El Análisis de... Fernando de Silva
La elección de alcalde al candidato de la lista más votada, o cómo parar el
efecto Podemos
El antidemocrático
sistema que pretende imponer Rajoy es cualquier cosa menos regeneración
democrática
elplural.com
12/07/2014
El 15M planteó en su momento la
necesidad de que era preciso cambiar el sistema electoral, porque al no ser
proporcional no era justo, y siempre favorecía a los partidos mayoritarios. Por
entonces Pablo Iglesias sostuvo que el sistema electoral español no se diseñó
en la negociación de la Constitución, sino que procede de un gobierno, por
entonces aún franquista, que pretendía evitar que se repitiese el sistema de
grandes coaliciones que había dado la victoria al Frente Popular en febrero de
1936; y con ello frenar el peso de la izquierda, en especial en las grandes
ciudades.
Nadie puede cuestionar que el Sistema
D´Hont es radicalmente injusto, al favorecer a las grandes fuerzas políticas en
perjuicio de las minoritarias, si bien sus efectos perversos se hacen notar más
en las elecciones generales, dado el escaso número de escaños en cada
circunscripción; y se agudizan cuando se impone un porcentaje de exclusión o se
establece una sobrerepresentación en unas circunscripciones sobre otras (a modo
de ejemplo, con apenas 30.000 votos puede obtenerse en Soria un escaño para el
Congreso, y en Madrid precisaría más de 140.000 votos).
Todas estas anomalías han sido
reiteradamente denunciadas por las fuerzas minoritarias, y en especial por IU,
la gran perjudicada del sistema, pero les han venido muy bien a las dos grandes
fuerzas políticas, al haberse consolidado el bipartidismo, y su alternancia, y
se ha rehuido cualquier debate serio para cambiar de verdad y en profundidad
nuestro sistema electoral, para que cada voto tenga el mismo valor, pues solo
así se consigue una democracia real. Es más al PP, que aglutina en su seno a un
abanico electoral que va desde la ultraderecha al centroderecha, le ha ido aún
mejor esta fórmula, que ha perjudicado tradicionalmente a una izquierda
fragmentada; no hay duda de que es más fácil poner de acuerdo a los intereses
económicos que a las ideas.
En relación a las elecciones
municipales, en las que apenas se hacen notar los efectos perversos del sistema
D´Hont, y en referencia a la elección de Alcalde, llevamos más de treinta años
escuchando de todos los partidos una cosa y la contraria, dependiendo del
resultado electoral en cada municipio. Si les favorece que sea Alcalde el
candidato de la lista más votada apoyan esa fórmula, pero si precisan un pacto
electoral para conseguirlo, la descartan, como si fuese normal cambiar de
criterio en razón a lo más conveniente para cada formación política en cada momento
y en cada lugar.
Pero cuando el bipartidismo está tocado
de muerte, lo que ya se ha percibido en las últimas elecciones europeas, y los
resultados electorales pueden tener una lectura muy distinta, el sistema
electoral actual se ha convertido en un peligro para las dos grandes fuerzas, y
en especial para la elección de alcaldes. De ahí que Don Mariano haya tenido la
ocurrencia de modificar la Ley Electoral, pero no en su conjunto, sino
limitándola a lo que pueda perjudicar a su partido en las próximas eleccciones
municipales, que puede traducirse en la pérdida de alcaldías en decenas de
grandes ciudades españolas, en especial en Madrid y Valencia. En consecuencia
propone modificar el sistema “a su imagen y semejanza”, para favorecer
exclusivamente los intereses del PP, pretendiendo imponer que sea alcalde el
candidato de la fuerza más votada; e incluye la medida en su peculiar paquete
que ha dado en llamar “regeneración democrática”, cuando sus efectos pueden
resultar radicalmente antidemocráticos.
Los socialistas, como ya nos tienen
acostumbrados, no se pronuncian y guardan silencio. Pero las fuerzas
minoritarias, las más afectadas por tal reforma, han puesto el grito en el
cielo. Debemos de ser muy conscientes de que es una fórmula pensada exclusivamente
para frenar el imparable efecto Podemos, que puede desencadenar la regeneración
de la izquierda y hacer posibles alianzas de las diversas fuerzas políticas que
la componen, con unos efectos demoledores para el Partido Popular.
Pero Rajoy en las últimas horas ya se ha
dado cuenta de que poner en práctica su ocurrencia beneficiaría de rebote a
Bildu y a ERC, al conseguir muchos ayuntamientos, ahora presididos por otras
fuerzas políticas mediante las oportunadas alianzas. Y consciente de que le
pueden llamar proetarra, o independentista, u otras cosas peores, busca otras
fórmulas, que no harán más que complicar una reforma muy inoportuna a diez
meses de las elecciones locales. Entre ellas está la de exigir un mínimo de un
40% para que sea alcalde el candidato de la lista más votada, sin descartar una
segunda vuelta en algunos casos; todo un galimatías que puede quedar en nada,
porque no le salen los números, y así no irá a ninguna parte.
Por cierto, al margen de lo
antidemocrático del sistema que pretende imponer Rajoy, se produciría otro
efecto perverso, como es el de la imposibilidad de que pueda presentarse una
moción de censura dentro de los cuatro años que dura el mandado del alcalde de
turno, aunque se plantee por una mayoria cualificada.
¿Y esto es regeneración
democrática?. Más bien todo lo contrario; un fraude electoral, que diría más de
uno.
Fernando de Silva es abogado y autor
del blog SInLaVeniA
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