La historia progre de España
MANUEL BUSTOS RODRÍGUEZ
Catedrático de
Historia Moderna de la UCA
DIARIO DE SEVILLA
03 Diciembre 2018
La historia progre de España / ROSELL
Animado por las dudas de muchos lectores, he creído
oportuno, en mi condición de historiador, hacer un breve resumen de la Historia
de España desde una interpretación progre, que les permita, de forma clara y
sencilla, conocer sus contenidos. Helo aquí.
El primer imperialismo fue el de Roma. Arrasó las
culturas aborígenes de celtas, iberos, cartagineses, etc. Fue un atentado
contra la diversidad. Luego impuso el Cristianismo, destruyendo la cultura
pagana, sus dioses y templos en nombre del monoteísmo. Con el empuje de los
pueblos bárbaros, el imperialismo de Roma se deshizo al fin, abriendo paso a
diferentes grupos que se establecieron los territorios europeos.
A España llegaron los visigodos, que darán a España un
sesgo confesional notablemente perjudicial para su futuro. Afortunadamente, los
musulmanes penetran desde África, aprovechando su alianza con sectores
descontentos con los últimos reyes godos. No se trató, pues, de una invasión,
sino de un establecimiento pacífico, que permitió la creación en la Península
de una civilización sin par, basada en la tolerancia y el progreso.
Desgraciadamente, claudicó ocho siglos después, ya que unos burdos e
intolerantes cristianos huidos a Asturias iniciaron desde allí lo que ellos
dieron en llamar Reconquista. Así, la brillantísima civilización árabe, como ya
sucediera con el mundo pagano, se hundiría, dejando el país lleno de iglesias,
sostenido en el poder del clero y un opresivo sistema feudal. Se restablecería
la intolerancia, y los últimos bastiones moriscos y judíos de la Península
fueron erradicados.
La llegada al poder de la reina Isabel de manera
irregular, ahondaría aún más la exclusión, creando el execrable tribunal de la
Inquisición. Más todavía, los Reyes Católicos establecieron una unidad ficticia
e impulsaron los planes de Colón, quien al llegar a América, iniciará una de
las crisis ecológicas más profundas de la Historia. Él y sus sucesores
masacraron a los indígenas, los explotaron y les transmitieron todo tipo de
enfermedades que desconocían. Se llevaron sus riquezas, les impusieron su Dios
y un régimen opresivo que duró algo más de tres siglos. Afortunadamente, a
inicios del XIX, se abriría paso el proceso libertador, que acabó con el yugo
imperial español y creó las repúblicas latinoamericanas, aunque otro viniera
después.
Mientras tanto, en la España del siglo XVI, se había
establecido un enorme Imperio, constituido por gran número de territorios
dispersos. Tanto Felipe II como sus descendientes patrocinaron una política
irreal, que malgastó el dinero procedente de las colonias, impuso la fe
católica a machamartillo, persiguió a los disidentes y metió a los españoles en
sangrientas guerras, mientras el resto de Europa entraba en la modernidad. Así,
España, entretenida en defender lo imposible, perdió el tren de la misma,
sumiéndose en un retraso del que ya no levantaría cabeza del todo.
El acceso de los Borbones al trono acabó con la
autonomía catalana a principios del XVIII. Los intentos reformistas de la
centuria se quedaron en poca cosa, a pesar de sus buenas intenciones, impedidos
por la rígida estructura socio-económica de la que eran beneficiarias la
nobleza y el clero. El XIX se convirtió en escenario del enfrentamiento entre
las fuerzas reaccionarias y de progreso, apadrinadas estas últimas por
demócratas, republicanos, federalistas y socialistas. Los intentos
revolucionarios del período fracasaron, pero no impidieron la progresiva
consolidación de los promotores del cambio: sindicalismo de clase, socialismo,
anarquismo y, más tarde, el movimiento comunista.
La crisis de la monarquía liberal en las primeras
décadas del siglo XX condujo, por un lado, a la de los partidos dinásticos, y
por otro, a las dictaduras (Primo de Rivera y Berenguer). La Segunda República
llegó limpiamente abriendo un período de ilusión y esperanza. El pueblo,
gracias a las izquierdas, recuperó pacíficamente la iniciativa (la quema de
iglesias y conventos fue perpetrada por la propia derecha), estableciendo un
sistema de Gobierno, que permitió el protagonismo popular, la modernización del
país, mejoras en la justicia social y educación, y un brillante despertar de la
cultura.
Pero las fuerzas facciosas no dormían. Iniciaron un
proceso contrarrevolucionario y violento en contra de los logros de la
República, que culminaría con el golpe de Estado fascista del General Franco.
Después de una larga Guerra Civil, las fuerzas reaccionarias vencieron,
ayudadas por los totalitarismos de derecha, estableciendo durante cuarenta años
un sistema de purgas y dictadura. Su artífice no merece siquiera el honor de un
enterramiento digno. La llamada Transición y la propia Constitución del 78
nacieron lastradas por sus estrechos vínculos con la Dictadura, pues no
tuvieron presentes los derechos de los pueblos del Estado Español, ni tampoco
replantearon el sistema político. Hay, pues, que enlazar con la legalidad
republicana. Imposible defender esta patria.
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