PEDRO SÁNCHEZ NO TIENE PINTA
DE BOLCHEVIQUE
F. Hernández Sánchez
Sociología Crítica
23.06.2015
“¿Tengo yo pinta de
bolchevique?”, soltó de repente Pedro Sánchez en el contexto de una
entrevista-masaje. Pues ¿qué quiere que le diga? Cuando uno escucha
“bolchevique” evoca imágenes como la de Lenin arengando a los recios
metalúrgicos de las fábricas Putilov de Petrogrado recién arribado a la
estación de Finlandia; a Bujarin, Zinoiev y Trotski pasando revista al Ejército
Rojo de Obreros y Campesinos en la Plaza Roja; a Lunacharski comandando el
piquete de fusilamiento simbólico de dios; a los poemas de Maiakovski, el
proyecto de torre giratoria de la sede de la Komintern de Tatlin, “La
caballería roja” de Babel, los cuadros de Kandinski y toda aquella ola de
creatividad para un mundo nuevo que fue luego ahogada por el antiguo
seminarista de Tiflis.
Lo
que menos se parece a un bolchevique, en efecto, es un producto de marketing
envuelto en las técnicas de modelado para el consumo de las agencias de
publicidad anglosajonas; un discente y docente de una universidad privada de
las últimas en el ranking de ese pool de expendedoras de títulos contra
reembolso, la Camilo José Cela (donde, como cualquier alumno de bachillerato
sabe, “se pinta, se recorta y se colorea…”); alguien que se lía a la hora de
votar entre tres botones y pulsa el equivocado; uno que dice que Machado nació
en Soria y les dice a los socialistas que la bandera bicolor fue por la que
lucharon sus padres; un político que, en lugar de publicar sus ideas en Il
Manifesto, la New Left Review, The
Guardian o Liberation va
divulgándolas por El Hormiguero, el Programa de
AR o Sálvame. En fin, ¿que si se puede dudar de que no tiene pinta de
bolchevique? Por favor, un respeto…
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