La OIM admite que
“algunos expertos creen que mueren más migrantes al cruzar el Sáhara que en el
Mediterráneo”. A nadie le importa. El Sáhara es ya una tumba a cielo abierto.
Con los cambios políticos en el Sahel, las cosas quizás puedan cambiar.
Muerte en el Sáhara
El Viejo Topo
28 abril, 2024
LA INADVERTIDA MUERTE DE LOS EMIGRANTES EN EL DESIERTO DEL SÁHARA
Sabah, Libia,
es una ciudad oasis en el extremo norte del desierto del Sáhara. Pararse a las
afueras de la ciudad y mirar hacia el sur, hacia el desierto de Níger, resulta
imponente. La arena se extiende más allá del infinito y, si sopla el viento, la
levanta hasta cubrir el cielo. Los coches llegan a la ciudad por la carretera
que pasa junto a la mezquita de al-Baraka. Algunos de estos coches vienen de
Argelia (aunque la frontera suele estar cerrada) o del Djebel al-Akakus, las
montañas que recorren el extremo occidental de Libia. De vez en cuando, una
camioneta Toyota blanca llena de hombres procedentes de la región africana del
Sahel y de África occidental se abre paso hasta Sabah. Milagrosamente, estos
hombres han logrado atravesar el desierto, por lo que muchos de ellos
descienden del camión y se tiran al suelo en una oración desesperada. Sabah
significa “mañana” o “promesa” en árabe, una palabra muy apropiada para esta
ciudad que se aferra al borde del enorme, creciente y peligroso Sáhara.
Durante la
última década, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de las
Naciones Unidas ha recopilado datos sobre las muertes de migrantes. El Proyecto
Migrantes Desaparecidos publica sus cifras cada año, y este
abril ha dado a conocer las últimas. Durante los últimos diez años,
la OIM afirma que 64.371 mujeres, hombres, niños y niñas han muerto mientras se
desplazaban (la mitad de ellos ha muerto en el mar Mediterráneo). En promedio,
cada año desde 2014, han muerto 4.000 personas. Sin embargo, en 2023, la cifra
aumentó a 8.000. Uno de cada tres migrantes que huyen de una zona de conflicto
muere en el camino hacia un lugar seguro. Estas cifras, sin embargo, están
groseramente desinfladas, ya que la OIM simplemente no puede hacer un
seguimiento de lo que ellos llaman “migración irregular”. Por ejemplo, la
OIM admite que “algunos expertos creen que
mueren más migrantes al cruzar el desierto del Sáhara que en el mar
Mediterráneo”.
Tormentas de arena y pistoleros
Abdel Salam,
quien administra un pequeño negocio en la ciudad, señala a lo lejos y dice: “En
esa dirección está Toummo”, la ciudad libia fronteriza con Níger. Desliza sus
manos por el paisaje y dice que en la región entre Níger y Argelia está el Paso
del Salvador, y es por esa brecha por donde van y vienen drogas, migrantes y
armas, un comercio que enriquece a muchos de los pequeños pueblos de la zona,
como Ubari. Con el deterioro del Estado libio desde la guerra de la OTAN en
2011, la frontera es en gran medida porosa y peligrosa. Fue desde aquí desde
donde el líder de Al Qaeda, Mokhtar Belmokhtar, trasladó sus tropas desde el
norte de Malí a la región libia de Fezzan en 2013 (se dice que fue asesinado en Libia en
2015). También es la zona dominada por los contrabandistas de cigarrillos de Al Qaeda, que
transportan millones de cigarrillos Cleopatra de fabricación albanesa a través del
Sáhara hasta el Sahel (Belmokhtar, por ejemplo, era
conocido como el “Hombre Marlboro” por su papel en este
comercio). De vez en cuando, un camión Toyota se dirige hacia la ciudad. Pero
muchos de ellos desaparecen en el desierto, víctimas de las aterradoras
tormentas de arena o de secuestradores y ladrones. Nadie puede seguir la pista
de estas desapariciones, ya que nadie sabe siquiera que han ocurrido.
Io Capitano (2023), dirigida por Matteo Garrone, nominada al Oscar, cuenta la
historia de dos chicos senegaleses – Seydou y Moussa – quienes viajan de
Senegal a Italia pasando por Mali, Níger y luego Libia, donde son encarcelados
antes de huir por el Mediterráneo hasta Italia en un viejo barco. Garrone
construyó la historia a partir de los relatos de varios emigrantes, entre ellos
Kouassi Pli Adama Mamadou (de Costa de Marfil, ahora activista que vive en
Caserta, Italia). La película no evita mostrar la dura belleza del Sáhara, que
se cobra la vida de migrantes que aún no son vistos como tales por Europa. La
película se centra en el viaje a Europa, aunque la mayoría de las personas
africanas emigran dentro del continente (21 millones de personas nacidas en
África viven en países en los que no nacieron). Io
Capitano termina con un helicóptero sobrevolando el barco mientras se
acerca a la costa italiana; ya se ha señalado que la película no reconoce
las políticas racistas que recibirán a Seydou y Moussa. Lo que no se muestra en
la película es cómo los países europeos han intentado construir una fortaleza
en la región del Sahel para impedir la migración hacia el norte.
Tumba al aire libre
Cada vez más
migrantes han buscado la ruta Níger-Libia después de la caída del Estado libio
en 2011 y la represión en la frontera
española-marroquí de Melilla y Ceuta. Hace una década, los Estados europeos
dirigieron su atención a esta ruta, intentando construir un “muro” europeo en
el Sáhara contra los migrantes. El objetivo era detener a los migrantes antes
de que llegaran al Mediterráneo, donde se convertirían en un problema para
Europa. Francia, a la cabeza, reunió en 2014 a cinco de los Estados del Sahel
(Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger) para crear el G5 Sahel. En 2015,
bajo presión francesa, el Gobierno de Níger aprobó la Ley 2015-36 que
criminalizaba la migración a través del país. El G5 Sahel y la ley de Níger
vinieron acompañados del financiamiento de la Unión Europea
para proporcionar tecnologías de vigilancia –ilegales en Europa– que se
utilizarían contra los migrantes en todos estos países. En 2016, los Estados
Unidos construyeron la base de drones más
grande del mundo en Agadez, Níger, como parte de este programa contra los
migrantes. En mayo de 2023, Border Forensics estudió las rutas de los migrantes
y descubrió que, debido a la ley de
Níger y a estos otros mecanismos, el Sáhara se había convertido en una “tumba
al aire libre”.
En los últimos
años, sin embargo, todo esto ha empezado a desmoronarse. Los golpes de Estado
en Guinea (2021), Mali (2021), Burkina Faso (2022) y Níger (2023) han provocado
el desmantelamiento del G5 Sahel, así
como la exigencia de la retirada de las tropas francesas y estadounidenses. En
noviembre de 2023, el Gobierno de Níger revocó la Ley 2015-36 y liberó a
quienes habían sido acusados de ser contrabandistas.
Abdourahamane,
un dignatario local, se paró junto a la Gran Mezquita de Agadez y habló de los
migrantes. “La gente que viene aquí son nuestros hermanos y hermanas”, dijo.
“Vienen. Descansan. Se van. No nos traen problemas”. La mezquita, construida de
arcilla, lleva dentro las marcas del desierto, pero no es efímera.
Abdourahamane me contó que se remonta al siglo XVI, mucho antes de que naciera
la Europa moderna. Muchos de los emigrantes vienen aquí a recibir sus
bendiciones antes de comprar gafas de sol y emprender la travesía del desierto,
con la esperanza de atravesar las arenas y encontrar su destino en algún lugar
más allá del horizonte.
Fuente: Globetrotter
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