Para la
valoración socio-política del 22-M, y no solo ideológica desde el punto de
vista político de partido para asuntos propios, sobran los medios de
comunicación que intencionadamente han ocultado información a la opinión
pública. Sobran periodistas como Alfonso Merlos y Carlos Cuesta y otros
chinchetillas del periodismo, que con el pretexto de “informar” y su “alta”
capacidad deductiva, pueden llegar sin
ningún problema intelectual que se le interponga, de que como el pajarito
Pinzón, que tiene más de Pinzón que de pajarito, todo hay que decirlo, es más
cuco que el hambre, todas las máquinas de tren son unas pinzonas, y en
consecuencia, puede deducirse y se deduce, que todos los barcos, sean
terrestres o aéreos, son animales de compañía.
Faltan, por
el contrario, artículos como el que más abajo se reproduce de Juan Torres
López, y sobre todo, falta un nuevo 22-M por duplicado, triplicado o
cuadruplicado para exigir que cuanto antes salgan del gobierno y de la política
la bandada de bandoleros en diferido que nos está robando la existencia y que,
como muy bien señala Juan Torres López, son los primeros responsables del robo
que nos están haciendo.
Dignidad en marcha contra la ignominia
Juan Torres
López.com
26 de marzo
de 2014
Publicado en
Público.es el 25 de marzo de 2014 con Carlos Martínez, presidente de ATTAC
Andalucía
Las Marchas
de la dignidad que ha congregado a más de un millón de personas en Madrid el
pasado fin de semana suponen un antes y un después que a nadie puede dejar
indiferente.
Por mucho
que quiera disimularlo el gobierno del PP, que una vez más recurre a la mentira
como arma política al vincular la marcha a los incidentes violentos que su
propia torpeza policial ha causado, la movilización ha sido una expresión
plural y democrática del rechazo que concitan las políticas que se están
aplicando en los últimos años.
Los hechos son indiscutibles: de la mano de las reformas puestas en marcha por Zapatero desde que se rindió ante la Troika y más tarde por Rajoy, España es el país europeo donde más crecido la desigualdad y donde más se ha concentrado la renta en los grupos ya de por sí más ricos. Las reformas financieras, la laboral y los recortes sucesivos en gasto social, lejos de mejorar la situación económica han provocado más paro, más deuda, más cierre de empresas y más pobreza y sufrimiento en millones de personas. Han permitido recuperar el beneficio de las grandes empresas y el de los bancos pero desde cualquier otro punto de vista son un completo desastre, no solo económico sino político y social, porque también están significando un desmantelamiento de la ya de por sí limitada democracia y un incremento de las brechas sociales de todo tipo.
Es así
porque, como muchos venimos denunciando ya desde 2007 que podría pasar, la
crisis se ha convertido en una simple excusa para llevar a cabo las políticas
de concentración de poder y riqueza que hasta entonces no se habían atrevido o
no habían podido aplicar las élites.
Pero una
respuesta tan gigantesca como la del sábado pasado en Madrid indica que cientos
de miles de personas se han puesto ya definitivamente en pie para acabar con
todo esto y para evitar que se siga produciendo la ignominia. Porque no puede
ser que se sigan dando privilegios a los banqueros que han provocado la crisis
en lugar de hacerles pagar por sus responsabilidades. Porque no hay derecho a
que paguemos miles de millones en intereses de una deuda ilegítima y que no
haya después lo suficiente para hacer frente a los gastos que requiere la
economía y las estructuras esenciales de bienestar social. Porque no hay
derecho a que las grandes fortunas y empresas sigan defraudando y apenas paguen
impuestos mientras que se saquea a las rentas más bajas. Porque no hay derecho
a que la justicia ampare a los corruptos ni a que se indulte por doquier a los
pocos que no tiene más remedio que condenar. Porque no hay derecho a que se nos
impongan desde fuera, sin que podamos decidir por nosotros mismos, políticas
que está a la vista que solo crean más paro, más deuda y menos capacidad de
generar riqueza sostenible y respetuosa con nuestro planeta con el único
beneficio de enriquecer a unos pocos. Porque no hay derecho que hayan
desahuciado de sus viviendas a docenas de miles de personas por deberle unos
cientos de euros a los bancos que nos han robado miles de millones y que ahora
se pongan a la venta a precios de saldo para que se forren los fondos buitre y
especulativos.
Por eso, la
Marcha que el sábado ocupó Madrid ni es el final ni es la respuesta de unas
cuantas fuerzas o corrientes políticas.
La Dignidad
que la ha impulsado es el comienzo de nuevas marchas que van a culminar sin
remedio en la única solución que tiene España: paralizarlo todo para paralizar
estas políticas tramposas, antidemocráticas, injustas y fracasadas. Y, por
supuesto, esto no lo va a conseguir ni un partido ni unos cuantos, ni algunos
sindicatos y ni siquiera personas, por muchos millones que sean, de una única
sensibilidad social o corriente política. Detrás de la Dignidad que mueve estas
marchas hay y deben estar personas decentes de todas las corrientes e
ideologías (y también, claro está, las organizaciones de todo tipo que
anteponen esos sentimientos a cualquier otro interés propio) que simplemente
quieren cosas tan elementales como que no se impongan medidas injustas sin
debate social, que se encierre a los ladrones y que los jueces corruptos se
vayan con ellos, que los gobiernos den cuentas de lo que hacen y que el dinero
de todos no vaya solo a los de arriba, como viene pasando siempre, sino que se
facilite con él, de la forma más transparente posible y previa la contribución
de todas las personas, la creación de riqueza, el empleo y el cuidado de los
seres humanos y de la naturaleza.
Aunque una
parte importante de quienes fueron en Marcha a Madrid ya han vuelto a sus
lugares de origen, sabemos que la inmensa mayoría seguirá trabajando y
difundiendo la denuncia de lo que está pasando y la convicción de que no se
podrá acabar con ello sin la movilización de la gente en las calles, en sus centros
de trabajo, en las manifestaciones y más tarde, cuanto toque, en las
elecciones, para echar cuanto antes de las instituciones a quienes han aplicado
y aplican las políticas que denunciamos.
Hoy día ya
no se disimula que la Troika y los grandes poderes financieros y empresariales
desean y están buscando por todos los medios que el próximo gobierno sea de
consenso entre el PP y el PSOE. Otra componenda para tratar de vencer las
resistencias que saben que irán a más frente a las medidas que quedan por aplicar
y ante los efectos cada día más graves y evidentes de las que se han tomado
hasta ahora.
Es fácil
aventurar el efecto que tendrían un gobierno de ese tipo, a la vista de lo que
han sido capaces de hacer cada uno por separado desde mayo de 2010 hasta la
fecha, y por eso es imprescindible que el espíritu y la forma de hacer de las
Marchas se extienda por toda la sociedad, haciendo lo imposible para se
acerquen a ellas todas las personas que con independencia de su origen, su
ideología o su sensibilidad política sienten vergüenza por lo que viene
ocurriendo en España y no están dispuestas a consentir más injusticia, más
corrupción, más privilegios para los de arriba y más mano dura para los de
abajo.
El sábado,
un clamor de dignidad protagonizado por miles y miles de personas inundó
Madrid, un clamor que se debería extender a partir de ahora por toda nuestra
geografía, pacífica, democrática y alegremente hasta paralizarlo todo para que
todo el mundo exprese su rechazo a tanto engaño y tanta injusticia e incluso
incompetencia. Paralizarlo todo para paralizar la ignominia: no hay otro camino
posible para abrir una necesaria brecha en el bloque gobernante que es el
auténtico responsable de lo que está ocurriendo en España.
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