización.
Operamos como una "caja de herramientas" de "recursos
disponibles", somos "útiles" pero no somos su única herramienta.
Nunca puede primar "llevarnos la copa de la victoria a casa", sino
que haya victoria.
Segundo, tejer
alianzas y amplificar el conflicto. Con aquellos colectivos con los que
compartimos reivindicaciones y tenemos sintonía política, extendemos nuestra
vinculación lo máximo posible y los ponemos en relación con otras luchas.
Nuestra tarea es la de hacer de levadura, teniendo siempre claro que los
conflictos tienen sus propias energías. En Andalucía, las iniciativas
vinculadas a las (sub)contratas de la Junta son un buen ejemplo de
trabajo a largo plazo que nos permitió articular y vincularnos a largo plazo
con conflictos aislados: servicios de emergencias, monitoras, comedores
escolares, ILSE, limpieza y mantenimiento de hospitales, entre otras.
Tercero, acompañar
la politización. Muchas veces los colectivos se acercan a nosotros con
expectativas e ilusión en relación a lo que la institución puede ofrecerles. No
todo contacto o conflicto social es reconducible a otra cosa que no sea el
paraguas de la representación y la lógica institucional. Pero hay que hacer un
trabajo político con esos colectivos. Explicitar los alcances, los riesgos y
los límites de las iniciativas institucionales. A la vez que orientar lo máximo
posible hacia el conflicto, a no quedarse en el marco de lo institucional, a
generar alianzas.
Cuarto, priorizar
para avanzar, pensando en el corto, el medio y el largo plazo. A las
instituciones llegan multiplicad de colectivos con demandas y reivindicaciones
muchas veces contradictorias y otras veces no prioritarias, de espacios que no
tienen ninguna perspectiva de continuidad. Por eso, tenemos que saber medir
bien el esfuerzo y dónde ponemos e invertimos nuestro tiempo. Esa priorización
solo nos la da el espacio colectivo, y siendo flexibles, algunas orientaciones
podrías ser: a) aquellas iniciativas que, siendo demandas de colectivos
concretos, tienen coherencia con nuestras posiciones políticas, nos permiten
cuestionar los pilares en los que se sostienen las instituciones o conectan con
nuestro programa; b) aquellas iniciativas que permiten prolongar la tensión en
el tiempo y generar alianzas en un trabajo lento y paciente; c) aquellas que
conectan realmente con la lucha social, que tendrán eco en sectores sociales
organizados, que permiten acumular fuerzas; d) aquellas que nos permiten crear
vínculos con nuestro entorno; e) aquellas a las que vamos a poder darles
continuidad como organización. No se trata de ir creando espacios que luego
mueren si nadie los dinamiza. Se trata de apostar por luchas en las que
podremos mantener un trabajo político en el tiempo. Esto es lo primero que
debemos preguntarnos ¿podemos sostener esta intervención con los recursos que
tenemos disponibles? ¿qué nos hace falta para generar esa continuidad?
Priorizar iniciativas que tengan fuerza social real es una tarea central.
Presentar iniciativas, una tras otra, que no van acompañadas de energía
activista tiene muy muy poco alcance. Aunque algunas veces eso es necesario,
nuestra principal necesidad es priorizar esfuerzos en generar iniciativas que
podamos llevar a las instituciones generando luchas y organización fuera, que
nos conecten con las fuerzas vivas de lo social, que nos permitan acumular
fuerzas y cuestionar las instituciones y demostrar sus límites.
Desde Andalucía
decimos Adelante
Adelante
Andalucía a día de hoy es un espacio político andaluz que funciona como
paraguas en lo electoral y altavoz en lo político, con una delimitación
política clara de “dique a las derechas, alternativa al PSOE (No cogobierno)”,
con un programa marco abiertamente antineoliberal y un fuerte carácter andaluz.
La hipótesis que mejor ha resistido el ciclo electoral es un espacio a
consolidar atendiendo a los resultados comparados de las elecciones
autonómicas, generales, municipales y europeas, donde hemos visto tanto en
términos cuantitativos (varios puntos por encima de otros territorios y de Unidas
Podemos en generales y europeas) como en términos cualitativos (dejando de ser
primera y segunda fuerza política en generales y europeas donde si lo hemos
sido en andaluzas y municipales) que existe un modelo, una marca y una
delimitación política que funciona mejor que otros a pesar de no obtener los
resultados deseados. ¿Factores? Desde nuestra perspectiva son varios: una
confluencia superadora de Unidas Podemos (marca y proceso), una delimitación
estratégica clara, un trabajo de oposición 4 años que lo sustenta (cabe
recordar cuando la dirección estatal de Podemos hace 4 años nos planteaba
pactar con Susana Díaz y desde Andalucía dijimos que no), unos buenos
liderazgos (Teresa Rodríguez y Antonio Maillo han jugado un papel muy
importante) y la realidad de IU Andalucía especialmente en el medio rural.
¿Qué queremos?
Un sujeto político propio andaluz, confederable con otras fuerzas políticas.
Una herramienta útil para una articulación política y social que alimente
positivamente la construcción del bloque histórico. Para ello, algunos pensamos
que es necesario superar la forma partido. Apostar por la forma red. No querer
hacer encajar el molde donde no encaja. La expresión más viva y dinámica del
bloque histórico es la huelga del 8M, donde vemos al bloque encabezado por el
movimiento feminista. El bloque histórico no es UP, ni AA, ni podemos pensar
que en estos momentos pueda verse representado por una opción política
electoral, más bien toca reflexionar sobre cómo lo electoral-institucional
interactúa con el afuera, los movimientos, los centros de trabajo, las
universidades, etc. Para ello, no podemos exigirle a los movimientos, a los
activistas que se afilien a tu organización o que acudan a tu círculo o
asamblea, por eso necesitamos pensar otro tipo de relaciones que permitan una
retroalimentación positiva. En el espacio en el que nos movemos es hora de
centrarnos en la política y no tanto en el poder.
¿Qué hacemos
ante el avance de la derecha reaccionaria neoliberal?
Frente a un
antifascismo abstracto toca un anticapitalismo consecuente. Hay que tirarse a
construir las trincheras diversas que nos defiendan de sus ataques en sanidad,
pensiones, educación, feminismo, vivienda, ecologismo, memoria histórica… Y
todo eso hay que hacerlo tratándolos como lo que son una, grande y liberal
familia. No desgajar a VOX, e interpelarlos como el bloque reaccionario
neoliberal que forman. Explicitar y explicar que comparten una misma matriz
ideológica, política y económica. Y es que, la novedad en Andalucía el 2 de
diciembre no fue VOX, sino Cs. Su capacidad de atracción del votante
conservador del PSOE, al menos en ese momento, es lo que permitió a la derecha
ensanchar su base social lo suficiente para declinar la balanza a su favor.
Ahora toca
continuar, con más preguntas y debate seguro, pero sobre todo con más práctica
y más trabajo concreto.
“La vida es una
lucha permanente con avances y retrocesos. No es el fin del mundo. Por lo
tanto, debemos aprender de los errores que hemos cometido y volver a empezar. Y
debe ser permanente. Tampoco creerse que cuando triunfamos tocamos el cielo con
las manos y que hemos llegado a un mundo maravilloso, no, apenas hemos subido
un escalón. Tener humildad desde el punto de vista estratégico. No hay derrota
definitiva ni triunfo definitivo.”
(José Mujica,
tras la victoria de Bolsonaro en Brasil, 2018).
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