RUSIA IRRUMPE EN SIRIA
Augusto
Zamora R.
Rebelión
11.10.2015
Ha sorprendido a moros y cristianos –literalmente- la inesperada y decidida irrupción de Rusia en el sangriento conflicto sirio. Sin aviso previo, el 30 de septiembre, la aviación rusa inició ataques aéreos contra el Estado Islámico (EI), en apoyo de operaciones terrestres del ejército sirio. La intervención rusa era respuesta a una petición oficial de Siria, es decir, se enmarca dentro de los parámetros estrictos del Derecho Internacional.
Otro hecho relevante había acontecido una semana antes, sin que recibiera mayor atención: la apertura, en Bagdad, de un Centro de Información, formado por Rusia, Siria, Irán e Iraq, con el fin de coordinar acciones contra el EI. Es decir, que los tres gobiernos chiitas de la región y Rusia, habían decidido coordinar esfuerzos para elaborar políticas efectivas y conjuntas contra el EI y otros grupos terroristas.
A
este segundo hecho se suma un tercero. Hace pocos días, en NNUU, el ministro
ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, declaro: “Suministramos armas a los kurdos
a través del Gobierno iraquí y en el centro de información creado en Bagdad,
además de los militares de Irak, Siria, Irán y Rusia, están presentes los
kurdos”. En la nueva alianza están todos, incluyendo los kurdos, adversarios de
Turquía. Egipto, a través del ministro egipcio de Exteriores, Sameh Shoukry, ha
apoyado la acción, pues “la entrada de Rusia en esta lucha… tendrá como efecto
la detención y la erradicación del terrorismo en Siria”. Declaración relevante,
por el peso de Egipto en el mundo árabe.
Los
bombardeos rusos sobre el EI han puesto en evidencia la política de los países
atlantistas en la zona, demostrando que sus bombardeos eran inocuos, pues el EI
seguía actuando impunemente en Iraq y Siria, sin retroceder un metro. Los
bombardeos rusos, en cambio, han tenido efectos inmediatos. El EI están
evacuando a sus familias hacia Iraq –que ha pedido que Rusia actúe en
territorio iraquí- y varias unidades se estarían retirando a Jordania, huyendo
de los bombardeos y de las ofensivas terrestres sirias.
La
irrupción rusa en Siria y la alianza cuatripartita con Iraq e Irán tiene otra
lectura más seria. A partir de 2011, EEUU, Turquía, Arabia Saudita e Israel
pusieron en marcha una operación cuyo propósito era destruir el régimen de
Bashar el Asad en Siria. No por razones humanitarias ni democráticas. Se
trataba de derrocar al único y vital aliado de Irán en la región –objetivo de
principal de Arabia Saudita-; de romper las vías de suministro de armas a
Hezbolá y, por tanto, de liquidar a Hezbolá –objetivo principal de Israel-; de
sacar a Rusia de juego en Oriente Próximo –objetivo mayor de EEUU-, y de
imponer un régimen títere –objetivo de Turquía. Para conseguir esos propósitos,
Arabia Saudita, EEUU y Turquía crearon, entrenaron y armaron al Ejército Libre Sirio
(según el modelo de la contra antisandinista en Nicaragua, en los años 80) y,
luego, al EI, mientras Israel sostenía a Al Nusra, la rama de Al Qaeda en
Siria, que opera desde los ocupados territorios del Golán sirio. Eliminar al
régimen sirio dejaba otras dos ganancias de primer orden. Por una parte, cerrar
a Irán e Iraq (países con gobiernos chiitas) su sueño de sacar petróleo y gas
al Mediterráneo a través de territorio sirio.
Los
motivos de las guerras son resultado del reacomodo de fuerzas en Oriente
Próximo, entre Irán y Arabia Saudita, en primera fila, pero, de fondo, entre la
OTAN e Israel, por una parte, y Rusia e Irán por la otra, con Siria como
escenario. Geopolítica pura y dura que sólo la tragedia de los refugiados
devolvió a primera plana en Europa.
La
irrupción de Rusia en Siria ha obligado a reaccionar a los europeos. Para el
primer ministro británico, David Cameron, voz de EEUU en Europa, ha sido una
mala noticia, que sólo complicará la situación en Siria. Para la canciller
Angela Merkel, cuyo país es el más afectado por la tragedia migratoria, el
conflicto sirio exige un “esfuerzo militar”, que debe ir acompañado de un
“proceso político” con la participación de El Asad. Para el ex ministro alemán
de Exteriores, Hans Dietrich Genscher, la situación es obvia: “Lo que nos
enseña Siria es que la paz en Siria es nuestra paz”. Genscher dice más: “En
cuestiones como la de Ucrania y en cualquier otro conflicto internacional, hay
que tener muy claro que no habrá solución definitiva que no incluya a Rusia .
No sin Rusia y, desde luego, no contra Rusia”.
La
nueva situación creada por Rusia ha dejado claro quién es quién y dónde está
sentado en el sangrante tablero de Oriente Próximo. Detrás de las fuerzas
heterogéneas que combaten al gobierno de Damasco –incluyendo al EI- están EEUU,
Arabia Saudita, Israel, Turquía y Qatar. El otro sector lo ocupa el antiguo
‘eje del mal’: Rusia, Irán, Iraq, Siria y los kurdos, además de China, que
hace, pero desde una discreción máxima. Es obvio que el acuerdo nuclear
alcanzado con Irán ha contribuido a liberar fuerzas que permanecían agazapadas,
pero que estaban listas y dispuestas a actuar en la región.
Lo
que siga dependerá de la posición que asuman los países atlantistas. Si actúan
según lo que recomiendan prudencia e inteligencia, en unos meses el EI puede
quedar en grupo residual. Si tal ocurre, la paz en Siria puede ser cuestión de
meses, coronada con una negociación entre las fuerzas opositoras moderadas y el
gobierno sirio. Nada de esto podría ser posible sin la decidida acción de
Rusia. Que está ahí, para hacer ver que puede y que sin Rusia e Irán no hay paz
posible, aunque puede haberla juntando las fuerzas de Rusia, Siria, Irán, Iraq
y los kurdos. Ahora toca a los ‘otros’ decidir.
Augusto
Zamora R. es Profesor de Relaciones Internacionales.
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