¿RUPTURA CON MADRID O EN MADRID? EL 27S EN CATALUNYA. UN ANÁLISIS AL
SERVICIO DE AL REPÚBLICA
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A.García Bibao
Sociología crítica
20.09.2015
El
proceso catalán por la independencia sigue adelante. ¿Cómo lo afrontamos los
que nos sentimos Al Servicio de la República? En el orden político con una
certeza, si hubiera Ruptura en Madrid, no asistiríamos a la Ruptura
con Madrid a la que estamos asistiendo. Y desde un orden más
personal con respeto y con dolor a partes iguales. Con respeto pues podemos
comprender las razones que llevan a una importante masa de la población
catalana a soñar con su particular 14 de abril y con dolor, pues la marcha de
Catalunya es sencillamente la prueba final del fracaso horroroso del modelo de
España fruto de la herencia franquista y la impunidad que definen a la
Monarquía. Sin Catalunya, España no existe, lo que quede es otra cosa. Hemos de
hacer un esfuerzo por comprender el proceso.
La
burguesía catalana está mostrando como se defiende con decisión un objetivo. Un
sector de ellos se ha planteado llevar adelante su proyecto de independencia y
estamos viendo cómo va paso a paso sin vacilaciones. En España, la burguesía se
siente a gusto con el modelo postfranquista monárquico y no necesita nada; este
choque con Catalunya es un despertar amargo, fruto de intereses divergentes
entre burguesías por la apropiación de las plusvalías de los territorios en
conflicto. En ambas partes hay fracciones que confían en llegar a un acuerdo al
final, pues saben que el choque de trenes puede ser desastroso para todos.
Más
es el Plan B de Madrid, o al menos eso creían allí, no acababan de creerse lo
que está pasando y en Madrid algunos confían todavía en que al final todo se
arreglará con un acuerdo por arriba que permita salvar la cara a las respectivas
elites nacionales, la catalana y la «centralista», de la que forma parte
también un sector de la catalana. Un acuerdo que pasaría por la ansiada reforma
constitucional, Bálsamo de Fierabrás que nos permitiría volver
al paraíso perdido. Pero tal vez ya no sea posible. La ruptura entre Unió y
Convergencia debe ser valorada en sus justos términos. Unió está fuera de
juego, siendo como era el socio catalán necesario en el tinglado español
postfranquista su derrota es la peor noticia; Convergencia está sin credibilidad
alguna y un Más acorralado por la corrupción ha huido hacia adelante siguiendo
la bandera y ha amparado el salto adelante independentista con los instrumentos
de la Generalitar. Envuelto en la bandera parece haber escogido pasar a la
historia como el restaurador de la independencia nacional a hacerlo como el
ayudante torpe de Puyol. La posibilidad de un acuerdo cupular entre Más y
Rajoy, entre las elites de ambos espacios, es sin embargo algo que pasa por la
Monarquía: la famosa «federalización» sin república tan querida al PSOE-PSC. La
Monarquía, el «Borbón», es algo intragable a día de hoy en la mayoría de
Catalunya.
Un
acuerdo cupular quizá ya no sea posible. Más no es hegemónico en el campo
independentista, no ya por la existencia de la CUP, sino en su propia alianza,
pues ERC se encuentra en un momento subjetivo muy poderoso, conscientes de su
papel decisivo en la huida hacia adelante del país entero. ERC difícilmente
aceptaría un enjuague constitucional que convirtiera a la Monarquía en garante
de la Unidad Nacional por la vía de nombrarle jefe de estado catalán —el
príncipe de Girona—. Catalunya ya no traga con eso. No obstante, debe
recordarse que no faltan oportunistas en las fllas de ERC, pero el ambiente no
les es propicio para «retroceder» ante el salto, sino todo lo contrario, tal
vez la situación subjetiva general les lleve a unirse al salto hacia adelante.
Dado el caso, si la situación deriva a un enfrentamiento mayor, ERC debemos
recordar mantiene unas excelentes relaciones con el Departamento de Estado
norteamericano, Puigcercós puede dar fe de ello, y podría convertirse en una
fuerza «razonable» si se le tendiera la mano y siempre y cuando, claro, en
Madrid no se opte por la solución «impensable».
En
su día Arzallus planteó solucionar el espinoso tema de la soberanía y la unidad
del estado, proponiendo aceptar un juramento del «Señor de Bizkaya» borbonita, a
cambio de la retirada de la Guardia Civil y la plena autonomía fiscal; tal idea
no pasó del simple deliro, pues el rechazo en Madrid fue frontal. Hoy en
Madrid, si los independentistas ganasen las elecciones, se confía en que un Más
«responsable» aceptase la solución «federalismo con Borbón». No es ya que tal
salida fuese incluso difícil de cuadrar, es que sencillamente es ya inviable.
Más se va a ver sobrepasado por las fuerzas que ha puesto en marcha. El drama
que esto puede suponer para las elites españolas postfranquistas es notable.
Habían creído que la finca estaba firme y segura, gracias a unas cunetas llenas
de indeseables desde hace tiempo atrás, y con una arrasadora victoria
ideológica y práctica en la Transición. Su paso de País a Marca estaba en
marcha y con ello dejaban atrás el s. XIX y el XX para entrar en la era de la
globalización. Pero no, se les está rompiendo la finca ante sus ojos y no
acaban de creérselo. Para sobrevivir como «clase» en el mundo
globalizado hay que vender la soberanía, pero para sobrevivir como pueblo hay
que conquistarla, en Catalunya lo han entendido perfectamente. Y
este es el motivo por el cual la República es una necesidad si queremos
que España sobreviva, habida cuenta de que el régimen monárquico y las
elites dominantes vendieron hace mucho nuestra soberanía nacional. No
ha habido imágenes más degradantes para un país soberano que ver al
Rey mendigando ante Obama una declaración de apoyo. Los mismos que se
horrorizan con el proceso catalán ven con normalidad la entrega total de
Rota y los pactos con EE.UU.
España,
para las elites de la derecha centralista no es más que una «Marca» que les
identifica en el escenario internacional y lo que les preocupa es la mala de
prensa de todo este proceso, pues en realidad, para la OTAN, el FMI, el Euro y
la UE, el que la Guardia Civil se retire definitivamente hacia el lado de acá
del Ebro es algo irrelevante. Para las elites centralistas mientras el Rey siga
siendo jefe de estado de todos los territorios sometidos a la Corona, y el sr.
Rosel de la CEOE siga imponiendo su preclara opinión en las relaciones
laborales a ambos lados del Ebro, la Marca España seguiría
siendo viable. Pero parece que esto no está asegurado ya.
Es
la imagen de la Marca España —el sr. Espinosa de los
Monteros ha sido una perfecta elección dado su pasado familiar (1) y su
condición de cuadro de la patronal—, sí, pero también hay más. En la cuestión
nacional la autoimagen se suma a las contradicciones ideológicas que pueden
estallar en el campo centralista. Puede surgir un plan C. El plan A es la
derrota electoral del independentismo, irreal; el plan B es lograr un
hipotético acuerdo con Más y la elite catalana, algo con serias dificultades;
el plan C es la opción innombrable, el recurso a la fuerza si la independencia
se plasma en acciones concretas, algo que no se sabe cómo podría acabar.
Esta
preocupación «centralista« por una pérdida del control del proceso, es
simétrica al temor que tiene la burguesía catalana respecto a los sectores
populares con intereses de clase diferenciados que asumen también —o no— la
soberanía catalana. No hay que descartar ver pedir ayuda a España por una
Cataluña donde la izquierda amenace el dominio burgués local. Ya lo hicieron en
el 36-39, cuando el golpe de estado contra la República supuso un vuelco a la
relación de clases en Catalunya al punto de que para algunos sectores el
franquismo fue un mal menor con el que incluso los negocios podían florecer. Un
sector del nacionalismo burgués catalán ha preferido inventarse una inexistente
guerra entre España y Catalunya en 36-39, haciendo un esfuerzo enorme por hacer
olvidar la historia y construyendo una leyenda.
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