RECUERDOS DE SABINO FERNÁNDEZ CAMPO. LO QUE PASÓ DE VERDAD EL 23 F
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¡PÁSALO!
(El Teniente Coronel Tejero de la Guardia Civil en la Tribuna de oradores del Congreso de los Diputados pistola en mano, sobre las seis y media de la tarde del día 23 de Febrero de 1.981)
Iñaki Anasagastegui
- Pues, Señor, sigo pensando que el General Armada debe quedarse en su puesto. Señor, creo que es urgente que Su Majestad hable directamente con los Capitanes Generales para saber qué opinan ellos y que está pasando en sus respectivas Regiones. También pienso que es urgente que Su Majestad desmienta públicamente lo que está diciendo Tejero en el Congreso. Creo que debería dirigirse a los españoles por Televisión Española.
- Muy bien, haz tú las gestiones con televisión y en cuanto termines te vienes aquí y hablamos con los Capitanes Generales.
- Así que volví a mi despacho, donde estaba supernervioso Fernando Gutiérrez, quien sin perder tiempo me dijo:
- Sabino, los militares han tomado Televisión Española y Radio Nacional.
- ¡Cómo! ¿Qué me dices?
- Me lo acaba de confirmar el propio director general*.
- En ese momento sonó el teléfono. Era el General Juste que pedía hablar conmigo. Rápidamente me puse al habla.
- Juste, ¿qué pasa?
- Sabino (el general Juste y yo éramos muy amigos desde mi estancia en el Ministerio del Ejército). ¿Está el general Armada en la Zarzuela?
- No, ¿por qué me lo preguntas?
- Porque me han dicho que a estas horas el General Armada tenía que estar en la Zarzuela.
- Y eso ¿por qué? ¿Quién te ha informado de ello?
- El Comandante Pardo Zancada, que al parecer lo sabe de boca del General Milans.
- Pues, Juste, Armada no está en la Zarzuela, ni está ni se le espera.
- Gracias, Sabino, eso cambia las cosas. Gracias otra vez. Te llamaré después.
- Oye, oye, ¿por qué cambian las cosas? ¿qué cosas?
- Sabino, por favor, después te llamo.
- Colgué el teléfono y mi cabeza era un hervidero. Por primera vez intuí algo sobre el General Armada, acaso por su insistencia en acudir a la Zarzuela. Mi instinto ya me puso en guardia. También que la noticia de Armada hubiese llegado a través de Milans del Bosch.
Y así, ya con “todas las moscas detrás de la oreja”, me dirigí de nuevo al despacho de Su Majestad y cuando entré me llevé la sorpresa de la noche, qué digo, la sorpresa de mi vida. Porque allí se estaba brindando. Y eso me nubló la mente y me enfureció. Así que, y ya sin protocolos, me dirigí a Su Majestad y sin pensarlo le dije mirándole de frente:
- ¡Señor!... ¿Está usted loco? Estamos al borde del precipicio y usted brindando con champán –y casi grité- ¡Señor!, ¿no se da cuenta de que la Monarquía está en peligro? ¿No se da cuenta que puede ser el final de su Reinado? ¡¡¡Recuerde lo que le pasó a su abuelo!!!
- Entonces la cara del Rey cambió de color y vi como sus manos le empezaron a temblar y en voz casi inaudible mandó salir a los allí presentes, que de inmediato abandonaron el despacho. (*) Todos, menos la Reina, que tenía cara de póquer.
Una vez solos Su Majestad se vino hacia mí, y tembloroso y casi llorando, me tomó de las manos y en tono suplicante me dijo:
- ¡Sabino, por favor sálvame! ¡Sálvame, salva a la Monarquía, ahora mismo no sé lo que hago ni qué decir! - Majestad, vamos a tranquilizarnos todos. No es el momento de pesares. Usted mismo me decía antes que no había que perder la calma en los momentos difíciles. Lo que hay que hacer es tratar de controlar la situación y para ello es fundamental hablar con los Capitanes Generales. Le advierto que la Brunete ha tomado ya Televisión Española y Radio Nacional.
- ¡Lo sabía, lo sabía! ¡Yo lo sabía!
- ¿Qué sabía, Señor?
- Lo que iba a pasar.
En ese momento la Reina se levantó y sin decir nada salió del despacho. Y yo me derrumbé. Me temblaban las piernas.
Entonces el Rey se sentó en su mesa y apoyó su cabeza entre las manos. Yo me senté enfrente y esperé unos segundos antes de hablar.
- Señor, no sé lo que Su Majestad sabía, pero fuere lo que fuere, ahora lo que hay que hacer es parar esta locura. Si triunfa “eso” la Monarquía caerá como cayó la de su abuelo.
- Sí, sí, tienes razón. Por favor, habla tú con los Capitanes Generales y haz lo que puedas.
- No, Señor, con los Capitanes Generales tiene que hablar el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, y ese honor le corresponde a Su Majestad.
- Sí, tienes razón... pero, no te vayas de aquí. Y allí permanecí mientras el Rey hablaba por este orden, con Jaime Milans del Bosch (III Región Militar), Guillermo Quintana Lacacci (I Región), Pedro Merry Gordon (II Región), Antonio Pascual Galmes (IV Región), Antonio Elícegui Prieto (V Región), Luis Polanco Mejorada (VI Región), Angel Capano López (VII Región), Manuel Fernández Posse (VIII Región), Antonio Delgado Álvarez (IX Región), Manuel de la Torre Pascual (Baleares), Jesús González de Yerro (Canarias) e Ignacio Alfaro Arregui, en ese momento Presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor (JUJEM) y Luis Arébalo Peyuz, almirante jefe del Estado Mayor de la Armada.
- De lo que habló el Rey con los altos mandos del ejército hablaré en la siguiente entrega”.
- ¡¡Esto es una bomba, Sabino!!
- Ya lo sé.
- Esto lo cambia todo.
- Ya lo sé.
- Esto cambia la Historia.
- Ya lo sé... pero es la Verdad.
- ¿Sabes lo que puede suceder si esto se publica?
- No se publicará, al menos mientras yo viva.
- ¿Serán tus “Memorias”?
- No, ya sabes que yo no soy partidario de “Memorias”. Unas “Memorias” son una cosa muy seria y muy detallada. Yo prefiero llamar a esto que escribo “Recuerdos”. Un “Recuerdo” sólo te obliga a escribir lo que recuerdas.
- Pero, entiendo que esto es sólo el comienzo de lo que pasó aquella tarde-noche.
- Así es, el sábado que viene te mostraré lo que escriba estos días, si tengo ganas, porque tengo mis dudas... A veces pienso que la Historia que se ha escrito de “aquello” ya es inamovible. Además, me estoy viendo como el Prometeo encadenado.
- ¿Y eso?
- Sí, me veo encadenado a mis propias palabras y a todo lo que he venido diciendo desde 1981. Yo ayudé a crear la versión que ha pasado a la Historia y desdecirme ahora seguro que me lo echarían en cara todos. Porque bien pueden pensar que si entonces mentía, ahora también lo puedo estar haciendo. Muchos me achacarían que hablo ahora con resentimiento, por la “patada en el culo” que me dio Su Majestad el año pasado.
- No, Sabino, tu prestigio de hombre serio está fuera de toda duda y seguro que te creerán a pies juntillas. Muchos acontecimientos de la Historia han sufrido vaivenes y cambios importantes con el paso del tiempo. Lo que sí me preocupa es la postura que pueda adoptar el Monarca si tu versión de ahora se hiciera pública. - Pues, te lo puedes imaginar.
- Es que podría ser hasta la caída de la Monarquía.
- No lo creo. Aunque muchos no lo crean España no tiene ahora mismo otra salida que la Monarquía. En eso tal vez Franco tenía razón y ¡todo estaba atado y bien atado!
- Sí, pero la imagen del Rey “salvador de la Democracia” se habrá terminado.
- Bueno, eso es verdad, pero entre la Historia, la Monarquía, el Rey o la Verdad, yo prefiero quedarme con la Verdad. Es mi conciencia. Voy a cumplir 77 años y ya estoy, como decía Baroja, en la última curva del camino. Además se lo debo a mi teniente Rubio, ya conoces la historia (2).
- Y ahí dejamos ese día la conversación. Fue entonces cuando me dijo que tomase las notas que quisiera, a sabiendas, como ya le había demostrado en muchas ocasiones que yo era una tumba.
- JOVELLANOS
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