Cuando la simpleza mental y la chabacanería social preside la sociedad, es lógico que el buen ciudadano sea tan simple o más, que un guante o el mecanismo de una cuchara.
Y es lógico que sea así, porque como no demanda nadie, ni siquiera los listos, una explicación profunda de nada, nadie, ni siquiera los listos, se sienten con la obligación moral de darla, entre otras razones, porque cuando algo tiene explicación profunda susceptible de poder ser dada a conocer, y se recurre a la simpleza para ocultar o tergiversar lo que se conoce, es imprescindible no tener ninguna noción de moralidad.
Nadie sabe cuantos euros con sus correspondientes céntimos le cuesta Su Majestad El Rey a cada español, los buenos y los “malos.
Nadie sabe donde están los cientos de millones de euros con sus correspondientes céntimos, de lo que a cada español que trabaja se le descuenta todos los meses de la nómina para el pago de sus futuras pensiones, ni quién los maneja, ni a quién le va beneficiando inmediata y directamente.
Nadie sabe el precio mediante el cual el gobierno de Aznar puso a ENDESA en manos de no se sabe cual “privado”, ni como éste va haciendo efectivo aquel precio, ni las garantías reales (con hipoteca de por medio, como todo el mundo que con un crédito compra algo) como previsión de un hipotético incumplimiento pago.
Estas cuestiones, entre una larguísima lista no las sabemos ni nos interesa mucho. Nos basta con que algunos, los listos, nos digan que estamos en una democracia. Para qué queremos más, si cuatro desgarra mantas viven tan bien.
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