Carlos Enrique Bayo
Director de publico.@tableroglobal
07.09.2014
La caza de brujas contra todos los que
integran Podemos está haciendo palidecer la que desencadenó McCarthy en EEUU
contra rojos y homosexuales en los años 50.
Para empezar, emplea técnicas idénticas
de manipulación de masas: acusarles de aviesas intenciones totalitaristas e
imputarles precisamente las mismas maniobras propagandísticas que se están
utilizando contra ellos. Que Esperanza Aguirre y Rosa Díez acusen a Pablo
Iglesias de ser “populista” es tomar por imbéciles a los votantes, que hace ya
mucho tiempo se dieron cuenta del populismo con el que ellas se han abierto
carrera política.
Pero a medida que las encuestas
constatan el fulgurante ascenso del movimiento ciudadano inspirado en el 15-M,
la desesperación de las clases dominantes (bastante bien definidas ahora como
“casta”) ha impulsado una patética campaña de injurias y golpes bajos que
refleja el pánico de esas élites a perder el poder. Los portavoces del partido
en el Gobierno y los grandes medios de comunicación públicos y privados se han
lanzado a una persecución implacable contra Podemos, escarbando en archivos e
internet cualquier elemento que pueda desprestigiar o humillar a sus
dirigentes, aunque para ello tengan que retorcer los hechos, las declaraciones
y la misma realidad.
Como escribía hace poco el catedrático
de Economía Juan Torres López: “No tienen miedo de la formación que lidera
Pablo Iglesias sólo porque sepan que podría tomar medidas para acabar con los
privilegios oligárquicos que provocan las crisis y el atraso económico. Lo que
sobre todo les aterroriza es que Podemos encendieran las luces para que todos los españoles se enteren de
cómo se han enriquecido quienes vienen detentando el poder político, judicial,
económico y financiero en los últimos decenios gracias al
dinero público y a su información privilegiada”.
Porque, si llegasen al poder, los
defensores del “sí se puede” podrían auditar la deuda pública y las
privatizaciones, el rescate de la banca y el hundimiento de las cajas de
ahorro, la financiación de los partidos y la actividad de las grandes empresas
en paraísos fiscales… así como determinar a quiénes han beneficiado las medidas
de austeridad “contra la crisis” adoptadas a partir de 2010.
¿Qué resultaría de estas indagaciones
para que les tengan tanto miedo?
Ahora ya conocemos los informes de la Comisión Europea que
prueban que los recortes han golpeado a los hogares más pobres; los
datos del Ibex que indican que los potentados españoles son un 67%
más ricos desde que gobierna Rajoy; los de las SICAV que muestran
que sólo en la primera mitad de este año el
patrimonio de las grandes fortunas españolas creció un 9,5% hasta
sumar casi tres billones de euros (el triple que el PIB de España); los estudios de la OCDE que calculan
que España es ya el país con la mayor brecha entre ricos y pobres, y
que alertan de que las rebajas salariales impuestas
por las políticas de austeridad han agravado la pobreza hasta deprimir la
economía…
Así que, ¿qué más teme la casta que
se descubra si Podemos llega a escudriñar las cuentas del Estado y tiene a su
disposición las herramientas de investigación del Ejecutivo?
Además, ante un panorama socio-económico
tan desolador, con una población condenada a más del
20% de paro hasta 2017 (según las optimistas previsiones
del propio Gobierno) y al continuo aumento de las desigualdades hasta niveles
tercermundistas, ¿cómo pueden augurar los economistas de las élites que la
llegada de Podemos a La Moncloa sería una catástrofe? ¿Consideran todo lo
antedicho un éxito de la gestión gubernamental? Pues sí, parece.
Cuando los periodistas Alfonso
Rojo, Eduardo Inda y Hermann Tertsch toman aliento, tras repetir a gritos
incesantemente (para no dejar argumentar a los otros tertulianos ni pensar a
los espectadores) calumnias disparatadas (como que Iglesias y Monedero son
cómplices de ETA, lacayos de los ayatolás, ideólogos de la “represión” chavista
y hasta futuros asesinos si llegan al poder), entonces toman el relevo sesudos catedráticos
para argüir que las medidas propuestas por Podemos en defensa de los oprimidos
no sólo son irrealizables sino que, si fueran posibles, provocarían una
auténtica hecatombe económica.
Primer oxímoron: si son irrealizables,
no podrán provocar nada, está claro.
El País difunde
artículos de eminentes analistas de Economía Política que son
tan burdos en sus esfuerzos de cuestionar como inviable y pernicioso el
programa económico de Podemos, que sus argumentaciones son fácilmente rebatidas
y desmontadas por profesores universitarios que no
están a sueldo de los lobbies internacionales y concluyen que esa formación
política “también en lo económico es una alternativa de gobierno”.
El Mundo acaba de
publicar un especial sobre “la burbuja de Podemos”, en el que asevera que “los
economistas creen que aplicar el programa económico del partido revelación es
imposible”, tras consultar a varios de ellos que trabajan para… las fundaciones
de las grandes entidades financieras y de las multinacionales. No es de
extrañar que todos ellos coincidan en que esas propuestas, a todas luces
razonables y justas para el común de los mortales, “crean mayor destrucción y
desigualdad a largo plazo (…) son un bombón de cianuro (…) no son compatibles
con la economía de mercado (…) tienen un coste insostenible (…) no son viables,
pero de serlo, serían totalmente indeseables y nocivas”.
Blanco, en botella… y venenoso. Eso es
lo que ellos han recetado hasta ahora, y no ha hecho falta esperar al “largo
plazo” para experimentar la destrucción socio-económica del
Estado del bienestar, la insostenible multiplicación de
las desigualdades y la más que nociva parálisis de la
Eurozona. Por tanto, no cabe duda, hay que seguir tragando su
medicina y renegar de Podemos y sus ideas “bolcheviques”, como las califica
(por falta ya de peyorativos) el muy aristocrático Lorenzo Bernaldo de Quirós,
ideólogo de los think tanks más neocon del
planeta, como el Cato Institute de Washington financiado por los hermanos Koch,
que poseen el segundo imperio empresarial más poderoso de EEUU y dedican
cientos de millones de dólares a causas ultraconservadoras.
Vaya, alguien al que tenemos que creer a pies juntillas cuando clama que “el
ideario económico de Podemos es estalinista”.
Quizá sin encontrar más calificativos
(pues ya le había llamado hasta “explotador”), el antes citado Inda (también de El
Mundo) se dedicó en la última emisión de La Sexta Noche a berrear que Pablo
Iglesias “expropiará las viviendas a los jubilados”, retorciendo hasta la
indecencia la afirmación del líder de Podemos de que el Estado debe poder
incautarse de la propiedad privada en ciertos casos… como precisamente para
impedir que esa gran banca a la que sirve el diario de Inda siga ejecutando 5.600 desahucios cada mes.
Y, para mayor escarnio, son individuos
como Inda los que, tras repetir mil veces una mentira descarada y premeditada, acusan a Iglesias o Monedero de
“aplicar técnicas de Goebbels”. Quieren darnos miedo y lo consiguen,
pero no de Podemos, sino de esos herederos de los aliados de
Hitler que acusan a sus víctimas de ser “nazis” y de esos neofascistas que enmascaran sus
verdaderas intenciones mancillando continuamente las palabras “libertad” y
“democracia”. Es decir, de los que sí aplican los “once principios
de la propaganda”.
Finalmente, están los que enseñan una
fachada prudente y plantean, como acaba de hacer el director
de El Mundo, “Recetas para frenar la irresistible ascensión de
Podemos”. Quizá el oxímoron más torpe que haya visto en un editorial de
prensa, ya que si es “irresistible”, toda resistencia es inútil. ¿Y qué
propone? Pues, en resumen, poner en práctica una buena parte de lo que Iglesias
y Monedero proponen… para evitar que el electorado los vote a ellos.
Genial. ¿De verdad se
cree que los votantes no prefieren que sean ellos los que, por fin, puedan
hacer lo que la población reclama en calles y redes? ¿O piensa que la casta
puede volver a engañar a la ciudadanía con falsas promesas?
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