El
enfrentamiento militar entre Estados Unidos y China se puede terminar
definiendo en Europa. Hay alternativas, pero haría falta audacia por parte de
la U. E., como la de pensar en una seguridad común que pueda incorporar a Rusia.
Europa ¿campo de batalla de las grandes potencias?
El Viejo Topo
15 diciembre, 2021
Para Jean
Pierre Chevènement
Noticias
inquietantes. Son muchas y andan sueltas. Parecería que tienen vida propia y
siempre desconectadas de las demás. Las coyunturas históricas las unifican y
les dan sentido: a) el fiasco de la Cumbre de Glasgow; b) el potente retorno de
la energía nuclear; c) el agravamiento de los problemas migratorios; d) el
conflicto Polonia/Bielorrusia; e) el anuncio de la llamada “brújula
estratégica” de la política de defensa de la UE. Cada dato exigiría grandes
explicaciones y análisis pormenorizados. ¿Qué les da sentido? Que el mundo,
mejor dicho, las relaciones de poder global se están modificando, que la
decadencia del imperio americano y la emergencia de China están generando una
dinámica histórico social que unifica procesos, que pone en crisis la
globalización tal como la hemos conocido e impone cambios geopolíticos de
enorme magnitud.
El fiasco de la cumbre de Glasgow
A estas alturas
sabemos que las enormes expectativas creadas no se van a cumplir. Hablo de
fiasco y no de fracaso porque no había razones objetivas para pensar que las
grandes potencias se pusieran de acuerdo en un tema como este. El
(neo)liberalismo ecologista, más o menos progresista, da para lo que da y,
desde luego, nunca estará a la altura de los desafíos de un futuro que se está
organizando en el presente. La durísima competencia político-militar que vive
el sistema-mundo tiene en su centro la lucha por unos recursos naturales
escasos y cada vez más caros. Desligar debate ecológico social de los problemas
reales del poder lleva a la frustración, cuando no a la melancolía.
El potente retorno de la energía nuclear
En la política
real los debates nunca se cierran. Muchos, ingenuamente, pensábamos que este
problema estaba en vías de solución. No es así: Gran Bretaña primero, después
Francia y ahora claramente China apuestan por la energía nuclear y algunas
importantes instituciones como la UE están discutiendo su posible
(re)clasificación como renovables. Sibilinamente se indica que la matriz
energética del futuro será plural hasta el punto de que centrales de carbón que
se iban a cerrar tendrán que seguir abiertas y, lo más significativo, que será
necesario volver a poner en funcionamiento alguna de las ya clausuradas. Solo
Alemania parece firmemente decidida a oponerse a estas posiciones con el apoyo
de algunos países como España. No hace falta ser especialmente mal pensado para
relacionar renovación y modernización de los arsenales nucleares con el
plutonio como subproducto y combustible de las centrales de ciclo cerrado que
tienen a Francia como gran productora.
El agravamiento de los problemas migratorios
Los hechos son
tozudos: la emigración es para la Unión Europea un problema esencialmente
geopolítico y, derivadamente, militar y de seguridad. Podemos seguir engañando
y engañándonos, pero basta ahondar un poco en la realidad para tomar nota de
que la política de la UE para África, en lo fundamental, es preventiva de la
emigración, con una “defensa adelantada” establecida en el Sahel y con
Marruecos como Estado-muro; cosa, dicho sea de paso, que periódicamente nos
recuerda el país alauita con el uso del emigrante como arma de negociación
política y económica. Todavía recordamos los debates contra el ministro Salvini
y la Liga Norte. Se habló de crear un cordón sanitario que impidiera gobernar
con él en Italia porque los derechos humanos y la democracia estaban en
peligro. Eso se decía con la pose de los momentos heroicos. Poco más de dos
años después, todo ha cambiado. El país transalpino está gobernado por una
coalición de todas las fuerzas políticas (incluido el partido de Salvini) y
presidido por el nuevo césar, Mario Draghi. Solo Fratelli d’Italia ha quedado
fuera. Sí, ha cambiado todo menos la política migratoria. Ahora todo se hace al
modo europeo, es decir, fuera del debate público, en silencio y con la máxima
reserva.
El conflicto Polonia/Bielorrusia
Se veía venir y
llegó. Parece que Bielorrusia está decidida a hacer del conflicto migratorio un
problema político. Se tiende a olvidar que el origen de estos desplazamientos
en su mayoría están relacionados con intervenciones militares de la OTAN, de
EEUU, de Francia, de Gran Bretaña que han devastado países como Libia, como
Irak, como Siria y que han provocado la salida de centenares de miles de
refugiados que buscan desesperadamente emigrar a un lugar seguro, especialmente
a Alemania. Las acusaciones de la UE contra el presidente Lukasenko son muy
duras y lo están convirtiendo en una amenaza militar. Polonia va aún más lejos
y habla de la larga mano de Moscú, exige solidaridad del resto de la Unión y un
refuerzo de la OTAN en la zona.
La brújula estratégica europea
La Comisión Von
Der Leyen quiso ser conocida por su carácter esencialmente geopolítico. El
objetivo era resituar a la Unión Europea en un mundo que cambiaba
aceleradamente, volviendo a definir alianzas, intereses y valores. José Borrell
se ha convertido en el gran portavoz de estas aspiraciones como alto
representante de Exteriores y de Defensa. El dato central es la presentación
del borrador-documento llamado “Brújula Estratégica” (Strategic Compass) que
será discutido por todos los gobiernos y –esto nunca se sabe- aprobado durante
la presidencia francesa. La brújula tiene el mismo papel que el llamado
“concepto estratégico” en la OTAN, es decir, definirá la situación
internacional, riesgos y problemas básicos y propondrá una estrategia integrada
según los intereses de la UE.
El debate de
fondo es qué entender por “autonomía estratégica de la UE”. El término, como es
conocido, deriva de propuestas francesas que posteriormente fueron acogidas por
varios Consejos Europeos y concretadas en el documento “Una visión Común,
una actuación conjunta: Una Europa más fuerte” elaborado por la comisaria
Mogherini en el 2016. La discusión es densa; los límites difusos y las
consecuencias no quedan demasiado claras. Siempre que se habla de autonomía
europea se dice, a renglón seguido, que esta es compatible con la OTAN,
complementaria de ella y siempre dirigida a asegurar la común defensa de
Occidente. No es este el lugar para profundizar el análisis, solo para indicar
que, a mi juicio, la autonomía, en el fondo, lo que pretende es (re)negociar el
tipo de alianza con EEUU. ¿Por qué? En primer lugar, por la evidencia de que
EEUU tiene nuevas y determinantes prioridades centradas en Asia, que quiere
ejercerlas más allá de la OTAN y de la UE. La Administración norteamericana
está definiendo una división del trabajo flexible en el tablero mundial donde
ellos dirigirían directamente todo la referente al teatro de operaciones
indo-asiáticas y la OTAN tendría la responsabilidad de enfrentarse a Rusia. El
tratado AUKUS (Australia, Gran Bretaña y EEUU) es justamente la plasmación de
esa política. Francia ha sido humillada una vez más, en una zona donde tiene
viejos intereses y, esa era la apuesta de Macron, plataforma idónea para
proyectar influencia y poder. En segundo lugar, por la sospecha –bien fundada-
de que EEUU en los momentos decisivos privilegia exclusivamente sus intereses,
sin tener en cuenta las aspiraciones y demandas de sus aliados, especialmente
los de la Unión Europea. Dicho de otro modo, tanto Trump como Biden quieren una
UE subalterna y sin capacidad de decisión en el tipo de relaciones
internacionales que se definirán en el futuro. Hay un tercer elemento, el
desprestigio del liderazgo de EEUU y la necesidad de aparecer con personalidad
más definida ante tanto desprecio y humillación.
El conflicto
ucraniano va a situar muy pronto las cosas en su lugar. Por lo pronto, un
psicosocial puesto en marcha por el presidente Zelenski que pone fechas a
supuestos golpes de Estado, acusando directamente a Rusia de estar por detrás y
por delante. Días después, se pone fecha de nuevo (finales de enero) a la
inevitable invasión de Rusia. La OTAN habla claramente de agresión y la
diplomacia moscovita insiste en que se está llegando a un nivel que pone en
peligro la paz en la zona. Como siempre, los medios occidentales renuevan sus
viejos arsenales contra el imperio del mal, identifican a Putin con la
tradicional autocracia rusa y los intelectuales orgánicos le ponen música a una
mala letra, obviando las consecuencias devastadoras de un conflicto armado en
esa zona vital de Europa.
Confundir
análisis con propaganda es siempre negativo; cuando se trata de política
internacional, mucho más. En estos debates se suele partir de los intereses
estratégicos y geopolíticos propios negando al otro (en este caso Rusia) los
suyos y su legitimidad. No olvidemos que el Estado ucraniano dispone de unas
fuerzas armadas especialmente potentes, profundamente modernizadas por la OTAN
y por los EEUU, y guiado por un nacionalismo ferozmente anti ruso. Se puede
llegar a una situación en la que se pierda el control. Estamos muy cerca de
eso.
La diplomacia
rusa es de las más capaces y sabias del mundo. Han tenido grandes experiencias
y han vivido también grandes derrotas. Nadie duda de que tienen una visión
realista de la situación y que saben que la ocupación de Ucrania es posible
militarmente pero políticamente podría tener consecuencias muy negativas para
Rusia. Los tratados de Minsk eran un buen punto de partida. Se puede hacer
demagogia hasta caer en la estupidez. ¿Alguien en su sano juicio cree que Rusia
iba a perder Crimea y Sebastopol simplemente porque lo decidiera un gobierno
nacionalista ucraniano? ¿Alguien cree que Moscú iba a dejar a su consistente
minoría rusa en manos de un gobierno que ha hecho de la rusofobia el elemento
fundamental de su política interna y externa? Por estas cosas Rusia iría e irá
a la guerra. Los que deben saberlo lo saben
Aquí la falta
de memoria termina siendo una amnesia programada. Recordar a Gorbachov y su
propuesta de “Casa Común Europea” es tomar nota de algo más que una ocasión
perdida. El núcleo dirigente ruso- del que formó parte Putin- tenía el sueño de
que el fin de la URSS creaba las condiciones para unas nuevas relaciones
basadas en la paz, la colaboración económica y el desarrollo de políticas
comunes a todos los niveles. La respuesta de Occidente, firmemente guiada por
los EEUU, fue “explotar la victoria”, aprovecharse de la debilidad de Rusia
para ampliar y reforzar sustancialmente la OTAN. La UE y EEUU, en estrecha
alianza, fueron aún más lejos: desestabilizar a los gobiernos de las antiguas
repúblicas soviéticas que tuviesen buenas relaciones con Moscú. Se volvió de
nuevo a la tradicional política de contención, aislamiento y sitio de una Rusia
en crisis permanente. Algunos hasta soñaron con cuartearla, romperla en
pedazos. El concepto de “guerra híbrida” tiene que ver con las
experiencias político-militares comunes de lo que se llamó “revoluciones
de colores”, ampliamente auspiciadas y organizadas por Occidente.
La construcción
del “enemigo” exige presentarlo no solo como feroz sino especialmente fuerte y
potente. La realidad es siempre más compleja y menos evidente. El producto
interior bruto de Rusia es menor que el de Alemania y su gasto militar es importante,
pero nada comparable con el presupuesto de la OTAN o de EEUU o el de los
estados europeos en su conjunto. Según los datos del SIPRI de 2020, el país que
más gastó en defensa fue EEUU: 778,000 miles de millones de dólares. El segundo
fue China con 252,000 miles de millones, es decir, es decir, tres veces menor.
El tercero fue la India con 72.900. Rusia aparece en cuarto lugar 61,700.
Fuentes de la OTAN informan que esta organización política-militar alcanzó en
el 2020 la impresionante cifra de 1,03 billones de dólares, más de la mitad del
gasto militar total del planeta. Los países europeos pertenecientes a la OTAN
gastaron tres veces más en defensa que Rusia. Podíamos seguir.
La superioridad
estratégica (económica-militar-operativa) de EEUU y de la OTAN es difícil de
negar ¿Qué hay detrás? Algo conocido y vivido por la humanidad en su larga y
tortuosa historia: el declive de un imperio y la emergencia de una nueva
potencia con el poder suficiente para cuestionar el orden existente. Ese
imperio es los EEUU; la potencia emergente es China. La Unión Europea ha sido
un aliado fundamental en la (corta) hegemonía norteamericana. El instrumento
clave, la OTAN. Habrá que repetirlo: una alianza político-militar organizada
que define, dirige y reordena las fuerzas armadas de cada uno de los Estado
individualmente considerados en función de los intereses de la potencia
dominante. Una vez que un país ingresa es esa alianza las relaciones entre sus
ejércitos y sus específicos sistemas políticos cambian, la soberanía se
cuartea, la influencia de los EEUU crece y se extiende a todos los niveles.
Hay un aspecto
de la autonomía estratégica que no se subraya con la fuerza debida, a saber, la
autonomía epistémica o político-cultural; es decir, la capacidad de definir los
propios intereses sin depender del control ideológico de la potencia
hegemónica. La pregunta que la UE no se hace y sistemáticamente elude es la
siguiente: ¿se está de acuerdo en ir hacia un mundo multipolar o se sigue
defendiendo un orden unipolar con su centro en los EEUU? La tendencia hacia un
mundo multipolar es objetiva e implica una (re)distribución de poder de grandes
dimensiones. La Gran Potencia norteamericana nunca lo aceptará. De hecho, lo
que estamos viviendo en todas partes, también en Ucrania, son los inicios de un
enfrentamiento, de un conflicto sistémico impulsado con firmeza por los EEUU
para defender su mundo, su orden y su inmenso poder. El tablero mundial se
mueve rápidamente. ¿La Unión Europea? Toda apunta, más allá del lenguaje
cifrado de la jerga comunitaria, a que para la clase política que hoy domina
esas instituciones, el enemigo a batir es Rusia, que el “rival sistémico” es
China y que la clave sigue siendo la alianza con la Administración
norteamericana. Nada de autonomía político-cultural, pues.
¿Cuál es la
consecuencia político-estratégica más relevante de una política así definida?
Que el teatro de operaciones vuelve a Europa, que el enfrentamiento militar
entre EEUU/China se puede terminar definiendo en la península-continente-símbolo
de Eurasia. De nuevo, Europa campo de batalla. Hace años, Jean Pierre
Chevènement se preguntaba -en un bello libro publicado por El Viejo Topo– si Europa estaba ya
definitivamente fuera de la historia. La paradoja es grande: a más integración
europea menos autonomía, menos capacidad para actuar como actor global y parte
de un nuevo orden por venir. Salir de la historia es pasar de ser sujeto a
objeto, masa de maniobra de las grandes potencias y sufrir -es lo más
dramático- una vez más la guerra en tu territorio.
Siempre hay
alternativas. La alianza de Europa con un mundo anglosajón en decadencia es un
pasado que bloquea las posibilidades de ser protagonista del nuevo orden en
proceso de construcción. La clave: audacia, audacia. Rusia tiene intereses
geoeconómicos complementarios con la UE y, específicamente, con Alemania. El
problema ucraniano tiene solución diplomática si se piensa con grandeza
histórica. Hace falta un tratado de cooperación y desarrollo económico. Rusia
lo necesita y la UE también. Es necesario desmilitarizar con realismo una
península con demasiadas armas nucleares, conflictos y problemas sociales
enormes. Pensar en una seguridad común que pueda incorporar a Rusia y que evite
la trampa mortal de Tucídides. Se pueden decir muchas cosas sobre el
equipo dirigente ruso, pero hay una que no se debe de olvidar: la actual clase
política sabe que no son reconocidos por Occidente, que se ha trabajado
activamente para desarticularlos como Estado y romperlos como sociedad.
Crecientemente tienen la percepción de que van a ser atacados y que serán de
nuevo frente de batalla. No hay tiempo que perder.
Fuente: Blog Otras Miradas https://blogs.publico.es/otrasmiradas/54547/europa-campo-de-batalla-de-las-grandes-potencias/#_ftnref1
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