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Parece paradójico, pero sólo paradójico, y sin demasiada importancia en la práctica la afirmación anterior, si se tiene en cuenta que el gallito “socialista” de la época, don Felipe González, fuera uno de los agentes principales para la configuración del actual sistema político que estaba pensado, precisamente, para dificultar e impedir la representación de la izquierda política en las instituciones políticas del Estado.
“El PSOE aceptó aquella propuesta porque desde el punto de vista partidista le favoreció, aun cuando debilitó a las izquierdas”[1], cuya afirmación induce a pensar si los partidos políticos en general, y en este caso particular el PSOE, representa los intereses generales de una buena parte de la sociedad, como reza el ideario socialista (la emancipación de todas las clases sociales, que nadie explote a nadie) o más bien forma parte de un sistema político, como el actual, basado en la explotación del hombre por el hombre, y por tanto al servicio de la minoría dominante explotadora que son los grandes capitales. Minoría que establece y dirige la forma y el grado de esa explotación: la económica, la política y la ideológica.
Si l apolítica fuera “cosa de políticos”, como reza el tópico que, gracias a nuestra simpleza mental, fomentada por los actuales partidos políticos en general, y que tomamos como categoría fundamental, fuera efectivamente, cosa de políticos y enjuagues entre ellos, habría poco cosa que decir de nuestro sistema político que, por cierto, NO “nos hemos dado.” Nadie, salvo que sea tonto de remate, puede “darse” algo que le perjudique permanentemente.
Pero ocurre que no, que l apolítica nos afecta (o sea, que es cosa nuestra dejada en manos de los políticos) a favor o en contra de nuestros intereses. Y en este caso y dado el ordenamiento político actual que nace de la transición política, contra nuestros intereses, es decir, que está encaminado a que cada vez vivamos peor.
*
[1] Obra citada.
Parece paradójico, pero sólo paradójico, y sin demasiada importancia en la práctica la afirmación anterior, si se tiene en cuenta que el gallito “socialista” de la época, don Felipe González, fuera uno de los agentes principales para la configuración del actual sistema político que estaba pensado, precisamente, para dificultar e impedir la representación de la izquierda política en las instituciones políticas del Estado.
“El PSOE aceptó aquella propuesta porque desde el punto de vista partidista le favoreció, aun cuando debilitó a las izquierdas”[1], cuya afirmación induce a pensar si los partidos políticos en general, y en este caso particular el PSOE, representa los intereses generales de una buena parte de la sociedad, como reza el ideario socialista (la emancipación de todas las clases sociales, que nadie explote a nadie) o más bien forma parte de un sistema político, como el actual, basado en la explotación del hombre por el hombre, y por tanto al servicio de la minoría dominante explotadora que son los grandes capitales. Minoría que establece y dirige la forma y el grado de esa explotación: la económica, la política y la ideológica.
Si l apolítica fuera “cosa de políticos”, como reza el tópico que, gracias a nuestra simpleza mental, fomentada por los actuales partidos políticos en general, y que tomamos como categoría fundamental, fuera efectivamente, cosa de políticos y enjuagues entre ellos, habría poco cosa que decir de nuestro sistema político que, por cierto, NO “nos hemos dado.” Nadie, salvo que sea tonto de remate, puede “darse” algo que le perjudique permanentemente.
Pero ocurre que no, que l apolítica nos afecta (o sea, que es cosa nuestra dejada en manos de los políticos) a favor o en contra de nuestros intereses. Y en este caso y dado el ordenamiento político actual que nace de la transición política, contra nuestros intereses, es decir, que está encaminado a que cada vez vivamos peor.
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[1] Obra citada.
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