La teoría del
«precariado» y el «rol revolucionario» del «lumpen» según Podemos…
DIARIO OCTUBRE / 08.09.2020
«Entre las teorías socio-económicas que se manejan
en Podemos, está la famosa teoría del «precariado», la cual trata de negar en
nuestra época la existencia del proletariado como clase social, con las
evidentes consecuencias político-ideológicas que se derivarían de dicho hecho
tan transcendental. Esto no es casual.
Unos
han intentado negar la existencia del proletariado como clase:
«Si
los revisionistas e ideólogos modernos de la burguesía cambian el nombre del proletariado,
no es sin un propósito determinado. No se trata aquí de una cuestión de mera
denominación, sino de la negación de la imperiosa necesidad de derrocar las
relaciones sociales mediante la revolución, mediante la violencia. Los
revisionistas son conscientes de que si hablamos del proletariado, cuando este
último, bajo el capitalismo, solo posee la fuerza de sus brazos, lógicamente se
deduciría que debe luchar contra sus explotadores y sus opresores, que debe
romper sus cadenas. Es precisamente esta lucha, dirigida a la destrucción
completa del antiguo poder del capital, lo que aterroriza a la burguesía. Al
negar la existencia del proletariado como la principal fuerza revolucionaria de
la sociedad y el sepulturero del capitalismo, los revisionistas también quieren
allanar el camino para otras tesis antimarxistas. Mientras no haya proletariado
tampoco puede haber dictadura del proletariado. Sobre este problema clave de la
teoría del socialismo científico, de hecho, todos en el campo revisionista están
alineados en las mismas posiciones». (Enver Hoxha; Informe en el VIIº Congreso
del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1976)
Otros
tratan de vender las ventajas del capitalismo, dando a entender que con la
diversificación del ocio, los inventos y mejoras técnicas que facilitan las
condiciones de vida respecto a épocas anteriores, se debe suprimir
definitivamente toda lucha de clases:
«Hoy
los revisionistas modernos, como Georges Marchais, Enrico Berlinguer, Santiago
Carrillo y compañía, rechazan estas concepciones científicas de Marx.
Actualmente, dicen ellos, ha dejado de existir el proceso de la pauperización
relativa y absoluta del proletariado, debido al desarrollo de la revolución
técnico-científica y a las conquistas que los obreros han logrado a través de
las reformas. Quieren decir a los proletarios que con las limosnas que les da
el capitalismo pueden cubrir todas sus exigencias y necesidades, y por lo tanto
no tienen por qué lanzarse a la revolución. (…) En los Estados capitalistas
el proletariado, no obstante de vestir ropas de nailon, producidas por la
sociedad de consumo, de hecho sigue siendo proletariado. (…) Su objetivo es
alejar al proletariado de la lucha de clase contra el capitalismo, tratando de
centrar su atención en las «ventajas» de la «sociedad de
consumo». (…) Su preocupación casi exclusiva serían las cuestiones de la
religión, la familia, la mujer, el televisor, el coche, etc., que, según ellos,
han hecho que el problema de la explotación económica haya dejado de ser el
problema básico de la lucha de clases y de la revolución. Todo esto se hace
para echar agua al vino, para alejar a las masas trabajadoras de su lucha por
el derrocamiento del orden burgués». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es
anticomunismo, 1980)
Usando
la demagogia barata, se lanza el discurso de «los de arriba contra los de
abajo», pero a la vez se habla de colaborar con los «empresarios responsables y
patrióticos y se condenan a los «empresarios irresponsables y antipatrióticos»
que no quieren apoyar la «regeneración democrática»:
Con
sus tesis de la «extinción de la lucha de clases» como consecuencia de los
«cambios esenciales» que supuestamente habría sufrido la sociedad capitalista
gracias al desarrollo de las fuerzas productivas, de la revolución técnico-científica,
de la «reestructuración del capitalismo», etc.; con sus prédicas acerca de la
necesidad de establecer una amplia colaboración de clases, dado que ahora, en
el socialismo están supuestamente interesadas no sólo la clase obrera y las
masas trabajadoras, sino también casi todas las capas de la burguesía a
excepción de un pequeño grupo de monopolistas». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es
anticomunismo, 1980)
Pero
este discurso vacuo les hace inútiles para los intereses de los trabajadores:
«En
una incoherencia y contradicción profundas. Prácticamente ya no están en
condiciones de explicar ninguna de las contradicciones actuales del mundo
capitalista, ni de dar respuesta a los problemas que emanan de ellas. Es cierto
que hablan de fenómenos tales como «crisis», «desempleo», «degradación y
degeneración» de la sociedad burguesa, pero no pasan de las constataciones
generales que nadie niega, ni siquiera la propia burguesía. De manera
consciente, tratan de velar la causa de estos fenómenos, la feroz explotación
capitalista, y no mostrar que ésta puede desaparecer sólo por medio de la
revolución, derrumbando las viejas relaciones que mantienen en pie el sistema
de opresión capitalista». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)
Ha
sido el petulante intelectual: Juan Carlos Monedero, una figura altamente
sacralizada dentro de Podemos, uno de los principales difusores de la tesis del
«precariado». Pero cuando Monedero intenta explicarnos que sería este
«precariado», no especifica nada concreto y visible, sino que dibuja vagamente
los rasgos típicos de cualquier capa social en un país en crisis:
«El
precariado, dice Standing, hace referencia a una nueva clase social en
formación que, si bien aún no sería una «clase para sí» –es decir, que se
reconoce y lucha por sus intereses propios–, tiene ya una serie de rasgos
propios que nos invita a entenderla como una entidad que promete una acción
colectiva propia. El precariado vive en una flexibilidad laboral no siempre
querida, en la eventualidad y temporalidad y con una constante sensación de
llevar una existencia de baja calidad. No serían los proletarios tradicionales
ni las clases medias sobreexplotadas. Tampoco una «subclase» ni «la capa
inferior de la clase obrera». Quiere buena parte de las seguridades de los
obreros tradicionales pero no quiere una vida laboral como la de sus padres o
abuelos. Sus incertidumbres y sus inseguridades son peculiares. Carentes de
memoria y consumistas, parecen pijos a ojos de los mayores, a quienes ellos ven
como dinosaurios privilegiados. (…) Aunque los sindicatos no terminen de
entenderlo, el precariado existe y tiene rasgos propios, aunque sólo fuera
porque lee de una manera diferente su realidad. Son gente formada, a la que le
prometieron –en la escuela, en la universidad, en la televisión, en los
anuncios, en el ejemplo de los que tienen suerte– un mundo divertido, cómodo y
creativo que nunca llega. Son los que han visto cómo la escalera por la que
subían ha sido pateada por los que llegaron antes. Pero no parecen tener todavía
prisa –como sí la tuvo la clase obrera desde finales del XIX–. Son gente con
cierta red familiar –que se sostiene crecientemente con los abuelos pero que
también está precarizándose–, con una formación que les permite soñar con un
futuro laboral luminoso –cosa que no haría un proletario tradicional, condenado
a un realismo inclemente–, son mujeres y jóvenes –en sociedades donde las
mujeres están luchando por lograr un espacio de igualdad y diferencia, y donde
existe un aumento de la esperanza de vida que alarga la juventud hasta los
cuarenta–, son receptivos a los mensajes de rebeldía e inconformismo heredados
del 68, son urbanitas –resultado del éxodo del campo a la ciudad desde los años
60 del siglo XX– y, por tanto, sujetos a la condición paradójica de estar
profundamente conectados a las redes, al tiempo que desconectados del mundo
real». (Juan Carlos Monedero; «Precariado», o la frustración en el capitalismo
del deseo, 13 de septiembre de 2013)
Y
en una conclusión donde parece estar describiendo a su futuro público de
electores, concluía sobre el «precariado»:
«¿Puede
convertirse en voluntad política de cambio? No es sencillo. A día de hoy, el
precariado opta más por la teatralidad de la protesta –que suma más gente que
la apelación tradicional de izquierda y derecha– pero que lo más que llega es a
desconcertar al Estado, no a emplazarlo. (…) Pensar revolucionariamente al
precariado sin cambiar el capitalismo es un exceso. Un precariado que, de
momento, lo que quiere es mejorar sus condiciones de vida». (Juan Carlos
Monedero; «Precariado», o la frustración en el capitalismo del deseo, 13 de
septiembre de 2013)
Bajo
los auspicios de la teoría del «precariado» se trató de difuminar al
proletariado como clase dentro de una masa amorfa donde se mezclarían diversas
clases y capas de la población, como si todos: clase obrera, pequeños
propietarios, intelectuales, juventud, tuvieran exactamente los mismos
intereses en todos y cada uno de los campos; y poniendo por delante por
supuesto, no la lucha contra el capital sino la lucha contra la precariedad,
una política destinada pues, a aliviar los males del capitalismo, a suavizarlo
apelando al término «masa», «pueblo», «nación», como acostumbran los
reformistas.
«Luego
sigue la escuela humanitaria, que toma a pecho el lado malo de las relaciones
de producción actuales. Para su tranquilidad de conciencia, se esfuerza en
paliar todo lo posible los contrastes reales; deplora sinceramente las
penalidades del proletariado y la desenfrenada competencia entre los mismos
burgueses; aconseja a los obreros que sean sobrios, trabajen bien y tengan
pocos hijos, recomienda a los burgueses que moderen su ardor en la producción.
Toda la teoría de esta escuela se basa en distinciones interminables entre la teoría
y la práctica, entre principios y resultados, entre la idea y su aplicación,
entre el contenido y la forma, entre la esencia y la realidad, entre el derecho
y el hecho, entre el lado bueno y el malo.
La
escuela filantrópica es la escuela humanitaria perfeccionada. Niega la
necesidad del antagonismo; quiere convertir a todos los hombres en burgueses;
quiere realizar la teoría en tanto que se distinga de la práctica y no contenga
antagonismo. Ni qué decir tiene que en la teoría es fácil hacer abstracción de
las contradicciones que se encuentran a cada paso en la realidad. Esta teoría
equivaldría entonces a la realidad idealizada. Por consiguiente, los
filántropos quieren conservar las categorías que expresan las relaciones
burguesas, pero sin el antagonismo que es su esencia y que les es inseparable.
Creen que combaten firmemente la práctica burguesa, pero son más burgueses que
nadie». (Karl Marx; Miseria de la Filosofía, 1847)
Para
2014, el discurso de Podemos era ya: si la gente no está preparada para un cambio,
por tanto no hay que explicarles algo demasiado complejo, sino que simplemente
habrá que rebajar el nivel del programa, aunque eso suponga maleducar a las
masas, o ir detrás de los elementos sin conciencia. «¡Aquí uno está para hacer
política, no para ser puros señores! ¡Superemos los bonitos sueños de
juventud!».
Pero
vayamos a lo fundamental, ¿existe una desproletización? Rescatemos los
extractos más interesantes de un artículo escrito por un colaborador ocasional
de este medio, sobre los intentos de negar la existencia de la clase obrera:
«Tomemos
por sentado el hecho de que «clase obrera» es un término sinónimo de
«proletariado». Esta clase, incluso en las definiciones de Marx y
Engels –que murieron antes de la época de la terciarización, cuando aún la
clase obrera era una clase fundamentalmente situada en el sector secundario de
la economía–, no tiene por qué estar atada a un sector dado de la economía. (…)
¿Dónde encontramos una clase social de asalariados no cualificados que, en el
proceso de trabajo, no ponen en uso medios de producción propios a excepción de
su fuerza de trabajo? En el sector servicios, la industria y la
agricultura/pesca. Aquélla imagen arcaica de varones con boinas y tirantes
cubriendo ropajes desarrapados saliendo llenos de hollín de una humeante
fábrica situada en el centro urbano es hoy más una leyenda que una realidad.
Quienes alzan el grito en el cielo: «¡no existe el proletariado!» lo hacen, en
realidad, porque son incapaces de sacarse de entre las sienes semejante imagen
anticuada que, creen, hace justicia al término por su antigüedad. (…) Se ha
hablado de terciarización, y esto parece llevar a conclusiones acerca del
supuesto «post-industrialismo» –cuando el output total de productos
industriales es, hoy, mayor que nunca– y de «desproletarización». De ahí
la conclusión: «la clase obrera ha perdido protagonismo». Pero si ya hemos
procurado demostrar, en el menor número de líneas posibles, que el proletariado
no es una clase meramente industrial, ¿por qué debería llevar la terciarización
a su pérdida de protagonismo, cuando el proletariado está presente también en
el sector servicios? Lo que cabe demostrar es que el proletariado, hoy
transectorial, sigue en pie de lucha como antes, aunque en un contexto temporal
más desarrollado. Una simple sucesión de noticias sobre huelgas debería bastar
para arrancarnos la idea de que «la clase obrera ha perdido protagonismo». El
problema real es, sin embargo, más profundo. Debido a las nuevas prácticas
industriales la división espacial de los obreros es mayor que antes. En lugar
de que se concentren cientos en una decena de lugares, se concentran decenas en
cientos de lugares, por así decir. En esta situación se hace más difícil
programar la lucha de la clase obrera, puesto que se presupone una agitación
multifacética en muchos espacios a la vez con el fin de compenetrar sus
acciones en torno a unos intereses vitales, de clase, comunes. La separación
entre los proletarios ha dañado, asimismo, su conciencia de clase –pese a
que en los períodos de crisis esta vuelve a ponerse en marcha como nunca–. La
conclusión no es que «faltan proletarios», sino que faltan medios para
organizarlos: la crisis ideológica del movimiento obrero, a la que contribuye
gente como Antonio Negri, ha hecho de los revolucionarios, en su mayoría, un
conjunto de jóvenes ilustrados sin capacidad práctica de acción, incapaces de
fundirse con las masas y ayudar a su organización común por un objetivo común.
El problema hoy no está en las condiciones objetivas para la revolución, sino
en sus condiciones subjetivas». (Lev W.; La crítica a Antonio Negri y su teoría
de la multitud, 2019)
Llegando
a un punto de rizar el rizo, otro defensor de la teoría del precariado, Pablo
Iglesias, tras hacer unas declaraciones donde parecía condenar al lumpen
contando un caso personal donde se sufría el acoso y robo de estos elementos.
Pero esto no nos interesa ahora. Pocos días después, debido a que las
declaraciones causaron descontento entre sus filas y simpatizantes, rectificó
sus palabras; ahora venía a decir que él como profesor ya recomendaba a sus
alumnos las teorías que hablaban de reconocer el rol infravalorado del
revolucionario lumpemproletariado (sic):
«Cualquiera
que haya asistido a mis cursos en la facultad me habrá escuchado referirme,
cuando explico el colonialismo, a los análisis de Frantz Fanon que ponía el
acento sobre la incapacidad de la izquierda europea para entender el papel
revolucionario que el lumpemproletariado tenía en el tercer mundo, frente al
papel contrarrevolucionario de la minúsculas clases trabajadoras asociadas a
las burguesías importadoras. Lo cierto es que, al final, no voy ni a poder
excusarme en Marx». (Pablo Iglesias Turrión; Lúmpenes y gentuza, 2014)
Como sabemos se ha demostrado con las encuestas y votos electorales,
Podemos no ha logrado desde 2014 asegurarse una influencia seria ni entre el
proletariado ni entre el lumpenproletariado. Esta claro que la cúpula de
intelectuales de Podemos está muy aislada de la realidad como para entender
cómo piensa uno y otro grupo. Lo que sucedió es que simplemente, en ese momento
Pablo Iglesias temía perder la imagen de «partido de la calle» si se atrevía a
negar la herencia y mitos de algunos grupos de «izquierda» sobre el carácter
revolucionario del lumpen, por lo tanto, prefería condenar el marxismo que al
resto de grupos, ya de los segundos cree que puede obtener algo de simpatía y
votos para Podemos. Sin duda, una maniobra defendible desde el pragmatismo.
Aunque
sea de forma demagógica, alentar el lumpenismo en una época en que ya de por sí
la burguesía hace todo lo posible por inculcar tal cultura degenerada entre los
trabajadores, y sobre todo, entre la juventud, debería ser considerado no solo
amoral, sino casi criminal desde el punto de vista proletario. Véase el
capítulo: «Reflexiones sobre «cultura lumpen» y su rol en la
sociedad capitalista y en las organizaciones revisionistas» de 2017.
Esto
demuestra que gran parte del revisionismo, esté más a la izquierda o a la
derecha, tiene estas tendencias oportunistas de rehabilitar la figura del
lumpen e incluso imitarla como si fuese un modelo a seguir. Aunque no menos
cierto es, que dependiendo del público que les escuche, estos líderes dicen una
cosa u otra, pero insistimos, eso son cuestiones populistas que traería otro
debate de fondo sobre cual es la postura real del grupo político.
Para
quién no este familiarizado con este término, le recordamos:
«El
lumpemproletariado también llamado subproletariado es la población obrera
situada socialmente por debajo del proletariado y fuera de los procesos de
producción, y socialmente marginados desde el punto de vista de su realidad
político-económica. Supone un ejército industrial de reserva creado por el
capitalismo e íntimamente ligado a la pauperización de la población; crece
directamente proporcional a la concentración de capitales; o lo que es lo
mismo, lo que en un polo es acumulación de riqueza, en el polo contrario,
significa acumulación de miseria, de ignorancia, degradación moral, etc. Este
margen funcionará como elemento indispensable para el sistema, para evitar el
colapso del sistema, pues estos «obreros» al verse incapaces de vender su
fuerza de trabajo son empujados a aceptar condiciones laborales que en otras
condiciones no aceptarían, convirtiéndose de facto en enemigos de su clase y de
sus propios intereses, cuando dedicándose a trabajos moralmente repudiables
para sobrevivir como son los sicarios, rateros, estafadores, matones,
timadores, traficantes, chivatos, dueños de burdeles, etc. En tanto no son
prescindibles o una secuela indeseada como el sistema hace suponer, sino una
pieza fundamental en el engranaje funcional del sistema productivo capitalista
y de hecho son los que permite mantener las relaciones sociales inamovibles. La
marginalidad es consustancial a la sociedad capitalista. Los hechos anteriores
aunado a la alienación de este sector social mediante la cultura, la caridad,
la beneficencia, los servicios sociales, etc; hacen que el lumpemproletariado
adolezca de conciencia de clases, en tanto vulnerable a los dictados del
sistema, y es esa la razón de que los vemos defendiendo el sistema económico
que les explota y posicionados en contra del proletariado. Debe de comprenderse
que este sector no se caracteriza por su inadaptación como se cree comúnmente,
sino por lo contrario, una adaptación absoluta al sistema que le hace aceptar
las contradicciones existentes como inherentes a la condición humana». (Equipo
de Bitácora (M-L); Terminológico, 2013)
Esto
significa, como ya expresamos, que el revisionismo, suele tomar una postura
liberal, cuando no justificadora del lumpenproletariado como se acaba de
demostrar:
«Estos
ideólogos hacen verdaderos marabarismos con el tema de la alienación y lo
justifican todo en base a ello para dar carpetazo final al tema. Esto que dicen
es cierto: son productos del propio sistema y sus deficiencias, son sujetos
alienados, hemos hablado infinidad de veces de la presión ideológico-cultural
que se ejerce desde la superestructura sobre los sujetos sociales, pero cuando
se exponen los errores de estos elementos y persisten sus errores –sobre todo
cuando existe una vanguardia organizada– no hay compasión posible con ellos, es
imposible mirar hacia otro lado –y hacerlos en periodos de desorganización y
falta de clarividencia ideológica es más peligroso aún–; insistir en un trato
amigable, aparcar las diferencias y confiar en una reeducación futura –incluso
de sujetos abiertamente recalcitrantes– no deja de ser una idea-excusa liberal
del todo estúpida, que se acerca más a una premisa cristiana de ejercer el
perdón automático sin rencor ni análisis alguno, que a otra cosa, dichos
elementos que no quieren o pueden rectificar son un claro obstáculo para el
progreso, ¿quién si no los comunistas deben analizar en profundidad y criticar
estas actitudes que perjudican la causa? ¿Se lo dejamos a los liberales
burgueses y sus intelectuales para que creen teorías como que todo el
proletariado ha degenerado en lumpemproletariado o que el comunismo es igual a
ejercer el viejo terrorismo individualista o de un pequeño grupo conspirativo?
Además para evidenciar la falsedad de esta teoría que justifica estos actos
solo hay que mirar una vez más el rastro de la historia, observar que dentro de
las experiencias históricas donde se ha puesto en pie una sociedad socialista,
creándose condiciones económicas propicias para que el sujeto pudiera
desarrollar en gran medida sus habilidades físicas y mentales, incluyendo una
oportunidad no solo de redimirse sino de vivir dignamente, siempre ha habido y
habrá elementos que han rechazado tomar este camino de reinsertarse-reeducarse,
y han preferido seguir con su modo de pensar y actuar contra el sistema
socialista, casualmente han acabado siendo parte de las filas de la
contrarrevolución por su indisciplina, individualismo, egolatría, falta de
autocrítica y de escrúpulos. Debe concluirse que por supuesto las condiciones
materiales tienen el peso decisivo que dan luz a estos fenómenos, en eso hemos
insistido siempre, pero no olvidemos la personalidad de cada sujeto y el nivel
de fuerza de voluntad de cada uno para autotransformarse, ya que no somos
elementos pasivos. No olvidemos que en una futura sociedad socialista, el
espíritu liberal e individualista, el afán autojustificador no le va a valer a
nadie de excusa para causar un perjuicio al bien colectivo ni la propiedad
común, no servirá para estar por encima de las leyes populares». (Equipo de
Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos
oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO,
2017)
Y
como hemos expresado en otras ocasiones, la teoría del precariado y la idea de
adular al lumpen, beben directamente de la famosa Escuela de Frankfurt, la
cual:
«Niega al proletariado como clase ascendente de la historia, como clase que
debe hegemonizar la superación del capitalismo. Clamaban que a causa de los
medios masivos de información la alienación existente entre el proletariado en
los países de la «sociedad de consumo» era enorme, que se había aburguesado, no
pudiendo ser ya el sujeto determinante, transformador. Así algunos autores
finalizaron calificando que la intelectualidad o incluso al lumpen proletariado
como vanguardia, como capa social que cumplirían las veces de «clase
determinante o ascendente», una completa aberración teórica por varias razones.
1)
Gran parte de la intelectualidad en el capitalismo no puede sobrevivir sin
prestar servicio a disposición de quién le paga: la burguesía; además la
intelectualidad es una capa social que procede de varias clases sociales, gran
parte de ella sale de las capas acomodadas, sus miembros están muy alejados del
peso del tipo de trabajo físico, por lo que corre el riesgo de alejarse del
proletariado sino asimila su teoría y mantiene lazos cercanos con él.
2)
El lumpen por lo general es un elemento oportunista carente de todo principio
ideológico y moral, es el esquirol y matón por excelencia, sobrevive gracias a
cumplir los servicios de la burguesía, reúne en él los peores vicios de la
sociedad burguesa, de hecho esta última se vale de su modo de pensar y actuar
para hacer degenerar a los trabajadores, en especial a los jóvenes, propagando
la cultura lumpen en los medios de comunicación como modelo a seguir para
desactivar el movimiento proletario revolucionario.
3)
La clase obrera es la única clase que por su lugar en la producción asegura su
reproducción conforme el capitalismo se expande, no se produce su
descomposición como ocurre con otras capas como la pequeña burguesía, su
carencia de cualquier medio de producción y su concentración en zonas de
trabajo hace proclive a su agrupamiento y solidaridad entre sus miembros, el
rol que ocupa en la producción le da una posición decisiva, suponiendo el mayor
peligro para la burguesía en caso de que decida levantarse, la condición de
desposeída de toda propiedad hace que a diferencia de otras viejas clases de la
historia que pugnaban por el poder, la clase obrera no necesita tomar el poder
para asegurar su poder y propiedad, sino para liberar al ser humano de la
explotación del hombre por el hombre, eso sumado a que es la única clase social
que cuenta con una doctrina científica como es el marxismo-leninismo, hace que
la clase obrera sea la clase de vanguardia para destruir al capitalismo sin
discusión.
4)
La alienación no es un fenómeno exclusivo de la sociedad capitalista, ya estaba
presente en el feudalismo y en otros sistemas, solo que los medios por los que
ejercer esta alienación son diferentes, la clase obrera puede repeler esta
alienación si se agrupa, difunde su doctrina, analiza y expone las causas de
los problemas candentes y les propone dar solución por la vía revolucionaria.
Pese
al bajo nivel de concienciación política en muchos lugares, a la burguesía le
es muy difícil camuflar las contradicciones existentes en la sociedad de
clases: un proletario sabe distinguir que él está desposeído de los medios de
producción y que un burgués los posee.
a)
Sabe de sobra que en caso de perder su puesto de trabajo depende de que otro
burgués le requiera para poder trabajar, que ni siquiera con una formación
laboral adecuada o una larga experiencia tiene garantizado el derecho al
trabajo.
b)
Es consciente que en las profesiones no se cobra acorde a su importancia, que
él por ejemplo cobra un salario ridículo para el tiempo que trabaja y el
esfuerzo que dedica y que otro de otra rama o incluso un superior cobra el
triple.
c)
Conoce de sobra que si comete una infracción la justicia no será la misma que
para alguien adinerado.
d)
Se da cuenta perfectamente que los políticos que están en el poder y se
postulan para entrar en él, no son de su misma clase social.
e)
La experiencia le dice que las crisis no las pagan los ricos ni siquiera cuando
la han provocado por especulaciones y corruptelas manifiestas, que siempre
terminan siendo pagadas por los trabajadores, etc.
Todo
esto arrastra espontáneamente quiérase o no al proletariado hacia la lucha de
clases, y los que toman concienciación, hacia inclinaciones anticapitalistas.
Otra
cosa muy diferente es que a falta de un factor subjetivo como es la
organización del proletariado y el estudio de su doctrina marxista-leninista y
bajo la presión ideológica constante de la burguesía y sus agentes, no lleguen
a buen puerto y el proletariado se desvíe.
Por
todo esto, la llamada Escuela de Frankfurt tuvo una influencia brutal en los
movimientos de mayo de 68, en la propia conformación del hippismo, del
eurocomunismo y del postmodernismo. La «Escuela de Frankfurt» ha hecho las
veces de «quinta columna» dentro del marxismo». (Equipo de Bitácora
(M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos
oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO,
2017)
Este
es el punto de degeneración hasta donde han llegado los «marxistas» de
Podemos». (Equipo de Bitácora (M-L); Las luchas de fracciones en Podemos y su pose ante las
masas, 2017)
No hay comentarios:
Publicar un comentario