¿QUÉ QUIERE PUTIN?
Rostislav Ishchenko
Sociología Crítica
29.05.2015
Traducido del Ruso al Inglés por Denis, Gideon y Robin
Es gratificante que los “patriotas” no culpasen inmediatamente a Putin por la imposibilidad de lograr una derrota a gran escala de las tropas ucranianas en el Donbás en enero y febrero, o por las reuniones de Moscú con Merkel y Hollande.
Aun así, todavía están impacientes por una victoria. Los más radicales están convencidos de que Putin “rendirá a Novorrusia” de todas maneras. Y los moderados tienen miedo de que él tan pronto como se firme la próxima tregua (si eso ocurre) abandone la necesidad de reagrupar y reponer al ejército Novorruso (lo cual en realidad se podría haber hecho sin el cese de las operaciones militares), para llegar a un acuerdo con las nuevas circunstancias en el frente internacional, y prepararse para las nuevas batallas diplomáticas.
De hecho, a pesar de toda la atención que los diletantes políticos y/o militares (los Talleyrand y los Bonaparte de Internet) le están dando a la situación en el Donbás y Ucrania en general, este es sólo un punto en un frente global: el resultado de la guerra está siendo decidido no en el aeropuerto de Donetsk o en las colinas de las afueras de Debaltsevo, sino en las oficinas en la Plaza Staraya 1 y la Plaza Smolenskaya 2 en las oficinas en París, Bruselas y Berlín. Porque la acción militar es sólo uno de los muchos componentes de la disputa política.
Es la más dura y el componente final, que conlleva un gran riesgo, pero el asunto no se inicia con la guerra y no termina con la guerra. La guerra es sólo un paso intermedio que significa la imposibilidad de compromiso. Su propósito es crear nuevas condiciones en las que el compromiso sea posible o mostrar que ya no hay ninguna necesidad de este, con la desaparición de uno de los bandos del conflicto. Cuando es el momento para el compromiso, cuando el combate ha terminado y las tropas regresan a sus cuarteles y los generales comienzan a escribir sus memorias y a prepararse para la próxima guerra, ahí es cuando el resultado real de la confrontación es determinado por los políticos y diplomáticos en la mesa de negociaciones.
Las decisiones políticas no suelen ser entendidos por la población en general o por los militares. Por ejemplo, durante la guerra austro-prusiana de 1866, el canciller prusiano Otto Von Bismarck (más tarde canciller del imperio alemán) hizo caso omiso a las reiteradas peticiones del Rey Guillermo I (el futuro emperador alemán) y las demandas de los generales prusianos de tomar Viena, y él tenía toda la razón para hacerlo. De esa manera aceleró la paz en los términos de Prusia y también aseguró que Austria-Hungría se convirtiera para siempre (bueno, hasta su desmembramiento en 1918) en un socio menor de Prusia y más tarde del Imperio Alemán.
Para entender cómo, cuándo y en qué condiciones la actividad militar puede terminar, tenemos que saber lo que quieren los políticos y la forma en que ven las condiciones del compromiso de la posguerra. Quedará claro entonces por qué la acción militar se convirtió en una guerra civil de baja intensidad con treguas ocasionales, no sólo en Ucrania, sino también en Siria.
Obviamente, los puntos de vista de los políticos de Kiev no nos interesan porque no deciden nada. El hecho de que personas foráneas gobiernan Ucrania ya no es un secreto. No importa si los ministros del gabinete son de Estonia o Georgia; al final son estadounidenses. También sería un gran error interesarnos en cómo los líderes de la República Popular de Donetsk (RPD) y la República Popular de Lugansk (RPL) ven el futuro. Las repúblicas existen sólo con el apoyo de Rusia, y mientras Rusia las apoye, los intereses de Rusia tienen que ser protegidos, incluso de decisiones e iniciativas independientes. Hay demasiado en juego para permitir a [Alexander] Zakharchenko o [Igor] Plotnitsky, o cualquier otra persona, tomar decisiones independientes en esta materia.
Tampoco estamos interesados en la posición de la Unión Europea. Mucho dependía de la UE hasta el verano del año pasado, cuando la guerra se podría haber evitado o detenido desde el principio. Se necesitaba una posición dura y de principios en contra de la guerra por parte de la UE. Podría haber bloqueado las iniciativas estadounidenses para iniciar la guerra y la UE se habría convertido en un actor geopolítico independiente y significativo. La UE dejó pasar esa oportunidad y en el lugar de eso se comportó como un fiel vasallo de los Estados Unidos.
Como resultado, Europa está al borde de una conmoción interna espantosa. En los próximos años, tiene todas las posibilidades de sufrir la misma suerte que Ucrania, sólo que con un gran estruendo, un gran derramamiento de sangre y menos posibilidades de que las cosas se reestablezcan en un futuro cercano – en otras palabras, que alguien aparezca y ponga las cosas en orden.
De hecho, hoy en día la UE puede elegir si desea seguir siendo un instrumento de los Estados Unidos o acercarse a Rusia. Dependiendo de su elección, Europa puede caer con un ligero susto, como una ruptura de parte de su periferia y la posible fragmentación de algunos países, o podría colapsar por completo. A juzgar por la renuencia de las élites europeas a romper abiertamente con los Estados Unidos, el colapso es casi inevitable.
Lo que nos debe interesar es la opinión de los dos principales contendores que determinan la configuración del frente geopolítico y, de hecho, están luchando por la victoria en la guerra de nueva generación – la Tercera Guerra Mundial centrada en la red. Estos contendores son los Estados Unidos y Rusia.
La posición de EE.UU. es clara y transparente. En la segunda mitad de la década de 1990, Washington perdió su única oportunidad de reformar la economía de la Guerra Fría sin obstáculos y con ello evitar la crisis que se avecina en un sistema cuyo desarrollo está limitado por la naturaleza finita del planeta Tierra y sus recursos, incluidos los humanos, que entra en conflicto con la necesidad de imprimir dólares de forma ininterrumpida.
Después de eso, los Estados Unidos sólo podía prolongar la agonía del sistema saqueando al resto del mundo. En un principio fue tras los países del Tercer Mundo. Luego fue por los potenciales competidores. Luego por los aliados e incluso amigos cercanos. Tal saqueo podía continuar sólo mientras los Estados Unidos se mantuviera como potencia hegemónica indiscutible del mundo.
Así, cuando Rusia declaró su derecho a tomar decisiones políticas independientes – decisiones no de importancia global, sino regional -, un enfrentamiento con los Estados Unidos se hizo inevitable. Este choque no puede terminar en un compromiso de paz.
Para los Estados Unidos, un compromiso con Rusia significaría renunciar de forma voluntaria a su hegemonía, lo que lo llevaría a una catástrofe sistémica acelerada – no sólo una crisis política y económica, sino también una parálisis de las instituciones del Estado y la incapacidad del gobierno para funcionar. En otras palabras, su inevitable desintegración.
Pero si Estados Unidos gana, entonces es Rusia quien experimentará una catástrofe sistémica. Después de un cierto tipo de “rebelión”, las clases dirigentes de Rusia serían castigadas con la liquidación y confiscación de activos, así como penas de prisión. El estado se fragmentaría, se anexarían territorios sustanciales y el ejercito del país podría ser destruido.
Así que la guerra durará hasta que un lado gane. Cualquier acuerdo provisional debe considerarse sólo como una tregua temporal – un respiro necesario para reagruparse, para movilizar nuevos recursos y encontrar (es decir, robar) aliados adicionales.
Para completar el panorama de la situación, sólo necesitamos la posición de Rusia. Es esencial entender lo que el liderazgo ruso quiere lograr, sobre todo el presidente, Vladimir Putin. Estamos hablando del rol clave que desempeña Putin en la organización de la estructura de poder de Rusia. Este sistema no es autoritario, como muchos afirman, sino más bien autoritativo – lo que significa que no se basa en la consolidación legislativa de la autocracia, sino en la autoridad de la persona que creó el sistema y, como la cabeza de él, hace que funcione con eficacia.
Durante los 15 años de Putin en el poder, a pesar de la difícil situación interna y externa, él ha tratado de maximizar el papel del gobierno, la Asamblea Legislativa, e incluso las autoridades locales. Estos son pasos totalmente lógicos que deberían haber dado al sistema integridad, estabilidad y continuidad. Debido a que ningún político puede gobernar para siempre, la continuidad política, sin importar quién llegue al poder, es la clave para un sistema estable.
Por desgracia no se ha alcanzado el control totalmente autónomo, es decir, la capacidad de funcionar sin la supervisión del presidente. Putin sigue siendo el componente clave del sistema, ya que las personas pusieron su confianza en él personalmente. Tienen mucha menos confianza en el sistema, como el representado por las autoridades públicas y determinadas agencias.
Por lo tanto la opinión y los planes políticos de Putin se convierten en el factor decisivo en ámbitos como la política exterior de Rusia. Si la frase “sin Putin, no hay Rusia” es una exageración, entonces, en mi opinión, la frase “lo que quiere Putin, Rusia también lo quiere” refleja la situación con bastante precisión.
En primer lugar, notemos que el hombre que durante 15 años ha guiado cuidadosamente a Rusia en su renacimiento lo ha hecho en condiciones de hegemonía por parte de Estados Unidos en la política mundial, junto con importantes oportunidades de Washington para influir en la política interna de Rusia. Tenía que entender la naturaleza de la lucha y su oponente. De lo contrario, no habría durado tanto tiempo.
El nivel de confrontación en el que Rusia se permitió entrar con Estados Unidos creció muy lentamente y hasta cierto punto pasó desapercibido. Por ejemplo, Rusia no reaccionó en absoluto al primer intento de la revolución de color en Ucrania en 2000-2002 (el caso Gongadze 3, el escándalo Cassette 4, y la protesta en Ucrania para sacar a Kuchma 5).
Rusia tomó una posición opuesta, pero no intervino activamente en los golpes de Estado que tuvieron lugar entre noviembre de 2003 y enero de 2004 en Georgia y entre noviembre de 2004 y enero de 2005 en Ucrania. En 2008, en Osetia y Abjasia, Rusia utilizó sus tropas contra Georgia, un aliado de Estados Unidos. En 2012, en Siria, la flota rusa demostró su disposición a enfrentarse a Estados Unidos y sus aliados de la OTAN.
En 2013, Rusia comenzó a tomar medidas económicas contra el régimen de [Víctor] Yanukovich, que contribuyeron a hacerlo entender la nocividad de la firma de un acuerdo de asociación [con la UE].
Moscú no podía haber salvado a Ucrania del golpe de Estado, debido a la bajeza, cobardía y estupidez de los líderes de Ucrania – no sólo Yanukovich sino todos ellos sin excepción. Después del golpe armado en Kiev en febrero de 2014, Rusia entró en abierta confrontación con Washington. Antes de eso, los conflictos se entremezclaban con mejoras en las relaciones, pero a principios de 2014 las relaciones entre Rusia y Estados Unidos se deterioraron rápidamente y casi de inmediato llegaron a un punto en que, de haber estado en la era pre nuclear, la guerra hubiera sido declarada de forma automática.
Por lo tanto en un momento dado Putin se involucró precisamente en el nivel de confrontación con los Estados Unidos que Rusia podía manejar. Si Rusia no esta limitando en este momento el nivel de confrontación, significa que Putin cree que, en la guerra de las sanciones, la guerra de nervios, la guerra de la información, la guerra civil en Ucrania, y la guerra económica, Rusia puede ganar.
Esta es la primera conclusión importante sobre lo que Putin quiere y lo que espera. Él espera ganar. Y teniendo en cuenta que avanza de forma meticulosa y se esfuerza por anticipar sorpresas, pueden estar seguros de que cuando se tomó la decisión de no retroceder ante la presión de los Estados Unidos, sino de responder, el liderazgo ruso tenía una doble, si no triple, garantía de victoria.
Me gustaría señalar que la decisión de entrar en un conflicto con Washington no se tomó en 2014, ni en 2013. La guerra del 8 de agosto de 2008, fue un desafío que Estados Unidos no podía dejar sin castigo. Después de eso, cada nueva etapa de la confrontación sólo subió las apuestas. De 2008 a 2010, la capacidad de los Estados Unidos – no sólo militar o económica, sino su capacidad en general – ha disminuido, mientras que la de Rusia ha mejorado significativamente. Así que el objetivo principal era elevar las apuestas lentamente en lugar de en forma explosiva. En otras palabras, había que retrasar el mayor tiempo posible un enfrentamiento abierto en el que toda simulación se eliminara y todo el mundo entendiera que había una guerra. Pero hubiera sido aún mejor evitarlo por completo.
Con cada año que pasaba, los Estados Unidos se hacía más débil mientras que Rusia se hacía más fuerte. Este proceso era natural e imposible de detener, y podríamos haber proyectado con un alto grado de certeza que para el 2020 al 2025, sin ningún tipo de confrontación, el período de la hegemonía estadounidense habría terminado, y para los Estados Unidos sería entonces más aconsejable no pensar en cómo gobernar el mundo, sino la forma de evitar su precipitada decadencia interna.
Así que el segundo deseo de Putin está claro: mantener la paz o la apariencia de paz el mayor tiempo posible. La paz es ventajosa para Rusia porque en condiciones de paz, sin grandes gastos, se obtiene el mismo resultado político, pero en una situación geopolítica mucho mejor. Es por eso que Rusia extiende continuamente la rama de olivo. Del mismo modo como la junta en Kiev colapsará en condiciones de paz en el Donbás, en condiciones de paz mundial, el complejo militar-industrial y el sistema financiero global creado por los Estados Unidos están condenados a la autodestrucción. En este sentido, las acciones de Rusia son acertadamente descritas por la máxima de Sun Tzu “La mayor victoria es aquella que no requiere batalla.”
Está claro que Washington no está dirigido por idiotas, no importa lo que se diga en programas de entrevistas rusos o se escriba en los blogs. Los Estados Unidos entienden precisamente la situación en la que se encuentran. Por otra parte, también entienden que Rusia no tiene planes de destruirlos y está realmente dispuesta a cooperar como un igual. Aún así, debido a la situación política y socioeconómica en los Estados Unidos, dicha cooperación no es aceptable para ellos. Es probable que se produzca un colapso económico y una explosión social antes de que Washington (incluso con el apoyo de Moscú y Pekín) tenga tiempo para introducir las reformas necesarias, sobre todo si tenemos en cuenta que la UE tendrá que someterse a una reforma de forma simultanea. Por otra parte, la élite política que ha surgido en los Estados Unidos en los últimos 25 años se ha acostumbrado a su condición de dueños del mundo. Ellos sinceramente no entienden cómo alguien puede desafiarlos.
Para la elite gobernante en Estados Unidos (no tanto la clase de los negocios, sino la de la burocracia gubernamental), pasar de ser un país que decide el destino de los pueblos inferiores a uno que negocia con ellos en igualdad de condiciones es intolerable. Probablemente es equivalente a ofrecer a Gladstone o Disraeli el puesto de primer ministro del Reino Zulú bajo Cetshwayo kaMpande. Y así, a diferencia de Rusia, la cual necesita de paz para desarrollarse, los Estados Unidos requieren la guerra como algo vital.
En principio, cualquier guerra es una lucha por recursos. Por lo general, el ganador es el que tiene más recursos y, en última instancia puede movilizar más tropas y construir más tanques, barcos y aviones. Aun así, a veces los que están estratégicamente en desventaja puede revertir la situación con una victoria táctica en el campo de batalla. Los ejemplos incluyen las guerras de Alejandro el Grande y Federico el Grande, así como la campaña de 1939-1940 de Hitler.
Las potencias nucleares no pueden enfrentarse entre sí directamente. Por lo tanto, su base de recursos es de suma importancia. Este es exactamente el por qué de la competencia desesperada entre Rusia y Estados Unidos por aliados en el último año. Rusia ha ganado esta competición. Los Estados Unidos pueden contar sólo con la UE, Canadá, Australia y Japón como aliados (y no siempre de manera incondicional), pero Rusia ha logrado movilizar el apoyo de los BRICS, ganar un firme apoyo en América Latina, y comenzar a desplazar a Estados Unidos en Asia y África del Norte.
Por supuesto, no salta a la vista, pero si tenemos en cuenta los resultados de las votaciones en la ONU, suponiendo que una falta de apoyo oficial a los Estados Unidos significa disidencia y de este modo un apoyo a Rusia, resulta que los países alineados con Rusia juntos controlan alrededor del 60% del PIB del mundo, tiene más de dos tercios de su población, y cubre más de tres cuartas partes de su superficie. Así que Rusia ha sido capaz de movilizar más recursos.
En este sentido, los Estados Unidos tenían dos opciones tácticas. La primera parecía tener un gran potencial y fue empleada por ellos desde los primeros días de la crisis ucraniana.
Esta era intentar forzar a Rusia a elegir entre una situación mala y una aún peor. Rusia se vería obligada a aceptar un estado nazi en sus fronteras y, por tanto, una dramática pérdida de autoridad internacional y de confianza y apoyo de sus aliados, y después de un breve periodo de tiempo se volvería vulnerable para las fuerzas pro estadounidenses a lo interno y externo, con ninguna posibilidad de sobrevivir. O sino podía enviar a su ejército sobre Ucrania, barrer a la junta antes de que se organizara, y restaurar el gobierno legítimo de Yanukovich. Eso, sin embargo, habría traído una acusación de agresión contra un Estado independiente y de suprimir una revolución del pueblo. Tal situación habría dado lugar a un alto grado de desaprobación por parte de los ucranianos y la necesidad de constantemente gastar significativos recursos militares, políticos, económicos, y diplomáticos para mantener un régimen títere en Kiev, ya que ningún otro gobierno hubiera sido posible bajo tales condiciones.
Rusia evitó este dilema. No hubo invasión directa. Es el Donbás el que está luchando contra Kiev. Son los estadounidenses los que tienen que dedicar sus escasos recursos en el condenado régimen títere de Kiev, mientras que Rusia puede permanecer al margen haciendo propuestas de paz.
Así que ahora los Estados Unidos está empleando la segunda opción. Tan vieja como las montañas. Lo que no se puede mantener, y que será tomado por el enemigo, debe destruirse tanto como sea posible para que la victoria del enemigo sea más costosa que la derrota, ya que todos sus recursos se utilizarán para reconstruir el territorio destruido. Por lo tanto, Estados Unidos ha dejado de asistir a Ucrania con algo más que retórica política alentando al mismo tiempo a Kiev a esparcir la guerra civil en todo el país.
El suelo ucraniano debe arder, no sólo en Donetsk y Lugansk, sino también en Kiev y Lvov. La tarea es simple: destruir la infraestructura social tanto como sea posible y dejar a la población en el borde mismo de la supervivencia. Entonces la población de Ucrania consistirá de millones de personas hambrientas, desesperadas y fuertemente armadas que se matarán entre sí por comida. La única manera de detener este baño de sangre sería una masiva intervención militar internacional en Ucrania (la milicia por sí sola no será suficiente) y la inyección masiva de fondos para alimentar a la población y para reconstruir la economía hasta que Ucrania pueda comenzar a alimentarse.
Es evidente que todos estos costes recaerían sobre Rusia. Putin cree correctamente que no sólo el presupuesto, sino también los recursos públicos en general, incluidos los militares, se verían en este caso sobrecargados y posiblemente serían insuficientes. Por lo tanto, el objetivo es no permitir que Ucrania explote antes de que la milicia pueda poner la situación bajo control. Es crucial minimizar las bajas y la destrucción y salvar tanto de la economía como sea posible y la infraestructura de las grandes ciudades para que la población de alguna manera sobreviva y luego los propios ucranianos se hagan cargo de los rufianes nazis.
En este punto la UE se muestra como un aliado para Putin. Porque Estados Unidos siempre trató de usar los recursos de Europa en su lucha con Rusia, la Unión Europea, que ya estaba debilitada, alcanzó su punto de agotamiento y tiene que lidiar con sus propios problemas de larga data.
Si Europa ahora tuviera en su frontera oriental a una Ucrania completamente destruida, de la que millones de personas armadas huirían no sólo hacia Rusia sino también a la Unión Europea, llevando con sigo lindos pasatiempos como el tráfico de drogas, el tráfico de armas y el terrorismo, la UE no sobreviviría. Para Rusia, sin embargo las Repúblicas Populares de Novorrusia servirían como un amortiguador.
Europa no puede confrontar a los Estados Unidos, pero le aterra una Ucrania destruida. Por lo tanto, por primera vez en el conflicto, Hollande y Merkel no están simplemente tratando de sabotear las demandas de Estados Unidos (imponiendo sanciones, pero sin ir demasiado lejos), sino también llevando a cabo una acción limitada pero independiente con el objetivo de lograr un compromiso – tal vez no la paz, pero al menos una tregua en Ucrania.
Si Ucrania se incendia, arderá rápidamente, y si la UE se convierte en un socio poco fiable que está listo, si no a entrar en el campo ruso al menos a tomar una posición neutral, Washington, fiel a su estrategia, se vería obligado a incendiar Europa.
Está claro que una serie de guerras civiles e interestatales en un continente lleno de todo tipo de armas, donde viven más de quinientos millones de personas, es mucho peor que una guerra civil en Ucrania. El Atlántico separa a Estados Unidos de Europa. Incluso Gran Bretaña podría esperar mantenerse alejado a través del Canal. Pero Rusia y la UE comparten una frontera muy larga [sic].
No está en lo absoluto entre los intereses de Rusia tener una conflagración que se extienda desde el Atlántico hasta los Cárpatos, cuando el territorio de los Cárpatos hasta el Dnieper sigue ardiendo. Por lo tanto, otro objetivo de Putin es, en la medida de lo posible, evitar la mayor parte de los efectos negativos de una conflagración en Ucrania y una conflagración en Europa. Debido a que es imposible evitar completamente ese resultado (si Estados Unidos quiere encender el fuego, lo hará), es necesario poder extinguirlo rápidamente para salvar lo que es más valioso.
Por lo tanto, para proteger los intereses legítimos de Rusia, Putin considera que la paz es de vital importancia, ya que es la paz la que hará posible alcanzar este objetivo con un efecto máximo a un costo mínimo. Pero debido a que la paz ya no es posible, y las treguas son cada vez más teóricas y frágiles, Putin necesita la guerra para terminar lo más rápido posible.
Pero quiero hacer hincapié en que si se podría haber llegado a un compromiso hace un año en condiciones más favorables para Occidente (Rusia habría seguido obtenido sus objetivos, pero más tarde – una concesión menor), ya no es posible, y la condiciones están empeorando progresivamente. Aparentemente, la situación sigue siendo la misma; la paz en casi cualquier condición sigue siendo beneficiosa para Rusia. Sólo una cosa ha cambiado, pero es de la mayor importancia: la opinión pública. La sociedad rusa anhela la victoria y que se aplique castigo. Como señalé anteriormente, el poder ruso es autoritativo, y no autoritario; por lo tanto, la opinión pública importa en Rusia, en contraste con las “democracias tradicionales.”
Putin puede mantener su papel como el eje del sistema sólo en la medida que tenga el apoyo de la mayoría de la población. Si pierde este apoyo, dado que no hay figuras de su estatura que hayan surgido de la élite política de Rusia, el sistema perderá su estabilidad. Pero el poder puede mantener su autoridad solo mientras exprese con éxito los deseos de las masas. Así, la derrota del nazismo en Ucrania, incluso si es diplomática, debe ser clara e indiscutible – sólo bajo esas condiciones es posible un compromiso por parte de Rusia.
Por lo tanto, independientemente de los deseos de Putin y los intereses de Rusia, dado el equilibrio global de fuerzas, así como las prioridades y capacidades de los protagonistas, una guerra que debería haber terminado el año pasado dentro del territorio de Ucrania es casi seguro que se extienda a Europa. Uno sólo puede suponer quién será más eficaz – los americanos con su bidón de gasolina o los rusos con su extintor de incendios? Pero una cosa está absolutamente clara: las iniciativas de paz de los líderes rusos estarán limitadas no por sus deseos, sino por sus capacidades reales. Es inútil luchar contra los deseos de la gente o el curso de la historia; pero cuando estos coinciden, lo único que un político sabio puede hacer es entender los deseos de la gente y la dirección del proceso histórico y tratar de apoyarlo a toda costa.
Las circunstancias descritas anteriormente hacen muy poco probable que los partidarios de un estado independiente Novorruso vean sus deseos cumplidos. Dada la magnitud de la conflagración por venir, determinar el destino de la Ucrania como un todo no es excesivamente complicado pero, al mismo tiempo, no será barato.
Es lógico que el pueblo ruso deba preguntar: si los rusos, a quienes rescatamos de los nazis, viven en Novorrusia, ¿por qué tienen que vivir en un Estado independiente? Si quieren vivir en un Estado independiente, ¿por qué Rusia debería reconstruir sus ciudades y fábricas? A estas preguntas sólo hay una respuesta razonable: Novorrusia debe convertirse en parte de Rusia (especialmente porque tiene suficientes combatientes, aunque la clase gobernante es problemática). Bueno, si parte de la Ucrania puede unirse a Rusia, ¿por qué no toda ella? Sobre todo porque con toda probabilidad, por el momento esta pregunta está en la agenda, la Unión Europea ya no será una alternativa a la Unión Euroasiática [para la Ucrania].
En consecuencia, la decisión de reunificarse con Rusia será tomada por una Ucrania federada pero unida y no por alguna entidad sin un estatus claro. Creo que es prematuro redibujar el mapa político. Lo más probable es que el conflicto en Ucrania concluya a finales de año. Pero si Estados Unidos logra extender el conflicto a la UE (y lo intentará), la resolución final de los asuntos territoriales tardará al menos un par de años y tal vez más.
En cualquier situación nos beneficiamos de la paz. En condiciones de paz, a medida que la base de recursos de Rusia crece, más aliados nuevos (antiguos socios de los Estados Unidos) pasan a su lado, y a medida que Washington es progresivamente marginado, la reestructuración territorial se volverá mucho más simple y temporalmente menos importante, especialmente para aquellos que están siendo reestructurados.
Notas:
1 Calle de Moscú donde se localiza la oficina principal de la Administración Presidencial de Rusia.
2 Plaza de Moscú donde se localiza el Ministrio de Asuntos Exteriores de Rusia.
3 Georgiy Gongadze fue un periodista y director de cine Ucraniano nacido en Georgia que fue secuestrado y asesinado en el año 2000.
4 El Escándalo Cassette estalló en el año 2000 con la publicación de unos casetes de audio en los que Leonid Kuchma presuntamente discutía la necesidad de silenciar a Gongadze por informar sobre la corrupción a los más altos niveles.
5 Como resultado del Escandalo Cassette, se llevó a cabo una masiva protesta anti-Kuchma en la Ucrania en 2000 – 2001.
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