Afganistán
Vendidas por un
rebaño de vacas
Rebelión
IWPR
14.07.2016
Traducido del
inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
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Las organizaciones de los derechos humanos y las
autoridades locales afganas dicen que se sienten impotentes para actuar contra
una tradición de la provincia afgana (Ghor) situada en el centro y oeste del
país, que implica vender a las mujeres en matrimonio a cambio de una
determinada cifra de vacas y ovejas.
Ghor, con una
población de casi 300.000 habitantes, es una de las provincias más atrasadas de
Afganistán. Algunas de sus zonas más remotas están gobernadas por grupos
armados y completamente fuera del control del gobierno.
Los novios
afganos pagan tradicionalmente el mehr, o precio de una novia, a su
futura familia política. En Ghor, muchas familias reciben ganado o armas de
fuego en vez de dinero, y hay quien dice que esta tradición rompe con el
propósito islámico original de la dote, que se dona a la mujer en previsión de
que se produzca un divorcio o cualquier otra contingencia.
Durante una
investigación desarrollada en el curso de seis meses, un enviado del IWPR viajó
hasta algunos de los distritos más remotos de Ghor, incluyendo Taywara, Tulak,
Saghar, Pasaband, Shajrak y Dawlat Yar, donde entrevistaron a docenas de
patriarcas tribales y a comandantes de las milicias.
Las autoridades
locales dicen que no pueden prohibir esa práctica porque data de hace mucho
tiempo y advierten que podría costar décadas cambiar las actitudes de la gente.
Abdul Alim, un
vecino del pueblo de Haji Nazar, en el distrito de Dulina, reveló muy contento
que había casado a sus tres hijas –Gul Badan, Zainab y Ruqia- a cambio de un
total de 250 vacas y ovejas, un kalashnikov y 3.000 dólares USA.
“Vosotros, los
periodistas, consideráis que el precio de la novia significa poner en venta a
nuestras hijas”, dijo Abdul Alim a IWPR. “Sin embargo, aceptar el ganado de tu
yerno es una tradición nuestra y no creo que sea algo malo”.
Al preguntarle
por qué no se permitía que las mujeres eligieran a sus propios maridos,
contestó: “Para nosotros es vergonzoso preguntar a nuestras hijas con qué clase
de hombre les gustaría casarse”.
Najmuddin, un
campesino del pueblo de Kasi, manifestó algún pesar tras vender a su hija Lala
a un hombre del pueblo, Mohammad, que ya estaba casado y tenía cinco hijos,
pero sólo porque aún no había recibido todo el precio de la novia.
“Es una
vergüenza para Mohammad que su mujer, mi hija, esté a punto de dar a luz y que
no me haya entregado aún las 30 ovejas que me debe.”
Mohammad se
defendió diciendo que ya le había dado a Najmuddin alrededor de 26.000 dólares,
que era lo que valían las ovejas.
Al
preguntársele por qué se había gastado más de 30.000 dólares en su segundo
matrimonio, contestó: “Porque mi primera mujer no era bonita ni elegante y yo
quería casarme con la chica más hermosa del pueblo de Qatas y disfrutar de la
vida”.
Las tradiciones
observadas en la conservadora provincia implican que a los hombres y mujeres
que no están casados o que no son familiares próximos no se les permita
reunirse. Para superar este problema, el enviado de IWPR reclutó a una mujer
mayor, Bibi, para que se entrevistara en secreto con Lala y grabara la
conversación.
Lala dijo que
la habían vendido como si se tratara de otro enser del hogar.
“En realidad,
mi padre aceptó 30 bueyes a cambio de una vaca llamada Lala”, dijo la muchacha,
añadiendo que su vida era ahora miserable.
“Es cierto que
estoy casada, pero no se ha tenido en cuenta ninguno de mis deseos.”
Muchas familias
consideran un gran honor que sus hijas se casen con un comandante de la milicia
local porque esperan sobre todo que les asignen un precio de la novia especialmente
abultado.
Nasrullah es
desde hace seis años la persona más poderosa e influyente del distrito de
Dulina, en Gharak. A la edad de 35 años, tiene ya ocho esposas.
“Tengo un
montón de dinero, armas y 200 hombres armados”, dijo a IWPR. “Controlo totalmente
la zona de Gharak y puedo hacer lo que quiera; así pues, teniendo en cuenta
todo esto, ¿por qué no voy a poder tener ocho esposas? Si alguna chica de la
región me gusta, puedo casarme fácilmente con ella dándole a su padre un rebaño
de ovejas y vacas.”
Consecuencias
brutales
Said Arman es
un abogado que trabaja con Hogar Seguro, un refugio bajo control estatal para
niñas y mujeres en situación de vulnerabilidad.
Dijo que sus 40
residentes, registradas entre febrero de 2015 y 2016, eran todas víctimas de
esos matrimonios forzados.
“Las 40 mujeres
que están en Hogar Seguro son las que sus padres entregaron en matrimonio a
poderosos hombres locales a cambio de muchas cabezas de ganado. Como esas
mujeres no pudieron soportar la vida con esos hombres, huyeron de sus casas y
se refugiaron en Hogar Seguro”.
Novia-niña afgana (Foto: ABC News)
Pero la mayor
parte de las mujeres que se ven forzadas a contraer matrimonio en esas
condiciones no suelen hallar un puerto seguro.
Hubo un caso el
año pasado que consiguió atraer la atención local e internacional: una joven de
19 años, Rujshana, fue asesinada en el pueblo de Ghalmin, a unos 40 kilómetros
de la principal ciudad de Ghor, Firozkoh, tras ser acusada de adulterio.
En diciembre de
2011, su padre Abdul Karim, del pueblo de Odak, la había casado con Ghulam
Yasin, que estaba parapléjico, a cambio de 85 vacas y ovejas.
Rujshana
intentó escapar pero fue arrestada por la policía y devuelta a su padre. Para
compensar a Yasin, el padre le entregó entonces a su hija Fátima, de ocho años
de edad.
Nueve meses
después, Abdul Karim vendió a Rujshana a un anciano pastor viudo de su pueblo
llamado Abdul Razaq. El precio fue de 10 vacas y 60 ovejas.
Después de dos
noches con Abdul Razaq, Rujshana huyó de nuevo. Los talibán la atraparon junto
al hombre con el que se escapó y, el 25 de septiembre de 2015, Rujshana fue
lapidada públicamente por adulterio. A su compañero le dieron 100 latigazos y
le dejaron libre.
Su brutal
muerte fue grabada en un video de dos minutos de duración, ampliamente
difundido en las redes sociales.
Su madre,
Hanifa, dice que aún no ha podido superar la pena.
“Los talibán
lapidaron a mi hija ante mis ojos. Tuve que ver su rostro cubierto de sangre y
escuchar su llanto y sus gritos. Aunque supliqué repetidamente a los talibanes
que dejaran de apedrearla, no quisieron escucharme.”
Su padre, Abdul
Karim, se lamenta ahora de haberla obligado a casarse.
“Fui yo quien
vendió a Rujshana dos veces en contra su voluntad”, dijo. “A mi hija no la
mataron los talibanes; es como si yo mismo la hubiera matado y apedreado. No
sabía que vender a mi hija podría acabar de esa manera”.
Jawad Ulwi,
director de la Comisión Independiente de los Derechos Humanos de Afganistán en
Ghor, reconoció que la venta de mujeres en matrimonio es una práctica que se
remonta a hace muchos años.
“Como esta
práctica se ha convertido ya en una costumbre y tradición, no podemos hacer
nada para luchar contra ella. Acepto que vender a las muchachas así se
considere una grave violación de los derechos humanos, pero no podemos
controlar esos casos ni informar de ellos a Kabul.”
La constitución
afgana estipula la igualdad de derechos para hombres y mujeres, pero las
autoridades locales dicen también que se ven impotentes para actuar contra esas
prácticas.
“En Ghor, las
mujeres son en realidad las esclavas de sus maridos, no sus esposas”, dijo la
exgobernadora de Ghor, Sima Joyenda, a IWPR en una entrevista celebrada en
2015.
“Venden a las
mujeres como si se tratara de un vestido en una tienda y esto demuestra la
grave realidad en la que viven. Me siento avergonzada y abochornada de decir
que soy gobernadora de una provincia donde una muchacha cuesta lo mismo que
unas cuantas vacas.”
Sin embargo, la
misma Joyenda fue criticada por defender duros castigos para los denominados
“crímenes de la moral”. Después de que un tribunal ordenara flagelar a una
pareja acusada de adulterio en Firozkoh, declaró en los medios afganos que el
castigo era coherente con la ley islámica.
“Afganistán es
un país islámico, Ghor es una de las provincias de Afganistán, y no podemos
desobedecer lo que dicen las leyes del Islam y nuestra constitución”, dijo en Ariana
TV.
Pero los
expertos religiosos señalaron que la ley islámica ordena que tanto el hombre
como la mujer deben estar de acuerdo en la libre unión de sus voluntades
propias.
El mullah Nizamuddin
Habibi, miembro del consejo de sabios religiosos de Ghor, dijo: “La venta de
niñas y mujeres no sólo está prohibida en el Islam, sino que es considerada uno
de los peores pecados y, por tanto, deberá castigarse severamente a quienes lo
cometan”.
Añadió que
había aspectos de la jurisprudencia de la Sharia que eran
habitualmente ignorados, incluyendo la firma de un acuerdo de matrimonio en
presencia de un juez y dos testigos.
“No he sido
testigo en Ghor de ningún caso en que el acuerdo de matrimonio se firme
siguiendo las leyes islámicas”, continuó Habibi. “Además, tampoco se le
pregunta a la mujer si acepta o rechaza al hombre que su padre le ha elegido
para marido”.
Por ahora, la
práctica está profundamente arraigada. Un padre del pueblo de Qataas, en el
distrito de Firozkoh, dijo a IWPR que no lamentaba haber cambiado a su hija de
20 años por un kalashnikov y 150 ovejas y vacas.
Declaró: “Vendí
a mi hija porque para mí el valor de un arma es mucho mayor que una docena de
hijas sin casar”.
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