Una denuncia anónima contra una persona era motivo suficiente para que la Inquisición la condenara a morir en la hoguera.
Una denuncia anónima en la guerra incivil española de 1936 era suficiente para que esa persona acabara siendo fusilada en la tapia de un cementerio o en la cuneta de una carretera una mañana cualquiera.
Y una denuncia anónima a primeros del presente siglo XXI ha sido suficiente para que la Audiencia Provincial de Madrid iniciara un proceso judicial contra un médico y su equipo, acusados de “malas prácticas.”
Como el proceso judicial se inicia a partir de una denuncia anónima, no puede acusarse directamente al autor o autores de la misma, puesto que cualquiera ha podido ser: la propia Presidente de la Comunidad madrileña, doña Esperanza Aguirre, el entonces Consejero de Sanidad de la misma Comunidad, señor Lamela, don José María Aznar, ex Presidente del Gobierno español, yo mismo, o incluso el habitante más ingenuo de Villalpando de la Molina.
Después de tres años la Audiencia Provincial ha dictado sentencia en la que no aparecen los cargos a los que apuntaba la denuncia anónima: “malas prácticas,” cuyas “malas prácticas” venían a significar la supuesta atribución de la comisión de de 400 asesinatos al médico Luís Montes y once miembros más de su equipo del hospital Severo Ochoa, con el consiguiente archivo del caso.
La sentencia dictada viene a demostrar contrariamente a la tesis que en su día mantuvo el Consejero de Sanidad, señor Lamela que no se basaba en ningún hecho real, y que el desprestigio para la sanidad pública que habría supuesto la denuncia anónima de haber tenido algo de veracidad, no tiene ninguna razón de ser, salvo el que le quieran atribuir los que pretenden el desvío de fondos de la sanidad pública a la sanidad privada a través de cualquier procedimiento.
Sin embargo, y como es lógico suponer, tres años de proceso judicial no es cuestión baladí, y así lo afirma uno de los implicados, el médico Luís Montes, al ser preguntado por la periodista Esther Jaén[1]:
“El daño que nos han hecho a los profesionales es irreparable. A nivel personal, yo tenía un proyecto, que era muy bonito, pero sé que las situaciones en la Sanidad Pública, son transitorias. Pero para todo el personal del equipo de urgencias, lo que ha supuesto la enorme calumnia sobre su trabajo y dedicación, es un daño irreparable. Algunos compañeros, jefes del servicio, fueron apartados del Hospital y Trasladados en un acto de represión antediluviana, sin que nadie se tomara la molestia de motivar su cese. Nos hicieron pasar un auténtico calvario por apoyar y creer en un tipo de medicina y en la dignidad como ser humano. En resumen, para todos nosotros y para el propio hospital Severo Ochoa, el daño es irreparable.”
*
[1] Elplural.com 02/02/08.
No hay comentarios:
Publicar un comentario