Noam
Chomsky: «La escalada militar de Estados Unidos contra Rusia no tendría
vencedores»
TERCERA
INFORMACION / 04.03.2022
[…] Las opciones
que quedan tras la invasión son desalentadoras. La menos mala es el apoyo a las
opciones diplomáticas que aún existen con la esperanza de lograr un resultado
parecido al que era muy probable alcanzar hace unos días: la neutralización de
Ucrania al estilo austriaco, una versión del federalismo de Minsk II. Mucho más
difícil de lograr ahora. Y –necesariamente– con una vía de escape para Putin, o
el resultado será aún más nefasto para Ucrania y para todo el mundo, quizá más
allá de lo inimaginable.
Es
muy injusto. ¿Pero cuándo ha prevalecido la justicia en los asuntos
internacionales? ¿Es necesario revisar el atroz historial una vez más?
Nos guste o no, las opciones se reducen ahora a un feo desenlace que premia en lugar de castigar a Putin por el acto de agresión o la fuerte posibilidad de una guerra terminal. Puede parecer gratificante arrinconar al oso en un rincón desde el que arremeterá a la desesperada, y puede hacerlo. No es sensato. […]
200 soldados estadounidenses, que están siendo transferidos al 7º Comando de Entrenamiento del Ejército en Grafenwöhr, Alemania, aterrizan en Nuremberg el 1 de marzo de 2022. KARL-JOSEF HILDENBRAND / DPA (PHOTO BY KARL-JOSEF HILDENBRAND / PICTURE ALLIANCE VIA GETTY IMAGES
La invasión rusa de Ucrania ha cogido a gran
parte del mundo por sorpresa. Es un ataque no provocado e injustificado que
pasará a la historia como uno de los mayores crímenes de guerra del siglo XXI,
sostiene Noam Chomsky en esta entrevista exclusiva que ha concedido a Truthout y
que ofrecemos a continuación. Las motivaciones políticas, como las citadas por
el presidente ruso Vladímir Putin, no pueden utilizarse como argumento para
justificar el inicio de una invasión contra una nación soberana. Sin embargo,
ante esta horrible invasión, “Estados Unidos debe optar por la diplomacia de
modo urgente” en lugar de la escalada militar, ya que esta última podría
constituir una “sentencia de muerte para la especie, sin vencedores”, afirma
Chomsky.
C. J. Polychroniou: Noam,
la invasión rusa de Ucrania ha cogido a la mayoría de la gente por sorpresa y
ha causado gran conmoción por todo el mundo, aunque muchos elementos indicaban
que Putin estaba bastante alterado por la expansión de la OTAN hacia el este y
la determinación de Washington de no tomarse en serio sus exigencias en materia
de seguridad de no traspasar la “línea roja” respecto a Ucrania. ¿Por qué
cree que ha decidido iniciar una invasión en este momento?
Noam Chomsky: Antes
de responder a la pregunta debemos constatar algunos hechos que son
incontestables. El más crucial es que la invasión rusa de Ucrania es un grave
crimen de guerra comparable a la invasión estadounidense de Irak y a la
invasión de Polonia por parte de Hitler-Stalin en septiembre de 1939, por poner
sólo dos ejemplos relevantes. Es razonable buscar explicaciones, pero no hay
ninguna justificación ni atenuante.
Volviendo a la pregunta, hay un despliegue de invectivas
plenas de convencimiento acerca de la mente de Putin. El relato habitual es que
está atrapado en fantasías paranoicas, que actúa solo, rodeado de cortesanos
rastreros como los que conocemos aquí en lo que queda del Partido Republicano
que viaja hasta Mar-a-Lago buscando la aprobación del Líder.
La avalancha de improperios podría ser acertada,
pero quizá habría que considerar otras posibilidades. Quizá Putin quiso decir
lo que él y sus aliados han estado diciendo alto y claro durante años. Podría ser,
por ejemplo, que “dado que la principal exigencia de Putin es la garantía de
que la OTAN no aceptará a más miembros, y en concreto a Ucrania o Georgia,
obviamente no habría existido ninguna motivación para la crisis actual si no
hubiera habido una expansión de la alianza atlántica tras el final de la Guerra
Fría o si la expansión hubiera tenido lugar de acuerdo con la construcción de
una estructura de seguridad en Europa que incluyera a Rusia”. El autor de estas
palabras es Jack Matlock, exembajador de Estados Unidos en Rusia, uno de los
pocos expertos en Rusia solventes del cuerpo diplomático estadounidense; las
escribió poco antes de la invasión. Continúa y concluye que la crisis “puede
resolverse fácilmente aplicando el sentido común… Desde cualquier punto de
vista, el sentido común apunta que a Estados Unidos le interesa promover la
paz, no el conflicto. Tratar de desprender a Ucrania de la influencia rusa –el
objetivo declarado de los que agitaron las “revoluciones de colores”– fue una
misión absurda y peligrosa. ¿Tan pronto hemos olvidado la lección de la crisis
de los misiles de Cuba?”.
Matlock no está solo. En las memorias del jefe
de la CIA, William Burns, otro de los pocos auténticos expertos en Rusia, se
llega a las mismas conclusiones sobre las
cuestiones de fondo. La postura aún más firme de George Kennan [diplomático] ha
recibido amplia cobertura tarde, que también ha sido respaldada por el
exsecretario de Defensa William Perry y, fuera de las filas diplomáticas, por
el célebre académico de relaciones internacionales John Mearsheimer y numerosas
figuras que difícilmente podrían ser más convencionales.
Nada de esto es incierto. Los documentos internos de Estados Unidos publicados
por WikiLeaks revelan que la imprudente oferta de Bush II a Ucrania para entrar
en la OTAN provocó enseguida duras advertencias por parte de Rusia indicando
que la expansión de la amenaza militar era intolerable. Es comprensible.
A propósito, también podemos tomar nota sobre
ese extraño concepto de “la izquierda” que aparece regularmente para vituperar
a “la izquierda” por su insuficiente escepticismo acerca de la “línea del
Kremlin”…
La crisis se ha estado gestando durante 25 años
mientras Estados Unidos menospreciaba de un modo despectivo las inquietudes
rusas en materia de seguridad
El hecho es que, para ser sinceros, no sabemos
por qué se tomó la decisión, ni siquiera si la tomó Putin en solitario o el
Consejo de Seguridad ruso en el que él desempeña el papel principal. Hay, sin
embargo, algunas cosas que sí sabemos con bastante seguridad, incluidos los
documentos examinados con cierto detalle por las personas que acabo de citar,
que han ocupado altos cargos dentro del sistema de planificación. En resumen,
la crisis se ha estado gestando durante 25 años mientras Estados Unidos
menospreciaba de un modo despectivo las inquietudes rusas en materia de
seguridad, en particular sus claras líneas rojas: Georgia y especialmente
Ucrania.
Hay buenas razones para creer que esta tragedia
podría haberse evitado hasta el último minuto. Ya lo hemos discutido
anteriormente, en repetidas ocasiones. En cuanto a por qué Putin ha iniciado la
criminal agresión en este momento, podemos especular todo lo que queramos. Pero
el trasfondo inmediato no es incierto; se elude, pero no se discute.
Es fácil entender que los que sufren las
consecuencias consideren que es de una complacencia inaceptable indagar por qué
ocurrió y si se podría haber evitado. Comprensible, pero equivocado. Si
queremos responder a la tragedia de modo que ayude a las víctimas y evite las
catástrofes aún peores que se avecinan, es prudente y necesario aprender todo
lo que podamos sobre lo que salió mal y cómo se podría haber corregido el
rumbo. Los gestos heroicos pueden ser gratificantes. No son útiles.
Como tantas otras veces, recuerdo una lección
que aprendí hace mucho tiempo. A finales de la década de 1960, participé en una
reunión en Europa con algunos representantes del Frente de Liberación Nacional
de Vietnam del Sur (el ‘Vietcong’, en la jerga estadounidense). Fue durante el
breve periodo de intensa oposición a los espantosos crímenes de Estados Unidos
en Indochina. Algunos jóvenes estaban tan enfurecidos que pensaban que la
reacción violenta era la única respuesta adecuada a las monstruosidades que
estaban teniendo lugar: romper ventanas en Main Street, bombardear un centro
del Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de la Reserva. Cualquier otra cosa
equivalía a ser cómplice de crímenes terribles. Los vietnamitas veían las cosas
de forma muy distinta. Se opusieron firmemente a todas esas medidas.
Presentaron su modelo de protesta efectiva: unas cuantas mujeres de pie,
rezando en silencio, ante las tumbas de los soldados estadounidenses muertos en
Vietnam. No les interesaba lo que los estadounidenses que se oponían a la
guerra hacían para sentirse justos y respetables. Querían sobrevivir.
Es una lección que a menudo he escuchado, de una
u otra forma, a las víctimas del horrible sufrimiento en el hemisferio sur, el
principal objetivo de la violencia imperial. Una lección que deberíamos tomar
en serio, adaptada a las circunstancias. Hoy eso significa un esfuerzo por
comprender por qué ha ocurrido esta tragedia y qué se podría haber hecho para
evitarla, y aplicar estas lecciones a lo que viene después.
La cuestión cala hondo. No hay tiempo para
repasar aquí este asunto de vital importancia pero, en repetidas
ocasiones, la reacción ante una crisis real o imaginaria ha sido sacar la
pistola en lugar de la rama de olivo. Es casi un acto reflejo, y las
consecuencias han sido generalmente espantosas para las víctimas tradicionales.
Siempre vale la pena tratar de entender, anticiparse un poco a las posibles
consecuencias de la acción o la inacción. Son perogrulladas, por supuesto, pero
vale la pena insistir porque se descartan tan fácilmente en tiempos de arrebato
justificado.
¿Qué opciones hay?
Las opciones que quedan tras la invasión son
desalentadoras. La menos mala es el apoyo a las opciones diplomáticas que aún
existen con la esperanza de lograr un resultado parecido al que era muy
probable alcanzar hace unos días: la neutralización de Ucrania al estilo
austriaco, una versión del federalismo de Minsk II. Mucho más difícil de lograr
ahora. Y –necesariamente– con una vía de escape para Putin, o el resultado será
aún más nefasto para Ucrania y para todo el mundo, quizá más allá de lo
inimaginable.
Es muy injusto. ¿Pero cuándo ha prevalecido la
justicia en los asuntos internacionales? ¿Es necesario revisar el atroz
historial una vez más?
Nos guste o no, las opciones se reducen ahora a
un feo desenlace que premia en lugar de castigar a Putin por el acto de
agresión o la fuerte posibilidad de una guerra terminal. Puede parecer
gratificante arrinconar al oso en un rincón desde el que arremeterá a la
desesperada, y puede hacerlo. No es sensato.
Entretanto, deberíamos hacer todo lo posible
para ofrecer un apoyo significativo a quienes defienden valientemente su patria
contra crueles agresores, a quienes escapan de los horrores y a los miles de
valientes rusos que se oponen públicamente al crimen de su Estado asumiendo
gran riesgo personal, una lección para todos.
Y también deberíamos tratar de encontrar formas
de ayudar a un tipo de víctima más general: todas las especies que habitan la
Tierra. Esta catástrofe ha tenido lugar en un momento en el que todas las
grandes potencias, y de hecho todos nosotros, debemos trabajar juntos para
controlar el gran azote de la destrucción medioambiental que ya se está
cobrando un precio desastroso, y que pronto será mucho peor si no se realizan
grandes esfuerzos rápidamente. Para hacer ver lo obvio, el Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas
en inglés) acaba de publicar la última y más ominosa de
sus evaluaciones periódicas sobre cómo nos dirigimos hacia
la catástrofe.
Entretanto, las medidas necesarias están
estancadas, incluso en retroceso, ya que se dedican recursos muy necesarios a
la destrucción y ahora el mundo se encamina a ampliar el uso de los combustibles
fósiles, incluido el más peligroso y convenientemente abundante, el carbón.
Un demonio malévolo difícilmente podría idear
una coyuntura más grotesca. No se puede ignorar. Cada momento cuenta.
La invasión rusa es una
clara violación del artículo 2(4) de la Carta de la ONU, que prohíbe la amenaza
o el uso de la fuerza contra la integridad territorial de otro Estado. Sin
embargo, durante su discurso del 24 de febrero, Putin trató de ofrecer
fundamentos jurídicos para la invasión y Rusia cita a Kosovo, Irak, Libia y
Siria como prueba de que Estados Unidos y sus aliados violan el derecho
internacional repetidamente. ¿Puede comentar los fundamentos jurídicos de Putin
para la invasión de Ucrania y la situación del derecho internacional en la era
posterior a la Guerra Fría?
No hay nada que decir sobre el intento de Putin
de ofrecer un fundamento jurídico a su agresión. Su mérito es nulo.
Es cierto que Estados Unidos y sus aliados violan el
derecho internacional sin pestañear, pero eso no ofrece ningún atenuante para
los crímenes de Putin
Por supuesto, es cierto que Estados Unidos y sus
aliados violan el derecho internacional sin pestañear, pero eso no ofrece
ningún atenuante para los crímenes de Putin. Sin embargo, Kosovo, Irak y Libia
tuvieron influencia directa en el conflicto de Ucrania.
La invasión de Irak fue un ejemplo de libro de
los crímenes por los que los nazis fueron colgados en Nuremberg, pura agresión
no provocada. Y un puñetazo en la cara de Rusia.
En el caso de Kosovo, la agresión de la OTAN (es
decir, la agresión de Estados Unidos) fue declarada “ilegal, pero justificada”
(por ejemplo, por la Comisión Internacional sobre Kosovo presidida por Richard
Goldstone) sobre la base de que el bombardeo se llevó a cabo para poner fin a
las atrocidades que estaban teniendo lugar. Ese juicio exigía invertir la
cronología. Las pruebas de que la avalancha de atrocidades fue consecuencia de
la invasión son abrumadoras: predecible, prevista, anticipada. Además, había opciones diplomáticas disponibles;
como siempre, fueron ignoradas en favor de la violencia.
Altos funcionarios estadounidenses confirman que
fue sobre todo el bombardeo de Serbia, aliada de Rusia –sin ni siquiera
informarles de antemano–, lo que dio al traste con los esfuerzos rusos por colaborar
de algún modo con Estados Unidos en la construcción de un orden de seguridad
europeo posterior a la Guerra Fría, un retroceso que se aceleró con la invasión
de Irak y el bombardeo de Libia después de que Rusia aceptara no vetar una
Resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que la OTAN violó de inmediato.
Los acontecimientos tienen consecuencias; sin
embargo, los hechos pueden quedar ocultos dentro del sistema dogmático.
El estatus del derecho internacional no cambió
en el periodo posterior a la Guerra Fría, ni siquiera en las palabras, y mucho
menos en los hechos. El presidente Clinton dejó claro que Estados Unidos no
tenía intención de respetarlo. La Doctrina Clinton declaraba que Estados Unidos
se reservaba el derecho a actuar “unilateralmente cuando fuera necesario”,
incluido el “uso unilateral del poder militar” para defender intereses vitales
como “garantizar el acceso sin trabas a mercados clave, suministros energéticos
y recursos estratégicos”. También sus sucesores, y cualquiera que pueda violar
la ley impunemente.
Eso no quiere decir que el derecho internacional
no tenga valor. Tiene un rango de aplicabilidad, y es una norma útil en algunos
aspectos.
El objetivo de la invasión
rusa parece ser derribar el gobierno de Zelensky e instalar en su lugar uno
prorruso. Sin embargo, pase lo que pase, Ucrania se enfrenta a un futuro
desalentador por su decisión de convertirse en un peón en los juegos
geoestratégicos de Washington. En ese contexto, ¿hasta qué punto es probable
que las sanciones económicas logren que Rusia cambie su postura respecto a
Ucrania? ¿O las sanciones económicas tienen como objetivo algo más grande, como
socavar el control de Putin dentro de Rusia y los lazos con países como Cuba,
Venezuela y posiblemente incluso la propia China?
Puede que Ucrania no haya tomado las decisiones
más acertadas, pero no tenía nada parecido a las opciones que tenían los
Estados imperiales. Sospecho que las sanciones llevarán a Rusia a depender aún
más de China. Salvo que cambie seriamente de rumbo, Rusia es un estado
petrolero cleptócrata que depende de un recurso que debe disminuir
drásticamente o estamos todos acabados. No está claro si su sistema financiero puede resistir
un ataque fuerte, mediante sanciones u otros medios. Razón de más para ofrecer
una vía de escape con una mueca.
Rusia es un estado petrolero cleptócrata que depende
de un recurso que debe disminuir drásticamente o estamos todos acabados
Los gobiernos occidentales,
los principales partidos de la oposición, incluido el Partido Laborista en el
Reino Unido, y los medios de comunicación corporativos se han embarcado en una
campaña antirrusa chovinista. Los objetivos incluyen no sólo a los oligarcas
rusos, sino también a músicos, directores de orquesta y cantantes, e incluso a
propietarios de equipos de fútbol como Roman Abramovich, del Chelsea FC. Tras
la invasión, incluso se ha prohibido a Rusia participar en Eurovisión en 2022.
Es la misma reacción que los medios de comunicación corporativos y la comunidad
internacional en general mostraron hacia Estados Unidos tras su invasión y
posterior destrucción de Irak, ¿no?
Su comentario irónico es muy apropiado. Y
podemos continuar por caminos demasiado conocidos.
¿Cree que la invasión dará
inicio a una nueva era de confrontación continua entre Rusia (y posiblemente en
alianza con China) y Occidente?
Es difícil saber dónde caerán las cenizas, y
esto podría no ser una metáfora. Hasta ahora, China está actuando con cautela,
y es probable que intente llevar adelante su amplio programa de integración
económica de gran parte del mundo dentro de su sistema global en expansión –en
el cual, hace unas semanas, incorporó a Argentina dentro
de la iniciativa Cinturón y Ruta–, mientras observa cómo los rivales se
destruyen entre ellos.
Como hemos comentado antes, la confrontación es
una sentencia de muerte para la especie, sin vencedores. Estamos en un momento
crucial de la historia de la humanidad. No se puede negar. No se puede ignorar.
————————-
Traducción: Paloma Farré para Ctxt
Esta entrevista se publicó originalmente
en Truthout.org.
*C.J. Polychroniou es
un politólogo/economista político, autor y periodista que ha enseñado y
trabajado en numerosas universidades y centros de investigación en Europa y
Estados Unidos. Actualmente, sus principales intereses de investigación se
encuentran en la política estadounidense y la economía política de los Estados
Unidos, la integración económica europea, la globalización, el cambio climático
y la economía ambiental, y la deconstrucción del proyecto político-económico
del neoliberalismo. Es colaborador habitual de Truthout y miembro del Proyecto
Intelectual Público de Truthout. Ha publicado decenas de libros y más de 1000
artículos que han aparecido en una variedad de diarios, revistas, periódicos y
sitios web de noticias populares. Muchas de sus publicaciones han sido
traducidas a una multitud de idiomas diferentes, incluidos árabe, chino,
croata, holandés, francés, alemán, griego, italiano, japonés, portugués, ruso,
español y turco. Sus últimos libros son Optimism Over Despair: Noam Chomsky On
Capitalism, Empire, and Social Change (2017); Crisis climática y el New Deal
verde global: la economía política de salvar el planeta (con Noam Chomsky y
Robert Pollin como autores principales, 2020); The Precipice: Neoliberalism,
the Pandemic, and the Urgent Need for Radical Change (antología de entrevistas
con Noam Chomsky, 2021); y Economía y la izquierda: entrevistas con economistas
progresistas (2021).
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