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Entrevista a François Delapierre, representante del Frente de Izquierda francés
"No habrá alternativa en Europa si no hay un pueblo que empieza a desobedecer y resistir"
Daniel del Pino
Público
08-10-2013
François Delapierre (París, 1970) esta considerado como una de las grandes esperanzas de la izquierda francesa. En 2012 llevó la campaña del Front de Gauche durante las elecciones legislativas en Francia consiguiendo que el movimiento liderado por Jean-Luc Mélenchon obtuviera más de cuatro millones de votos haciendo de contención a la extrema derecha del Frente Nacional.
Es secretario nacional del Parti de Gauche y responsable de la lucha ideológica y de programa, cargo que hace honor a toda su carrera política. Con apenas 16 años encabezó una huelga estudiantil contra la reforma universitaria que proponía el Gobierno de Jacques Chirac. En 1988 ya formaba parte de la corriente Izquierda Socialista liderada por Mélechon y llegó a ser secretario general de SOS Racismo. En el año 2000 el propio Mélenchon se lo llevó al ministerio de Educación y en 2004 ambos promovieron el no en el referéndum por la Constitución Europea.
Ayer estuvo en Madrid visitando a Izquierda Unida en el Congreso de los Diputados y para participar en una charla en la Universidad con el diputado Alberto Garzón. Con el tiempo justo, hizo un hueco en su agenda para atender a Público. Delapierre está convencido de que es posible una revolución ciudadana, pone distancias con los socialistas y lo que representa hoy la socialdemocracia en la Unión Europea, llama a la izquierda europea a asumir su responsabilidad "frente al momento histórico" que vive el viejo continente y se erige en defensor a ultranza de la enseñanza pública.
-La conferencia en la que participa junto a Garzón [por ayer] lleva por título ‘La revolución ciudadana, hacia un proceso constituyente'. ¿Cómo se hace esa revolución hoy en una Unión Europea en la que la Comisión evalúa durante los primeros seis meses del año las previsiones económicas de los Estados y después emite unas recomendaciones que, finalmente, acaban dictando la política económica de cada país dejando totalmente de lado a los ciudadanos y sus derechos?
-Justamente la razón por la que hay que hacer una revolución es porque tenemos delante un golpe de estado financiero. Esto significa que no son los ciudadanos los que ejercen el poder, sino los bancos y los mercados financieros, que cobran un tributo como podrían hacer los ejércitos de ocupación, suspenden el funcionamiento normal de las instituciones y quitan al Parlamento el derecho de decidir sus propios presupuestos. Esto sumerge a la población europea, sobre todo en aquellos países que son víctimas de las políticas de la Troika, en un estado de tensión que es social y político.
La resistencia a la política neoliberal se une a la necesidad de una revolución política para que los pueblos recuperen el poder. Ese es el fin que debe tener la revolución ciudadana en Europa, debe ser un modo de desobedecer, de romper con esta Unión Europea.
Estamos convencidos de que con el nivel de sacrificio que se está imponiendo a los ciudadanos, pronto habrá un país en el que el pueblo empezará a desobedecer, y a partir de ese momento, la desobediencia se extenderá como una mancha de aceite.
-El Gobierno de Mariano Rajoy acaba de proponer una reforma de las pensiones que no contempla subirlas al ritmo de la inflación. Ayer, el Gobierno de Hollande, que es socialista, llevó a la Asamblea Nacional un proyecto de ley que exige más años de cotización a la seguridad social para poder jubilarse. A los socialistas españoles, que aumentaron la edad de jubilación cuando gobernaba Zapatero, no les gusta que desde determinados sectores de la izquierda se les equipare a la derecha. Cuando Jean-Luc Mélenchon estuvo enMadrid antes del verano hizo un llamamiento a la socialdemocracia para que diera un paso adelante y dijera si está con los representantes de las políticas neoliberales o con la gente. ¿Hay alguna esperanza de cambio?
-Creo que, como corriente histórica, la socialdemocracia es como una estrella muerta que ya no emite ninguna energía y es incapaz de pensar en la transformación que necesita la sociedad. Sobre todo, porque es una corriente que no tiene en cuenta la cuestión ecológica, que es prisionera de la idea de que el progreso social llegará con el crecimiento económico. Es una corriente que, por tanto, no puede hacer frente a las desigualdades, no es capaz de desarrollar una perspectiva ecosocialista, y forma parte de la izquierda del siglo XX, la izquierda que ha fracasado, aunque su fracaso haya sido menos espectacular que el comunismo de estado.
Hemos llegado a una situación en la que su relación con la derecha europea se va a plasmar de manera espectacular en la gran coalición en Alemania, pero esa gran coalición no será sólo una realidad alemana, sino que reforzará la coalición que existe en el Parlamento Europeo entre la derecha y los socialdemócratas.
La única solución que tienen los miembros de los partidos socialistas que no estén de acuerdo con el rumbo que están tomando las cosas es romper el círculo y participar en la creación de otra fuerza de izquierdas. Esto es lo que pasó en Francia con el Front de Gauche. Esa ha sido mi propia trayectoria y la de Jean-Luc Mélenchon. Lo que yo veo es que por ahora ese tipo de gestos son muy escasos pero nunca es tarde si la dicha es buena.
-En este contexto, ¿qué papel juegan las próximas elecciones al Parlamento Europeo? ¿Cómo se puede convencer a los ciudadanos de que un mayor equilibrio entre fuerzas en Bruselas puede invertir la pérdida de derechos sociales?
-Es cierto que los diputados europeos tienen poco poder pero, por ejemplo, tienen poder para votar los tratados. Hoy hay un tratado que se está discutiendo entre la Comisión Europea y EEUU [Tratado de Libre Comercio con EEUU]. La discusión se está haciendo a puerta cerrada, como pasa con España cada vez que se decide dar un nuevo golpe a la población. He ahí los ejemplos de las visitas de Merkel y Draghi.
El objetivo de la Comisión Europea es eliminar las barreras arancelarias y normativas. Por ejemplo, eso permitiría una Europa que alimenta a los cerdos con soja para que le hagan la competencia a los de bellota. Pongo este ejemplo porque también pondrá en peligro las denominaciones de origen. Y los parlamentarios europeos pueden votar en contra. Aunque sólo los candidatos del Partido de la Izquierda Europea [PIE] están comprometidos a votar en contra y sólo los eurodiputados del PIE se han opuesto a su negociación.
Al mismo tiempo, los eurodiputados tienen el poder de elegir a los miembros de la Comisión Europea y nuestros compañeros en el Parlamento no van a votar nunca por un candidato de la derecha como Barroso, que es un representante lamentable de estas políticas.
Los socialdemócratas han votado siempre al candidato de la derecha cuando se trataba de elegir al presidente de la Comisión Europea. Así que tenemos la oportunidad de ponerles en dificultades y de convertirnos en una gran barrera que permita que los ciudadanos cojan un poco de aire frente a la avalancha de ataques que se nos viene encima.
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