Entrevista al sociólogo y politólogo
brasileño Emir Sader
“Los
gobiernos posneoliberales de América Latina han rescatado la función del
estado”
Rebelión
02.05.2015
Aparentemente el neoliberalismo apuesta por el mercado, el sector privado y la desregulación en todos los ámbitos, de manera
que (a simple vista) el estado constituiría una barrera para el libre discurrir
de la oferta y la demanda. Sin embargo, los gobiernos de corte neoliberal hacen
un uso intensivo del aparato estatal para desarrollar sus contrarreformas. En
América Latina, sin embargo, los gobiernos progresistas o “posneoliberales” han
rescatado al estado y le han otorgado otra función, según el sociólogo y
politólogo brasileño Emir Sader: la prioridad de las políticas sociales en
lugar del ajuste fiscal; o la primacía de la integración regional y los
intercambios Sur-Sur, frente a los Tratados de Libre Comercio (TLC) con Estados
Unidos. Emir Sader es uno de los fundadores-impulsores del Foro Social Mundial
de Porto Alegre, además de profesor retirado de las universidades de Sao Paulo
y del Estado de Río de Janeiro. Entre 2006 y 2012 fue secretario ejecutivo del
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Entre su abundante
bibliografía figuran “Lula y Dilma, 10 años de gobiernos posneoliberales en
Brasil”; “El nuevo topo: los caminos de la izquierda latinoamericana”; “Porto
Alegre: otro mundo es posible” o “La venganza de la historia”. Es también
coordinador de la Enciclopedia Contemporánea de América Latina y el Caribe.
-El
fracaso del neoliberalismo, con las políticas privatizadoras, desreguladoras y
sumisas al Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, inaugura en
América Latina una era de gobiernos que has llamado “posneoliberales”. ¿En qué
contexto se desarrolla el neoliberalismo y cómo se fragua la respuesta
“posneoliberal”?
El
paso del capitalismo a su era neoliberal fue el resultado de varios factores de
cambio a escala mundial. Primeramente la derrota del campo socialista en la
“guerra fría”, y el paso de un mundo “bipolar” a otro “unipolar” bajo hegemonía
imperial estadounidense. Además, se produce el final del ciclo largo expansivo
del capitalismo, que viene de la segunda guerra mundial y se prolonga hasta los
años 70, y que implica el paso de un modelo regulador keynesiano a un modelo
liberal de mercado. Estos factores representan un cambio en la correlación de
fuerzas muy favorable al bloque occidental liderado por Estados Unidos. El
neoliberalismo surge en este marco. En la idea de que el capitalismo había
dejado de crecer, y entrado en un largo ciclo recesivo, porque –se decía- había
una excesiva cantidad de reglamentaciones. Desregulado, el capitalismo volvería
a funcionar y todos ganarían. Pero lo que realmente sucedió con la
“liberalización” fue una inmensa transferencia de recursos del sector
productivo al sector especulativo, además de la hegemonía de éste a escala
mundial. Ocurre entonces que las fuerzas populares y anticapitalistas se sitúan
a la defensiva. América Latina, en particular, fue una víctima especial porque
sufrió la crisis de la deuda en el paso de los años 70 a los 80; dictaduras
militares en países políticamente tan importantes como Brasil, Uruguay,
Argentina o Chile; y la mayor cantidad de gobiernos neoliberales del mundo, en
una modalidad muy “radical”. La reacción se produjo en la forma de elección de
gobiernos que expresaban un rechazo al neoliberalismo y al fracaso de su
gestión.
-Los
gobiernos “posneoliberales”. ¿En qué países acceden al poder ejecutivo, cuáles
son sus características y qué políticas desarrollan?
Sea
por la crisis mexicana de 1994, Brasil (1998-99) o Argentina (2001-2002), sea
porque no cumplió sus promesas (ni siquiera el control inflacionario) y, sobre
todo, porque profundizó la desigualdad y la exclusión social, ciertamente el
neoliberalismo fracasó en América Latina. La ola de gobiernos que empieza con
Chávez (1999) y llega hasta Rafael Correa (2007) se plantean esencialmente la
superación del modelo neoliberal. Algunos se plantean como objetivo estratégico
superar el capitalismo (Venezuela, Ecuador o Bolivia), pero lo que los une es
la idea de superar el neoliberalismo y sustituirlo por otro modelo al que, por
no haber encontrado una palabra mejor para definirlo, he llamado de gobiernos
“posneoliberales”. Se caracterizan básicamente por la prioridad de las
políticas sociales en lugar del ajuste fiscal; la primacía de la integración
regional y los intercambios Sur-Sur, frente a la firma de Tratados de Libre
Comercio (TLC) con Estados Unidos. Por último, son gobiernos que impulsan el
“rescate” del estado. Contra la centralidad del mercado, el rol activo del
estado en los político, lo económico y para la garantía de los derechos
sociales.
-En
2013 coordinaste un libro sobre una década de gobiernos del PT en Brasil.
¿Cuáles son los principales logros y déficit? ¿Han conseguido los gobiernos de
Lula y Dilma Rousseff romper con el neoliberalismo?
Los
gobiernos del PT han cerrado el ciclo de gobiernos “posneoliberales” de
Fernando Collor de Mello y Fernando Henrique Cardoso. Han terminado con los
procesos de privatización, rescatado la prioridad de las políticas sociales y
priorizado otros elementos de lo que denominé gobiernos “posneoliberales”. Sin
embargo, por la herencia negativa que han recibido, no han realizado cambios
estructurales en el país. Por ejemplo, la hegemonía del capital financiero
continúa vigente, lo que es un obstáculo para mantener niveles de crecimiento
altos. El peso del agronegocio en el campo es otro obstáculo al avance de
políticas de autosuficiencia alimentaria y reforma agraria. En tercer lugar, el
monopolio privado de los medios de comunicación es un elemento que fortalece a
la oposición política. El último factor es la financiación privada de las
campañas electorales, que produce congresos muy copados por los grupos de
presión corporativos. En algunas de las circunstancias mencionadas, el gobierno
empieza a plantear cambios, pero en otras no encontró la forma de hacerlo. Ello
hace que los avances tengan límites.
-En
2014 se cumplía el 30 aniversario del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra
de Brasil (MST), uno de los más potentes del mundo y en el que participan 1,5
millones de personas. ¿Cuál es su relación con los gobiernos del PT, sobre todo
en la cuestión de la agroindustria?
El
MST es un movimiento social muy especial. Pelea por la reforma agraria pero
tiene también una visión política de los asuntos. Si el MST se orientara sólo
por la política agraria del gobierno, debería tener una posición más dura. Y la
tiene en esa cuestión. Pero dado que se ubica también como movimiento social y
político, sabe que en la polarización nacional (y no sólo en Brasil), la
alternativa está en la derecha. Incluso cuando algunos sectores salen o se
desplazan del gobierno, como Marina Silva en Brasil, se van a la derecha. El
MST tiene, por tanto, una actuación de lucha contra la derecha y las
perspectivas golpistas que lo hacen estar más cerca del gobierno de lo que
debería estar, si sólo considerara la cuestión agraria, en la que los avances
fueron pequeños.
-El
neoliberalismo es también (o sobre todo) una escala de valores, una cosmovisión
y una manera de entender el mundo. ¿Han abierto alguna brecha los gobiernos de
izquierda latinoamericanos en la hegemonía neoliberal?
Éste
es un elemento presente en todos los países, porque el neoliberalismo no sólo
transforma las estructuras económicas y sociales, sino también los valores.
Impone una cultura elitista y centrada en el consumidor, no en los derechos de
la gente, lo que al final representa un factor de fuerza para los Estados
Unidos. Es el llamado “modo de vida norteamericano”, que tiene en el Shopping
Center (y la maquinaria publicitaria que lleva aparejada) su forma ejemplar de
estilo de vida. Aun en los países en los que hubo un progreso socioeconómico
importante (Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil, Argentina o Uruguay), no se ha
logrado todavía generar ideologías alternativas. Sobre esta cuestión, el
historiador británico Perry Anderson hizo una reflexión muy seria: cuando la
izquierda llegó finalmente al gobierno, por el agotamiento de los gobiernos
neoliberales, había perdido la batalla de las ideas. Éste es el punto en el que
la izquierda encuentra más dificultades para contrarrestar la ola neoliberal.
-¿Qué
función han otorgado al estado los gobiernos “posneoliberales”?
El
estado fue también una víctima del neoliberalismo, al disminuir sus
atribuciones y privatizar propiedades que estaban en manos públicas. Los
gobiernos progresistas de América Latina han rescatado el rol del estado. Pero
es un estado que, por citar un e jemplo de su modo de funcionar, no está adecuado
para una relación distinta con el movimiento popular. No cuenta habitualmente
con mecanismos para ello. Es un “milagro” que en Brasil se haga llegar a través
de tarjetas el programa “bolsa familia” a 60 millones de personas. Ciertamente
no sé cómo logra hacerse, pero es algo que no se compadece con el carácter
profundamente burocrático e inerte del estado. Esto lo entendieron muy bien los
países que impulsaron la refundación del estado, sobre todo Ecuador y Bolivia,
más que Venezuela. El estado venezolano continúa con problemas gravísimos de
diferente orden. La refundación en este caso se hizo muy al comienzo del
gobierno, cuando a lo mejor no se tenía la misma claridad de perspectiva que
después en Ecuador o Bolivia. En mi opinión, todos nuestros países han de
refundar el estado, porque es un estado hecho para la inercia y para la
reproducción de las relaciones de dominación existentes. No es un estado para
transformar la sociedad. Se trata de un elemento de enorme debilidad. No basta,
por tanto, con una reforma electoral o de la financiación de los partidos.
-¿Qué
opinas de las luchas que en América Latina se despliegan de manera “autónoma”
respecto al estado y los partidos políticos?
Creo
que fracasaron en el momento de construir una hegemonía alternativa. El Foro
Social Mundial fue vaciado por la presencia predominante de las ONG, que tenían
una postura antiestatal, antipartidaria y antipolítica. Fue posible un frente
común en la resistencia al neoliberalismo, pero llegó finalmente el momento de
buscar alternativas. Consignas como las del movimiento de los “piqueteros”
–“¡Que se vayan todos!”- fue suicida. Con todos sus méritos, los zapatistas
también excluyen una disputa por la alternativa. Como si fuera posible, sin una
disputa política nacional, transformar desde “abajo” no ya la realidad
mexicana, sino siquiera la de Chiapas. Creo que perdieron el tren de la
historia. Movimientos similares en Venezuela, Ecuador y Bolivia construyeron
partidos, pugnaron por la hegemonía y pasaron a dirigir la sociedad. Además,
las tesis fundamentales del Foro Social Mundial no podrían ponerse en práctica
sin el estado. Regular la libre circulación de capitales, afirmar los derechos
sociales… ¿Quién va a hacerlo? En definitiva, fueron elementos castradores que
redujeron el Foro Social Mundial a la intrascendencia.
-En
cuanto al adversario político de los gobiernos “posneoliberales”, ¿se trata de
la derecha tradicional, o constatas un reciclado para hacerse más presentable?
Los
partidos de la derecha latinoamericana o los “reconvertidos” de la derecha
socialdemócrata están presos aún a sus modelos. En última instancia, sus
candidatos en Brasil, Uruguay, Venezuela o Argentina defienden políticas de
libre comercio. Es cierto que conceden, en lo verbal, que van a mantener las políticas
sociales, pero cuando hablan de sus propuestas económicas, se trata de modelos
que hacen inviables cualquier política social. En Brasil, el diagnóstico del
“gurú” de Marina Silva es que el problema del país son los salarios
excesivamente altos. Aunque digan que la van a mantener, por conveniencia
electoral, de la banca pública no va a quedar nada. Ahora bien, los canales
tradicionales, partidarios, de la derecha, no tienen viabilidad, porque heredan
la imagen de gobierno fracasado. Quien triunfó en Chile, Sebastián Piñera, lo
hizo con el prestigio de empresario de éxito. Luis Lacalle en Uruguay, Capriles
en Venezuela, Mauricio Rodas en Ecuador, Sergio Massa en Argentina… Se trata de
buscar gente que venga de “afuera” del sistema de partidos tradicionales. Por
ejemplo, del mundo mediático. En Brasil se intentó hacer con Marina Silva, con
la idea de superar la polarización izquierda-derecha, en términos de “nueva
política” y discursos similares. Tienen que buscar figuras con esos rasgos, que
superen el pasado de la derecha (no sólo el más lejano dictatorial y represivo,
sino también el neoliberal). Pero cuando estos candidatos definen su modelo
terminan cayendo en los principios neoliberales. Aun con caras nuevas. Éste es
su elemento más frágil.
-Constituye
ya un lugar común la consideración de los medios de comunicación privados como
el “partido de la derecha” en América Latina. ¿Han avanzado los gobiernos
“posneoliberales” en la nacionalización de medios o en promover legislaciones
reguladoras?
Los
medios de comunicación son un elemento de fuerza de la derecha. Aun cuando los
gobiernos progresistas nacionalizan medios y se quitan de encima medios de la
oposición, promueven canales públicos sin todos los elementos de atracción de
la televisión privada (deportes, espectáculos, series norteamericanas…). Y,
ciertamente, no vivimos en una época de profunda politización de la sociedad
para que un canal informativo público de 24 horas cuente con audiencias muy
altas. A pesar de que se realicen nacionalizaciones, y que cuenten con
noticieros mucho mejores (como TeleSur), la competencia con los medios de
comunicación privados continúa siendo muy desigual. En las elecciones
presidenciales de 2010 en Brasil, la presidenta de la Asociación Nacional de la
Prensa y directora del periódico Folha de Sao Paulo, afirmó que frente a la
debilidad de los partidos, los medios eran el verdadero partido de la
oposición. Cosa que ya sabíamos, pero en este caso ellos lo confiesan. Estos
medios nunca han logrado la elección de sus candidatos a nivel nacional, pero
tienen un poder significativo en debilitar la capacidad de gobierno de los
ejecutivos progresistas.
-¿Por
qué no cuajan opciones progresistas similares en una Europa, sobre todo la
periferia, también sometida a grandes ajustes fiscales y políticas de
austeridad? ¿Cuándo “torció” su camino la socialdemocracia europea?
Un
momento significativo fue el paso del primer gobierno de Mitterrand a los años
siguientes. Entonces se produjo un viraje importante. Posteriormente el PSOE asumió
el modelo neoliberal, lo que supuso una “reconversión” grave de la
socialdemocracia. Ahora bien, estas dificultades se agrandaron con la forma en
que se fraguó la unificación europea y con el euro. Ésta era una “trampa” que
blinda la Unión Europea de políticas alternativas. Aunque ganen las elecciones
partidos progresistas, están “amarrados” al modelo. En América Latina todo
estaba preparado para que el ALCA uniera a Brasil y Estados Unidos, pero Brasil
vetó e invalidó esta opción. Estados Unidos pasó entonces a la política de
acuerdos bilaterales. Pero, por otro lado, se abrió a partir de ese momento el
camino a la integración regional, lo que no sucedió en Europa.
-
¿Cómo encajan estos ejecutivos progresistas en el mundo “multipolar” que abre
fisuras en la hegemonía norteamericana? ¿Qué apoyo reciben de los BRICS y, en
concreto, de países como China y Rusia?
Más
allá del juicio que se tenga sobre el sistema político de China y Rusia,
objetivamente desempeñan un rol importante en la lucha por un mundo “multipolar”,
que quiebre la hegemonía estadounidense. En agosto de 2013, Estados Unidos
pensaba que se daban todas las condiciones para bombardear a Siria, lo que
sería el preámbulo de un ataque a Irán. Además de la falta de apoyo a la
iniciativa de Obama, Rusia propuso negociaciones con Siria, lo que frenó la
perspectiva de bombardeos y abrió espacios para las negociaciones con Irán. Hay
elementos, hoy, de debilidad en la capacidad “unipolar” norteamericana (la
única potencia mundial que tiene intereses en todas partes). Por otra parte,
los BRICS han suscrito acuerdos y mantenido reuniones con los países del
MERCOSUR, UNASUR y la CELAC. China y Rusia han firmado numerosos acuerdos
bilaterales que cambian la relación de América Latina con el mundo. Hay elementos
contradictorios, pero en principio son unas relaciones dinámicas.
-Medios
occidentales critican en sus páginas los ataques a la oposición, a la libertad
de expresión y la corrupción en algunos de los países integrados en el acrónimo
BRICS. Sobre las perspectivas económicas, por ejemplo en América Latina, se
habla de “recesión” y “frenazo” ¿Hay intereses de fondo detrás de estos
enfoques?
Hace
más de diez años que se habla de la disminución del crecimiento económico de
China. Pero si China crece hoy a un 7,5%, esto es más que crecer a un 10% hace
una década, porque actualmente parte de un crecimiento mucho más alto. Además,
¿Qué país tiene hoy tasas de crecimiento económico del 7,5%? En los medios se
habla, sin embargo, de un “tendencia decreciente”. También se habla de una
disminución de las tasas de crecimiento de los países latinoamericanos. Está
claro. Pero no se trata de una “recesión”, lo que sí ocurre en la Unión
Europea. Otra cuestión es la campaña de la derecha brasileña respecto a
Petrobras, de la que se hacen eco los medios. Es una gran conquista que la
petrolera, principal empresa brasileña, sea estatal, no privada. Eso les
incomoda mucho y por ello sacan asuntos laterales para intentar descalificar.
Tanto es así que generaron un clima de opinión tal que parecía que Dilma
Rousseff fuera a poner al mando de Petrobras a un ejecutivo privado, con el fin
de rescatarla. Si lo hiciera, sería un suicidio. Pero todos los días salían
determinadas “figuras” en los medios diciendo que el nombramiento era inminente.
Sin embargo, Dilma Rousseff nombró a Aldemir Bendine, expresidente de una
empresa estatal, el Banco do Brasil, para rescatar la imagen de Petrobras. Y se
reafirmó en el discurso de que todos los principios de Petrobras se mantienen
vigentes. Ésta es una consecuencia grave del monopolio privado de los medios de
comunicación.
-¿Por
qué razón diarios como El País toman como referencia de “buen hacer” económico
a países como Colombia o México, y también a la Alianza del Pacífico (integrada
por Colombia, Chile, México y Perú), mientras se arremete con saña contra los
países del ALBA o MERCOSUR?
Esto
habla muy negativamente no ya del posicionamiento político, sino del periodismo
que practican E l País y sus corresponsales. Hay un lobby internacional que
funciona especialmente en contra de Brasil, formado por El País, The Economist,
The Wall Street Journal, The New York Times o Financial Times. Lula, como gran
líder mundial de la lucha contra el hambre, les incomodaba. Igual que les
incomoda Brasil, un país que no se sitúa en las coordenadas neoliberales. Lo
importante en Brasil es la transformación del panorama social. Hacer buen
periodismo sería, por tanto, ir a ver qué cambió en el país; explicar por qué a
pesar del “cerco” mediático, el PT eligió por cuarta vez al presidente de la
república. Recientemente planteaban estos medios, incluso, que la situación de
México es mejor que la de Brasil. Ahora ya no pueden hacerlo. Perú tiene un
gobierno absolutamente desprestigiado. Bachelet acercó a Chile a MERCOSUR, y
bajó el perfil del país en la Alianza Pacífico. Colombia está dentro del eje,
pero mantiene intercambios económicos muy grandes con Brasil y otros países. No
es la Colombia de Uribe. Lo que ocurre es que El País no sólo representa una
posición política, sino los intereses de los grandes monopolios españoles en
América Latina, que son afectados por los gobiernos de Venezuela, Bolivia,
Ecuador o Argentina. Los puntos de vista del periódico, así pues, están muy
viciados por los intereses de los bancos, Repsol y las corporaciones privadas
españolas.
-Por
último, escribiste un libro titulado “La venganza de la historia”. ¿Qué querías
decir con esta expresión?
Se
planteó el fin de la historia. Quien estaba ganando el partido, quería que se
terminara en ese momento, pero la historia no se ha adecuado a ese
planteamiento. Hay contradicciones objetivas que no fueron resueltas con el fin
del campo socialista. Al contrario, Estados Unidos pudo imponer la “Pax
Americana” en el mundo, pero el número de conflictos ha aumentado. Y además,
muchos están fuera de control. Estados Unidos no ha podido siquiera resolver
los conflictos de Iraq y Afganistán a la vez. Por tanto, se multiplican los
espacios de enfrentamiento, ya que la victoria económica de Occidente no representó
el progreso, sino el neoliberalismo, la crisis y la especulación financiera.
Hay una dinámica histórica que no se puede frenar con voluntad o mediante
decretos. En la década de los 90 nos parecía que América Latina no rompería con
el marco establecido (endeudamiento con el FMI, derrota y desmoralización de la
izquierda, represión, una maquinaria brutal del modelo de vida
norteamericano…), pero contra lo que pudiera esperarse, Estados Unidos nunca ha
estado tan aislado en la región como ahora. La historia demostró que las
contradicciones siguen vivas. En el fondo, el mejor propagandista del
socialismo es el propio capitalismo.
Imagen:
Andreu Marin Argente
*++
No hay comentarios:
Publicar un comentario