El autogolpe de Cs, una osada apuesta a romper la
mayoría de la investidura
La formación naranja se suicidó en
Murcia esta semana para renacer como muleta del PSOE y cumplir el sueño del
poder económico: alejar de Moncloa a Podemos y los soberanistas. Pero no
contaban con la desmesura del PP, que ha desactivado la jugada y ha apostado
doble o nada en Madrid. La izquierda, ante el desafío de no caer en su propia
guerra de guerrillas.
14 MAR 2021 06:00
Cuesta recordar
un culebrón equivalente. El miércoles 10 de marzo de 2021 quedará en la memoria
como el día (uno de los tantos) en que saltó todo por los aires. Parecía un
Borgen castizo a una velocidad que solo puede proveer la tecnología del siglo
XXI. Hace un año se vivía la entrada a un período muy difícil y de mucho
sufrimiento social. El de estos días fue la antesala a un circo mediático y una
lucha encarnizada por el poder.
El terremoto empezó en las derechas de la Región de
Murcia pero sus réplicas sacudieron fuerte Madrid y se sintieron —y sentirán,
claro— en toda España. Es la cosecha de una siembra de desconfianza entre el
Partido Popular y Ciudadanos, éste último debilitado y recalculando su sitio en
el mapa político. Su lucha por la supervivencia desde la renuncia de Albert
Rivera los vuelve a poner en el mismo punto de partida: ser la marca blanca del
liberalismo para cooperar y así contener a la izquierda.
Más de una vez el cofundador de Podemos, Juan Carlos
Monedero, entre muchos otros, ha destacado que el rol de Cs en el sistema de
partidos fue el que le dio el Ibex 35: ser un contrapeso sin prontuario de
corrupción para que Podemos no gobierne porque con el PP por sí mismo ya no iba
a alcanzar.
Esas reflexiones han vuelto este año desde que Inés
Arrimadas empezó a colaborar con el Gobierno en el Congreso. El primer ejemplo
fue el apoyo a los estados de alarma, asistiendo cuando ERC no quiso
aprobarlos. Luego vino el acercamiento por los Presupuestos, que finalmente no
se concretó en votos. Y ahora este broche final que representa el inicio del
nuevo tiempo: el autogolpe en Murcia.
Para los desprevenidos: PP y Cs sumaron mayoría en
Murcia con la colaboración de la ultraderecha. Más allá de algunos
desencuentros, no había un grave conflicto entre ellos, por eso el aroma a
traición es indisimulable, sin romper el gobierno y mientras permanecía en el
Ejecutivo, los naranjas murcianos negociaban con los socialistas (crónicas de
la prensa local dicen que desde hacía un mes) para asestar la sorpresa con una
moción de censura con los cargos ya distribuidos entre sí.
Cs no imaginaba la desmesura de Génova. La cúpula del PP respondió al fuego
con más leña y llevó la batalla a Madrid, la gran caja de resonancia de la
crispación y la lucha política en que se ha convertido la capital del Estado.
Pero Cs no imaginaba la desmesura de Génova. La cúpula
del PP respondió al fuego con más leña y llevó la batalla a Madrid, la gran
caja de resonancia de la crispación y la lucha política en que se ha convertido
la capital del Estado. La presidenta Díaz-Ayuso disolvió la Asamblea y echó a
Cs del Ejecutivo regional. Con las mociones de censura de la izquierda comenzó
otro embrollo jurídico que aunque no permita saber si votarán los madrileños,
sí deja constancia de que la confianza entre los exsocios está rota del todo.
La reacción alfa del PP también fue en Murcia.
Conservar el poder, sea como sea. El presidente López Miras, consiguió que tres
diputados de Cs hagan transfuguismo y prometan votar en contra de la moción a cambio
de una vicepresidencia y dos consejerías. La paradoja: los de Cs se olvidaron
de la regeneración y de su paso al centro y pidieron ayuda a tres legisladores
expulsados de Vox para salvar la jugada, según informó el periódico
murciano La Verdad. Los tres de la ultraderecha pidieron una
propuesta por escrito y recordaron que lo del pin parental debe ser parte del
acuerdo. El tiempo dirá en qué acaba este bazar de ofertas.
El escándalo recordó no solo al “tamayazo” en Madrid
sino la debilidad del Pacto contra el Transfuguismo Político, firmado en 1998 y
en el que están adscritos todas las formaciones excepto Vox. Pero técnicamente,
con su jugada desesperada el PP murciano no violó ese acuerdo porque se
circunscribe a ayuntamientos y diputaciones. Aunque el espíritu de lo suscrito
(no utilizar a los tránsfugas para cambiar las mayorías) fue violado con
creces.
Una jugada con Moncloa en la mira
“¿Que si Cs se acerca al PSOE para divorciarlo de la
mayoría de investidura? Claro que sí”, responde a El Salto un diputado de
Unidas Podemos, electo por una provincia mediterránea. La opinión orgánica de
la formación tras el miércoles intenso fue que todo esto reforzaba a la
coalición. Fuera de micrófono hay otros matices.
Según el diputado, el interés de los poderes fácticos
en que los naranjas resuciten y sean los nuevos aliados del PSOE “es evidente,
pero las matemáticas políticas no les dan. Son los mismos que intentaron
boicotear el acuerdo de investidura y tampoco pudieron, porque no hay ninguna
mayoría alternativa posible”. Además, recuerda que otros socios estables, como
el PNV, son “bastante incompatibles para muchas cosas con Cs” y no podrían dar
estabilidad para una legislatura.
Al respecto, un diputado del soberanismo vasco cree
que Cs “está buscando su sitio y siempre se ha teorizado que el impulso que
tuvo para pasar de ser partido catalán a ser uno de Estado vino de las grandes
empresas”. Más allá de eso, cree que no merece tanta atención y fue lapidario:
“No tengo la certeza de sus motivos pero sí tengo claro que es un partido en
descomposición, me recuerda a UPyD”.
Un diputado del soberanismo catalán opina en la misma
dirección. A la pregunta de El Salto, cree que la mayoría de investidura no
está en peligro porque Moncloa “no puede prescindir de los votos de Podemos y
de los soberanistas, todos juntos, no está en condiciones de hacer un viraje
tan fuerte” pero a la vez no duda en que desde el establishment “hay mucho
interés en que Podemos salga del gobierno”.
La CEOE en 2019 llegó a decir públicamente que prefería un gobierno del
PSOE “que basculara hacia el centro” y “sin radicales” y su líder, Antonio
Garamendi, hasta criticó en una entrevista los acuerdos puntuales entre los
socialistas y EH Bildu
Cabe recordar que la CEOE en 2019 llegó a decir
públicamente que prefería un gobierno del PSOE “que basculara hacia el centro”
y “sin radicales” y su líder, Antonio Garamendi, hasta criticó en una
entrevista los acuerdos puntuales entre los socialistas y EH Bildu. “No todo
vale”, dijo el portavoz de la patronal. Se suma un detalle que en la península
suele olvidarse: en Bruselas, una subsede de la soberanía española, ven con
buenos ojos que en los países se repliquen los acuerdos de la Unión. Y las
autoridades actuales de la Comisión Europea fueron producto de un pacto
transversal histórico entre conservadores, liberales y socialdemócratas para
evitar pactar con la izquierda y la ultraderecha.
Volviendo a Madrid, desde la vicepresidencia segunda
conocen, cómo no, los intentos del poder económico. Pero son más crudos: “Para
romper con UP no hace falta ni ayuda del Ibex 35 ni que se rebele García-Page
ni nadie. Es Sánchez mismo el que preferiría no tener que pactar con la
izquierda y estaría más cómodo con Cs. Se sabe y es así. No le cambia pactar
con Bildu si esa semana le sirve ni con Cs si le sirve más”, respondieron a El
Salto.
“Lo que más nos preocupa ahora es el destrato de
Moncloa a ERC, PNV y Bildu. El PSOE baja al hemiciclo sin negociar y se olvidan
que tienen sólo 120 diputados”, señalan desde la cúpula morada. Esa falta de
fluidez y muestras de cercanía con los socios mejor predispuestos es la otra
cara de la misma moneda. Porque Cs no saltó al vacío en Murcia. Aunque ahora la
jugada haya sido frustrada, tuvo en el PSOE el aliado e ideólogo de la
traición, a sabiendas del impacto que tendría en el resto del Estado.
Ayuso, el referéndum
La presidenta de la Comunidad de Madrid decidió junto
a Casado golpear antes que la golpeen. Es la segunda vez en la breve historia
autonómica madrileña que hay una disolución anticipada de la Asamblea. La
primera fue justamente en 2003, tras el “Tamayazo”, cuando ni el PP ni el PSOE
consiguieron mayoría para gobernar. Finalmente a fin de ese año Esperanza
Aguirre logró su mayoría absoluta.
El PP madrileño aprendió la lección de la historia,
que parecía encaminada a repetirse. En 1989, Agustín Rodríguez Sahagún fue
electo alcalde de Madrid gracias a una moción pactada por Alianza Popular y CDS
para desalojar al socialista Juan Barranco. El PSM había ganado las elecciones
y la derecha, especialmente su líder Manuel Fraga, quería hacerse con la capital
y para eso cedió el trono a la tercera fuerza en el distrito, los más moderados
que respondían a Adolfo Suárez. El mismo formato se intentó repetir en Murcia y
en Puerta del Sol lo vieron venir.
Ayuso plantea entonces unas elecciones que en los
hechos son un referéndum sobre su gestión. “Socialismo o libertad”, dijo en
tono trumpista. Si los tribunales avalan su convocatoria —y rechazan que
prosperen las mociones de PSOE y Más Madrid—, la jugada es de alto riesgo. Como
comentaba una fuente del grupo parlamentario Popular: “Es decisión valiente
pero tiene un problema. Si Ayuso en Madrid no suma con Vox, ¿con quién suma? Si
no le da mayoría la suma de PP-Vox, pierde el gobierno”. La matemática es
implacable.
Ayuso plantea unas elecciones que en los hechos son un referéndum sobre su
gestión. “Socialismo o libertad”, dijo en tono trumpista. Si los tribunales
avalan su convocatoria la jugada es de alto riesgo.
Pero el motín de Cs trae ilusión en Génova. Primero,
porque creen que esto espantará votos más conservadores que tenían los naranjas
e irán para Ayuso, que se ha vuelto el emblema de la derecha desacomplejada,
emocional y alzada. Estadísticamente, la participación electoral en Madrid
suele superar hasta por 20 puntos en los distritos más ricos con respecto a los
más pobres. El anhelo es un gobierno en solitario con apoyo parlamentario de la
ultraderecha, que cada vez tiene menos de diferencia con el PP regional.
Cs parece encaminado a sufrir un descalabro si hay
urnas y por eso, si prosperan las mociones, seguramente busque hacerse con el
puesto grande de la Real Casa de Correos o sino ser subsidiario de Moncloa. Con
los votos de PSOE y Más Madrid alcanza, ni hace falta Podemos en Madrid, que es
quinta fuerza. El impacto político que tendría un gobierno PSOE-Cs en la
tercera autonomía más grande del Estado sería colosal.
Pero los de Arrimadas están en ebullición y muchos de
sus dirigentes no acuerdan con su giro copernicano. Este lunes habrá una
ejecutiva catártica en la que difícilmente la presidenta salga fortalecido. El
valenciano Toni Cantó parece querer liderar la contraofensiva. Por ahora, los
gobiernos de Castilla y León, de Andalucía y del ayuntamiento de la capital no
correrían peligro. Pero la desconfianza está instalada.
¿Y la izquierda? Su gran desafío es ahora no caer en
la guerra de guerrillas que ya tiene la derecha. Si hay elecciones en Madrid,
se resucitará el viejo enfrentamiento Iglesias-Errejón, más las peleas con el
PSOE por un pacto socioliberal, que tiene apologistas en los barones de Castilla-La
Mancha, Aragón y Extremadura. Si hubiera elecciones, ¿repetirían Errejón e
Isabel Serra como candidatos o habría sorpresas?
Las últimas novedades fueron que Ángel Gabilondo
repetirá como candidato, si se vota el 4 de mayo. Permitiendo competir otra vez
a un dirigente con poco carisma y cuestionado por su pasividad como jefe de la
oposición, a veces parece que Ferraz (o Moncloa, que hoy por hoy son lo mismo)
no quiere ganar Madrid y prefiere un juego de polarización constante con Ayuso,
que los refuerza en la diferencia. No hay que ser mal pensado, pero Iván
Redondo nunca defrauda.
*++
No hay comentarios:
Publicar un comentario