miércoles, 17 de abril de 2013

PUBLICADO EN CRONICA DE ARAGON


Con “R” para justificar la nueva revolución social 

Rajoy empieza con R. Rey y ratatatatá empiezan con R. Rodrigo y Rato empiezan por R. Rescate empieza por R. Robo empieza por R. Revolución empieza por R, y presunto ladrón puede empezar por B, U o G, según se mire a Bárcenas, Urdangarín o Gürtel.

Nos referimos naturalmente al reino del Rey Juan Carlos I, que algunos llaman “y último”. 

Pero lo hacemos dando un rodeo y pasando por Chipre, puesto que ni Portugal ni Grecia ni Italia existen para nosotros, o peor todavía, porque todo es susceptible de ser empeorado. Existen, pero como si no existieran. 

Los robos de los gobiernos de Portugal, Grecia e Italia a sus respectivos pueblos, obedecen a los mismos amos que tiene el gobierno de Rajoy para robarnos a nosotros, y lo que te rondaré Morena como no le plantemos cara, pero para nosotros eso es como escuchar el canto del pájaro isabelino: que no nos queremos enterar. 

El gobierno de Chipre ya es otra cosa. Acaba de ganar las elecciones democráticamente (igual que el PP de España en su versión de delegación del capital extranjero), y confundiendo el culo con las témporas (igual que el PP) toma lo que es legalmente representación del pueblo, por dueño y amo de ese mismo pueblo que anda tan despistado como nosotros en España, y en su función de dueño y amo del pueblo (que ni es legal ni moral) se toma el derecho de meter la mano directamente en los ahorros que ese pueblo tiene depositado en los bancos chipriotas, para quitárselo y dárselo precisamente a los principales dirigentes de esos mismos bancos, que en eso consiste el rescate bancario: en volver a reponer los fondos ya robados por los dirigentes bancarios para que puedan seguir robando, y en consecuencia, seguir empobreciendo a ese mismo pueblo que le ha votado y que legalmente representan, igual que hace el PP en España o hará si no le paramos los pies, las manos y el cuerpo entero. 

Algunos quieren hacernos creer (y hay que reconocer que en muy buena medida lo van consiguiendo) que los problemas actuales se resolverían cambiando unos políticos por otros (los malos por otros más buenecitos) sin modificar las relaciones de producción y sin cambiar radicalmente (de raíz) el sistema legal e ideológico en que se sustentan esos problemas.

 El objetivo esencial del capitalismo (que le podemos llamar como queramos, “neoliberalismo”, por ejemplo) es hacer crecer los capitales, y este crecimiento del capital no puede estar basado más que en el empobrecimiento del mundo del trabajo, que es el único que tiene la capacidad de crear riqueza (no valor, sino riqueza; el valor lo crea o lo destruye la metafísica de la ficción de la especulación, por ejemplo).

Y mientras este espíritu del capitalismo de hacer crecer los capitales no sea erradicado y sustituido por otro orden de valores, el problema continuará, y no sólo continuará, sino que a partir de ahora se ira agravando por la propia dinámica de funcionamiento del sistema capitalista. 

Todas las medidas políticas y económicas que se han tomado desde 2008 con el pretexto de salir de la crisis no han hecho más que empeorar las condiciones de vida de cada vez más gente, y como lo que no puede ser no puede ser y además es imposible, llegamos al caso de Chipre (que será el mismo que en España si antes no logramos echar al gobierno de Rajoy, impidiendo que otro pueda hacer lo mismo) en que directamente se les llega a quitar materialmente el dinero que la gente tiene ahorrado en los bancos, para dárselo a los bancos (a esto también le podemos llamar como queramos, por ejemplo, “castañetas en el aire”, pero es un robo).

Y este tipo de robo no lo podemos evitar basándonos en las mismas leyes que lo amparan y lo hacen posible, sino en otras nuevas. Y estas otras leyes nuevas no pueden aparecer si no se cambian las relaciones de producción capitalista, y a su vez, estas nuevas relaciones de producción tampoco son posibles si no se cambia previamente la ideología (la forma de percibir la realidad) imperante, que no es otra que la correspondiente al modo de producción capitalista. 

Y en esto consiste la Nueva Revolución, en crear una estructura económica, política e ideológica nuevas aceptadas mayoritariamente por la sociedad. Y esto no puede venir de la mano de Francisco I, ni de ninguna otra lumbrera ni de líder inmaculado alguno, sino que tiene que ser el producto de la toma de conciencia, teórica y práctica, de que la historia la hacemos las personas, todas las personas, y dentro de estas, las que más importancia tenemos somos los trabajadores, puesto que somos los que creamos la riqueza. Aclarando inmediatamente que, en una sociedad capitalista como es la nuestra, los verbos crear y disfrutar no son sinónimos sino antónimos. 

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