Rebelión
Diario de Cádiz
19.07.2016
EL pasado miércoles eran portada de Diario de Cádiz unas declaraciones de Antonio Sanz, delegado del Gobierno en Andalucía y presidente del PP en Cádiz, en las que eufórico por los resultados electorales decía “Kichi, eres un perdedor”. Ni siquiera me incomodó. Recordé reflexiones cercanas de un compañero que me contaba que en los Estados Unidos el dogma del individualismo había conseguido que a los pobres se les llamara losers (perdedores). Que te echan del trabajo, eres un loser; que te echan de tu casa, eres un loser; que tienes que cerrar tu negocio, eres un loser. De esta forma si no se ha cumplido tu ‘sueño americano’, al alcance de cualquiera, no es por tu contexto familiar o social, por el devenir de la economía o de tu economía, por la falta de políticas redistributivas y de apoyo a los pequeños o por la dictadura de los mercados, que tiende a ser hereditaria, sino por una especie de incapacidad personal, por ser por naturaleza o por torpeza un “perdedor”. Yo me reconozco en esa palabra. No soy pobre pero me tocó nacer en Rotterdam porque mi padre tuvo que irse allí a trabajar de soldador, porque aquí no había faena, y luego a Cantabria, Sudáfrica y hasta al Golfo Pérsico. A donde fuera para buscar el pan que yo comía. Nosotros fuimos de los “perdedores” de la reconversión industrial. Me reconozco en esa palabra porque mi madre trabajaba como tantas mujeres en esta ciudad como empleada doméstica sin contrato, sin horario, sin convenio, sin desempleo, sin derechos. Nosotras fuimos “perdedoras” de la precariedad impuesta al servicio doméstico hasta nuestros días, y digo “perdedoras” porque la feminización de la precariedad es una norma, especialmente la que tiene que ver con el servicio doméstico siempre interesadamente desregulado y carente de los derechos propios de otras profesiones.
Fuimos también “perdedores” cuando mi hermana tuvo que volver a coger las maletas para irse a Castellón a trabajar de lo que fuera con mi cuñado. Me perdí años de disfrutar a mi padre y me perdí años de disfrutar de mi hermana porque una broma macabra había decidido que Cádiz tenía que parir manos para la riqueza, el talento, el trabajo y los abrazos en tierras extrañas. Esas fueron dos grandes pérdidas. He sido un gran “perdedor” de cosas importantes toda mi vida.
Me reconozco en esa palabra, porque mientras usted, señor Sanz, lleva 22 años bajando de coches oficiales, porque usted es sin duda un “ganador”, yo empecé a trabajar con 18 años de hamaquero en la playa, luego descargando cajas de pescado congelado por tres euros la hora, de camarero sin contrato en bares, de profesor interino cinco años dando vueltas por Andalucía (desde Albox a Algeciras pasando por Luque o Motril) y luego con plaza en propiedad desde hace ocho años cogiendo de nuevo la maleta para ir a trabajar entre otros lugares a Tabernas (Almería). Por cierto, y pese a lo que interesadamente se cuchichea, nunca me he tenido que pedir ninguna baja por depresión, afortunadamente. Sí he sido delegado sindical de Ustea elegido por mis compañeros y compañeras docentes, dos años, y muy orgulloso por haberlo hecho en un sindicato como Ustea en el que se limitan temporalmente las liberaciones como hacemos en Podemos con los cargos públicos. Orgulloso también por lo que conseguimos en aquellos dos años de trabajo en defensa de la Educación y del empleo público.
Mi padre perdió su salud por culpa de la precariedad. He perdido a mi familia a tiempo parcial por culpa del paro y también pude haber perdido mis sueños. Un día que no se me olvidará, el día que me hice adulto, mi padre me pidió que eligiera entre el mono de Astilleros y la capacha o seguir estudiando. Pero decidí perseguir mi sueño de ser historiador, de ser profesor. Y no lo conseguí solamente por méritos propios, porque lo del sueño americano es un camelo. Lo conseguí porque tenemos un sistema de Educación pública que su partido, señor Sanz, no ha parado de recortar. Lo conseguí gracias a las becas para las personas que nacieron como yo en un entorno “perdedor” y que su partido no ha parado de limitar. Lo conseguí gracias a la existencia de una Universidad pública que sigue en pie de milagro asfixiada económicamente, encarecida para el estudiantado y mercantilizada a pasos agigantados como resultado de sus políticas, señores del Partido Popular.
No me duele que ustedes brinden con champán por recuperarse mínimamente de la caída más dura de la historia de su partido. Sigo siendo el alcalde de esta ciudad y eso no es una victoria personal sino el resultado de un proceso irremediablemente de cambio, pese a que no lo vean en su borrachera de poder. Un proceso que hizo que un “perdedor” como yo tuviera el honor y la enorme responsabilidad de representar a sus vecinos y vecinas no 22 años como usted, señor Sanz, sino ocho como máximo por decisión propia, sin mudarme de barrio, con mi sueldo de profesor, sin un coche oficial aparcado en la puerta de mi casa y habiendo pedido a los tres escoltas que me acompañaron el día de la investidura que volvieran a su puesto. Lo que “gane” en estos ocho años no será para mí. A diferencia de usted, esto para mí es un periodo excepcional en mi vida, un periodo de sacrificio, de “perder” en lo personal. Lo que “gane” no será para mí sino para tratar de contribuir a que la siguiente generación de gaditanas y gaditanos no tengan que ser siempre “perdedores”. Señor Sanz, que le sea leve la resaca.
Fuimos también “perdedores” cuando mi hermana tuvo que volver a coger las maletas para irse a Castellón a trabajar de lo que fuera con mi cuñado. Me perdí años de disfrutar a mi padre y me perdí años de disfrutar de mi hermana porque una broma macabra había decidido que Cádiz tenía que parir manos para la riqueza, el talento, el trabajo y los abrazos en tierras extrañas. Esas fueron dos grandes pérdidas. He sido un gran “perdedor” de cosas importantes toda mi vida.
Me reconozco en esa palabra, porque mientras usted, señor Sanz, lleva 22 años bajando de coches oficiales, porque usted es sin duda un “ganador”, yo empecé a trabajar con 18 años de hamaquero en la playa, luego descargando cajas de pescado congelado por tres euros la hora, de camarero sin contrato en bares, de profesor interino cinco años dando vueltas por Andalucía (desde Albox a Algeciras pasando por Luque o Motril) y luego con plaza en propiedad desde hace ocho años cogiendo de nuevo la maleta para ir a trabajar entre otros lugares a Tabernas (Almería). Por cierto, y pese a lo que interesadamente se cuchichea, nunca me he tenido que pedir ninguna baja por depresión, afortunadamente. Sí he sido delegado sindical de Ustea elegido por mis compañeros y compañeras docentes, dos años, y muy orgulloso por haberlo hecho en un sindicato como Ustea en el que se limitan temporalmente las liberaciones como hacemos en Podemos con los cargos públicos. Orgulloso también por lo que conseguimos en aquellos dos años de trabajo en defensa de la Educación y del empleo público.
Mi padre perdió su salud por culpa de la precariedad. He perdido a mi familia a tiempo parcial por culpa del paro y también pude haber perdido mis sueños. Un día que no se me olvidará, el día que me hice adulto, mi padre me pidió que eligiera entre el mono de Astilleros y la capacha o seguir estudiando. Pero decidí perseguir mi sueño de ser historiador, de ser profesor. Y no lo conseguí solamente por méritos propios, porque lo del sueño americano es un camelo. Lo conseguí porque tenemos un sistema de Educación pública que su partido, señor Sanz, no ha parado de recortar. Lo conseguí gracias a las becas para las personas que nacieron como yo en un entorno “perdedor” y que su partido no ha parado de limitar. Lo conseguí gracias a la existencia de una Universidad pública que sigue en pie de milagro asfixiada económicamente, encarecida para el estudiantado y mercantilizada a pasos agigantados como resultado de sus políticas, señores del Partido Popular.
No me duele que ustedes brinden con champán por recuperarse mínimamente de la caída más dura de la historia de su partido. Sigo siendo el alcalde de esta ciudad y eso no es una victoria personal sino el resultado de un proceso irremediablemente de cambio, pese a que no lo vean en su borrachera de poder. Un proceso que hizo que un “perdedor” como yo tuviera el honor y la enorme responsabilidad de representar a sus vecinos y vecinas no 22 años como usted, señor Sanz, sino ocho como máximo por decisión propia, sin mudarme de barrio, con mi sueldo de profesor, sin un coche oficial aparcado en la puerta de mi casa y habiendo pedido a los tres escoltas que me acompañaron el día de la investidura que volvieran a su puesto. Lo que “gane” en estos ocho años no será para mí. A diferencia de usted, esto para mí es un periodo excepcional en mi vida, un periodo de sacrificio, de “perder” en lo personal. Lo que “gane” no será para mí sino para tratar de contribuir a que la siguiente generación de gaditanas y gaditanos no tengan que ser siempre “perdedores”. Señor Sanz, que le sea leve la resaca.
José María González Santos es el alcalde de Cádiz
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