DE CÓMO OCCIDENTE CREA EL TERRORISMO
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Rebelión
CounterPunch
26.01.2016
Traducción para Rebelión de por S. Seguí |
En 2006 estaba
yo de visita a mi amigo, ex presidente de Indonesia y gran líder progresista
musulmán Abdurrahman Wahid, (conocido en Indonesia como “Gus Dur”). Nuestra
reunión se celebró en la sede de la organización de masas Nahdlatul Ulama (NU).
En ese momento NU era la mayor organización musulmana del mundo.
Estábamos
discutiendo sobre el capitalismo y cómo estaba destruyendo y corrompiendo
Indonesia. Gus Dur era un socialista “en el armario” y esa fue una de las
razones principales por las que las serviles élites pro-Occidente y los
militares de Indonesia lo depusieron de la Presidencia en 2001.
Cuando tocamos
el tema del “terrorismo” dijo, de repente, con su típica voz suave, apenas
audible: “Yo sé quién hizo estallar el Hotel Marriott de Yakarta. Lo hicieron
nuestros propios servicios de inteligencia con el fin de justificar el aumento
de su presupuesto, así como la ayuda que han recibido desde el exterior.”
Por supuesto,
los militares, los servicios de inteligencia y la policía de Indonesia están
formados por una raza especial de seres humanos. Durante varias décadas, desde
1965, han estado aterrorizando brutalmente a su propia población, a partir del
momento en que un golpe de estado prooccidental derrocó al progresista
presidente Sukarno y llevó al poder a una camarilla militar fascista, apoyada
por la comunidad empresarial, predominantemente cristiana. Este terror costo la
vida de entre 2 y 3 millones de personas en la propia Indonesia, así como en
Timor Leste y (hasta ahora) en Papúa, territorio ocupado y saqueado a ultranza.
¡Tres
genocidios en sólo cinco décadas!
El golpe de
estado de Indonesia fue uno de los mayores actos terroristas en la historia de
la humanidad. Los ríos estaban obstruidos por los cadáveres y sus aguas se
habían vuelto rojas.
¿Por qué? Para
que el capitalismo sobreviviera y las empresas mineras occidentales pudieran
tener su botín, a expensas de una nación indonesia completamente en ruinas.
Para que el Partido Comunista de Indonesia (PKI), no pudiese ganar las
elecciones democráticamente.
Pero en
Occidente, esas matanzas intensivas de 1965 planificadas por el Imperio nunca
recibieron la calificación de “terrorismo”. La voladura de un hotel o un bar
siempre la recibe, sin embargo, sobre todo si son frecuentados por una
clientela occidental.
Ahora,
Indonesia tiene sus propios grupos de “terroristas”. Son retornados de Afganistán,
donde lucharon en nombre de Occidente contra la Unión Soviética. Ahora, están
regresando de Oriente Próximo. Los recientes ataques en Yakarta podrían ser
sólo un aperitivo, un comienzo bien planificado de algo mucho más grande, tal
vez de una apertura de un nuevo “frente” de soldados de juguete del Imperio en
el Sudeste asiático.
Para Occidente
y sus planificadores, cuanto más caos, mejor.
Si se hubiera
permitido a Abdurrahman Wahid mantenerse como presidente de Indonesia, no
habría, probablemente, habido terrorismo. Su país habría aplicado reformas
socialistas, instituido justicia social, rehabilitado a los comunistas y
abrazado el laicismo.
En las
sociedades socialmente equilibradas, el terrorismo no prospera.
Pero esto sería
inaceptable para el Imperio. Eso significaría volver a los días de Sukarno. No
se puede permitir que el país musulmán más poblado de la Tierra siga su propio
camino, apunte al socialismo y aniquile las células terroristas.
Tiene que
mantenerse al borde del abismo, tiene que estar listo para ser utilizado como
un peón, tiene que tener miedo y dar miedo. Y así es.
* * *
Los juegos que Occidente está jugando son complejos y
elaborados, son turbios y nihilistas, son tan destructivos y brutales que
incluso los analistas más agudos a menudo cuestionan sus propios juicios y lo
que ven sus ojos, y se dicen: “¿Podría todo esto estar realmente sucediendo”
La respuesta
breve es: “Sí, puede. Sí, puede y ha podido, durante largas décadas y siglos.”
Históricamente,
el terrorismo es un arma nativa de Occidente. Fue utilizada con generosidad por
personajes como Lloyd George, primer ministro británico que se negó a firmar el
acuerdo que prohibía el bombardeo aéreo de civiles, utilizando para ello una
firme lógica británica: “Nos reservamos el derecho de bombardear a esos
negros”. O Winston Churchill que estuvo a favor de gasear a las “razas
inferiores ” , como los kurdos y los árabes.
Por eso, cuando
algún recién llegado –un país como Rusia– se entromete, lanzando su verdadera
guerra contra los grupos terroristas, todo Occidente entra en pánico. ¡Rusia
está echando a perder su juego! Está arruinando su exquisitamente elaborado
equilibrio neocolonialista.
Basta con que
miren ustedes lo estupendo que está todo: después de matar a cientos de
millones de personas en todo el globo, Occidente se autoproclama el campeón de
los derechos humanos y la libertad. Sigue aterrorizando al mundo, saqueándolo,
controlándolo totalmente, pero a la vez es aceptado como el líder supremo, como
un asesor benevolente, como la única parte fiable del mundo.
Y casi nadie
ríe.
Porque todo el
mundo tiene miedo.
Sus brutales
legiones de Oriente Próximo y África están desestabilizando a países enteros,
sus orígenes son fácilmente rastreables, pero casi nadie se atreve a hacer este
tipo de rastreo. Y algunos de los que han intentado murieron.
Cuanto más
amenazadores son estos monstruos terroristas inventados, fabricados e
implantados, más hermoso parece Occidente. Es todo cuestión de trucos. Tiene
sus raíces en el mundo de la publicidad y en un aparato de propaganda de
siglos.
Occidente hace
como si luchara contra esas fuerzas oscuras profundas. Utiliza un potente
lenguaje, “virtuoso”, basado claramente en el dogma fundamentalista cristiano.
Se desencadena toda una mitología, suena parecido al Anillo del Nibelungo, de
Wagner. Los terroristas representan el mal, no un enorme desembolso de las
arcas del Departamento de Estado, la Unión Europea y la OTAN. ¡Son peores que
el mismísimo diablo!
Y Occidente,
cabalgando sobre su caballo blanco, un poquito bebido de vino pero siempre de
buen humor, se presenta como una víctima y el principal adversario de esos
grupos terroristas satánicos.
Es un
espectáculo increíble. Una horrible farsa. Miremos debajo de la máscara del
caballero: miremos esos dientes expuestos, esa sonrisa mortal. Miremos sus ojos
rojos, llenos de avaricia, lujuria y crueldad.
Y no lo
olvidemos nunca: el colonialismo y el imperialismo son las dos formas más
mortales del terrorismo. Y estas son todavía las dos armas principales de ese
caballero que está asfixiando el mundo.
Notas
Notas
[1] Karel
Capek, La guerra de las salamandras, 1935
Andre Vltchek es filósofo, novelista, cineasta y periodista de investigación. Ha cubierto
guerras y conflictos en decenas de países. Sus últimas publicaciones son: “Exposing Lies Of
The Empire” y “Fighting Against
Western Imperialism”. Debate con Noam Chomsky: On Western
Terrorism. Otras publicaciones: Point of No
Return, Oceania y
su provocador libro: “Indonesia – The
Archipelago of Fear”. Andre realiza reportajes para teleSUR y
Press TV. Ha residido muchos años en América Latina y Oceania, y actualmente
vive y trabaja en Asia Oriental y Oriente Próximo. Puede consultarse su sitio
Internet o contactarlo en Twitter.
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