Corrupción,
política y 24-M
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24.06.2015
Los cinco artículos que aquí se ofrecen están
vertebrados por la corrupción como necesidad estructural del capitalismo en su
conjunto y del Estado español en concreto. Aun así, no siguen un orden lógico
en su presentación, no responden a un índice temático que facilite la
exposición de una teoría general sobre la corrupción. En realidad, cada
artículo que aquí aparece viene a ser una especie de prefacio a otro artículo o
ponencia anterior, publicado y a libre disposición en la Red, prefacio en el
que se investiga muy brevemente sus relaciones con la corrupción.
Siguiendo el
orden cronológico: el primer texto, que también hace de presentación de la
serie, está escrito el 15 de abril de 2015 para relacionar siquiera rápidamente
la corrupción en general con la crisis socioecológica, tema desarrollado en la
ponencia Socialismo ecológico antiimperialista (II). El segundo es del 2 de
mayo de 2015 y trata sobre la corrupción sindical, siendo una extensión del
artículo 1º de Mayo entre la historia y el futuro. El tercero el del 13 de mayo
y analiza la corrupción en el socialismo, a raíz del texto Origen y presente
del socialismo. El cuarto es del 4 de junio y pretende hacer una crítica
radical de la corrupción, refiriéndose al artículo Principio de radicalidad. Y
el quinto es del 19 de junio y reflexiona sobre los efectos de la corrupción en
el 24-M, según la ponencia El 24-M y la crisis internacional del nacionalismo
español.
1).- La
corrupcion como necesidad estructural (15/04/2015)
Una de las
razones de ser de El Hurón es el hurgar en esos mundos oscuros a los que no se
atreve a llegar la industria político-mediática, así que con este primer
artículo abrimos una sección en la que intentaremos argumentar lógica e
históricamente qué es la corrupción, cuál es su anclaje y función en el modo de
producción capitalista que no sólo en el Estado español.
Como hemos
dicho, la industria político-mediática no hurga con radicalidad en la razones
materiales, sociales y culturales de la corrupción estructural de la sociedad
española, pasividad que intenta camuflar al hacer de la llamada «lucha contra
la corrupción» uno de sus apartados más rentables en lo económico. Es sabido
que el morbo, la envía y el chismorreo de baja estofa, venden. Rentabilidad
económica que puede traslucirse en rentabilidad política, aunque esta resulte
ser menor de la esperada. Así lo sugieren la mayoría de análisis de los
resultados electorales, al menos en el Estado español.
¿Por qué la
lucha contra la corrupción ofrece tan limitado rédito político-electoral a los
pocos partidos, grupos y colectivos que la investigan y denuncian? Porque el
capitalismo español se ha formado históricamente sin la depuración de la
podredumbre medieval realizada a sangre y fuego por una burguesía
revolucionaria que, como sus hermana de clase, cortaba cuellos reales,
aristocráticos y eclesiásticos, que expropiaba por la fuerza las inmensas
propiedades de obispos y duques, que liquidaba el ejército e ilegalizaba la
Santa Inquisición y la esclavitud, que desarrollaba un sistema judicial
adecuado a los derechos burgueses, que avanzaba por primera vez en una política
educativa y científica nunca antes existente, que racionalizaba el sistema de
pesos, medidas y monedas, que reglamentaba la poca industria y el incoherente
comercio, que…
Ninguna se
estas necesarias conquistas democrático-burguesas se lograron de manera
revolucionaria, vibrante y radical, como debiera ser para que arraigaran de
manera irreversible en el subsuelo material y moral del débil capitalismo
español. Algunas de ellas fueron desarrollándose parcial y lentamente no por la
valentía burguesa sino por la negociación acobardada con las viejas clases
dominantes, o incluso por gobiernos autoritarios y hasta dictaduras militares
conscientes de que debían avanzar algo para no retroceder en todo hasta ser
expulsados de su poder por los pueblos que malvivían en el Estado.
Iremos
analizando la corrupción --las corrupciones-- en esta nueva sección, bien
mediante artículos específicos, bien con presentaciones de artículos y textos
que en apariencia poco o nada tienen que ver con esta característica histórica
del capitalismo desde sus balbuceos, mostrando en esas presentaciones la
presencia interna de la corrupción en tales textos.
Por ejemplo,
una de las decisiones políticas que multiplicaron exponencialmente la
corrupción española fue la Ley del Suelo de 1997 dictada por el PP y «mejorada»
en 1998. Liberalizado el suelo no urbanizable el capital se lanzó como una
hiena sobre ayuntamientos, diputaciones, gobiernos autonómicos y otras
estructuras administrativas, estatales o no, para arramplar con cuanta mayor
cantidad de suelo posible. La mayoría de partidos políticos vieron en esas
leyes medios de enriquecimiento masivo e instantáneo. Y como la codicia es un
valor inherente a la ética burguesa, la corrupción se multiplicó al instante
para obtener las máximas ganancias aunque fueran por métodos ilegales. El
capital financiero-inmobiliario, el famoso «ladrillazo», se unió a las grandes
corporaciones energéticas y del transporte, y a la industria del turismo, para
forrarse en esta nueva California del oro, pero ahora del billete de 500 euros.
Casi al instante, una masa incontrolable de dinero criminal, del
narcocapitalismo y de las mafias, se sumó al festín romano de cemento y droga:
fue el famoso «milagro español» de la era Aznar.
No hace falta
decir que fue la tierra, la naturaleza aún protegida mal que bien hasta
entonces al ser pública y no urbanizable, fue ella la que pagó los costos de la
explosión inacabable de corrupciones, banquetes y cacerías orgiásticas de una
minoría crápula que se apropió de bienes y recursos naturales, privatizándolos.
Pues bien, el
texto que sigue puede servir para dos cosas unidas en la praxis: entender
correctamente cómo es la lógica ciega e irracional de la acumulación ampliada
del capitalismo que actúa en lo subterráneo de la vida económica y social según
nos es presentada por la industria político-mediática; y saber por tanto cómo
podemos luchar contra su depredación.
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