LA
TRAYECTORIA ACADÉMICA Y LAS APORTACIONES CIENTÍFICAS DE JOSÉ MANUEL NAREDO
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Sociología
Crítica
19.05.2015
Volviendo
a los temas agrarios, desde comienzos de la década de 1990, Naredo dirigió su
atención tanto hacia las formas tradicionales de restitución de la fertilidad a
la tierra en los sistemas agrarios como hacia las transformaciones recientes.
Ha mostrado que a partir del XIX todo un conjunto de técnicas agrarias fueron
sustituyendo a la naturaleza como fuerza productiva, analizando cómo la
industria y la actividad comercial influyeron en la transformación de la agricultura.
Las nuevas técnicas agrarias dieron lugar a una progresiva pérdida de
eficiencia energética y una acusada vulnerabilidad de gran parte de los
sistemas agrarios por la creciente utilización de productos químicos y
derivados del petróleo, lo que ha acabado afectando a la calidad final de los
alimentos obtenidos.
En
el contexto de esas preocupaciones, aprovechó sus contactos con investigadores
de la historia agraria sensibles a estos temas, como Ramón Garrabou y Manuel
González de Molina, catedráticos de historia económica e historia contemporánea
en Barcelona y Granada, respectivamente, para promover investigaciones sobre la
fertilización y el agua en los sistemas agrarios desde una perspectiva
histórica, en el marco de la Sociedad Española de Historia Agraria (SEHA) A
partir de 1994 se organizó una serie de encuentros con historiadores, biólogos,
ingenieros agrónomos, economistas y geógrafos para estudiar la fertilidad y el
problema del agua. En esta línea destaca la conferencia inaugural que impartió Naredo
en el Congreso de la SEHA celebrado en Baeza a comienzos de junio 1995 sobre
“Agroecología e historia agraria”. Como resultado de varios encuentros entre
técnicos e historiadores, el grupo coordinado por él y por Ramón Garrabou
publicó, en 1996 y 1999, sendos libros sobre la fertilización y al agua en los
sistemas agrarios editados en la colección “Economía y Naturaleza” . Ese sería
el comienzo de una colaboración que ha tenido luego un desarrollo muy valioso,
y que ha estimulado avances en la línea investigadora de otros historiadores y
economistas barceloneses y de otras áreas. Esos debates dieron lugar a una
orientación decidida hacia el estudio del paisaje, que se consideró, como ha
escrito Enric Tello “una vía para conocer el funcionamiento de los sistemas
agrarios, y la evolución histórica del territorio analizada desde una
perspectiva a la vez agro-ecológica y socio-económica”. Entre otras cosas, este
desarrollo originó, a modo de manifiesto, el libro colectivo de Pujol, González
de Molina, Fernández Prieto, Gallego y Garrabou (2001) titulado El
pozo de todos los males, que revisó críticamente los enfoques de
la historia agraria sobre “el atraso” de la agricultura española contemporánea,
originando amplia polémica. Esta polémica se reflejó en las páginas de la
revista Historia Agraria y reclamó incluso un artículo de Naredo: “Reflexiones
metodológicas en torno al debate sobre “el pozo” y el atraso de la agricultura
española” (2006).
Entre
los recursos necesarios para la agricultura, y para la vida en general, Naredo
ha prestado especial atención a la economía del agua. Las formas de gestión de
ésta en áreas donde es escasa se reflejó en un estudio sobre los Sistemas
de producción e incidencia ambiental del cultivo en suelo enarenado y en
sustratos (dirigido en colaboración con el profesor de la Escuela
Superior de Ingenieros Agrónomos de Almería, José López-Gálvez, 1996).
Paralelamente el uso del agua en los sistemas agrarios, la gestión hídrica en
diversas regiones españolas y en otros países dio lugar a diferentes
publicaciones personales (Enfoques económicos y ecológicos en la
encrucijada actual de la gestión del agua en España, 1997, La
economía del agua en España, 1997) y, sobre todo, a una serie de libros
realizados con autores de diferentes especializaciones. Estas publicaciones, al
igual que las anteriormente citadas, muestran sus esfuerzos por establecer
relaciones transdisciplinarias para resolver los problemas científicos que ha
ido abordando, así como su capacidad para animar relaciones personales e
institucionales: Las cuentas del agua en España (dirigido
en colaboración con el Dr. Ingeniero Agrónomo, Catedrático de Edafología y
Climatología de la Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos de Madrid, José
María Gascó, 1994, La gestión del agua de riego (
dirigido con J. López Gálvez, 1997), La gestión del agua en España y
California, (con el físico y economista zaragozano Pedro Arrojo, 1997), El
agua en los sistemas agrarios. Una perspectiva histórica(editado con el
historiador Ramón Garrabou, 1999). Poco después coordinó el volumen de la
revista Archipiélago sobre El agua: un despilfarro
interesado (2003), y publicó Ideas y propuestas
para una nueva cultura del agua (en colaboración con el ingeniero
industrial y urbanista Antonio Estevan, 2004). Su interés por este importante
tema se ha mantenido hasta hoy, como muestra su ponencia marco sobre “Costes y
cuentas del agua. Propuestas desde un enfoque ecointegrador”, que elaboró para
el Seminario Costes y Cuentas del agua en Cataluña en relación con la Directiva
Marco del Agua, promovido por la Agencia Catalana del Agua, 18 y 19 de junio
2007 en Barcelona y su participación en el V Congreso Internacional de
Ordenación del Territorio, celebrado en Málaga a fines de noviembre de 2007, y
donde ha coordinado una sección sobre “agua y el territorio”.
Pero
además de tratar las temáticas antes indicadas, José Manuel Naredo ha
contribuido a establecer fundamentos de la economía ecológica, a lo que ha
dedicado varios trabajos (1994, 1998. 1999). Toda esa línea de reflexión se fue
incorporando a su concepción ecosistémica, en la que el problema de la energía
adquiere una importancia fundamental. Además de los balances energéticos en la
agricultura española antes mencionados, también se ocupó, de manera más general,
de la energía en el funcionamiento de los ecosistemas. Su punto de vista es
éste: “ la Tierra es un sistema cerrado en materiales, salvo la excepción de
los meteoritos, pero recibe diariamente la energía solar. De ahí que el
mantenimiento de la vida a largo plazo en la Tierra solo sea posible apoyándolo
en la energía solar y en sus derivados renovables, pero no en el mero uso y
degradación de los stocks de ciertos materiales contenidos en la Tierra ”.
Se
ha esforzado por elaborar y reunir cálculos lo más precisos posible sobre el
volumen ligado a la extracción de biomasa y recursos minerales en el conjunto
del planeta. De dichos cálculos concluye que: “el metabolismo de la sociedad
actual, al movilizar anualmente más de 100.000 millones de toneladas de
materiales sólidos, alcanza órdenes de magnitud comparables a los de los
grandes ciclos de la biosfera (por ejemplo, el ciclo del carbono en las tierras
emergidas alcanza un tonelaje similar), y tiene, por tanto, una incidencia muy
significativa a la escala planetaria”. También estima que “la intervención
humana sobre la corteza terrestre orientada a la obtención de rocas y minerales
supera en importancia a la de cualquier agente geológico y contribuye a situar
las extracciones conjuntamente de agua y productos bióticos a una escala sin
precedentes, que resulta muy significativa a nivel planetario”. Y concluye
“tras haber erigido la noción de producción en centro de la ciencia económica,
la civilización industrial está convirtiendo también en no renovables e
insostenibles las únicas producciones que habían sido tradicionalmente
renovables y sostenibles, a saber: las verdaderas producciones de la
agricultura, de las pesquerías y de los bosques”. Realmente, puede afirmarse,
como él hace, que “la especie humana se ha erigido en la cúspide de la pirámide
de la depredación planetaria”.
A
partir del problema de los recursos José Manuel Naredo fue adquiriendo una
preocupación creciente por el mantenimiento de la vida a largo plazo en nuestro
planeta.
Ha
realizado un gran esfuerzo en la búsqueda de un marco teórico integrador, que
permita explicar las interrelaciones entra las diversas variables naturales y
sociales que analiza, y no ha dudado en transitar caminos a veces arriesgados,
como los que le han llevado a explorar el campo de la física y la aplicación de
conceptos biológicos (como metabolismo y otros) a las ciencias humanas. La
exploración que ha realizado en el campo de la ecología para estudiar modelos
de comportamiento en la naturaleza, (por ejemplo los modelos parásito-huésped y
el ya citado depredador-presa, así como el estudio de los flujos de energía y
materiales) le ha movido a examinar las posibilidades que ofrecen para el
estudio de los patrones demográficos de las poblaciones humanas en su relación con
los recursos terrestres. Ha encontrado que “la especie humana no sólo destaca
como la gran depredadora de la biosfera, sino también de sus propios
congéneres, llegando a escindirse profundamente como especie: la polarización
social entre países, regiones o barrios es tan extremada que origina patrones
demográficos tan diferentes como los que se observan en la naturaleza entre
especies distintas”.
Sus
análisis han sabido combinar diestramente el conocimiento histórico y el
análisis de los conceptos que se difunden y se utilizan de forma acrítica. Se
ha interesado una y otra vez por los presupuestos intelectuales que permanecen
ocultos en los discursos dominantes. Ha reflexionado, por ejemplo, sobre el
origen, el uso y el significado del término “sostenible” (1995), acuñado a
partir de los debates sobre “los límites del crecimiento”, especialmente tras
la publicación del Primer informe del Club de Roma (1971). Como es sabido,
dichos debates hicieron tomar conciencia sobre los problemas que generaba el
intenso desarrollo económico de la civilización industrial apoyado en el
elevado nivel tecnológico alcanzado, y reconocieron la imposibilidad del
crecimiento económico ilimitado a escala planetaria. Todo ello dio lugar a un
intenso debate sobre la conservación de los recursos, y a la aparición de
nuevos conceptos como “ecodesarrollo”, que fue explícitamente vetado por Henry
Kissinger, entonces Secretario de Estado de EEUU. “Desarrollo sostenible” fue
la alternativa que se difundió desde la segunda mitad de los años 1980, y en
especial a partir del informe sobre Nuestro futuro común (1987) impulsado por
las Naciones Unidas y coordinado por Gro Harlem Brundtland. Este concepto se
aplicó a aquel desarrollo que permite “satisfacer nuestras necesidades actuales
sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las
suyas”, teniendo la virtud de contentar a todo el mundo al establecer un puente
virtual entre “conservacionistas” y “desarrollistas”.
En su preocupación por desvelar el
origen y las funciones de los conceptos utilizados en los discursos dominantes
José Manuel Naredo ha puesto de manifiesto la ambigüedad de ‘desarrollo
sostenible’ y ‘sostenibilidad’, que ponen énfasis en la gestión económica de
los recursos más que en la salud de los ecosistemas. Ha mostrado la función
retórica que tienen esos conceptos y las razones por las que fueron fácilmente
aceptados por los economistas. La palabra ‘sostenible’ sería un ejemplo de
“la inflación que acusan las ciencias sociales de términos de moda cuya
ambigüedad induce a utilizarlos más como conjuros que como conceptos útiles
para comprender y solucionar los problemas del mundo real”. Se trata, como
también ha señalado, de una retórica que oculta o banaliza los daños
ocasionados por el modelo de desarrollo económico sin cambiar nada esencial del
mismo.
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