La
necesidad de un nuevo modelo productivo y de poder
Recuperación
regresiva o recuperación progresiva
Rebelión
Cuarto
Poder
06.11.2015
El récord de temporalidad en los contratos, que revelaba la última EPA, un claro exponente de la precarización de las relaciones laborales. / Gráfico: Ana Isabel Cordobés
Se han
hecho muchos análisis para entender el largo ciclo de acumulación
capitalista en España desde 1994 al 2007. No hay demasiadas cosas
que añadir. Querría fijarme ahora en algunos aspectos que, aunque
conocidos, hay que tenerlos en cuenta para el nuevo papel que va a
jugar España en la división del trabajo que se está configurando
en la Unión Europea y, específicamente, en la zona euro. Los rasgos
a los que me voy a referir ya existían en la anterior etapa y, a mi
juicio, se agravarán en el futuro. La tesis que se defiende es que
la recuperación regresiva que estamos viviendo va a acentuar todas
las malformaciones y debilidades estructurales de nuestra economía y
que es necesaria una nueva política y un cambio en las relaciones de
poder existentes en nuestro país.
Hablar
de recuperación regresiva es jugar conscientemente con elementos
aparentemente contradictorios; como suele decirse, lo contradictorio
está en la realidad y no en los conceptos que empleamos. En el
anterior ciclo, desde 1995 al 2007, en el momento de su máximo
esplendor, se daban cinco rasgos que, de una u otra manera, siguen
presentes en nuestra realidad y que vienen para quedarse:
- El enorme crecimiento de las desigualdades sociales, de género y territoriales.
- La estabilización de la pobreza en torno a un 20% —hay que subrayarlo— en momentos de crecimiento y de máxima generación de empleo.
- La precarización general de las relaciones laborales.
- La destrucción sistemática del medio ambiente.
- La corrupción como sistema y como requisito estructural del modelo económico vigente.
Todo
esto en un entorno general de dependencia económico-financiera y de
subalternidad política creciente del Estado español.
Estos
cinco rasgos, donde el problema de la deuda privada que deviene en
pública va a seguir siendo fundamental, se han agravado con la
crisis, pero —y es lo fundamental— configuran ya el tipo de
modelo productivo que han ido configurando las políticas de crisis,
eso que se ha venido a llamar políticas de austeridad.
El
término de recuperación regresiva ( RR ) que empleo conscientemente
es para poner el acento, en primer lugar, en que la débil
recuperación macroeconómica de la economía que se nos vende
intenta dar la idea de que volveremos, de una u otra manera, a la
etapa anterior al 2007. Aquí está la trampa: la recuperación es
regresiva porque, en primer lugar, se consolida y hace definitiva la
pérdida de derechos, prestaciones y libertades que teníamos antes
de la crisis; en segundo lugar, el nuevo modelo productivo que se
está definiendo se basa en una insoportable desigualdad social y de
género y con una precarización general de nuestras vidas; en tercer
lugar, la variable clave del nuevo modelo sigue siendo la salarial,
en un sentido muy preciso: una economía fundada en un débil Estado
social, en salarios bajos, y en la desestabilización permanente de
las relaciones laborales; y en cuarto lugar, un patrón productivo
con una industrialización débil y extremadamente dependiente, un
sector servicios hipertrofiado de nuevo ligado al turismo y en
relación directa con la construcción, con un sector primario
bloqueado que es incapaz de asegurarnos la autonomía alimentaria.
La
recuperación positiva (RP ) se plantea, en primer lugar, recuperar
los derechos, prestaciones y libertades perdidas; en segundo lugar,
la necesidad de un nuevo modelo productivo, creando un círculo
virtuoso de futuro que una la reestructuración ecológica de nuestra
economía y de nuestra sociedad con la democracia económica y el
impulso de nuevas tecnologías , que tengan como centro la
satisfacción de las necesidades humanas básicas y el autogobierno
de las personas. Lo que está en juego no es conservar lo que tenemos
frente a los riesgos del cambio y las inseguridades del próximo
futuro. No, esta es una mentira más del poder, de los poderes que
nos gobiernan y manipulan; la alternativa real es: o cambiamos el
sistema bipartidista dominante, el régimen existente, o nuestro
futuro inmediato será el de salarios bajos, derechos sociales y
laborales en regresión, generaciones enteras sin futuro, condenadas
al exilio económico y a la perdida de nuestra condición de
personas. Para decirlo con más claridad: cambio o inseguridad
permanente; regresión social o desarrollo económico y social;
esperanza o resignación; ser sujetos activos de nuestro futuro o
masa pasiva controlada y dirigida por los que mandan; ciudadanía con
derechos y poderes o súbditos de un sistema oligárquico y corrupto.
Unir
estos tres aspectos—democracia económica, restructuración
ecológica de la economía y la sociedad, nuevas tecnologías—
implica un nuevo proyecto de país. No habrá un nuevo modelo
productivo si no se rompe con la división del trabajo que nos está
imponiendo la Unión Europea y la zona euro. No habrá un nuevo
modelo productivo si no se cambian las relaciones de poder
existentes, es decir, el poder de la oligarquía, de la
tramafinanciero-económico-mediática
que domina parasitariamente los destinos de nuestra patria y mata las
energías creadoras existentes en nuestra sociedad. No habrá un
nuevo modelo productivo en nuestro país si no se construye un nuevo
Estado y buscamos una nueva unidad entre las naciones y pueblos de
esa realidad plural que hemos llamado tradicionalmente España.
No hay
soluciones solamente económicas, sabiendo que estas son muy
importantes; hace falta, por así decirlo, una “política de la
economía” empeñada en trasformar las relaciones de poder
existentes. Muchos hemos hablado en estos años de la necesidad de
una auténtica “revolución democrática” capaz de liquidar el
poder de una oligarquía convertida en “trama”, en bloque de
poder, que anuda al capitalismo monopolista financiero, clase
política y control de los medios. La condición previa: un proceso
constituyente que elabore una nueva Constitución que garantice los
derechos sociales, el ejercicio del derecho a la autodeterminación
con el objetivo de crear un Estado federal; que someta la economía a
la lógica de las necesidades básicas de las personas; democratice
el conjunto de las relaciones sociales y de género; defienda en
serio la soberanía popular, desde una política basada en la paz, en
el desarme y en la independencia de los pueblos. En definitiva, una
sociedad de mujeres y hombres libres e iguales comprometidos con la
justicia y la emancipación.
En
momentos donde la guerra retorna como instrumento político
definitorio, sería bueno poner en el frontispicio de nuestra futura
constitución aquel singular Ar.6 de la Constitución de la de la 2ª
República que escuetamente decía: ”España renuncia a la guerra
como instrumento de política nacional”. Esto significa, aquí y
ahora, algo concreto y preciso: no a la OTAN, no a las bases
extranjeras en nuestro territorio. Resumiendo mucho: una República
Soberana en una Europa Confederal.
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