(Ángela Merkel, diciéndole a la Princesa Leticia: Tú, hazle caso al Manolo)
Ni es oro todo lo que reluce, ni todo lo que dice Ángela Merkel, porta voz del gran capital alemán es “pa cogela, escupila y crucificala”. Cada cosa en su sitio y cada cual con su cada quien.
La interfecta acaba de declarar que después de las elecciones griegas el gobierno que se forme (derecha + no izquierda) “deberá cumplir los compromisos del país con sus acreedores internacionales”, o sea, que a los acreedores nacionales que le vayan dando, que le reclamen al maestro armero.
Esa declaración en términos del buen cristiano, dialecto alemán, no dice ni más ni menos que el dinero que se le debe a la banca alemana por habérselo prestado a la banca griega para financiar compras de material militar vendido por Alemania al gobierno griego, hay que pagárselo ligerito, más pronto que tarde.
Y hasta aquí, si no me dices más, miel sobre hojuelas. Lo que se debe hay que pagarlo. Tranqui, tronca, que se te pagará, pero sin empujar.
Lo que pasa es que la deuda contraída por el gobierno griego (lo mismo que los diferentes gobiernos españoles) ni ha sido para beneficio del pueblo griego ni el pueblo griego se ha beneficiado de ella, pero que, sin embargo, la Ángela Merkel, que es muy suya, exige al gobierno griego que exija al pueblo griego que pague a la banca alemana la deuda que en realidad no es que no haya contraído, sino que ni siquiera fue consultado para ver si querían submarinos que no necesitaban y que (esta sí que es buena), algunos ni siquiera se sumergían en plan submarino, sino a lo ladrillo, escorándose a una lado.
Ha dicho también, y esto ya empieza a tener otro color, que nadie puede vivir por encima de sus posibilidades, y aquí es donde yo he empezado a respirar, porque por fin, los trabajadores y jubilados (antiguos trabajadores) que no hemos vivido nunca ni de acuerdo a nuestras posibilidades, porque la riqueza que creábamos alguien se la llevaba (los que siempre han vivido por encima de sus posibilidades), lo que nos hacía vivir por debajo de nuestras posibilidades reales, ahora por fin, al llegar la Ángela y ponerle las peras a cuarto a los que siempre han vivido por encima de sus posibilidades, los ricos, a nosotros nos va a tocar no lo que le quite a los ricos, pobretes míos, sino lo que los ricos (ladronzuelos ellos) nos han venido quitando a nosotros.
Si es que la interfecta esta es una santa, si es que lo vengo diciendo y no me hacen caso. Sus vais a condenar por incrédulos, afijaros que sus digo.
Pero no todo es dicha y comer perdices y felicidad y eso. También me siento afligido, pero un mogollón de afligido, tío, por la princesa Leticia, porque desde que se hizo princesa y el Congreso de los diputados, que es donde reside no sé que de lo popular, acordó soltarle un talegazo de varias decenas de millones de las antiguas pesetas (no recuerdo ahora si fueron 24 o 34, en cualquier caso, algo molongoso, no?, que tiene molongue) para que se comprara ropas y ropitas y mas cositas, y claro, fue en estas cuando la princesa Leticia (que creo no se lleva nada bien con la Reina Sofía, según mis servicios inexistentes de desinformación) dijo aquello de, ¡coño, que cosas tiene el amor!, añadiendo, ancha es Castilla y más que la voy a ensanchar por al gloria de mi madre, caso de que a mi me de por aplicarle a la Princesa el vocabulario de Chiquito de la Calzada, ¡fistro, que eres un fistro!, ¿comorrr, comorrr?, que tienes mas peligro que el lanzamiento de un ladrillo en un bautizo, por la gloria de mi madre.
Acostumbrada así la princesa Leticia a la recogida de cuanto orégano haya en el monte, gratuitamente para ella que no para nosotros, en lo tocante a la vestimenta, ha llegado a consentir que la visitaran catorce modistos, catorce, para que le tomaran catorce medidas, catorce, para hacerle catorce modelos, catorce, lo que contando esto y lo otro nos resulta a nosotros a razón de veintiocho cojones de mico, porque cada unos de esos diseñadores de modelos sale a par cojones mico por diseño, y así no puede ser, porque es que nos vamos a quedar sin micos en cuatro días, además de que son muchos catorce sobre catorce, por lo que enterándose Ángela Merkel de esta circunstancia real de la princesa Leticia, me ha dicho: Manolo, tu que la conoces y la tienes cerca, ve y dile: que no hija, que no, que no se pueden sacar los pies del tiesto de esas maneras, que hay mercadillos los lunes aquí a la vuelta de la esquina con vestidos a diez euros y mogollón bonitos, tía.
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