Antonio Turiel: “Si se toman medidas contra Rusia, la crisis del 1929
parecerá una broma al lado de ésta”
Rusia provee el 45% de todo el gas que se consume en Europa. Si bien la UE
presume de querer reducir en dos tercios esta dependencia, los expertos
desconfían de esta promesa. El pasado 8 de marzo, el Alto Representante de la
UE para Política Exterior, Josep Borrell, cargaba la responsabilidad sobre las
espaldas los consumidores y pedía que cada uno en su casa bajara la
calefacción. Todo ello mientras el precio del gas se desboca y arrastra el de
la electricidad.
Esta
situación tan desesperanzadora se agrava por un galopante agotamiento de
combustibles fósiles que complica la lucha geopolítica. Antonio Turiel, doctor
en física teórica e investigador del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC,
hace años que alerta de la crisis energética y ve poco margen de maniobra
respecto a la dependencia rusa. También hablamos con él de la transición
energética y nos explica por qué cree que es un proyecto fallido de entrada.
—Europa
puedes sobrevivir sin el gas ruso?
—Sin el gas ruso no. El gas tiene un transporte muy complicado. Implica una
logística de transporte que requiere plantas de licuefacción en origen, barcos
metaneros y plantas de regasificación. Todo esto hace que haya cuellos de
botella y encarece mucho el gas. Por tanto, te interesa sobre todo estar
conectado por vía terrestre con gaseoducto, como pasa con Rusia. Es más barato
y tiene mucha más capacidad, porque permite transportar más cantidad de manera
más fácil. Por eso Europa no puede prescindir del gas ruso. Si prescindiera se
estrellaría económicamente.
—Pues la
UE dice que quiere reducir el consumo en dos tercios.
—Reducir el consumo de gas ruso en un 66% puede significar una crisis económica
de grandes proporciones. Hace mucha gracia, porque dicen que reducirán las
importaciones de Rusia y queda la idea implícita de que lo sustituirán con
importaciones de otros sitios. Pero es que esa cantidad no se puede traer de
ninguna otra parte. Se puede suplir una pequeña parte, pero no toda.
Inconscientemente, se prepara un decrecimiento y una drástica reducción del
consumo.
—Josep
Borrell ya ha pedido a los europeos que bajen la calefacción. ¿El decrecimiento
es positivo?
—Hay dos maneras de hacerlo. Una planificada y otra desordenada y caótica. Aquí
la clave es como se repartirá la carga de decrecimiento. ¿De una manera
equitativa y planificando qué haremos después, o de una manera injusta
cargándolo a los consumidores? Ya sabemos qué pasará.
—En esta
situación, los grandes beneficiados poder ser los EEUU, porque Europa tendrá
que comprar más gas licuado.
—Hay una parte de este razonamiento que es cierto. Los EEUU durante muchos años
han tenido un exceso de producción de gas y han exportado mucho. El problema es
que el gas licuado requiere una logística más elevada que encarece el producto
final. Pero hay otra cuestión que no se aborda lo suficiente: los EEUU ya están
llegando al máximo de producción de gas. En el 2023 veremos un descenso sobre
todo en la producción de gas a causa del fracking. Ciertamente, los
EEUU han espoleado la guerra con la idea de vender más gas, pero lo hacen con
una mirada a corto plazo porque ahora sí que les puede aportar beneficios. No
obstante, pronto dejarán de tener excedente de gas.
—¿Por
qué continúa subiendo el precio del gas si Europa no ha prescindido del gas de
Rusia?
—Hay dos factores que influyen. Por un lado, un problema estructural que
arrastramos del año pasado: la escasez de gas. Y tiene que ver con el hecho de
que la producción de gas en Rusia hace veinte años que se ha estancado, la de
Argelia también y la de Europa hace años que cae. Por lo tanto, cada vez cuesta
más de proveernos de gas y cuanto más cuesta más caro es. El proceso es lento,
inexorable, y tiene que ver con el agotamiento de los yacimientos de gas; es
una realidad geológica. El segundo factor es la incertidumbre, el estallido de
la guerra y la decisión de los EEUU de no comprar más petróleo ni gas ruso, lo
que ha desencadenado el pánico de los mercados y un efecto especulativo.
—¿Qué
efectos colaterales tiene el aumento del precio de gas?
—Un problema que ya tenemos desde hace meses y del cual no se habla es el de
los fertilizantes, que puede causar una crisis alimentaria de grandes
dimensiones. Los fertilizantes se hacen con gas natural. Las plantas de
Fertiberia, en España, pararon la producción porque el gas iba demasiado caro.
Y no reabrieron al 100% porque no tenían garantizada la compra de producción.
Los campesinos están preocupados porque el precio de estos fertilizantes ha
crecido mucho, igual que el diesel, y el panorama que se divisa es de escasez
de fertilizantes por todas partes. Esto también afecta a la industria del
vidrio, de la cerámica, del cemento y a la industria química, que requieren de
gas. E industrias como la del acero no dependen del gas, pero sí de la
electricidad, y el aumento de precio también les afecta. Nos encaminamos hacia
un ‘tortazo’ de grandes dimensiones.
—Hablemos
de la electricidad. ¿El gas es el principal responsable del aumento del precio
de la electricidad?
—Sí. El problema está aquí. Hace años unos señores economistas dijeron que el
mejor sistema para fijar el precio de la electricidad era a partir del precio
del último kilovatio/hora que entra en cada momento. Es una subasta. Red
Eléctrica Española pide quién puede producir electricidad. Los generadores
ofrecen los kilovatios/hora que pueden ofrecer a un precio. Primero se compran
los más baratos y después se cogen los caros, hasta que llega el último. Y este
último, el más caro que entra, es el que fija el precio de todo. Esto se hace
así porque unos señores economistas creyeron que con este sistema llamado
“marginalista”, se incentivaría la introducción de nuevas tecnologías y fuentes
de energía. Pero pasa que la física no tiene la misma opinión y no aparecen
nuevas tecnologías, posiblemente porque no hay, ni nuevas fuentes de energía,
porque no hay. Con este sistema, de obligado cumplimiento en toda la UE, ocurre
que cada vez que se produce electricidad con gas, aunque que sea muy poco,
acaba fijando el precio de todo. Y pagas toda la electricidad al precio
carísimo del gas.
—Pagamos
la electricidad a precio de gas, pues.
—Sí. Es como si vas a la verdulería y pides un kilo de zanahorias que va a un
euro el kilo; un kilo de manzanas que cuestan 1,5 euros el kilo; un kilo de
calabacín, que va a 0,80 el kilo; y finalmente, pides un poco de azafrán. Pero
el azafrán va a 45.000 euros el kilo. Pero coges solo un gramo. En total,
compras tres kilos de verdura y un gramo de azafrán, y te lo cobran todo al
precio del azafrán.
—¿Qué
salto ha dado el precio del gas?
—El gas ha tenido un aumento espectacular. Hoy se paga a 200 euros el
megawatio/hora, y hace tan solo dos años el precio normal era de unos 20 euros.
En dos años el precio se ha multiplicado exponencialmente. Por eso Europa tiene
que cambiar la fijación del precio y desvincular el precio de la electricidad
del precio del gas. Este cambio se tendrá que hacer porque si no Europa se
estrellará, e innecesariamente. Al final es una cuestión de normativa y se
puede cambiar.
—En el
caso del petróleo, ¿Europa también se encuentra atada de manos y pies como en
el caso del gas?
—Con el petróleo es diferente. A veces se han impuesto sanciones, que de cara a
la galería quedan muy bien, pero que tienen muy poco efecto. Porque el petróleo
es muy fungible. Tú ahora dejas de comprar el petróleo en Rusia, pero Rusia
venderá en China o en otros países. Entonces, aquellos que proveían a China y
más países, no tendrán comprador y nos lo venderán a nosotros. Quiero decir,
que el petróleo dará más vueltas y tendrá que recorrer más camino; por lo
tanto, será más caro. Pero al final el efecto no será tan grande. Por donde
está cogida Europa y el mundo es por el gas. Es por donde puede hacer más daño.
Pero es que Rusia produce la tercera parte del uranio enriquecido del mundo,
que se usa también en centrales nucleares americanas; los EEUU importan
minerales de hierro de Rusia; Rusia también controla la producción mundial de
níquel y de más metales críticos. Es que es impensable. Si tú intentas tomar
medidas contra Rusia, automáticamente hundes el mundo en una crisis económica.
Y al lado de esta crisis la de 1929 parecerá una broma.
—Caramba…
—Esto es así ahora mismo, con el grado de dependencia que hay. Hay mucha
retórica, habrá mucho discurso de cara a la galería, pero todo el mundo sabe
que si apretamos demasiado fuerte nos haremos daño todos.
—Y por
si no hubiera suficiente, hay una escasez creciente de combustibles fósiles.
¿Cuándo nos podemos quedar sin petróleo?
—Nunca. Este es un punto clave que hay que entender para no generar confusión.
Tenemos una visión del petróleo como el vino de un tonel. Tú abres el grifo y
va manando hasta que se acaba. Pero no funciona así. El petróleo ocupa los
intestinos y los agujeritos de una roca que es porosa y cuando aplicas presión,
brota. A medida que vas extrayendo, la roca se va cerrando, se va colapsando y
cada vez sale menos. Puedes extraer más haciendo otro agujero, practicando
el fracking, inyectando agua o gas a presión… Pero al final, de
media, de todo lo que hay en la roca, sólo sale a la superficie la tercera
parte. Dos terceras partes están tan dispersas en la roca que no sale a cuenta
extraerlas. Entonces, el problema no es en qué momento se extrae la última gota,
porque de aquí a unos cuántos siglos todavía se podrá extraer petróleo. La
cuestión es cuánta cantidad se puede extraer cada día. A mí me da igual tener
dos millones de euros en el banco si cada día solo puedo sacar diez euros.
Puedo ser un millonario en potencia, pero en realidad soy pobre. Por lo tanto,
la extracción tiene que ser rentable.
—Hoy he
puesto gasolina 95 a 1,8 el litro, y la 98 valía casi 2 euros…
—Aquí radica la cuestión. El petróleo ya ha empezado a caer. El 2018 llegó al
máximo y ya no se recuperará nunca más, porque las compañías petroleras ya
desinvierten. Lo hacen muy rápidamente, tal como pasa con el capitalismo.
Porque el capitalismo solo tiene dos modas: la autocomplacencia y el pánico. Y
por eso la Agencia Internacional de la Energía avisa de que la producción de
petróleo en 2025, respecto del 2018, podría llegar a bajar en un 50%. Es una
salvajada.
—Y
mientras tanto, no habremos hecho ninguna transición energética.
—Pero es imposible. Es la otra pata de la cuestión. Se habla de la transición
energética como la solución y no es posible. Y se sabe.
—¿Por
qué?
—Porque depende de un montón de materiales que no tenemos. El principal
problema de la transición energética hacia las renovables es que requiere
grandes cantidades de petróleo. Porque se tiene que extraer mucho material, se
tienen que fabricar las cosas, se tienen que instalar… ¿Alguien se piensa que
un aerogenerador se ha hecho sin petróleo? No, se hace con hormigoneras y el
cemento se hace con gas natural, el acero se hace con carbón y todo ello se
transporta con maquinaria pesada que necesita gasolina.
—Es
decir, que hay energías renovables que no pueden sustituir al petróleo.
—El problema es que el sistema de producción de renovables que discutimos
necesita grandes cantidades de combustibles fósiles y, además, materiales que
no son abundantes en el planeta. Necesitas telurio y plata para los conectores
de las placas fotovoltaicas, para los aerogeneradores necesitas aluminio…
Necesitas cosas que no son abundantes y no todo el planeta puede disponer
porque no hay bastante para todos. Es un proyecto fallido de entrada. Además,
se centra mucho en la producción de electricidad, pero… ¿sabías que en Cataluña
la electricidad es solo la cuarta parte de la energía final que se consume?
—¿Y el
resto?
—Petróleo, gas, carbón y otros. Y este 75% de energía es de difícil
electrificación. Puedes aumentar el porcentaje de consumo de electricidad hasta
el 30% o el 40%, pero habrá un 60% que se te resistirá. Y se te resistirá
mucho. Y ahora nos quieren deslumbrar con los coches eléctricos, pero se sabe
bien que no se puede hacer así.
—¿Y
entonces?
—Pues vamos hacia el colapso.
—¿Pero
no podemos hacer nada?
—Veamos, este modelo de transición energética se ha propuesto para mantener el
capitalismo. Este modelo de renovables es el único compatible con la
salvaguarda de los intereses de los grandes capitalistas. Y esto nos lleva al
desastre. Porque esta transición permite crear grandes cantidades de energía
concentrada para mantener que las empresas y los oligopolios puedan ganar mucho
dinero. Por eso se defiende este modelo. Pero no es el único modelo de
renovable que hay.
—Y qué
más hay?
—Los que implicarían un cambio de paradigma. Podemos tener un nivel de vida
parecida al actual consumiendo la décima parte de la energía y los materiales
que consumimos hoy en día. Y hay varios estudios que lo demuestran. La guerra
es un mensaje muy claro y muy fuerte de que tenemos que cambiar nuestro modelo
de vida y nuestro modelo de consumo. No podemos depender tanto de países donde
los derechos humanos son una cosa opcional. Nos tenemos que replantear el
modelo de vida y encaminarlo hacia una economía más local, más resiliente, que
garantice una producción de alimentos locales. Y esto ya se hace, porque el
problema en este cambio no es técnico, sino social. Tenemos que abandonar el
capitalismo, porque si no te encuentras obligado a negociar con asesinos y
tiranos. Y si no lo haces, igualmente el modelo se acaba porque los recursos
del planeta van menguando.
—¿Por
qué Cataluña va tan atrasada en la construcción de infrastructuras que creen
energía renovable?
—Antes que nada, señalar que en los últimos años hemos tenido gobiernos de
derecha en el estado español que eran hostiles a todo aquello que tuviera que ver
con las energías renovables. Solo hay que recordar el impuesto al sol. Ahora
hemos visto que hay un gran problema con la energía fósil y con la excusa del
cambio climático hacemos esta transición apresurada y desordenada en todo el
Estado. El hecho es que en Cataluña la legislación es más garantista e intenta
evitar los excesos que se hacen en otros lugares. No te engañes, la mayoría de
los promotores de las energías renovables que se hacen en España son
esencialmente una burbuja del tocho 2.0.
—¿Qué
quieres decir?
—Se construirá mucho, pero el rendimiento que tendrá será muy bajo. Entre otras
razones porque no se sabe cómo se aprovechará esa electricidad. Piensa que el
consumo de la electricidad en el Estado Español baja desde el año 2008.
Teóricamente, todo aquello que ya tendríamos que tener para aprovechar mejor
esa electricidad, como los millones de coches eléctricos o los sistemas de
hidrógeno verde, no están. Y no están porque son caros y porque no hay bastante
material para permitir un despliegue a la escala que se pretendería.
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